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Schwartzman corazón: salvó cuatro match points y ganó un partido increíble, en una pierna
Increíble todo lo que pasó en la noche del Buenos Aires. Insólito de a ratos, dramático y polémico también, no le faltaron condimentos al duelo entre Diego Schwartzman y Pablo Cuevas. Que terminó con victoria del argentino, en un partido tremendo de 3 horas y 41 minutos, el más largo en los 20 años del Argentina Open. Inolvidable también, porque Schwartzman levantó cuatro match-points y terminó jugando lesionado los últimos dos games, por un tirón en una pierna. La victoria por 5-7, 7-6 (13-11) y 7-5 sobre Cuevas deja al Peque en las semifinales del ATP de Buenos Aires, pero su participación en la jornada del sábado quedó prácticamente descartada.
Será muy difícil que pueda jugar el sábado. "Nunca sentí algo así, no soy de actuar", reflexiona, en la habitual charla pública luego de un triunfo, al borde del llanto. La gente lo ovaciona y, de algún modo, frena las lágrimas. Se le hizo una primera revisión en el vestuario del Buenos Aires y el estudio más importante se le practicará en la mañana del sábado, aunque las estimaciones de los médicos es que se trata de un pequeño desgarro. Suficiente para dejarlo al margen de las canchas por algunas semanas.
Hice una consulta médica en el club, que no fue definitiva, pero me duele mucho y no es buena señal. Me voy a hacer un estudio a la mañana y tomaré una decisión final. Les mando un abrazo y gracias a todos por el tremendo apoyo de siempre.&— diego schwartzman (@dieschwartzman) February 15, 2020
Diego Schwartzman ganó contra todas las vicisitudes. Aun sin descollar, el Peque se sobrepuso a un partido adverso durante un largo rato, y se llevó una remontada increíble. Así, el máximo favorito del certamen se sumó a la etapa de los cuatro mejores junto con Juan Ignacio Londero, el noruego Casper Ruud y su rival, el portugués Pedro Sousa.
Posiblemente le haya faltado frescura a Schwartzman después de las dos horas y media de trasnoche frente a Federico Delbonis, como también es cierto que tenía enfrente a un rival siempre peligroso en canchas lentas como Cuevas, un jugador con talento y de exquisito revés, al que los resultados lo habían llevado hasta cerca del puesto 50°. Por un lado, a Schwartzman le tocaba cargar la mochila de ser el máximo favorito en un torneo en casa; por el otro, en la noche de Palermo fue más local que nunca, apoyado por un Buenos Aires repleto, con 5.000 espectadores en la sesión nocturna, la mejor concurrencia de la semana.
El argentino debió remar desde abajo en la cuenta desde temprano; en el sexto game perdió el servicio (2-4) y Cuevas se adelantó rápidamente 5-2. El Peque reaccionó, recuperó el break en el noveno y consiguió igualar 5-5, pero un par de fallos lo dejaron contra las cuerdas: 5-6 y 15-40 con su saque; el uruguayo no dudó y se llevó el primer set con un palazo paralelo de derecha.
Obligado a otra remontada, Schwartman se mantuvo atento, a la espera de una oportunidad. Salvó un par de breaks con aroma a match-point en contra, y su determinación para plantar batalla en una noche trabajosa levantó a la gente cuando consiguió mantener un par de veces su servicio. Cuevas entregó una chance: doble falta y una derecha errática por mucho le permitieron pasar por primera vez al frente en el resultado (6-5). Pero Schwartzman cedió su saque a continuación.
Entonces, llegó uno de los momentos clave de la noche, un tie-break electrizante, con varios puntos de altísimo nivel. Porque a Schwartzman ya no le quedaba margen para fallar, y Cuevas quería cerrar el partido como fuera. Hubo errores, por supuesto. Y mucha tensión. El uruguayo tuvo cuatro oportunidades para quedarse con el partido, pero se le fueron los cuatro match-points: en el 6-5, quiso hacer saque y red, y Schwartzman lo obligó al error; luego el uruguayo estuvo 9-8, pero dejó ancho el revés; en el 10-9, Cuevas tiró larga la derecha tras un largo peloteo, y en el 11-10, acertó el porteño con un buen revés angulado. Un nuevo error del uruguayo le dio el segundo set a Schwartzman, y también la llave del partido, al emparejar la cuenta después de dos horas y media de batalla.
El Peque aceleró. Un quiebre en el segundo game parecía darle la tranquilidad necesaria para encarar el tramo decisivo. Pero Cuevas, guerrero eterno de la tierra batida, hizo un esfuerzo más: de 1-4 pasó al 4-4, con el reloj pasando las tres horas de acción. Más aún, el uruguayo tuvo dos chances para quebrar, porque Peque sacó 4-4 y 15-40. Su rival perdió la paciencia con una derecha directa a la lona del fondo: 5-4.
Entonces, llegó otro condimento: en una pelota de Schwartzman que dio sobre la línea del fondo, Cuevas devolvió alto, y se quedó mirando el pique. El juez de silla entendió que el uruguayo daba la pelota por mala y bajó a observar la marca, ante la incredulidad del jugador, que quedó match-point abajo. Cuevas se sentó en su silla, se quejó ante el supervisor Tom Barnes, pero el fallo no cambió. Volvió a jugar y salvó el punto para partido con un tiro ganador. Como si le faltara carga dramática al duelo, Schwartzman le hizo al juez el pedido inmediato de trainer, por un tirón en el cuádriceps izquierdo.
El uruguayo conservó el saque. Schwartzman cambió, obligado por las circunstancias. Empezó a jugar puntos cortos; todo o nada a dos bolas, lo que salga, jugando en una pierna. Mantuvo para 6-5, y en el último descanso de la noche, ni se sentó, fue directamente al otro lado y esperó de pie. En el duodécimo game, un acierto y los errores de Cuevas llevaron a la definición. El uruguayo quedó match-point abajo con un revés en la red; salvó el primero, pero luego entregó el partido con una doble falta. Hubo abrazo en la red, y una alegría medida.
"Es difícil hablar porque no sé qué es lo que tengo, no creo que sea bueno. No me gusta terminar de esta manera. Estoy contento porque gané, pero no creo que sea bueno. Fue en el (primer) match-point. Nunca estuve lesionado, pero sentí algo que creo que es una lesión. No me quiero adelantar. Tengo que saber qué pasa, me duele mucho", comentaba Schwartzman, con más preocupación que alegría, antes de conocer un diagnóstico más preciso. Fue el inesperado cierre para otra noche extensa en el Buenos Aires, con todos los estados de ánimo presentes, pero con la preocupación como última espectadora.
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