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Sumit Nagal, el tenista de la India que empezó el año con 6 dólares en la billetera y es finalista en Buenos Aires
Sumit Nagal creció, como la mayoría de los niños de la India, fantaseando con ser una estrella del cricket, el deporte más popular de esa porción asiática. En Jhajjar, localidad ubicada a unos 70 kilómetros de la capital (Nueva Delhi), ocupaba gran parte del día jugando con el bate y la pelota al deporte de origen británico. "De seis a ocho horas diarias. Volvía a mi casa del colegio, comía y me iba rápido a jugar al cricket. Pero a mi papá no le gustaba. No quería que practicara un deporte de equipo y me puso a jugar al tenis en un club; tenía 8 años. El primer día metí una pelota del otro lado de la cancha después de 40 minutos y me puse muy feliz. Me gustó. Y así comencé", describe Nagal, desde la certeza de ser el 161º del ranking de la ATP y con dos participaciones en series de Copa Davis.
Tiene 22 años y es la mayor esperanza del tenis en un país con 1370 millones de habitantes. Sin embargo, el camino que hoy lo encuentra en las canchas de polvo de ladrillo de Palermo, como finalista del Challenger de Buenos Aires, fue extremadamente resbaladizo y angustiante. Un proyecto deportivo bajo el contexto de un país con mucha desigualdad y pobreza extrema.
"Señor Bhupathi, ¿puede mirarme jugar?". La frase, por más simple que parezca, impulsó y marcó a fuego al hombre que en el último US Open se enfrentó con Roger Federer y, al menos, le ganó un set (por la 1ª ronda, el suizo triunfó 4-6, 6-1, 6-2 y 6-4). El puñado de palabras salido de la boca de Nagal, cuando tenía 10 años, fue para la leyenda india del deporte de las raquetas, Mahesh Bhupathi (Nº 1 de dobles en 1999 y ganador de 52 títulos), durante una prueba de admisión para su academia en Nueva Delhi. "Él estaba mirando y jugando con otros chicos. Yo lo conocía. Entonces, le agarré la mano y le pedí por favor que me mirara. Quizás, si ese día no le hubiera dicho eso no estaría jugando en forma profesional. Tuve mucho valor para buscarlo y hablarle, porque yo era un niño y eso me cambió la vida. Mi familia no tenía tradición de tenis ni plata. Una cosa es jugar torneos nacionales y otra es salir de la India para jugar torneos o tener un entrenador extranjero; era imposible sin apoyo", le cuenta Nagal a LA NACION. Aquel día, Bhupathi lo seleccionó entre miles y le hizo un lugar en el programa de su club. Pero el proyecto duró dos años y Nagal quedó trastabillando. Volvió a su casa, dejó de jugar durante meses. "Pensé en rendirme, realmente". Pero allí volvió a aparecer Bhupathi: lo calmó y le aseguró que se encargaría de su carrera, que lo ayudaría financieramente. "Mahesh es mi guía", apunta, agradecido, Nagal.
Pero el tenis no es un deporte popular en la India y la falta de patrocinadores volvió a complicar su desarrollo, más allá de la buena intención de Bhupathi. "No tenemos un programa nacional ni gente que esté pendiente. No tenemos una estructura ni un sistema de entrenamiento", explica. No fue hasta 2017 que Nagal halló cierta estabilidad económica: la Fundación Virat Kohli, dirigida por el capitán del seleccionado de cricket de la India, le otorgó una beca, y la empresa Indian Oil Corporation (una compañía estatal de petróleo y gas) lo empezó a ayudar. De todos modos, los ingresos apenas le alcanzaron para cubrir sus gastos en el circuito.
"A principios de este año, cuando volaba desde Canadá hacia Alemania después de un torneo, me encontré teniendo apenas seis dólares en mi billetera. ¡Seis dólares! No exagero. Y esto fue teniendo un poco de apoyo. Así que hay que imaginarse el desastre que era antes de eso", comenta, en un rincón del Racket Club. "Pero sobreviví y las cosas, poco a poco, van mejorando", añade. Antes de obtener un cheque por 58.000 dólares por alcanzar la primera rueda del último US Open, Nagal apenas registraba US$ 41.759 embolsados por premios oficiales en la temporada. "El tenis no es un deporte en el que se ve resultados en un año y en la India la gente quiere resultados rápido –acota–. Si esa mentalidad no cambia, todo seguirá igual: habrá jugadores de nuestro país en Grand Slam muy cada tanto, cada 5-6 años".
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Con cinco semifinales en el Challenger Tour como actuaciones más destacadas en 2019, Nagal viajó a Nueva York en agosto, superó la qualy de Flushing Meadows y recibió uno de los mayores premios: medirse con Federer, en el Arthur Ashe. "Siempre fui más de ver a Nadal y a Ferrer, me gusta el hambre que tienen en la cancha. Pero Federer es increíble. Cuando era chico siempre lo veía por televisión en el US Open, todo vestido de negro en las sesiones nocturnas, impactante. Y ahora me tocó estar ahí en esa película. Me puso muy feliz. Había pensado tanto en eso que finalmente sucedió", rememora, radiante. Además, se endulzó los oídos cuando después del partido de dos horas y 30 minutos, el gran Roger expresó: "Nunca es fácil salir y jugar lo mejor posible por primera vez en un gran escenario, aunque es algo para lo que vives y sueñas. Él lo hizo muy bien. Fue realmente consistente. Tendrá una carrera sólida".
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Campeón de dobles en juniors de Wimbledon 2015 (en pareja con Nam Hoang Ly, de Vietnam), ganó su primer trofeo de challenger en Bangalore 2017. Admirador de la cultura japonesa, Nagal luce tatuajes de un templo, un samurai y una flor de loto en el brazo izquierdo. Solo un jugador de la India lo supera en el ranking: Prajnesh Gunneswaran, 81º, aunque es siete años mayor. "En mi país me prestaron atención cuando jugué contra Federer, pero no mucho más. Si te va bien, sos increíble; si te va mal, adiós. En muchos países es así, hay exitismo", lamenta. El gigante asiático fue tres veces finalista en la Davis: en 1966, 1974 y 1987 (en la primera ronda, sobre el césped en Nueva Delhi, venció a la Argentina, un equipo por entonces capitaneado por Tito Vázquez e integrado por Horacio De la Peña, Martín Jaite, Javier Frana y Christian Miniussi).
Claro que una de sus tradiciones en el tenis siempre llamó la atención: las canchas hechas con abono vacuno, situación que desagradaba a muchos de los extranjeros que allí competían. "Es verdad, pero se vio en los '80 y '90; ahora no. Nunca jugué en esas canchas, pero tenían un pique bajo, la superficie era blanda e inestable. Era peligroso para la salud y la gente se daba inyecciones antes de jugar, sobre todo si te caías y tu piel se ponía en contacto con ese estiércol. Pero si los extranjeros la odiaban tanto, ¿por qué seguían viniendo a jugar? En el tenis nos encanta quejarnos de todo. ¿Yo? Sí, también me quejo".
Este sábado, por las semifinales del Challenger de Buenos Aires, en Palermo, Sumit Nagal derrotó por 6-0 y 6-1 al brasileño Thiago Monteiro. Y el domingo definirá el torneo con Facundo Bagnis, que superó a Leonardo Mayer por 6-2, 3-6 y 6-3.
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