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Sebastián Báez, de no ser invitado por los torneos a convertirse en la última revelación del tenis argentino: “Busco seguir superándome”
Ganó seis títulos Challengers en el año e ingresó en el Top 100; el apoyo de Del Potro y las anécdotas con Lendl
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Sebastián Báez jamás olvidará esta temporada. Pase lo que pase de aquí en más, 2021 quedará marcado a fuego en el alma del tenista nacido hace 20 años en Billinghurst, San Martín. Comenzó siendo el 308° del mundo y brindará en la Navidad desde el ranking 98°, con grandes desafíos e ilusiones por delante: la más inmediata es realizar la pretemporada, viajar a fines de mes a Australia y debutar, quince días después, en su primer main draw de un Grand Slam. Pero demasiadas acciones ocurrieron en el medio, claro: seis títulos en el Challenger Tour (la división inmediata por debajo de los ATP) y otras tres finales, con un total de 44 victorias en la categoría, una cifra récord para un Sub 20.
Báez es una de las raquetas más valiosas de la nueva generación de jugadores argentinos que empuja con hacer del Top 100 un hábitat natural y ser parte, en un futuro no tan lejano, del equipo de Copa Davis. Competitivo, explosivo y rápido, hábil y con buenos golpes (y con margen para seguir progresando), está frente al escenario que soñó desde chico, cuando empezó a jugar en el Sportivo Villa Ballester. “Mi mamá (Elena) me llevaba al club con una motito que hacía un ruido terrible; se escuchaba desde diez cuadras. Ese fue el vehículo que me llevaba hasta mi lugar, que era la cancha de tenis. Y una vez que llegaba ahí no quería salir más. Hacía muchos deportes a la vez, sobre todo en la primaria. Una vez encontré una vieja raqueta de mi papá en casa, empecé y no paré”, recuerda Báez ante LA NACION, en un alto de las primeras horas de la pretemporada, en el club GEBA.
“Me gustaba el colegio -continúa relatando-. Tenía un lindo grupo de amigos y de chico tenía facilidad para estudiar. Me gustaba matemáticas. Cuando fui creciendo, aumentaron las dificultades. Hice la secundaria en forma presencial hasta tercer año y lo terminé a distancia por Internet, en el sistema Seadea”.
-Algunos entrenadores y padres consideran que se debe dejar el colegio para utilizar ese tiempo en el entrenamiento y trascender en el deporte. ¿Qué opinás?
-Que no es así. Tenés tiempo, más que nada cuando sos chico. Es un poco más discutible cuando llegás a los 16, 17 o 18 años, mucho más si sos bueno, porque empezás a tener otro roce, otra competición, otra necesidad de entrenamiento. Pero en la etapa de los 13 a los 15 años es prematuro dejar el colegio. Los tiempos te dan para las dos cosas. Un ejemplo: Axel Geller, con quien compartí el circuito, iba al colegio y se entrenaba la tarde. Y fue número 1 junior.
-Tu papá, José Luis, hizo el Servicio Militar en el cuerpo de Marina y fue parte de la dotación de un destructor en el Puerto Belgrano. ¿Qué significa ser hijo de un veterano de Malvinas?
-Tuvo un pasado muy fuerte; se trató de una guerra, algo que hoy no nos entra en la cabeza. No le hice muchas preguntas de ese tiempo porque es triste y no quiero que se ponga mal en forma innecesaria. Alguna que otra vez nos contó historias. Él no llegó a estar en el territorio de Malvinas, a desembarcar, pero estuvo cerca. Siempre va a las marchas y eventos que se celebran por los veteranos. Me ha contado de compañeros con los que hizo la “colimba”, de entrar todos juntos en el barco, pero después volver menos... Vivir, escuchar, sufrir todo ese conflicto debe haber sido terrible. Fue uno de los héroes.
-¿Heredaste la personalidad de tu papá?
-Tengo un poco de todos, también de mi mamá. De chico era muy calentón, no me gustaba perder. Perdía y estaba por dos días sin hablar, quería romper todo. A los 12, 13, 14 años fue una etapa dura, en la que no aceptaba la derrota. Hoy tampoco la acepto tanto (sonríe), pero puedo controlar más el enojo. Mi entrenador, Sebastián (Gutiérrez), me ayudó mucho a mejorar esa faceta. Lo que más destaco es que podemos estar en un momento de felicidad o de enojo, que siempre sacamos conclusiones, somos equilibrados. No tenemos que perder la lucidez y tratar de estar con los pies en la tierra, no dramatizar y no creerme el mejor de todos. Es lo que él más trata de enseñarme día a día.
-En 2015, con 14 años, ganaste el Orange Bowl, en la Florida, uno de los torneos más emblemáticos del circuito juvenil. ¿Fue un click en tu carrera?
