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Roland Garros y cómo un triunfo (o varios) en una semana le puede cambiar la vida a un jugador
Etcheverry, Olivieri y Tirante son el ejemplo de los tenistas que salen adelante pese a las dificultades económicas
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PARÍS (Enviado especial).- Para evolucionar profesionalmente en el tenis siempre fue necesario viajar al continente europeo o a los Estados Unidos. Antes, durante y después. Claro que ese escenario representa una dificultad para los tenistas de la región que, además de la distancia geográfica con los mayores centros de competencia, padecen limitaciones económicas. En la Argentina, ante la falta de una estructura oficial, son menos los casos que contaron con ayuda familiar. En su momento surgió una figura (a veces peligrosamente) salvadora: el sponsor. Un particular que entrega dinero para que el jugador se desarrolle y, cuando éste comienza a caminar en el profesionalismo, empieza a devolver lo recibido, obviamente con dividendos. El procedimiento es comparable con cualquier crédito para una vivienda, porque hay un plazo, una devolución del capital y pago de intereses. “Raquetas hipotecadas”, tituló LA NACION en un informe realizado en 1998, ejemplificando la acción.
Muchos de estos contratos habitualmente tienen una duración de diez años y poseen diversas características: los sponsors con riesgo, que son los que invierten durante tres-cuatro años y luego reciben un porcentaje fijo sobre las ganancias (del circuito y de los contratos publicitarios); los sponsors con porcentaje, cuando el inversor entrega una suma de dinero durante cinco años y cuando el tenista comienza su carrera le devuelve el 80 % de las ganancias hasta que salda el capital y luego recibe el 20 % de lo que gana el jugador hasta la finalización del contrato. Hay otros formatos. Pero de una u otra manera, el jugador siente la presión de tener que ganar (partidos, torneos) para saldar las deudas. Hay jugadores que encuentran en el apoyo financiero familiar menos asfixia, aunque eso no significa que padezcan menos responsabilidades.
El sistema tenístico, además, está desbalanceado. En un circuito armado por unos 2000 jugadores, los cien primeros se aseguran un porvenir. En la Argentina sobran los casos de los tenistas que viven al día (o en rojo) y que están haciendo cuentas (malabares) constantemente para planificar sus pasos futuros. Economizan en todo lo que pueden: muchos se encuerdan las raquetas para ahorrarse el dinero en dólares de la mano de obra en los torneos. Para los más restringidos financieramente, los Grand Slam son un salvavidas en medio del océano. Roland Garros, que vive sus últimas horas de la primera semana, es un ejemplo. Este año, el torneo ofrece un premio total de 49,6 millones de euros, un 12,3 % más que el año pasado. Sólo por jugar la primera ronda del cuadro principal individual, un jugador embolsa 69.000 euros; los números crecen a 97.000 (segunda rueda), 142.000 (tercera) y 240.000 (octavos de final); vale apuntar que impositivamente les descuentan el 30% del total.
Este Abierto de Francia, con diez argentinos en el main draw masculino (y Nadia Podoroska en el femenino) y cuatro raquetas nacionales en la tercera ronda por primera vez en once años (Francisco Cerúndolo, Diego Schwartzman, Tomás Etcheverry y Genaro Olivieri), les cambiará el panorama a muchos. Sobre todo, a los dos últimos y a Thiago Tirante, que llegó hasta la segunda ronda. El dinero ganado aquí les permitirá proyectar con más holgura.
“A mí me cambia la vida. Es lo que gané en toda mi carrera, pero en dos semanas. Es así: una vuelta impresionante. Cambia todo. Ahora se abre un abanico de diferentes posibilidades, hay que ser inteligentes y tomar las mejores decisiones”, le dice, a LA NACION, el bragadense Olivieri, cuya historia emocionó a todos. Estuvo tres meses sin jugar tras la muerte de su papá en la pandemia, pero renació, pasó la clasificación en el Bois de Boulogne y este sábado se medirá con el danés Holger Runer en el Philippe-Chatrier.
