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Tomás Etcheverry, con LA NACION, en Roland Garros: qué piensa y qué hace el argentino del momento antes del gran desafío de su vida
A horas de su partido ante Zverev, en la búsqueda de las semifinales, el tenista platense repasa su extraordinario momento
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PARÍS (Enviado especial).- Hay hechos que dejan huellas, que potencian o derrumban, que envalentonan o desmoralizan; que marcan un antes y un después. Hay logros, en el deporte, que alteran el eje, que sacuden, que se transforman en un norte. A los 23 años, Tomás Martín Etcheverry parece haber alcanzado el estado de nirvana. Llegó a Roland Garros, el segundo grande de la temporada, su torneo preferido, con apenas una victoria en Grand Slams (en Australia, en enero pasado). Pero martillando, compitiendo con seriedad, prolongando su madurez sobre el court y no permitiéndose amedrentar por el entorno, el platense cabalgó sin perder sets hasta los cuartos de final. Pero va por más, claro. Este miércoles, en el tercer turno del Philippe-Chatrier, uno de los estadios más artísticos del mundo, se medirá con el alemán Alexander Zverev, actual 27°, ex 2° y en la búsqueda de su óptima versión luego de los obstáculos que padeció desde el año pasado cuando, aquí en París, sufrió una severa lesión ligamentaria de tobillo en las semifinales con Rafael Nadal.
Etcheverry, de 1,96 metro e hincha de Gimnasia y Esgrima La Plata, es el único no preclasificado entre las mejores ocho raquetas del Abierto de Francia. Si bien este año, el más destacado de su carrera, ya jugó dos finales en el circuito (en Santiago de Chile y Houston), el público grande del tenis internacional lo empezó a conocer en el Bois de Boulogne. También la prensa extranjera comenzó a fijarse más en él, a prestarle mayor atención, a tratar de conocer el detrás de (su) historia. Tras la victoria del lunes por la noche ante el japonés Yoshihito Nishioka, Etcheverry cenó en el club, participó de la rueda de prensa, su equipo trató de aislarlo un poco del teléfono y recién pudo acostarse cerca de las dos de la madrugada francesa del martes. Luego del descanso y el desayuno, regresó a Roland Garros y, desde las 13.30, se entrenó en la cancha 16, el último court del complejo, íntimo, rodeado de vegetación, al que el público general no tiene acceso. Su sparring fue el francés Charles Bertimon, un jugador de 23 años que compite en la liga universitaria estadounidense. “Mucha suerte en tu próximo partido”, saludó el europeo al argentino luego del ensayo.
Etcheverry, que mínimamente subirá hasta el puesto 31° luego de Roland Garros (dieciocho lugares más) y con un premio de 400.000 euros asegurado (el torneo le quita el 30% del total en impuestos), se posicionó en un estatus jerárquico distinto con su actuación sobre la terre battue francesa. El nivel de exposición logrado aquí es incalculable. LA NACION lo acompañó por los pasillos del Philippe-Chatrier hasta la terraza, donde France Télévisions tiene armado un set de TV. Maquillado y con un auricular desde donde le traducían las preguntas y los comentarios en francés, Etcheverry se sentó en una mesa de debate entre los que estaban, entre otros, la belga Justine Henin (ganadora de siete Grand Slam y N° 1 en 2003) y el exdoblista francés Michael Llodra.
Tras la charla con una de las cadenas que transmite el torneo y mientras Novak Djokovic y Karen Khachanov jugaban unos metros más abajo, Etcheverry habló con LA NACION. “Cuartos de final de Roland Garros… Te juro que lo digo y no me lo creo. Lo juro. Pero me llena de orgullo porque realmente estamos trabajando muchísimo para lograr esto. No es casualidad”, apunta el argentino, el día antes del gran partido en el que buscará llegar a las semifinales.
-¿Cuál es tu primer recuerdo de Roland Garros?
-La final entre Gaudio y Coria, en el 2004. Yo tenía seis años, creo; y me acuerdo de haberla visto en mi casa. Es más: el partido lo vi muchas veces más. Cada tanto me gustaba buscarlo. Y a partir de eso, cuando me volví cada vez más fanático del tenis, Roland Garros fue el torneo que más miraba por televisión. Incluso, teniendo nueve años, a mi perrito le puse Roland Garros de nombre. Era mi sueño…, mi sueño desde chico siempre fue ganar Roland Garros. Y ser top ten también. El perrito, que es un caniche, tiene quince años, es viejito, se la bancó. Anda bien, está un poquito sordo, pero está bien.
-¿Cuándo entraste por primera vez al predio de Roland Garros?
