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Tiriac, el hombre que cambió el tenis
En París, el ex entrenado de Vilas y de Boris Becker, manager exitoso y el promotor más fuerte del circuito, repasó su vida de película en una extensa charla con LA NACION
PARÍS.- El bigote cóncavo es el mismo, salvo por la nieve que delata el paso del tiempo. Su cocoliche -jerga del español hablada por los inmigrantes italianos- con acento proveniente de los Cárpatos es igual al de los días en que era popular en la Argentina por ser el entrenador que llevó a la cima a Guillermo Vilas. Ion Tiriac ya tiene 73 años y sigue siendo, por ejemplo en la sala de jugadores de Roland Garros, uno de los personajes más importantes, al que todos se le acercan. Elegantemente vestido, este hombre del tenis y los negocios -es uno de los más ricos del mundo- mira de reojo, sin sacarse los lentes oscuros, desconfiado, hasta que escucha el castellano y la mención de la Argentina. Recién allí se distiende. Y contragolpea: "¿De qué quieres hablar conmigo? ¿De mi vida sexual?" Tiriac escribió su historia en el tenis a partir de una pelea que protagonizó en una cancha de hockey sobre hielo y que derivó en una sanción de por vida. Era uno de los mejores jugadores de tenis de mesa de su país, pero optó por el tenis. Lo más lejos que llegó fue a los cuartos de final de Roland Garros y a un título de dobles con Ilie Nastase aquí, en 1970. Con carácter fuerte, se transformó en revolucionario al llevar a Rumania a ser el primer país "no tradicional" en disputar la final de la Copa Davis; tres choques memorables con triunfos para EE.UU., que dejaron la famosa foto de Tiriac, arrodillado, suplicándole a Enrique Morea, árbitro del match, que diera vuelta un fallo.
Después llegó el turno como coach; su ojo clínico apuntó a nombres como Vilas, Henri Leconte, Boris Becker, Marat Safin, Goran Ivanisevic y Mary Joe Fernández. Pero no se conformó: fue presidente del Comité Olímpico de Rumania, organizador de torneos -el viejo Masters de Hannover y el actual Mutua Madrid Open-. Desarrolló una plaza tenística como Mallorca, a la que invitaba a magnates para venderles terrenos millonarios. Fundó un banco y desarrolló una compañía de seguros. "Yo vivo en un avión. En el momento que me dicen que tengo que estar en Madrid en dos horas, me voy", dice, despreocupado, y da una larga pitada a un cigarrillo finito marca Vogue. Ahora sí, invita a La Nacion a repasar su vida, una vida de película.
"Hay distintas cosas en el deportista. Como la motivación, el placer, la dedicación y los intereses. En mi era de piedra no había plata; los que vivíamos en países comunistas sentíamos que sólo con el deporte podíamos salir, nada más. Una cosa que vosotros no lo pueden entender. No tenés derecho ni a la información. Y con el deporte, salías. Nací en una ciudad de montañas de Rumania y toda mi vida me dediqué al deporte. Al fútbol, básquet, rugby, hockey. Nací muy cerca de una planta deportiva y hacía todo. Empecé a patinar a los tres años y a los 13 ya jugaba al hockey. A los 15 me agarraron en un equipo. Después, estuve en el equipo de los Juegos Olímpicos del ?64. En paralelo jugaba al tenis de mesa, era muy bueno. Fui de los primeros tres o cuatro jugadores del país. Por casualidad toqué una raqueta cinco días antes de tener 15 años. Y empecé en el tenis. Era un muy buen atleta, pero sin talento. Trabajaba como un perro, lo hice toda mi vida. Y algunos años después debuté en la Copa Davis. Hacía varios deportes porque no había cancha techada en Rumania y los inviernos eran duros. Jugaba cinco meses al hockey y en la primavera empezaba con el tenis. En el ?64 dejé completamente el hockey porque con el tenis podía salir varias veces al año de mi país. Esa fue mi motivación de cambiar tenis por hockey."
-¿De chico tuvo que trabajar?
-Hijo, empecé a trabajar en una fábrica de camiones a los 15 años. Después de un año, me dejaron trabajar seis horas, en vez de las ocho que correspondían, porque jugaba al hockey y tenía esas dos horas para practicar. Trabajé en los deportes, también. Por eso yo aprecio mucho más a Guillermo (Vilas) que a Nastase o a Boris Becker, que tenían un talento enorme. Hoy no encontrás a un trabajador como era Guillermo. Yo he hecho cuatro, cinco o seis jugadores de cero a campeones del mundo. Nunca fui número 1, estuve entre los primeros 50, pero trabajé y trabajé. Siempre quise hacer más con el jugador que conmigo. Cuando Manolo Santana corría 10 kilómetros, yo hacía 40.
-La leyenda indica que, en 1975, después de que Vilas perdiera las semifinales del US Open, fue a buscarlo y le dijo que si se entrenaba con usted lo haría N° 1.
