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Stan Smith, una leyenda de los courts: “No creo que se repita una era del tenis como la actual”
A 50 años del título en el US Open que empezó a cambiar el marketing del deporte de las raquetas
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Para las nuevas generaciones, probablemente, Stan Smith sea sólo una zapatilla. Las primeras búsquedas de Google, inclusive, apenas arrojan un puñado de imágenes de un hombre con bigotes y raqueta inmiscuidas entre decenas de fotos de calzados de cuero blanco. Alguna vez, uno de los cuatro hijos de esa persona de rostro amable, le preguntó si se llamaba así por las zapatillas. Claro que Stanley Roger Smith [1946; Pasadena, California] es mucho más que la imagen grabada en la lengüeta del clásico calzado que Adidas vendió [y vende] por millones desde los 60, alcanzado marcas para el Libro Guinness.
Smith, un estupendo y disciplinado tenista de 1,93 metro que basó su poderío en el juego del saque y la volea, perteneció a una época dorada, atravesada por el romanticismo y el florecimiento del profesionalismo. Ágil y veloz más allá de su cuerpo espigado, creció haciendo atletismo y jugando al básquetbol y al fútbol americano, hasta que a los once años descubrió el tenis y empezó a practicarlo en forma más seria desde los 15, en la escuela secundaria. Compitió -y se destacó- a nivel universitario en la University of Southern California (USC). “Fue un tipo honesto, un caballero de los de antes. Su universidad y la mía (UCLA) tenían una rivalidad del estilo River-Boca”, rememora Tito Vázquez, el ex capitán argentino de Copa Davis que disfrutó de aquellos años californianos.
Stan potenció tanto sus cualidades en los courts que logró dos Grand Slam en singles: el US Open de 1971 [sobre el césped de Forest Hills] y Wimbledon 1972, año en el que fue considerado número 1 [el ranking oficial nació en 1973]. Ganó 48 títulos individuales en total y 56 en dobles, formando una pareja legendaria con su compatriota Bob Lutz. Primer ganador de la Copa de Maestros [en Tokio 1970; recibió un premio de US$ 15.000 y “un ramo de flores”], pieza clave en siete equipos campeones de EE.UU. en la Copa Davis [de 1968 a 1972, 1979 y 1981] y miembro [y actual presidente] del Salón Internacional de la Fama del tenis. En 2005, para celebrar su 40° aniversario, Tennis Magazine publicó un listado con los mejores 40 jugadores de esas cuatro décadas y a Smith lo ubicó 35°.
“Mis primeros resultados buenos fueron en dobles, con Lutz, en el 68, 69, en la Davis... Empecé a jugar bien los singles en el 69, 70 y 71. Ganar el Masters en el 70 fue un quiebre a favor; no podía entender a dónde había llegado. Fue una gran época, con competidores como Arthur Ashe, Tom Gorman, Franulovic, Nastase, Charlie Passarell y, obviamente, Rod Laver, Rosewall y Newcombe, con quienes tuvimos partidos inolvidables”, rememora Smith, en comunicación con LA NACION desde su casa en Hilton Head, Carolina del Sur. “Disfruto de la vida. Sigo involucrado en el tenis: tengo una academia. Además de mis hijos tengo 16 nietos. Soy un afortunado de tener esta familia”, añade Stan. Y le devuelve la cortesía a Vázquez: “Fue un gran jugador, muy rápido. Y un tipazo; muy divertido”.
Después de tener que alistarse durante un tiempo en el Ejército, Smith se casó en 1974 con Marjory Gengler, también tenista en los setenta. El padrino de la boda fue Gorman, protagonista de uno de los mayores actos de caballerosidad de la historia del tenis, en el Masters de 1972. En las semifinales, Gorman se encontró en ventaja por 7-6, 6-7, 7-5, 5-4 y con dos match points [con Smith sacando 15-40], pero falló el siguiente tanto [30-40] y se retiró. Antes de que Smith sirviera de nuevo, le avisó al árbitro que no seguiría y le estrechó la mano a su rival, para sorpresa de todos. Gorman había sentido un dolor agudo en la espalda y sabía que, por más que venciera a Stan, no podría jugar la final.
