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Roland Garros: la rueda de auxilio del tenis argentino y el fuerte vínculo que va más allá de los resultados
El destino siempre se empeña por vincular al tenis argentino con Roland Garros. Es extraordinario que siga sucediendo, pero sucede. El 6 de octubre de 2020 quedará marcado por siempre como otra jornada histórica para el tenis nacional después de que Diego Schwartzman (28 años) y Nadia Podoroska (23) se ganaran un lugar en las semifinales del Abierto de Francia, algo que no ocurría a nivel individual en certámenes de Grand Slam desde hacía 16 años, también en el Bois de Boulogne. El 6 de octubre no es una fecha más para el torneo más importante del mundo sobre polvo de ladrillo. Ese mismo día, pero de 1888 y en la isla de La Réunion, nació Eugène Adrien Roland Georges Garros, un apasionado del rugby que mucho antes de darle su nombre al certamen parisiense fue un pionero de la aviación francesa. Fallecido en acción durante la Primera Guerra Mundial, se destacó por realizar el primer viaje sin escalas atravesando el Mediterráneo desde Frejus [en el sur de Francia] a Bizerta [Túnez]; con el detalle particular de que el biplano sufrió una falla en el motor y, al aterrizar, sólo le quedaban cinco litros de combustible.
A los Peques, Schwartzman y Podoroska, les sobra combustible. Como también le rebasaba ímpetu a Guillermo Vilas. Es verdad que el padre del tenis argentino dio un primer gran golpe en el circuito ganando el Masters de 1974, en Melbourne, pero en verdad fue en 1977, en el Abierto de Francia, tras derrotar en la final al estadounidense Brian Gottfried, cuando su figura se encumbró como leyenda. El zurdo, que hasta la aparición de Rafael Nadal era el hombre con mejores marcas sobre polvo de ladrillo en París, jugó el último partido de su carrera en Roland Garros, en 1989: perdió en la primera ronda frente al italiano Claudio Pistolesi por 6-1, 6-3 y 6-4. Además de la temporada en la que ganó el trofeo, Vilas jugó otras tres finales en la tierra de París: 1975, 1978 y 1982.
Roland Garros fue, es y será la rueda de auxilio del tenis nacional. Roland Garros fue Vilas. Pero también las semifinales de Enrique Morea (1953 y 1954) y el campeonato en doble mixto (1950). Fueron las dos semifinales de José Luis Clerc (en 1981 y 1982; único Grand Slam donde Batata llegó a clasificarse entre los mejores cuatro); las cinco semifinales de Gabriela Sabatini (1985, 1987, 1988, 1991 y 1992; en la primera, con apenas 15 años y tres semanas, todo un suceso). Fue el título de doble mixto de Javier Frana y Patricia Tarabini (1996) y las semifinales de Franco Squillari en 2000, punto de partida para el nacimiento de la Legión. Las semifinales de singles de Paola Suárez en 2004 y los cuatro títulos en dobles de la pergaminense (2001, 2002, 2004 y 2005).
Roland Garros fue el escenario, en 2004, de la única final argentina en un Grand Slam: la batalla deportiva y psicológica ganada por Gastón Gaudio ante Guillermo Coria. Un año después, fue la final de Mariano Puerta frente a Nadal y el escándalo del doping del cordobés. Fueron las semifinales de Raquel Giscafré (1974), Clarisa Fernández (2002), David Nalbandian (2004 y 2006) y Juan Martín del Potro (2009 y 2018). Fueron los campeonatos juniors y los títulos ganados por el Lobito Fernández, una referencia del tenis adaptado.
Hay magnetismo entre los clubes de nuestro país y Roland Garros. Hay algo que tiene que ver con la idiosincrasia argentina. El Abierto de Francia se luce en el Bois de Boulogne. Los clubes más tradicionales de Buenos Aires se instalaron en los bosques de Palermo, diseñados por Carlos Thays, al estilo del pulmón parisiense. Existe una atracción cultural desde lo arquitectónico. Buenos Aires fue concebida en su modernización, a principios del siglo XX, como una ciudad que miraba hacia París como modelo. El juego, además, estuvo emparentado con la escuela francesa y el revés a una mano desde los 40. Hay un por qué: la contratación, por parte del Tenis Club Argentino, de Robert Ramillon. Jugador de exquisita técnica y profesor francés, llegó a la Argentina con 32 años, en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, para enseñarle el deporte a unos 150 cadetes del club.
"A pesar de no participar en campeonatos por tratarse de un profesional, impresionaba por ser un jugador aguerrido, voluntarioso. Sus desplazamientos eran elásticos. Tanto de drive como de revés hacía un backswing amplio, rítmico y acompasado, que se detenía un instante en el top y luego, en forma veloz, solía sorprender con firme ataque", fueron algunos conceptos sobre Ramillon escritos el periodista Roberto Andersen, en el libro ‘Historia del tenis en la Argentina’. Morea fue el mejor alumno de francés y, desde allí, su mensaje se diseminó de generación en generación.
La enseñanza del tenis en la Argentina marca diferencias. Cada cancha en el barrio o la ciudad que sea tiene el profesor con su canasto. Se trata de un trabajo de orfebrería. Trabajan de sol a sol e, históricamente, en la mayoría de los casos la Asociación Argentina de Tenis no sabe quiénes son por carecer de un padrón que aglutine la información sobre esos formadores. Esos mismos profesores, muchas veces, deben dejar el país para seguir adelante en su tarea tenística. Son numerosos los casos de los entrenadores que están diseminados por el mundo. Escuelas europeas, estadounidenses y asiáticas contratan profesores nacionales. Jugadores del circuito tienen en sus equipos profesionales de nuestra región.
Obstáculos geográficos, carencias económicas, limitaciones estructurales. Salvo los jugadores de la Legión, que se favorecieron de uno de los pocos costados positivos de la convertibilidad, pudiendo viajar al exterior y competir, los tenistas argentinos fueron (y son) cuentapropistas que actúan siendo sus propias empresas. Muchos, sin recursos, pidiendo prestado o, en algunos casos, atados a contratos abusivos o leoninos. Una vez que se despegan de la etapa de desarrollo y junior, llega la más espinosa, de transición al profesionalismo. Y muchos se quedan solos en el camino. En los últimos 45 años, desde el surgimiento masivo de Vilas, ninguna dirigencia de la AAT cambió el modelo. Hay acciones fortuitas y hasta milagrosas, pero aquel que llegó a la elite lo hizo por esfuerzos personales y familiares.
Podoroska y Schwartzman atraviesan un viaje por París que, en algún momento y pese a los obstáculos que tuvieron, soñaron. La rosarina, que entró en el Bois de Boulogne siendo la 131° del ranking y se aseguró ser Top 50, ayer practicó en la cancha 3 de Roland Garros y hoy jugará frente a la polaca Iga Swiatek. El porteño, que será Top 10 por primera vez, ensayó en la cancha contigua, en la 4. Dos courts históricamente elegidos por Rafa Nadal, el doce veces campeón en París y próximo rival del Peque, pero este viernes.
Puede vincularse a un sentido de pertenencia, a los resultados o a un aspecto cultural. Pero, como siempre, cuando hay dificultades, inclusive en un año angustiante de pandemia y en el que mucha gente quedó en el camino, Roland Garros aparece para convertirse en la rueda de auxilio del tenis argentino.
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