-No fui con el objetivo de ganar el torneo, pero me hizo dar cuenta de que podía. Porque muchas veces entrenás, entrenás y no se te dan los resultados. Fue un lindo empujón. A partir de ahí empecé a entrenar mejor, a tener un equipo. Hasta entonces tenía logros aislados. Además, fue el primer torneo que gané con mi entrenador actual; él en ese momento me acompañó como parte del equipo de Desarrollo de la Asociación. Fue uno de los primeros viajes que hicimos juntos y me ayudó a ver las cosas distinto. Por ejemplo, yo tomaba gaseosa, hacía poco trabajo físico, a los descansos no les daba importancia y él me fue marcando cosas que hoy ya las tengo incorporadas.
-¿Y qué sentiste al ser N° 1 del mundo junior, en 2018?
-Fue fuerte, sí. Estaba en un torneo en San Pablo, venía de ganar el Banana Bowl y un torneo en Porto Alegre. Fue loco. Estábamos con mi entrenador y me dice: ‘Mirá’, mostrándome el celular. Fue lindo, no fue planeado. Significó mucho para nosotros, por el esfuerzo, por cómo estábamos trabajando.
-¿Cómo te afectó la pandemia y el encierro? En el inicio de 2020 habías ganado un Future, en Monastir, y luego en marzo llegó el corte abrupto.
-Ese corte nos agarró casi yendo a Brasil, a unos torneos. A último momento decidimos no ir porque se veía complicada la cosa y al día siguiente anunciaron cuarentena total en el país. Fue difícil estar encerrado en casa y no poder hacer nada. El trabajo físico que podía hacer no era el mejor. Tenía un patio, podía correr pero en pocos metros. Tenis no podía hacer. Lo máximo que había estado sin jugar al tenis habían sido dos o tres semanas, y ahora fueron meses. Fue difícil por ese lado. Después, intentamos crecer por otro lado: en la parte mental, en cómo ver el tenis, en la técnica... Mi entrenador armó presentaciones con PowerPoint con las canchas y las jugadas. Vimos cosas que quizás durante el año, con la vorágine, no podés.
-¿Tuviste temores cuando volviste a jugar?
-Sí. Lo primero que hicimos fue ir a Francia a jugar unos partidos de exhibición y estuve con unos nervios terribles. Nunca en mi vida había pasado tanto tiempo sin competir. Fue lindo volver a sentir la sensación de partidos, pero nunca había sentido tantos nervios. A medida que pasaron los partidos me saqué los temores y terminé 2020 sintiéndome bien. Terminé con la sensación de que podía más. Encaré la pretemporada en forma diferente y uno de los objetivos era tratar de jugar más Challengers desde 2021...
-Y arrancó bien el nuevo año, ganando el Challenger de Concepción, en Chile. Luego llegaron dos en Santiago, en Zagreb, Buenos Aires y Campinas.
-Sí, sí (sonríe). Arrancó y siguió de la manera que tanto habíamos soñado en la pretemporada.
-¿En qué creciste este año, el mejor de tu carrera?
-Viví distintas etapas de aprendizaje. Mi entrenador me acompañó en todo el proceso y en los torneos, algo que facilitó el trabajo. Sufrí y lo disfruté. Cuando uno tiene buenos resultados incorpora una confianza que te acompaña en los momentos complicados, que te ayuda a tratar de jugar mejor, pero esa confianza se crea con una base sólida. En los momentos en los que no estoy tan lúcido o estoy nervioso intento enfocarme en lo táctico, pensar en la estrategia, en las jugadas. A veces me pasa de no saber qué hacer y en algunos momentos te ayuda el rival con errores, porque está más nervioso que vos, o alguna indicación de afuera.
-El coaching no está permitido en ATP. ¿Deberían despenalizarlo?
-Sí, sin dudas. No hay ningún jugador que no busque ayuda en su entrenador.
-No recibiste wild card para los torneos. ¿Te dio bronca?
-No, bronca no. Fue una decisión de los organizadores de los torneos, tendrán sus motivos, pero es algo que nos hizo más fuertes. Al lugar donde llegamos lo alcanzamos por pura y exclusiva responsabilidad nuestra. Nadie nos regaló nada. Tiene un valor extra. El esfuerzo paga.
-¿Qué aprendizaje te dejó haber jugado el Next Gen ATP Finals de Milán y llegar a las semifinales?
-Fue una semana de gran experiencia porque jugué con las estrellas Sub 21 del mundo y no me sentí lejos de ellos. Obviamente que al tener más roce con los buenos ellos tienen más herramientas para darse cuenta de detalles de un partido antes que uno. Alcaraz juega muy bien, claro. Pero no me sentí sapo de otro pozo. Me sentí muy cerca. Jugué contra Hugo Gaston, Korda, Musetti en el mismo grupo y los partidos se definieron por detalles, por pocos puntos.
-¿Habías jugado en esas condiciones: superficie dura bajo techo?