-Completamente equivocado. Yo al señor Vilas lo conocí cuando parecía un gaucho. Tenía un jean, llevaba un cinturón de gaucho, se metía los cheques en la cintura. En ese momento había dos grupos, uno latino, con franceses, rumanos e italianos, y no sé por qué estaba Borg, con 15 años. Y el resto. A Borg también lo ayudé para que pegara el revés más adelante. Le até la mano izquierda y le enseñé a pegar con una mano, para que aprendiera mejor la empuñadura. Yo era el más viejo. Vilas se entrenaba con Nastase, el chileno Pato Rodríguez (coach de Clerc), con Panatta y yo no sé con quién. Así lo conocí a Vilas, antes del ?75.
-¿Por qué decidió entrenarlo?
-Era un tipo muy tímido, tranquilo. Con nosotros no decía nada, pero se veía que tenía la calidad. Me acuerdo que en el 73 empezó en los Estados Unidos el Team Tennis (interclubes). En ese tiempo fui a la Argentina por un torneo y vino Vilas con sus padres a hablarme. Me dijeron que le ofrecían en Chicago unos 50.000 dólares por jugar. Yo le contesté que era difícil de responder a su propuesta, pero les dije: Si su hijo esta muerto de hambre y necesita la plata, que vaya al Team Tennis . Pero si no lo necesita, que juegue torneos de la ATP. Y al año siguiente, ganó el Masters de Australia y en el año embolsó 400.000. Vilas jugaba muy bien, pero estaba Manuel Orantes, que le ganaba siempre. En un momento, viene y me dice ¿Por qué me gana? Era porque Guillermo estaba muy atrás, el revés de zurdo atrasado. Solamente después del ?75, Guillermo me preguntó si lo podía entrenar. Me dijo: ¿Podés aguantar el ritmo de viajar por todos lados? ¿Eso cuesta mucha plata? Yo le contesté: "Ok, te voy a entrenar, tu juega al tenis, yo voy a hacer la plata". Hay dos tipos de jugadores: uno que tiene miedo a ganar y otro con miedo a perder. Vilas tenía siempre miedo a perder. Cuando tenés miedo a perder, estás cagado. A Becker le pasaba lo mismo. Guillermo, cuando perdía un golpe, me costaba 35 horas para recuperarlo. Guillermo ganó Roland Garros en el '77 y sólo perdió con Borg, fue un año monstruoso. Su mejor año. Después se tomó dos meses de vacaciones y me costó seis meses traerlo de nuevo. Pero ninguno de los jugadores que tuve en mi vida tenía la disposición para entrenar que tuvo Vilas.
-¿Hace mucho que no hablan?
-Estuve en la Argentina en marzo pasado para cazar y no lo encontré. Voy todos los años a cazar a La Pampa.
-¿Conservan una buena relación?
-Yo no tengo relación mala con ninguno de mis jugadores.
-¿Sabía que ahora Vilas está entrenando a su pequeña hija?
-Sí, lo sé, pero no creo en la relación padre e hijas. También lo hizo Williams. El único padre que supo de tenis fue el de Seles. Creo que Vilas puede dejar a su hija en un momento con otro entrenador; la relación es demasiado cercana. Le cuento un ejemplo: con mis jugadores, la condición era que los padres sólo podían ver la final. Antes, nada.
-La historia dice que la pelota mala de la definición del título de Vilas en el US Open 1977 fue cantada por usted y no por el juez de línea. ¿Es verdad?
-El US Open fue menos complicado que Roland Garros por una cosa: el calor y la humedad. Vilas estaba tan bien entrenado que sólo le resistían 20 minutos contra él. Después, todos se caían. Pero Vilas podía jugar tres horas. Llegó a las semifinales con un promedio de juego de 40 minutos por partido. Nada. Siempre nos alojábamos fuera de Nueva York, un poco lejos, porque cerca del estadio no había canchas para entrenar. Lo hacíamos en un club llamado Westchester. El día antes de la semifinal, después de dos horas de entrenamiento, Vilas me dice: «Esto no alcanza porque mañana juego con Solomon». Le contesté ¿Desde cuándo tu empezaste a hablar. Hablar, hablo yo, vos jugá al tenis . Me enojé, me fui a la habitación, hice la valija y me fui. Él me fue a buscar al aeropuerto, ya estaba mandando las valijas. No sé cómo me paró. Volvimos y se entrenó dos horas más. Antes de la final lo entrené dos horas en la cancha central. Entró así en la final. Después de que perdió el primer set, le dije. O jugás tenis o me voy. ¿Qué hago acá? Y ganó.
-¿Hoy ningún coach haría eso?
-¿Qué querés que haga el pobre entrenador, cuando es el jugador el que le paga el pan y la manteca?
-¿Pero usted era lo mismo?
-No, la plata la hacía yo. El 80% de la plata que estaba fuera de la cancha la conseguía yo. Los premios eran una mierda, como ahora. Volviendo a la final, no me acuerdo de aquella pelota, pero es lo mismo. Vilas era mejor que Connors.
