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Roland Garros. Rafael Nadal, el optimista que supera los límites, desinfló el corazón de Schwartzman y jugará las semifinales
El español derrotó al argentino por 6-4, 4-6, 6-4 y 6-0, y ya es uno de los mejores cuatro del Abierto de Francia por decimocuarta vez en su carrera; el Peque, corajudo y con una condición física estupenda, fue un obstáculo hasta que el mallorquín reaccionó y lo desmoralizó
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A Rafael Nadal le restaba un obstáculo para ser uno de los mejores cuatro de Roland Garros por decimocuarta vez en su carrera, pero antes debía enfrentarse con un gladiador que hacía ocho meses lo había derrumbado sobre el polvo de ladrillo romano. Diego Schwartzman, formado en la Argentina, pero ferviente admirador de la disciplina del tenis español, se presentaba, sin dudas, como un estorbo de riesgo. Ninguno defraudó. Construyeron uno de los mejores partidos del torneo, el porteño logró llevar al límite al Matador en muchos momentos, pero -como casi siempre-, el actual número 3 del mundo superó las dificultades, terminó desinflando a su contrario y triunfó por 6-4, 4-6, 6-4 y 6-0, en 2h45m. Ahora, su único escollo con la final del domingo en el Bois de Boulogne será el viernes, ante el serbio Novak Djokovic (1°), que le ganó en cuatro sets al italiano Matteo Berrettini (9°).
Desde un primer momento Nadal se encontró con condiciones climáticas amables para su juego. Cuanto mayor es la temperatura ambiente, más pica y rota la pelota, situación siempre ideal para los tiros cargados de revoluciones del español. Con 27 grados y sólo un 40% de humedad, Nadal se plantó -como marca la historia- con firmeza e iniciativa sobre el polvo de ladrillo parisiense, intentando castigar la pelota para abrir, irritar y retrasar a Schwartzman (décimo cabeza de serie). El Peque, corajudo y atento, aceptó el intercambio de golpes jugando muy cerca de la línea de fondo; por momentos, lógicamente, se mostró algo asfixiando por el arsenal de Nadal (que quebró en el sexto game y se adelantó 4-2), pero se mantuvo con optimismo y recuperó rápido el break (3-4).
Nadal, que nunca se detiene, volvió a poner presión sobre el servicio del porteño: Diego sacó 0-40, se defendió bien y llegó al deuce, pero Rafa continuó insistiendo, tuvo una cuarta chance de quiebre en el game y no la dejó escapar (5-3). Ya con su saque, el mallorquín defendió su juego, siguió empujando a Schwartzman (cometió 12 errores no forzados) y se adueñó del primer set (6-3; fue el primer parcial perdido por Diego en el torneo).
Vencer a Nadal en el Abierto de Francia es el mayor desafío que existe en el mundo del tenis (trece títulos y, antes de medirse con el Peque, 104 triunfos en 106 partidos). Además, los registros indicaban que cada vez que Rafa había ganado el primer set en París luego se quedaba con el match (96-0). Schwartzman, muy consciente de la gloria del Matador, mantuvo la agresividad y continuó impactando con fuerza y profundidad. Nunca nadie le regaló nada a Diego y, ante los cinco mil espectadores que disfrutaron desde las butacas del Philippe Chatrier, se unió a la fiesta, siendo inteligente en su estrategia. Después de un valioso game de saque en la apertura del segundo set, el argentino le quebró el servicio a Nadal (2-0) y se fue al descanso 3-0, antes de llegar a la hora de partido.
Pero Rafa, que desmoraliza hasta al ganador del Gordo de Navidad, pareció resolver los picantes reveses cruzados de Diego, su drive coqueteó con las esquinas de la cancha, le cortó el envión en el cuarto game son su saque (1-3) y, en un abrir y cerrar de ojos, le volvió a romper el servicio al jugador entrenado por Juan Ignacio Chela y preparado físicamente por Martiniano Orazi (2-3).
Rafa se volvió a meter en el partido, defendió su saque en cero (3-3). Pero el Peque ganó un puntazo después de recorrer todos los rincones (para el 30-0, con drops, smash y globo), con el que se ganó una ovación del público y cargó combustible anímico (4-3). Nadal sacó con pelotas nuevas e igualó el score (4-4), aunque cometiendo más errores de lo convencional y luciendo algunas grietas. “¡Diego! ¡Diego! ¡Diego!”, rugió el estadio cuando el argentino se llevó el noveno game sin perder puntos (5-4). La tensión aumentó y Schwartzman, frío, dio un golpe sobre la mesa: le rompió el saque a Nadal y se quedó con el segundo set (6-4). El último parcial que el español había concedido en Roland Garros había sido en la final de 2019, ante Dominic Thiem: la racha se cortó en 36 sets.