En el puesto 171° del ranking en vivo (+60), Olivieri, un jugador mucho más acostumbrado a los (ex) Futures y Challengers, la tercera y segunda división profesional, llevaba ganados 195.000 dólares en toda su carrera, según los torneos oficiales. “Alguna vez me pasó de estar jugando y pensar en que ese resultado me decidiría la próxima gira. Y las veces que me pasó fui un desastre: es como si se te colgaran del brazo y no podés pasar la pelota. Ahora estoy más maduro, no estoy pensando en nada que no sea jugar al tenis, hay tensión, pero deportiva”, reconoce Olivieri. Tras el fallecimiento de su papá (Carlos), en abril de 2021, y en medio de la angustia, su mamá (Silvia) lo sentó y le dijo que lo iba a seguir apoyando. “Andá. Tenemos unos ahorros guardados, dale. Jugá al tenis que te va a ir bien”, lo incentivó. Esta tarea en Roland Garros le permitirá a Genaro cumplir un anhelo: “Ya le dije a mi mamá que quiero invitarla al US Open. Me dice que no, que tiene que trabajar. Pero quiero hacerle ese regalito”.
Etcheverry, platense de 23 años y actual 49° (41° en el ranking en vivo), vive el mejor momento de su carrera profesional, iniciada en 2017. De casi dos metros (1,96m) y jugador moderno, su proyección es estupenda. En su caso, tuvo apoyo económico familiar (y de personas externas a su núcleo). Pero hasta fines del año pasado estuvo devolviendo dinero. La última gira australiana, en enero, le permitió empezar a pensar en positivo. En su carrera lleva embolsado US$ 1.152.456, aunque US$ 426.000 son de este año. “El dinero de este torneo es una ayuda. Pago las deudas que tengo. Cuando era chiquito tuvimos que salir a pedir plata porque no teníamos, entonces estar en esta situación actual es un alivio. A los chicos nos cuesta mucho, pero es normal también. Por ahí con otras federaciones, en otros países tienen más apoyo a sus jugadores, pero nosotros…, es lo que tenemos, hay que lucharla”, comenta Etcheverry. Y aporta: “Antes lo pensaba mucho cuando jugaba. Ahora ya no, es simplemente jugar. Pero estar pensando: ‘Si gano esta pelota, gano tanta plata’, es durísimo, no podés jugar. Me pasó. Todo este año ya empecé a pensar en el juego”.
Tirante, también platense, pero de 22 años, será 132° cuando se actualice el ranking. Pasó la qualy, superó el neerlandés Botic Van de Zandschulp en la primera ronda del main draw y cayó en la segunda ante el chino Zhizhen Zhang. Se llevará un premio de 97.000 euros (en su carrera llevaba ganados US$ 278.026). “El premio me ayuda muchísimo, de verdad. Es bastante dinero y hay que ser inteligente para invertirlo. Ya tenía programado ir a la próxima gira con mi preparador también (Federico Berruezo) y esto me ayuda a que esté más semanas. Cuanto mejor hacés las cosas en la recuperación, el físico y lo mental, no es más fácil el camino, pero tenés más chances de que te vaya bien”, analiza Tirante, que es entrenador por Javier Nalbandian (hermano de David).
A la hora de buscar las mejores opciones para volar o alojarse en los torneos, es el propio Tirante el que busca virtualmente. A veces les pide colaboración a los integrantes de su equipo. “No es algo que me guste, porque te saca un montón de tiempo y de canas verdes -sonríe-. Pero en nuestra estructura es clave buscar las mejores opciones. Yo nunca tuve un sponsor privado; es un tema difícil, porque si no lo sabés manejar, te juega muy en contra. A mí me apoya mi familia, a pulmón. Muchas veces mis viejos se quedaron sin comer para comprarme un par de zapatillas para que yo jugara al tenis. Gracias a Dios no me metí ni firmé ningún contrato con sponsors para que me prestaran plata. Muchas veces tuve la soga en el cuello y llegué pensar: ‘Si no gano, estoy complicado para seguir’. Las cosas se hacen duras si no ganás. Te quedás sin jugar torneos, te quedás más tiempo entrenando porque no podés viajar. Y ahí es clave la familia, que te tiene que dar la tranquilidad. Hoy estoy más tranquilo, no tiro manteca al techo, pero este torneo me viene muy bien. Espero que esto me sirva para estar más motivado y seguir teniendo semanas así”.
Historias de cómo un triunfo (o varios) pueden cambiar (ayudar) monetariamente la vida de jugadores que siempre corrieron desde atrás y hoy, con mucho sacrificio, pueden empezar a ser parte del circo grande del tenis.
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