-¿Merecía que haber sido el número 1 del mundo?
-Yo pienso que fue el numero 1 sin problemas. El tema es cómo calcular. Un tipo que gana todo de mayo a diciembre lo debe ser. Vilas fue un gran campeón, con su personalidad, la poesía, su locura, pero fue un gran atleta. Guillermo, de cabeza, estaba muy dependiente. Por ejemplo, es culpa mía que nunca pude enseñarle a sacar. Casi le escribí un libro del saque. Lo he hecho sacar caminando, sobre un pie, dos pies, pero no lo logró. Puede ser porque tenía un brazo tan fuerte que no lo podía alzar (sonríe). Guillermo fue parte de mi vida por más de diez años. Yo quise que parara dos años antes de lo que lo hizo; al final no estaba más competitivo. Y trabajar todo el día como un perro para perder en primera rueda, en segunda, no valía la pena.
-¿Cómo era la Argentina cuando usted vivía con Vilas?
-Estaba la dictadura. Estaban los generales y todo eso. Pero Vilas era un dios. Salían las madres con los chicos y los alzaban para que Guillermo los saludara. Era ilógico que un argentino ganara un Grand Slam. Fue un gran motor. Vilas es el señor tenis en la Argentina. Sí, Clerc fue un gran jugador. Del Potro ganó el US Open. Gaudio ganó Roland Garros. Pero Vilas fue distinto.
-¿Cómo descubrió a Becker?
-Yo crecí con un alemán-rumano, que vivía a 200 metros de mi casa, tiempo después emigró a Alemania y se hizo entrenador. Un día me dijo: "Mira, tengo a un alemán que no es malo". Yo, por dentro, me decía que no había alemanes malos. Lo fui a ver a Becker en Montecarlo, sólo diez minutos. Le pegaba a la pelota de una manera anormal de fuerte. Como dos veces Lendl. Era pesado, pero tenía tal ambición que no podía fallar. Se movía como un elefante, no llegaba, se estiraba. Lo agarré y lo metí a jugar un mes con Vilas. Se mordía la lengua, le salía sangre y le pegaba, le pegaba. Si tiene tantas ganas, vamos a ver , me dije. Se acabó la escuela, se acabó Alemania y lo mandé a jugar clasificaciones. Después de seis meses subió en el ranking, con 16 años. Cuando yo jugaba con Vilas a las 5 o 6 de la mañana, él, por 40 minutos subía y bajaba las escaleras. Abajo, arriba, abajo, arriba. Después lo dejaba jugar al tenis un poco. Tenía mucha ambición, muy inteligente. En la primera fase logré tenerlo de esa manera, después se escapó. Cada día cambia el hombre. El jugador de tenis, cuando gana el primer millón de dólares, cambia. Vilas no cambió. Tampoco creo que Becker lo haya hecho por plata, porque no sabía cuánta ganaba, porque la manejaba la madre y yo.
-Usted siempre fue un innovador?
(Interrumpe) -Tengo la ventaja de que fui jugador, entrenador, promotor, manager, que conozco al público, a la televisión, a todos. El deporte ya no es un deporte, es una industria, con profesionales. Pienso que el mejor profesional del deporte es el piloto de Fórmula 1, porque sabe qué es la plata, los sponsors, la prensa? Cada día para ellos es importante. Están en riesgo. Cuando te metés con el auto no sabés si en dos horas salís o no volvés más. Tengo muchos amigos que no volvieron. Diez días antes de que muriera Ayrton Senna estuve hablando con él en un paseo en barco. Yo iba mucho a la Fórmula 1, charlaba con Ecclestone de los accidentes, de los negocios, de todo.
-¿Qué diferencia ve entre los tenistas de su generación y los actuales?
-Era otro animal aquel jugador de tenis. Hoy tienen diez o quince centímetros más, físicamente es más duro hoy, la pelota sale mucho más rápida. El tenis de hoy parece ping-pong. La cancha es más corta que antes; quedándote sobre la línea ganás cuatro metros, dos cuando viene la pelota y dos cuando va la pelota, es lo que hace el genio de Djokovic. El tenis, en el futuro, se parecerá todavía más al ping-pong, con los jugadores pegándole muy cerca de la red, lo más fuerte que pueden, más fuerte y más fuerte. Y eso le saca espectáculo.
Esa cancha azul...
Tiriac, sobre el polémico polvo de ladrillo azul: "Es una cosa matemática. El azul en la TV se ve un 27% más. El jugador también ve mejor. Es verdad que la cancha en Madrid este año patinaba demasiado, aunque no sé si patinaba más que esta de París, pero no se queja nadie aquí. La ATP decidirá para 2013, no es problema mío. Pero me parece un poquito infantil no pensar en el futuro del tenis, porque está luchando con la TV, sponsors, fútbol, básquetbol, béisbol. Si podemos darle una atracción más al espectador, ¿por qué no hacerlo? Es insano no verlo".
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