Muy extrañamente, Nadal mostró ciertas debilidades sobre la misma tierra en la que construyó la mayor porción de su leyenda. “Diego está con un nivel extra de confianza”, había advertido Rafa, ante los micrófonos, antes del match. “Diego es un jugador que se mueve bien, es listo y valiente. Sale a ganar, sin miedo. Eso le convierte en un rival temible”, había avisado Francis Roig, uno de los dos entrenadores del mallorquín (el otro es Carlos Moya). Y Schwartzman, con lucidez y una capacidad atlética estupenda, cimentó sobre el court semejantes elogios. El tercer set, muy cerrado y con escaso margen de error, fue un intercambio de tiros milimétricos y movimientos ardientes. Llegaron al noveno game sin sacarse ventaja (4-4), pero Nadal apretó los dientes, presionó, amedrentó, le generó dos oportunidades de quiebre a Schwartzman y, en la segunda, lo concretó (5-4). Se desahogó. La fiera gritó. Y terminó el trabajo defendiendo su saque en cero (6-4). Para Diego fue un golpe al mentón.
Schwartzman asumió el desafío frente a Nadal con un amplio historial en contra (1-10) y habiéndole ganado cuatro sets de los 29 que había jugado ante el español, sin embargo, ello no fue un factor de intimidación. Claro que se encontró con uno de los competidores más feroces de la historia, que ostenta la capacidad de suplir las falencias con el poder de la mente y terminó enmarañado. Diego empezó sacando en el cuarto set y cedió su servicio por quinta vez (0-1). Tras casi dos horas y media de acción, Diego sintió el impacto anímico.
Nadal, con jerarquía, no disminuyó el fuego y volvió a hacerle añicos el saque al Peque en el tercer juego (3-0). Lo abrumó como nunca en el partido, encadenó winners y volvió a despojarlo del servicio al argentino en el quinto game (5-0). Con el reloj marcando las 18.16 en París, Nadal cerró otra obra maestra en el Philippe Chatrier. Diego, despedido con una ovación, jugó con el corazón y un partido extraordinario hasta que se quedó sin combustible: en los próximos días saldrá del Top 10, pero después de varias semanas con altibajos en la gira europea en canchas lentas tendrá que valorar lo logrado en Roland Garros. Debería ser un punto de recuperación para el resto de la temporada.
“El primer set fue parejo, se definió por detalles. Quizás algunos errores míos más que aciertos de él, como yo gané el segundo, que más que aciertos míos hubo errores de él. En el tercero fue mi mejor momento del partido. Él cometía varios errores desde el fondo y yo estaba sacando bien. Hasta el 4-3 gané cómodos los games de mi saque. El game que me quiebra fue muy fino. Antes del cuarto set él se fue al baño, veníamos de una intensidad alta y ese parate me costó, sobre todo en los dos primeros games. Después fue una tromba que prácticamente no me dejó jugar ningún punto”, analizó Schwartzman.
“En el segundo set estaba golpeando corto y mi bola no tenía la longitud necesaria para jugar contra un jugador como Schwartman. Sabía que si me serenaba, si hacía armónico mi gesto de golpear, volvería a mi mejor nivel. Hoy (por ayer) salió bien y a partir de ahí jugué mi mejor nivel en el torneo y eso es una buena noticia”, aportó el ex número 1.
Just listen to that crowd 📣❤️
— Roland-Garros (@rolandgarros) June 9, 2021
Plenty to be proud of, @dieschwartzman 👏#RolandGarros pic.twitter.com/yvEyhTH4LN
Nadal llegó a París buscando ganar la Copa de los Mosqueteros por quinto año consecutivo y encumbrarse como el tenista con más trofeos de Grand Slam de todos los tiempos, con 21 (superando los 20 de Roger Federer). Por momentos, su objetivo pareció estar en riesgo ante Schwartzman, pero supo reaccionar para enderezar el barco y seguir navegando por aguas amigables hasta la orilla. Más gloria lo espera.
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