“Fue un momento curioso; él había tenido un partido muy duro con Bob Hewitt (en los cuartos de final) y no tuvo posibilidad de descansar. En el cuarto set venía bien, llega al match point y lo veo que va a ver al umpire, me llaman a la silla y me dicen que iba a abandonar. Ya era de madrugada, la gente no entendía qué pasaba. Era uno de mis grandes amigos: jugábamos, practicábamos y viajábamos juntos. Tom sabía que había un sponsor que había colaborado para que el Masters se hiciera (Pepsi-Cola) y era importante asegurarse una audiencia televisiva para la final, que sería contra Nastase, a quien yo había vencido ese año en las finales de Wimbledon y la Copa Davis. Si Tom me ganaba las semifinales seguramente no iba a poder jugar la final. Y decidió tener ese gran gesto”, explica Smith, 49 años después del match en Barcelona [el campeón terminó siendo Nastase].
-¿Cómo era jugar con esas raquetas de madera, hoy precarias?
-Si no le pegabas a la pelota en el centro era un problema porque perdías fuerza y control. Eran más pesadas. Las actuales producen otro modelo de juego, con efectos que antes no podías hacer y mayor variedad.
-¿Qué tenista moderno hubiera tenido el mismo éxito jugando con las raquetas de madera?
-Pienso que el único que hubiera tenido grandes logros es Roger Federer, porque tiene un estilo de juego muy limpio, preciso. De hecho, durante muchos años jugó con una raqueta de aro pequeño.
-Usted fue un jugador con gran saque y volea, un estilo que se fue relegando con el tiempo, inclusive en Wimbledon. ¿Por qué ocurrió eso?
-Más allá de que la velocidad de las superficies cambió y se igualó, insisto en que las raquetas fueron las que provocaron el cambio. Las de ahora, por ejemplo, hacen más fácil pegar los passing shot, entonces algunos dudan en ir a la red.
-¿Cómo describe a los integrantes del Big 3? ¿Federer, Nadal y Djokovic son los mejores de la historia?
-Opino que hay seis que son los mejores de la historia. Sampras, Laver, Borg y el Big 3. Afortunadamente estos tres siguen jugando, más allá de los últimos problemas de Federer y Nadal que conocemos. Los fanáticos del tenis de todo el mundo tuvieron la oportunidad de ver a tres de los mejores al mismo tiempo. Es una era especial, que terminará en unos pocos años.
-¿No le parece surrealista que Roger, Rafa y Nole tengan 20 títulos de Grand Slam cada uno?
-Sí, pero una de las preguntas que me hago sobre un tipo como Laver, que jugó 17 finales de Grand Slam y ganó once, y que no jugó los majors durante casi seis años [NdR: el australiano participó desde 1963, y en forma paralela, en un circuito por dinero y no pudo competir en los Grand Slam hasta 1968 ya que estaban reservados para los amateurs], es cuántos grandes más podría haber tenido. Bien podría haber ganado diez títulos más en esos 24 torneos que no jugó, porque dominó antes y después. Hubo otros jugadores que se hicieron profesionales y no vivían de esos torneos. Entonces, no me parece agradable comparar a aquellos con los de hoy, pero quitando esas diferencias de tiempos, estos tres jugadores son magníficos y brillaron en una era muy difícil, rodeados de grandes rivales. No creo que se repita una era del tenis como la actual. Estos chicos se han encargado de cuidar sus cuerpos, de trabajar la flexibilidad y esa ha sido una clave de la longevidad.
-¿Por qué el tenis se volvió un espectáculo tan masivo? ¿Qué fue lo que evolucionó o lo volvió tan atractivo desde su época, en la que era un deporte importante pero menos “vendible”?
