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Trungelliti y su denuncia a las mafias del tenis: más que buchón, un gran campeón
No ganó un Grand Slam . No ganó la Copa Davis . Pero Marco Trungelliti ganó la batalla más difícil: decirle no a la tentación y denunciar a las mafias del tenis. Sin dudas, un campeón en otra escala.
Según la ATP, sus ganancias oscilan en los 815.000 dólares. Vaya a saber cuánto le queda hoy, entre descuentos y gastos. Allá por 2015, cuando abiertamente le propusieron sumarse a la mafia de las apuestas, era el 269° del mundo y jugaba Challengers. Tenía 25 años y ya sabía que sería un trotamundos del tenis, un obrero. Consciente de sus limitaciones. La oportunidad de hacer plata, la que no haría nunca con la raqueta en las canchas, penduló delante de sus ojos. Tomó su decisión. De vida. Eligió denunciar y pedir ayuda. Por ética. Por principios. Por miedo. Por lo que fuere.
Hoy al tenista santiagueño lo llaman "buchón". Lo miran mal en los clubes. Sería muy simple decir "esto pasa solo en la Argentina". Pasa en más lados de los que imaginamos. Hay muchas historias, películas incluidas, que muestran arrepentidos que colaboran con la justicia. Sigue pasando ahora mismo con "los Cuadernos de las Coimas" que destapó LA NACION en 2018. Se suman, también por este medio tras la investigación de Sebastián Torok, "los Cuadernos del tenis".
Hay arrepentidos que primero fueron culpables. Nada prueba hasta hoy que Trungelliti lo haya sido cuatro años atrás. No fue sancionado. No le fue intervenido el teléfono. Pasó que lo quisieron sobornar, como a tantos, y él actuó de acuerdo con el protocolo que le suministran a todos los tenistas profesionales para saber cómo reaccionar ante casos como éstos. Protocolos que, es evidente, no todos siguen. Serían los "no buchones".
Es altamente probable que en el mundo tenis todos conozcan al dedillo esta historia. Y no hablamos de prensa específicamente, sino de jugadores, exjugadores, entrenadores, dirigentes. Pero de eso no se habla "en On". O se habla poco. Hay complicidades. Trungelliti es el primer caso público que se conoce como denunciante de las mafias en la Argentina. Ya hay sancionados por la TIU (Tennis Integrity Unit), la entidad creada para investigar y tratar de desenmarañar las historias de este flagelo. Entre los sancionados hubo argentinos. Entre ellos, Federico Coria, Nicolás Kicker y Patricio Heras, de acuerdo con lo comunicado por la TIU.
Cuando intentaron tentarlo con subirse al tren de las apuestas, a Trungelliti le dieron "8 nombres de jugadores que ya estaban", entre tenistas de nuestro país y extranjeros, para que chequeara si el sistema era confiable o no. Muchos son los que "en off" admiten la existencia de las mafias y la desprotección que sufren los tenistas de ranking más bajo, los trotamundos, los buscavidas. Expuestos a dejarse llevar por las luces del maletín con billetes.
Hoy, Trungelliti quizá debe estar preguntándose porqué accedió a la sugerencia de un allegado para contactarse con "alguien que le iba a ofrecer sponsoreo". La historia finalmente fue distinta. Aunque sería bueno que ese allegado también pague como pagan los que caen en la red de arreglo de partidos. Ese allegado en particular y los que pululan por el circuito con idéntico proceder. Parte del germen. Pero curiosamente, para muchos el problema no son ellos, sino "los buchones".
Durante décadas se habló de la mafia rusa de las apuestas en el tenis. Hasta se teorizaba con la participación de jugadores que fueron incluso N° 1 del mundo y ganadores de Grand Slams cuando en realidad ya ganaban mucho dinero en premios; tenistas que de pronto perdían partidos imperdibles en primera rueda salvo que padecieran algún problema físico. "Los tirapartidos", los denominaban algunos. ¿Serían solo tirapartidos por cuestiones físicas, mentales o de calendario o porque en realidad perder era mejor que ganar? Quizás algún día haya alguna autobiografía sobre todo esto que permita confirmar lo que era Vox Populi, como ocurrió con el doping de Andre Agassi en 1997 y admitido recién en 2009 en "Open", su libro.
El valor de lo que hizo Trungelliti, que ya partió rumbo a Andorra con cierta paz interior después de noches y noches de insomnio, debería servir como ejemplo en el tenis y el deporte en general. En el día a día y en cualquier rubro, incluso. Y el mensaje de que más que nunca debe trabajarse en el amparo de los más débiles, los que pueden caer en el sinuoso camino de la tentación ya que son los torneos más chicos los que sirven como caldo de cultivo de las mafias. En ese trabajo deben aunarse dirigentes, docentes, familias. Algunos pueden caer y toman decisiones como Trungelliti. Otros caen y pagan duro con sus penas solo si son descubiertos. Y están los que caen y logran salir mejor parados por tener buenas defensas legales. Nada nuevo en definitiva: sucede en la vida misma.
La lucha es larga, compleja. Y hasta es factible que pueda ser mirada como una batalla perdida. Pero no por eso debe bajarse la guardia. Si Trungelliti decidió denunciar a las mafias y ganó el torneo más importante de su carrera, que no le dio dólares ni puntos, es claro que se trata de un partido jugable. La táctica ya depende de cada uno.
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