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Simple, protectora, cálida y sin maldad: el recuerdo de Betty Sabatini, la madre de la mejor tenista argentina de la historia
Tras el fallecimiento de Beatriz Garófalo, la mamá de Gaby y de Ova, protagonistas del mundo de las raquetas la describieron como una persona que siempre acompañó a su hija sin presionarla y que nunca se puso por delante de ella; “No me importa si gana o si pierde; quiero que esté bien”, decía
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Simple. Protectora. Cuidadosa. Divertida. Cálida. Son palabras que surgen, con afecto y como común denominador, cuando se piden recuerdos y referencias de Beatriz Garófalo, la mamá de Gabriela y Ova Sabatini, que falleció en las últimas horas, a los 81 años. La historia del tenis de elite tuvo (y tiene) infinidad de casos de relaciones traumáticas entre padres e hijos jugadores, pero el de Gaby, con Betty y también con su papá, Osvaldo (fallecido en 2016), fue lo opuesto. Nobles, acogedores, educados y sin alardes a pesar de las luces. Siempre fueron un gran sostén para una de las mejores deportistas argentinas de todos los tiempos.
“Betty fue una mamá muy cuidadosa de sus hijos. En la semana era, por lo general, la que llevaba a los chicos al club, a River, porque Osvaldo trabajaba. Yo tenía un contacto fluido con ella, se preocupaba porque Gaby estuviera bien presentada, que no le faltara nada”, rememora Daniel “Palito” Fidalgo, descubridor y formador de Sabatini en el club de Núñez. Y amplía, con nostalgia: “Cuando Gaby iba los lunes a entrenar y el club estaba cerrado, Betty le llevaba una viandita para que comiera algo; siempre atenta. Fue buena gente, Betty. Se ponía muy nerviosa en los partidos. Decía: ‘Yo entiendo poco de tenis, pero igual sufro’. Es más, creo que se ponía más nerviosa que Osvaldo. Ninguno de los dos se metió en cuestiones técnicas y tenísticas, siempre fueron respetuosos. Acompañaron, respetaron las decisiones de uno. Nunca una piedra en el zapato. Otros padres, quizás, son más demandantes; ellos no lo fueron”.
Mi más sentido pésame para toda la familia Sabatini . "Betty", una persona encantadora, buena madre y abuela. QEPD. Besos a @sabatinigabyok , #OsvaldoSabatini y a todos sus familiares. Los acompaño en su dolor.
— Mirtha Legrand (@mirthalegrand) April 25, 2021
Gabriela nació en la mañana del 16 de mayo de 1970, en el Hospital Italiano de Buenos Aires, y, al haber nacido casi un mes antes de lo previsto, permaneció durante unas horas en la incubadora. Beatriz y Osvaldo, casados en 1964, vivían en Villa Devoto y ya eran padres de Osvaldito, nacido el 8 de junio de 1965.
“Betty era muy querible. La recuerdo siempre tratando de buscar el bienestar de sus hijos a medida que fueron cambiando las épocas. Era una persona alegre, ordenada, que disfrutaba de acompañar a Gaby, la divertía salir a pasear. Pero no le gustaba que Gaby perdiera, ese era su punto sensible. En realidad, se ponía triste si la veía mal a Gaby. No la quería ver sufrir. Decía: ‘No me importa si gana o si pierde; yo quiero que esté bien’. Tenía un gran amor de madre”, describe Mercedes Paz, amiga y rival de Gaby, y una suerte de hermana mayor (tiene cuatros años más) durante los primeros viajes al exterior.
Ricardo “Caio” Rivera tiene un cariño especial por Sabatini, a quien llegó a dirigir en la ex Fed Cup. Además, vivió de cerca el vínculo que, durante un puñado de meses en 1993, tuvieron Gaby y Guillermo Vilas como entrenador. “Tengo un afecto desde siempre por Gaby, compartí un montón de cosas. Nunca nadie habló mal de ella. Le pisás el pie y te pide perdón. Y sus padres siempre estuvieron presentes. La cuidaban a Gaby como nadie. Cuando Vilas arregló con Gaby para entrenarla yo me junté varios días con Osvaldo y vi cómo la cuidaban, estaban en todos los detalles, se preocupaban en todos los sentidos. Y siempre estuvieron detrás de las luces, nunca se pusieron por delante de Gabriela. No hubo nunca una fiesta o cumpleaños que ellos no participaran. Me da mucha tristeza el fallecimiento de Betty, sé lo que significó para Gaby”.