-Solamente había jugado un Future de 25 mil el año pasado, en Alemania, pero me jugué un set y me lesioné. Ahora a Milán no fui con temores porque me gusta jugar en cemento. El juego es distinto que en polvo de ladrillo. Uno tiene que cambiar ciertos golpes: no podés jugar tanto con top o para arriba, tenés que estar más a tierra, la pelota pica bajita. Hay que entender que el saque es mucho más importante. Si sacás todo con kick el devolvedor se te mete en la cancha y perdés todos los puntos. Hay que subir más a la red, ser agresivo; son canchas que no te dan tiempo. Hay que decidir más rápido. Haber competido contra ellos significa que uno está arriba, pero tengo que seguir buscando todo el tiempo más.
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En noviembre de 2018 Báez fue invitado por la ATP para actuar de sparring de los “maestros” en el ATP Finals, en el O2 Arena de Londres. Fue una experiencia estupenda con diversos condimentos. Gutiérrez, el coach de Báez, los recuerda en detalle: “El primer día teníamos pánico; era todo muy fuerte. Arreglamos de entrenar con Zverev y cae con siete personas, entre ellos (Ivan) Lendl. Lo primero que le dice Lendl a Seba cuando lo ve es: ‘Ah, fuiste a China a jugar un torneo, ¿no?’. Seba venía del Masters junior. Nos miramos sorprendidos. Claro, el tipo lo hizo para que nos sintiéramos cómodos; un fenómeno. Empezó el primer entrenamiento, salió bien, erró poco y nos empezaron a decir para todos los días. Y el último día Lendl le dice a Seba: ‘¿Peloteamos un poquito? Pero tirame a la derecha’. Y yo por dentro decía: ‘Si Seba supiera bien quién es Lendl estaría más nervioso que con Zverev’. En ese momento estaba el conflicto por el River-Boca de la Copa Libertadores y Lendl nos preguntó por eso y por lo que pasaba en el país. Terminó el último entrenamiento, nos saludamos, nos felicitó y le dice a Seba: ‘Te digo algo: si Schwartzman lo logró, vos también podés’. Porque ahí todos miden dos metros, juegan a un tenis y nosotros a otro”.
Báez mide 1,70 metro y, como alguna vez sentenciaron con Schwartzman, en cierto momento de su formación llegaron a augurar que no tendría demasiado futuro en el tenis por su estatura. “Siempre están los comentarios negativos y por momentos me hubiese gustado ser más alto cuando veía a todos gigantes. Pero nunca no fue un problema. Me acostumbré de esa manera”, dice Báez.
-Juan Martín del Potro es una suerte de padrino tuyo, entrenás con él y hasta te llama su “pollito”. ¿Qué te aporta ese vínculo?
-Es algo muy lindo. Juan tiene mucha relación con mi entrenador por la Copa Davis [NdR: Gutiérrez fue parte del cuerpo técnico de Daniel Orsanic] y hoy está presente, manda mensajes, pregunta, ayuda. Ojalá que Juan pueda volver. Es un fuera de serie. Sería lindo jugar un dobles con él (sonríe). Lo principal es que pueda volver a la cancha. La primera vez que peloteé con él fue en abril de 2019, guardo la foto. Fue en el Tenis Club Argentino. Los entrenamientos con él te llevan a un nivel de concentración mayor.
-Históricamente el tenis argentino tuvo destacadas generaciones de jugadores pero también diferencias y conflictos. Hoy hay una valiosa camada de jóvenes: además de vos, los hermanos Cerúndolo, Etcheverry, Tirante, Ugo Carabelli… ¿Cómo es la convivencia?
-Es muy buena y hay una competencia sana. No voy a hablar de jugadores anteriores porque no viví esas épocas. Pero sí viví la etapa junior, en la que estuvimos todos los que nombraste. Cada uno hace su camino, pero le deseo lo mejor a todos. Si le va bien, por ejemplo, a Thiago (Tirante), me pone contento. Lo mismo a Juanma (Cerúndolo). Me alegró mucho cuando ganó el ATP de Córdoba; fue algo increíble. Y todo eso también sirve de empuje, de contagio. Es como decir: ‘Si él pudo, yo también’. Cuando uno entra en la cancha querés ganarle al otro, pero afuera hay un vínculo fuerte, de respeto.
-¿Qué quisieras perfeccionar para 2022?
-Acabamos de arrancar la pretemporada, quiero tratar de ser mejor en todos los rubros y seguir superándome. El año pasado a esta altura estábamos entrenando en canchas de polvo, en el Tenis Club Argentino, mientras otros chicos lo hacían en superficie dura pensando en Australia, torneo al que yo no podía acceder. Soñaba que este año lo haría yo. Y ahora encarar la pretemporada pensando que los primeros torneos serán en Australia y que viviré mi primer cuadro principal de Grand Slam es hermoso.
-¿Y por qué no soñar con que se repita un partido ante Zverev, pero ahora por los puntos y en Melbourne?
-Sí, ojalá, pero espero que al menos sea en la tercera vuelta, jaja.
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