-La TV fue el aspecto clave para hacerlo popular y los patrocinios también se unieron para cambiar el escenario. Todo se ha masificado de gran manera; hoy llegan a todos lados. Pienso que el tenis es el segundo deporte más popular en el mundo. Además, es muy fácil de jugar: cualquiera puede hacerlo. Una raqueta, unas pelotas y un espacio libre. Es fácil practicarlo y eso hace que sea popular.
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El próximo lunes comenzará el Abierto de los Estados Unidos, único major de tenis que nunca se canceló, ni siquiera durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Será un momento especial para Smith, ya que se cumplirán 50 años de su título. En un partido que se retrasó tres días por la lluvia, el 15 de septiembre de 1971 Smith derrotó al checo Jan Kodes por 3-6, 6-3, 6-2 y 7-6. Se destacó, además, por ser la primera final de un Grand Slam en terminar con tie-break [el sistema, por entonces, era un desempate al mejor de nueve puntos y se había implementado en 1970].
“Era el segundo año del tie-break, algo que cambió el juego. Yo era muy buen jugador de tie-break; en ese torneo gané seis o siete. Ese año llovió mucho, jugué la final de dobles también (perdieron junto con Erik Van Dillen), me tomé una ducha, comí algo y jugué la final individual, en la que terminamos en el cuarto set. Fue mi único trofeo en el US Open y el inicio de una era comercial que me cambió la vida: la historia de las zapatillas”, apunta Smith. Y, si se tiene en cuenta lo lejos que llegó la fama del calzado [utilizado desde John Lennon y David Bowie hasta Melanie Trump o Hugh Grant], no exagera. Smith se convirtió en un revolucionario del marketing en el tenis.
Lo curioso es que las zapatillas no fueron diseñadas pensando en él. La marca alemana las hizo en 1965 para el tenista francés Robert Haillet, pero cuando el galo se retiró en 1971, se decidió reemplazarlo por Smith, evaluando que su figura podría ayudar a aferrar la marca en los Estados Unidos. Cuando Horst Dassler [hijo de Adi Dassler, fundador de la marca de las tres tiras] le propuso un acuerdo a Smith, éste estaba muy cerca de firmar con Converse. Pero finalmente se produjo el vínculo. El famoso agente Donald Dell negoció que la cara de Smith apareciera en la lengüeta, aunque el nombre de Haillet permaneció en el calzado hasta 1978, cuando Smith se “adueñó” definitivamente del producto. El estadounidense tiene un contrato de por vida con la marca germana.
Smith fue un tenista que, durante sus últimos años de actividad y luego de su retiro en 1985, también se encumbró como un referente en el mercado del arte de las raquetas. Las “Clases de tenis con Stan Smith”, unas historietas que salían publicadas en distintos medios del mundo [entre ellos, en LA NACION], en las que el norteamericano enseñaba distintos secretos del deporte, fueron un éxito. “Wow..., qué buen recuerdo. Fue increíble hacer historietas durante esa época, dando lecciones de tenis. Escribía tres columnas por semana y tenía un ilustrador que me ayudaba. Yo después me sorprendía porque aparecían publicadas en sueco, en español, en portugués, en alemán… Esas columnas recorrieron todo el mundo, realmente”, rememora, con gran agrado.
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Smith fue verdaderamente exitoso en la Copa Davis, ganando la Ensaladera siete veces, marca que sólo posee su compatriota Bill Tilden [campeón entre 1920 y 1926]. ¿A Stan le gusta este formato actual o preferiría que vuelva el espíritu tradicional? “Tengo emociones mixtas -aclara-. Prefiero el tradicional, pero muchos de los jugadores top no la estaban jugando. El cambio de formato alteró su naturaleza. El espíritu que generaba jugar en casa y afuera era especial. Pero fue importante la decisión haber cambiado; los países necesitaban que sus grandes jugadores estuvieran. De todos modos, estoy esperanzado en que le busquen la vuelta para que combinen otras competencias con la Copa Davis, como la Laver Cup y la ATP Cup. Eso sería lo ideal, para que tuviera más fuerza”.