-Directamente en 2016, cuando jugué en el campeonato de juniors, que perdí con (Alex) De Miñaur en la primera ronda. Esa fue la primera vez que pisé Roland Garros y desde ahí empecé a conocer todo: las instalaciones, lo que significaba jugar el torneo, su tradición. Todo. Después volví cinco años después, en el 2021: jugué la clasificación y no pude pasarla. Y el año pasado debuté en el cuadro principal, contra (Miomir) Kecmanovic.
-Aquella primera vez, como junior, te quedaste con bronca porque llegaste lesionado, ¿verdad?
-Siii, la semana previa a competir estaba jugando un torneo en Italia, en el Bonfiglio, y jugando contra un brasileño, corro un drop shot, se me clava un pie con el fleje y me esguincé muy feo, muy mal. Hasta el día de hoy sigo usando ese protector en el tobillo derecho. Es más: tardé bastante tiempo en recuperarme. Hasta ahí no me vendaba y empecé a hacerlo desde ese momento. Llegué a Roland Garros como pude y no fue el debut que esperaba, claramente, porque perdí rápido. Y el año pasado, después de perder con Kecmanovic, me fui con impotencia. Sentí que todavía estaba lejos de nivel. Me frustré. Perdí en tres sets, tranquilo. Estaba lejos del nivel que estoy demostrando ahora.
-¿Es verdad que de chico tenías demasiadas cábalas?
-Sí, es verdad. Siempre he tenido rutinas o cábalas que me permitían enfocarme. En todos los partidos hacía lo mismo (sonríe). Se podría decir que era bastante obsesivo. Del estilo de comer todos los días en la misma mesa del mismo restaurante y hasta en el mismo plato. Lo he hecho varias veces, pero recuerdo sobre todo en un torneo Nacional en Córdoba, en el que gané: llegamos el primer día con mi entrenador, que era Gustavo Merbilhaa, y no cambiamos las cábalas. Comíamos en el mismo lugar y todos comían el mismo plato. No es que sólo yo lo hacía, sino que involucraba a todos (lanza una carcajada).
-Te volviste viral por un cartel en el que comparás tus puntos del ranking con los de Djokovic. ¿Cómo surgió?
-Eso surgió en 2016, en el primer punto ATP que saqué, en Ecuador. En ese momento estaba entrenando con Luciano Cabeiro y me dice: ‘Vamos a hacer esto, haceme caso’. Él ya sabía que Djokovic siempre fue mi ídolo, junto con Juan Martín (del Potro), entonces dijimos de hacerlo como broma. Me sacó la foto y se viralizó; fue gracioso. Y el año pasado cuando entré en el top 100 por primera vez, dije: ‘Vamos a hacerlo de vuelta’. Djokovic seguía como número uno, tantos años después. Se viralizó de nuevo. Y hasta el otro día, hace poco, que jugué contra él en Roma, que fue muy lindo tenerlo enfrente. Intercambiamos algunas palabras. Es una gran persona que ayuda mucho a los tenistas, que hace mucho por nuestro deporte. Tenerlo enfrente fue otro sueño.
-Estás viviendo el mejor año de tu vida. ¿Qué cambiaste, qué incorporaste?
-Jugar en este nivel te eleva la categoría, porque compartir entrenamientos y jugar todo el tiempo con estos jugadores hace que mejores. Este año cambié varias cuestiones técnicas y estratégicas, formas de ver el juego, como tratar de cerrar más el punto, jugar con inteligencia, no desesperarse. En eso me ayudó mucho Walter (Grinovero, su coach desde julio pasado). Hemos incorporado cosas y lo seguimos haciendo.
-¿Sos consciente de lo que se generó esta semana entre los amantes del tenis argentino por tu tarea y la de Fran Cerúndolo?
-Creo que no. Trato de estar desconectado porque sino… Después disfrutaré, porque no me quiero desenfocar de la oportunidad que tengo de salir a la cancha con Zverev.
-¿Cómo imaginás el partido?
-Por lo general analizamos y charlamos de las estrategias en las noches previas a los partidos, pero me siento con mucha confianza en mí. Estoy listo y preparado para dar batalla. Me siento con mucha confianza. Él es un gran jugador, un deportista de elite. Ojalá que el partido caiga de mi lado y que pueda seguir demostrando el tenis que estoy teniendo.
-Se te ve muy serio en la cancha, enfocado, bien plantado. ¿Los nervios van por dentro?
-Sí, pero siempre intenté ser un jugador tranquilo y enfocado en el partido más allá de los nervios. Intento no demostrar nada. Pero por suerte acá en Roland Garros estoy encarando muy bien los partidos. No me están generando muchos nervios ni presión extra. No me estoy yendo de lo que hay que hacer, de la estrategia. Y espero seguir así. Es un torneo soñado, pero todavía no termina.
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