Mecha Paz describe a Betty como una madre “de las de antes”, muy “cálida, protectora y preocupada” por los hijos. “Era muy compañera de Osvaldo, su marido. Orgullosa de sus hijos, de sus nietas y de Cathy (Fulop). Siempre buscaba la unidad de la familia, la armonía. Era muy coqueta, nos reíamos cuando se cambiaba el look del pelo y no le gustaba mucho. Al principio, en los primeros viajes junto con Gaby, ella me preguntaba a mí cómo iba todo porque Gaby hablaba muy poco a esa edad, era muy tímida. Y yo era más grande, más charlatana”. Palito Fidalgo, mentor tenístico de Gabriela, apunta: “Betty siempre estaba, te preguntaba si necesitabas algo. Ella ayudó mucho en un montón de cosas importantes para la carrera de Gabriela. Es una pérdida dura. Es la ley de la vida”.
Tanto Osvaldo como Beatriz se manejaron de la misma manera con una buena porción de la prensa nacional. Juan José Moro, pionero del periodismo de tenis en la Argentina, da su fiel testimonio: “A Gaby la conocí cuando tenía unos diez años, en Mar del Plata. Junto con su familia compartíamos sector en el mismo balneario de Punta Mogotes. Nos hicimos amigos con Osvaldo y Betty, pasábamos Año Nuevo juntos, hacíamos asados, a los que a veces también venían Guillermo y Mariana Pérez Roldán, Franco Davin, Patricia Tarabini, Nicolás Pereira... Betty era muy protectora de ambos hijos; amorosa, no hacía distinción. Siempre positiva y con buena fe, era incapaz de hacer una maniobra extraña. Para ella no había límite entre la bondad y la inocencia. En toda la gente veía buena fe, no pensaba que se le podían arrimar por interés”.
Juano Moro, voz inconfundible en Radio Rivadavia, rememora, con orgullo, el pedido que una vez le hicieron los padres de Gaby antes de un recordado viaje por Europa, en 1984. “Me citaron y me pidieron por favor que las acompañara; también estaba Mecha Paz. Yo viajé antes, las fui a buscar, las llevé al torneo de Niza, que Gaby terminaría ganando, y después en auto al de Montecarlo, que también ganó Gaby. En aquel encuentro previo en Buenos Aires, Osvaldo me explicaba dónde iban a jugar y Betty me pedía que no las dejara solas. Estaba muy pendiente y, con el tiempo, jamás le reprochó una derrota. No tenía maldad”.
Otro periodista, José “Chiche” Almozny, conoció a Gaby a los siete años, ya que jugaba Interclubes en River y, un día, Palito Fidalgo lo invitó a que observara a una “nenita con trencitas que se pasaba horas en el frontón”. “Inolvidable. Ahí empezó mi vínculo y me hice cercano de los papás. Betty no iba por la vida gritando que era la mamá de Gaby; no fanfarroneaba. Eran muy familieros. Amaban Mar del Plata, donde había trucos, asados; los 31 de diciembre se vivían las fiestas en la casa que alquilaban en el barrio Los Troncos. Conocí la casa de Devoto: era un lugar modesto, con pocas habitaciones, un fondo chiquito, la cocinita donde Gaby desayunaba y Betty tomaba mate. Los padres de Gaby siempre fueron generosos, no cambiaron a medida que la hija ganaba”.
Y añade, con una sonriesa, una anécdota: “Una vez en Nagoya, Japón, durante una serie de Fed Cup, Juano Moro le dijo en broma a Betty que yo me había perdido en la ciudad y se preocupó como una madre. Así era”.
Y así será recordada siempre Betty Garófalo, la mamá de Gaby y Ova.
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