En 1972, Smith fue la referencia del equipo estadounidense de la Copa Davis en una serie digna de una película, frente a la Rumania de Ion Tiriac y Nastase, en Bucarest. El Club Sportiv Progresul fue una caldera durante aquellos días de octubre: Rumania había perdido las últimas dos finales de la competencia -también ante EE.UU.- y pretendía quebrar la racha de cualquier manera. Tiriac cruzó los límites reglamentarios en muchas oportunidades y hasta el argentino Enrique Morea, árbitro general en la definición, padeció las hostilidades de los locales (de jugadores y fanáticos).
“Enrique estaba en una situación muy difícil. Había demasiada tensión, además, porque ese año los atletas olímpicos de Israel habían sido asesinados en Múnich. Nosotros teníamos dos integrantes judíos en el equipo (Harold Solomon y Brian Gottfried) y nos seguía mucha seguridad. Fuimos alojados en el piso 17 de un hotel en el centro de la ciudad, protegidos por guardias armados. Además, jugar contra Nastase en su casa generó una gran convocatoria de gente; el court desbordaba. Y los jueces de línea, que eran locales, no miraban las pelotas de la manera tan clara como tenían que hacerlo. Enrique trató de controlar la situación, pero Tiriac por el otro lado quería tomar control de todo”, evoca.
Y continúa, con precisión: “En un momento, en un punto en el que Tiriac discutió con Enrique, le dijo: ‘Si vos me descalificás no sé lo que puede pasar porque afuera hay una cantidad enorme de soldados y no me responsabilizo por lo que pueda pasar’. Enrique trató de hacer todo lo mejor que pudo para controlar a la multitud, pero fue muy difícil llevarlo adelante”. Estados Unidos, al final, triunfó por 3-2 y se coronó [con el 2-1 posterior a las dos primeras jornadas, Smith le ganó el cuarto y decisivo punto a Tiriac, por 4-6, 6-2, 6-4, 2-6 y 6-0].
-En 1971 pasó por Buenos Aires para jugar el Abierto de la República (perdió en las semifinales). ¿Qué recuerda de su visita?
-Lo recuerdo muy bien porque tenía que ganar al menos un partido para lograr el Grand Prix. Había perdido temprano en un torneo en Wembley y tuve que viajar sí o sí a Buenos Aires para sumar esos puntos. Gané tres partidos y perdí con Franulovic en las semifinales. Fue mi primera y única vez en la Argentina. Nunca jugué la Davis allá, pero jugué contra Argentina en Memphis (en 1979, en la final de la Zona Americana, con éxito de los locales por 4-1). Ahí jugué contra Clerc y Vilas en dobles. Me gustaba, Guillermo; lo apreciaba...
-Entre 1977 y 1980 se enfrentaron seis veces con Vilas, con todos triunfos de Guillermo.
-Lo recuerdo especialmente en Roland Garros. Perdí, fui una de sus victimas (en los 8vos de final de 1977, el zurdo triunfó 6-1, 6-2 y 6-1). En esa época él era invencible en polvo de ladrillo. Yo amaba su filosofía de juego, porque él amaba el juego. Cuando Tiriac entró en su vida, su carrera se tornó más comercial. Nunca me voy a olvidar un día que lo vi en los vestuarios después de perder un partido difícil a cinco sets en París y él me dijo: ‘¿Sabes qué? Fue un gran partido. Los dos jugamos muy bien. Disfruté el partido’. Es muy inusual escuchar a alguien decir eso después de perder en cinco sets. Guillermo trabajaba muy duro, era muy fuerte y se pasaba practicando. A lo mejor jugaba una hora de entrenamiento antes de jugar un partido de cinco sets en clay. Tenía passing, globos…, el revés era espectacular. Nunca se entregaba, nunca se cansaba. Todavía lo recuerdo.
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“Some People Think I’m A Shoe (Algunas personas piensan que soy una zapatilla)”, es el título de un libro publicado en 2018 sobre la fusión de uno de los calzados deportivos más vendidos de la historia y el hombre que le puso su nombre. Stan Smith puede quedarse tranquilo: será recordado por mucho más que por un éxito de la industria. Su vida fue una película.
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