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Sergio Giorgi, el padre de la revelación: "La mayoría en el mundo del tenis son tiburones"
Una charla con el papá de Camila, un ex combatiente de Malvinas que lucha contra el sistema
NUEVA YORK.- Pelo ensortijado, remera pegada al cuerpo y hablar vertiginoso, Sergio Giorgi fuma un Marlboro en el jardín de jugadores de Flushing Meadows. Su hija, Camila, que cayó en la 4ª rueda del US Open, encandiló a todos con su tenis y belleza el sábado por la noche eliminando a una ex N° 1 como Wozniacki, en el Ashe. Sergio, entre pitada y pitada, dice que su hija llegó a Nueva York al límite, luego de tratarse por bursitis y tendinitis en el brazo derecho. A la edad que Camila, nacida en Macerata, ya jugaba profesionalmente, él regresaba a su La Plata natal tras combatir en Malvinas. Hoy, Camila tiene 21 años y está luchando por seguir progresando en un circuito inflexible. A la misma edad que hoy tiene la chica de ojos celestes y cara de ángel, Sergio dejaba la Argentina para intentar dar vuelta una difícil página de su vida, en Italia, tras ganarse una beca para estudiar medicina. "Hoy estamos contentos porque nos tienen en cuenta, nos tienen en cuenta", confiesa Sergio. Ocurre que desde que Camila mostró excelentes condiciones en el arte de las raquetas, él luchó contra las grandes compañías.
A las jugadoras les dan poco dinero, salvo a las top 20. Y no me conformo con eso
Sergio tiene una fuerte personalidad, impetuosa, que lo ayudó a enfrentar dolorosas situaciones. Como cuando llegó a su casa de la ciudad de las diagonales un sábado de madrugada, luego de ir a bailar con los amigos, y lo estaban esperando con la notificación para ir a Malvinas. "Estaba solo con mis hermanos, porque los tenía a cargo. Y me encontré con eso. ¿Cómo lo tomé? Como nada, porque a los 19 años no te das cuenta. Pensé que me iba de vacaciones, a conocer un lugar nuevo. ‘No va a pasar nada’, decíamos. Y después pasó. Pero tuve suerte, mucha suerte. Me salvé varias veces de morir. Son cosas que pasan. A veces estás de racha, la pasás bien o mal. Cuando volví me fui a dedo de La Plata a Bariloche. Lo hice para olvidarme un poco; estuve dos semanas, volví y me puse a estudiar en la universidad", rememora Sergio, con naturalidad apabullante.
-¿Se te vienen imágenes de la guerra?
-No. Lo tengo superado. A veces mis hijos me preguntan. No fue tan dramático para mí. Sé que hay ex combatientes que lo tomaron como una bandera, pero yo no. Me pasaron cosas peores, como la muerte de mi hija mayor. La guerra pasó a ser nada al lado de esto último. No te podés quedar bloqueado por lo que pasó 30 años atrás. La vida sigue y hay cosas para disfrutar. Una vez que se terminó el conflicto, en el ‘82, se terminó todo. Hice mi vida, mi familia. Estaba estudiando, me gané una beca y como tenía pasaporte italiano, fue más fácil. Y me quedé allá.
-Sos crítico del circuito y su negocio. Tuviste conflictos peleando por los contratos de tu hija.
-Sí, desde el inicio, cuando tenía siete años, la llamaron de la Federación Italiana de Tenis y nunca fuimos. Es un mundo difícil, está monopolizado. Hay ciertas compañías, tienen a sus agentes y no se manejan bien. Fue positivo, pero también negativo porque no teníamos dinero para jugar torneos. En mi casa tengo un montón de contratos rechazados. El año pasado, después de Wimbledon [Camila alcanzó la 4ª rueda], me vinieron a ver, pero con contratos que no eran útiles. Ahora, la ropa que Camila luce la diseña mi mujer, no tiene marca y es una de las mejores del circuito. Nunca entendí por qué el mundo del tenis es tan cerrado, tan controlado.
-¿No te sentís observado como un bicho raro por pensar así?
-Sí, hay agentes con los que discutí. Ahora no se me acercan tanto, pero me conocen, entonces estoy tranquilo. Antes iba a los torneos y tenía que hablar con un montón de personas y no terminaba en nada. Quiero construirle el futuro a Camila. Me interesó conseguir un manager, pero no te podés confiar. A las jugadoras les dan poco dinero, salvo a las top 20. Y no me conformo con eso. Es una estrategia diferente. Soy un poco idealista y en este mundo en el que se maneja tanto dinero, no se puede ser tan, tan idealista. La mayoría en el mundo del tenis son tiburones. Hay que estar atentos.
Desde hace unos meses, Giorgi tiene un vínculo con la Federación italiana y se prepara en un centro de Tirrenia. "No era problema de dinero, no. Quería una estructura que tuviera todo: preparador físico, fisioterapeuta, médico, sparrings", agrega Sergio.
-En algún momento se pensó que podía representar a la Argentina.
-Sí, aunque nadie de la Asociación Argentina tuvo un acercamiento conmigo, jamás. Existía la posibilidad, nosotros la pensamos; no se dio porque nunca tuvimos propuestas.
-¿Cómo analizás el circuito femenino?
-Hay un nivel un poquito bajo. No miro a las mujeres, salvo una final. Por lo general es aburrido. Me gusta que cuiden la imagen: es un deporte, mal o bien, femenino. Y no ves en todas las chicas eso. Son importantes los modales, la estética, la relaciones. Y el 90% no son femeninas.
-¿Y cómo es Camila? ¿Impulsiva como vos?
-Sí, es calentona. Pero no se puede quedar llorando. Lo aprendió de mí: hay que ir para adelante.
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