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Trungelliti: "No tiene sentido seguir jugando con la cabeza quemada"
"No tiene ningún sentido", lanza Marco Trungelliti. "No tiene ningún sentido seguir jugando así, con la cabeza quemada", reafirma el número 117° del circuito, luego de caer en la primera rueda de la clasificación del ATP 250 de Buenos Aires, en el court central, frente al italiano Alessandro Giannessi (168°) por 6-4 y 6-1, en 1h15m. El match fue parejo hasta el octavo game (4-4), pero, en el noveno, el europeo le rompió el servicio al argentino; luego ganó el set. Y en el segundo parcial, Trungelliti estuvo presente en la cancha, pero su alma no.
En las últimas horas, el tenista confesó, ante LA NACION, que fue víctima de un intento de soborno en 2015: le ofrecieron entrar en una red de arreglos de partidos con los que podría, según le aseguraron, ganar hasta US$ 100.000 por match "amañado" de ATP [mucho menos dinero por encuentros de Futures o Challengers]. El jugador de 29 años afirmó que rechazó la propuesta y que denunció el hecho ante la Unidad de Integridad del Tenis (TIU; organismo creado en 2008 para combatir la corrupción en ese deporte), pero su caso derivó en resultados que no esperaba, con sanciones a otros colegas argentinos, como Federico Coria, Nicolás Kicker y Patricio Heras. Los investigadores, según el santiagueño, vincularon el número de teléfono de una de las personas de la organización espuria con esos jugadores. Trungelliti relató que, desde allí, empezaron a hostigarlo, a despreciarlo, a tratarlo de "topo". Y no lo aguanta más.
"Desde que pude contar mi verdad me siento más liviano. Me desahogué. Lo venía hablando con mi psicólogo [Juan José Grande, el mismo que ayudó durante 2018 a Juan Martín del Potro]. Pero, claro, no es lo mismo salir y competir que estar en tu casa haciendo otra cosa. La concentración contra Giannessi me duró 25 minutos", le comenta Trungelliti a LA NACION. La paciencia también le duró poco tiempo, ya que hizo añicos una raqueta. Junto con su mujer, Nadir Ortolani, tenían pensado permanecer en Buenos Aires hasta el jueves próximo, aunque perdiera antes en el ATP porteño. Sin embargo, el clima del vestuario, "las miradas" desconfiadas, ya le resultan irrespirables y se vuelven a Andorra, donde viven desde diciembre pasado.
"Tenía pensado ir a jugar la qualy de Río de Janeiro [desde el próximo fin de semana], pero no vale la pena. Todavía no pude cambiar el chip en mi cabeza. Necesito ir a casa, a respirar un poco el clima de montaña. Estoy seguro de que ahora voy a dormir más y en paz", apunta el jugador que fue sparring del equipo argentino de Copa Davis durante las semifinales (Gran Bretaña) y la final (Croacia) de la histórica campaña de 2016. Es consciente de que haber hablado sobre un tema que habitualmente se calla la traerá consecuencias. Pero haberse confesado no fue un hecho impulsivo; al contrario, fue masticado. "Me gustaría, realmente, que quede un mensaje, un ejemplo de lo que hay que hacer. Si se recibe una propuesta de arreglo de partidos como me pasó a mí hay que denunciarlo. Los más chicos lo tienen que saber. Yo no soy un topo, no soy buchón, no vendí a nadie. Solo hablé de mí", expresa Trungelliti, que reconoció haber visto personal de la TIU en los pasillos y los courts del Buenos Aires Lawn Tennis Club en estas horas, mientras se desarrolla el ATP porteño.
Después de un puñado de días de desconexión mental en Europa, Trungelliti tiene previsto regresar a esta porción de Sudamérica para jugar el ATP 250 de San Pablo, desde el 25 de este mes, ya que ingresa directo en el cuadro principal. ¿Luego? Luego no lo tiene tan claro. Sigue pensando en su situación particular, en haberse referido a las mafias que arreglan partidos y que, muchas veces, se aprovechan de las limitaciones financieras de los jugadores que están tratando de desarrollarse profesionalmente. "Hay otra manera de corroborar si estás metido o no en las apuestas, aunque no es cien por ciento seguro: es viendo cada vez que jueguen los investigados cuánto dinero se juega en apuestas –describe. Generalmente en cada partido de Challenger, por ejemplo, se jugaban 10.000 dólares, pero el que estaba arreglado de repente saltaba a 40.000 o a 80.000. También están involucrados muchos entrenadores, porque a ellos el ojo no los mira. Muchas veces el entrenador es el que termina metiendo al jugador. Es muy raro que al tenista directamente le nazca. A mí varios entrenadores vinieron a ofrecerme. ¡Entrenadores de mis rivales también! Después, a los apostadores los reconocés enseguida en los torneos porque no tienen nada que ver con el palo del lugar. Es como ver una heladera en una selva. Los van a buscar en forma directa a los jugadores para ofrecerles arreglar".
¿Trungelliti alguna vez se dio cuenta de que su rival se estaba dejando perder? "Mirando para atrás te acordás de cosas. Yo una vez jugando con el español Marc Fornell-Mestres, que el año pasado fue considerado líder de toda una red de arreglo de partidos y estuvo preso, jugué en 2009, le gané 6-3 y 6-4 creyendo yo había jugado un huevo y años después me entero que el flaco no paraba de vender partidos [en ese momento el europeo era 296° del mundo y, el argentino, 605°). O sea que probablemente el partido que yo le gané también lo tiró. Pero no tenés muchas maneras de enterarte".
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