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La raqueta mágica, con una historia de novela
La Wilson que Gaudio arrojó a la tribuna al ganar en París salió a la venta por 10.000 euros y llegó a Bariloche; Su dueño la compró por un valor menor y sueña con lucirla en un museo
Nadie que esté vinculado, de una u otra manera, al mundo de las raquetas podría omitir el 6 de junio de 2004. Aquel día, en Roland Garros, Gastón Gaudio logró la Copa de los Mosqueteros tras vencer a Guillermo Coria. Claudio Crusizio, nacido en un día de la primavera hace 52 años, es uno de los hombres que más presente tienen aquel domingo. No estaba en París; sí en Bariloche, donde vive desde 1986. Jamás jugó al tenis profesionalmente ni mucho menos. Pero se emocionó hasta las lágrimas al ver por TV cómo su referente deportivo se consagraba en el Philippe Chatrier. Pocas veces había sentido algo así. "¡Qué suerte tiene el que la atajó!", pensó en voz alta, al advertir que el Gato había arrojado la raqueta, una Wilson Hyper ProStaff 6.1, no bien reaccionó que era el campeón. Desde ese momento, comenzó una búsqueda intensa y casi artesanal de Crusizio para rastrear quién tenía esa joya -con una carga sentimental enorme- entre sus manos. Investigando en Internet, escarbando en cada rincón, consultando a un periodista francés amigo suyo, lo logró. Alexandre, un joven parisiense estudiante de medicina, aquel domingo se sentó en la butaca B12 del Box Loge, casi pegado a la posición del juez de línea. Utilizó unas costosas entradas que le habían regalado a su padre y que éste no utilizó ya que no le atraían los finalistas. Alexandre fue quien la atrapó. Tiempo después, decidió ponerla a la venta en eBay para pagarse los estudios universitarios.
Hasta 2002, a Claudio nunca se le había pasado por la cabeza coleccionar artículos deportivos. Aquel año, en una escuela rural de Bariloche consiguieron una raqueta de David Nalbandian para subastarla y, con ese dinero, reemplazar a la vaca que diariamente abastecía de leche a los niños y que se había muerto. Como la escuela no había conseguido vender muchos números para el sorteo, Claudio le ofreció a la directora conseguir una vaca a cambio de la raqueta del cordobés, acción que finalmente se concretó. Desde allí, Crusizio empezó a atesorar, poco a poco, raquetas de los tiempos de Vilas y Clerc, pelotitas, recortes de medios internacionales, zapatillas de tenistas, afiches de los torneos, pinturas de Roland Garros, etcétera. En marzo de 2004, pocas semanas antes de que Gaudio ganara Roland Garros, viajó al abierto de Miami y se quedó con una raqueta del mismo modelo que Gaudio destrozó en el partido que perdió ante el estadounidense Robby Ginepri, por la 2a rueda. Según Claudio, aquello fue un anuncio de lo que ocurriría. Porque cuando supo que la Wilson con la que el ex N° 5 del mundo había ganado en París estaba a la venta, utilizó aquella pieza rota para compararla y empezar a certificar que lo que decía Alexandre era verdad. El francés, en la Web, puso un piso de 10.000 euros, una cifra que era inalcanzable para Crusizio. Como el parisiense nunca la logró comercializar al precio inicial, retomó las "negociaciones" con el fanático de Gaudio que vivía a más de 12.000 kilómetros de distancia.
"Estuvimos un año para ponernos de acuerdo. Mientras tanto, yo averiguaba si era la raqueta original. Me bajé todas las fotos que pude de aquella final en la que se viera la raqueta. Me tomé el trabajo de pesar la raqueta que yo tenía de Miami en dos o tres lugares, en una verdulería y en una carnicería por ejemplo, y le pedí lo mismo a Alexandre. El peso fue casi idéntico: 389 gramos, con cuerdas y antivibrador. Le pregunté qué pintura tenía el encordado y concordó: la W de Wilson, la T de Toalson, que era la firma que patrocinaba al jugador de Temperley, y la marca de la cuerda que usaba realmente, Kirschbaum. También coincidía cómo estaba terminada la cinta adhesiva roja del tourna grip y hasta tenía en el interior pegado un calco blanco con el número 27, de la tensión que usaba Gastón. "No había dudas, ¡estaba 101 por ciento seguro, era ésa!", le explica, en detalle, Claudio a LA NACION, desde el km 23,300 de Circuito Chico, donde posee un restaurante, Punto Panorámico, y la voz se le agita de la emoción al regresar espiritualmente a ese instante en el que confirmó que la novela era real.
"Una vez que arreglamos el precio (Claudio lo mantiene en reserva, pero afirmó que fue mucho menos que la tarifa inicial), tenía que encontrar otro medio de envío que no fuera por correo. Sergio, un amigo mío, viajaba a París con su familia, entonces le di el dinero y una valijita. Él y mi amigo periodista francés iban a hacer el intercambio. Pero cuando bajó en el hotel se dio cuenta de que unos gitanos lo habían robado. Pero eso no impidió la venta; mi amigo puso la plata de su bolsillo y me trajo la raqueta histórica. Tiempo después, Alexandre me contó que cuando atajó la raqueta lo tironearon de todos lados y que la tomó como si fuera un salvavidas en medio del océano. Pensó que era una buena chance económica desprenderse de ella. Nunca lo conocí personalmente, pero me da la sensación de que se arrepintió de venderla. No quiero que me contactes más, fue otra etapa de mi vida, me respondió por mail, cortante".
Claro que para que la historia tuviera la cereza del postre faltaba que Gaudio conociera la situación y confirmara que ésa era su arma. En 2006, el hijo de Claudio viajó a Capital Federal con la raqueta, fue al Baltc y se la mostró al Gato, que se sorprendió. Gastón, que tiene un amigo de la infancia en Bariloche, fue a la casa de Claudio en 2007, le tocó timbre y al ver que éste no se encontraba, se hizo pasar por un "hermano de Gaudio" para lograr información y saber si en ese lugar estaba el tesoro. "Cuando me enteré, me quería morir de la emoción", dice Crusizio. Hasta que en agosto de 2008 el hombre del revés prodigioso volvió a Bariloche para jugar una exhibición con Zabaleta en el club Del Prado. "Ahí se la di para que la usara. Comimos un asado. Y me autografió el grip. Le pregunté por qué la tiró y no sabía bien, pero me dijo que fue una liberación después de tanto sufrimiento. Es una pieza histórica para el tenis argentino y a Gastón lo alegró saber que la tiene un argentino", acota Crusizio. "Cuando me contó toda la historia, no lo podía creer", le confesó Gaudio a LA NACION hace unos días. Varias veces le ofrecieron dinero a Claudio para comprarle la famosa raqueta que voló tras la gran conquista, pero las rechazó. Tiene un anhelo: que esa mágica pieza luzca en el museo de Roland Garros.
Mónaco, caída y lesión
Juan Mónaco y Machi González cayeron en los cuartos del dobles ante los franceses Benneteau y Roger-Vasselin, 7-5, 4-6 y 7-6 (5). "Jugué limitado en lo físico. Voy a tener que parar algunas semanas", dijo Pico, que arrastra un tirón en el abdomen.
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