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Roland Garros. Nicolás Kicker da fe: el valor familiar mueve montañas
El bonaerense, de 24 años, debutó en un Grand Slam y logró el triunfo de su vida; los padres lo ayudan económicamente y en la crianza de su hijo, que también disfruta de Roland Garros: "A Bastian no lo puedo sacar de la guardería"
PARIS.- En el día de los campeones, algunos de ellos muy grandes, él también se sintió gigante. Nadal, Djokovic, Muguruza, todos vivieron experiencias significativas. El español relanzado en busca de más gloria inició la carrera hacia la décima consagración en Roland Garros con los nervios y la ansiedad de quien todavía no logró nada, mostrando su excelsa calidad de competidor e incluso haciéndolo revolcar contra la red al muy buen jugador francés Benoit Paire. El serbio estrenó coach y sponsor: le ganó con amplitud al español Marcel Granollers, aunque no se enteró de que camino a los vestuarios, en el Players Lounge, Andre Agassi firmó autógrafos como si nunca se hubiese retirado: si hasta ni modificó esa forma de caminar tan particular, veloz y de pasos cortitos. La venezolana nacionalizada española se debatió en una lucha interior que la tuvo a maltraer y algo tensa: la de querer disfrutar de su condición de defensora del título sin que ello la sacara de foco. Igual no pasó sobresaltos ante una ex campeona como la italiana Francesca Schiavone, que proyecta su adiós acaso para después del US Open.
Pero a Nicolás Kicker , de 24 años, en este día no hay historia de famosos que lo pueda conmover más que la propia. Por eso le cuesta saber cómo festejar. Hasta que encuentra la manera: esa bandera de Merlo, su lugar de origen en territorio bonaerense. Le dan ganas de abrazar al pequeño Bastian (sí, como Martín Demichelis, el nombre del hijo hace honor a Schweinsteiger, el ex volante alemán), que ya anda por los cuatro años y cada tanto lo puede sumar a algún viajecito, como aquí. Sabe mucho Kicker de cómo regular los ingresos: le sigue pidiendo prestado dinero a sus padres para poder costearse la experiencia de jugar al tenis profesionalmente. Su nombre no era de los conocidos porque "no figuraba ni entre los 10 mejores de mi camada, que es la 92, la de Schwartzman, Collarini, Olivo y Argüello. Había muchísimos jugadores en esa categoría. Justo era el boom de la Legión".
Con apellido de descendencia austríaca, su reacción ante los grandes desafíos que se le presentaron tuvieron sus circunstancias. La paternidad de joven, no buscada, le dio temores. "Me saco el sombrero ante mi familia. No es divertido saber que vas a ser papá a los 19. Me apoyaron mucho, hoy lo siguen haciendo, en la vida y en mi carrera", admitió. Hoy disfruta de su pequeño, que lo recarga de energía. Separado de la mamá de Bastian hace dos años y medio, se reparten la crianza del niño, que pasa sus días en la guardería de Roland Garros, junto con los hijos de Berlocq, Zeballos y Cuevas. Lo ayudan en esta gira sus padres y un tío. "Hay diez mil juguetes ahí, no lo puedo sacar. Es como un jardín de infantes", acota.
La otra gran decisión fue saltar de categoría. Se sentía muy cómodo en los Futures y no quería asumir el pase a exigencias mayores. Un día asumió el reto y empezó a lidiar con los challengers, más algunas pruebas en clasificaciones de torneos de ATP; incluso llegar a jugar la qualy de Roland Garros en 2016. Arrancó ese año entre los 180 y lo terminó 110. Perdió los temores. Hasta que llegó esa semana mágica de Río, en febrero pasado: hizo cuartos en el ATP 500 tras partir desde desde la etapa previa, metiéndose en el top 100. Eso, sumado a los cuartos en Lyon la semana pasada, con éxitos sobre Nick Kyrgios (19°) y Dustin Brown (75°), lo hicieron más visible. Y le dieron más confianza.
Hoy todos saben que también le gustaba mucho el fútbol, que simpatiza con Vélez (juega interclubes y es agasajado cada año), que se manejaba solo como si fuese un turista armando sus viajes por internet buscando los mejores precios y sin caérsele los anillos por hacer una combinación desventajosa. Y hasta cargando en el bolso los 5 o 6 kilos de su máquina encordadora, al estilo Paula Ormaechea y tantos otros jugadores que saben lo que es ahorrar hasta en los mínimos detalles cuando el presupuesto no abunda.
El destino quiso que en la cancha 15, donde horas antes Schwartzman, su karma en la época de juniors, había ganado una batalla de cinco sets sobre el ruso Andrey Rublev, Kicker lograra la victoria más importante de su vida, en 2h13m, ante el bosnio Damir Dzumhur por 3-6, 6-2, 6-3 y 6-4. Debut y triunfo en un Grand Slam. Sí, también cotizan en bolsa esos 35.000 euros que entran de un impulso. Para qué explicárselo a él, que lo sabe como ninguno. Los Grand Slam tiene eso: pueden ser devastadores, llevar a jugar 4 o 5 horas bajo un sol y temperaturas inmisericordes, pero brindan sus beneficios para jugadores que, a diferencia de las grandes estrellas que sólo piensan en la gloria, siguen por una suerte de web mental el minuto a minuto de sus finanzas.
"Es la victoria más grande de mi vida. Debut y triunfo en Grand Slam. No pienso tanto en la plata cuando juego, pero sé que esto, que ya es el mayor cheque que vi en mi vida, sumado a lo de Lyon y a que voy a jugar en Wimbledon, me ayuda mucho. Imaginate que le sigo pidiendo plata a mis padres para financiarme. Es una fortuna. Por suerte también juego interclubes en Alemania y eso me ayuda para devolverles. No hay reclamos por deudas en la familia, ja", acota risueñamente. Sin dudas el hecho de que su "sponsor" no necesite de papeles ni de convenios que muchas veces preocupan más de la cuenta lo libera mentalmente. Y acerca de su estilo, con revés de una mano y derecha agresiva, dice que no lo cambia. "Soy así, de tirar, busco el punto. Es la idea que tengo siempre", afirma, dándole crédito a que sus drives cruzados ganadores no son casualidad. Hasta hace poco trabajó con Juan Pablo Brzezicki. "Es como un hermano para mi. Estuvimos juntos cuatro años y medio y me enseñó muchísimo. Fue clave en la etapa de desarrollo. Me pidió él de dejar de acompañarme, porque tiene su academia, su familia. Ahora estoy con Fabián Blengino, pero más con Juan Pablo Gándara".
Y ahora se viene el uruguayo, oriundo de Entre Ríos, Pablo Cuevas . "Compartimos entrenamientos. Los dos tenemos revés de una mano. Va a ser un partido raro para lo que es el circuito hoy. Pero lindo. Duro, es un gran jugador, está demostrado. Pero es tenis, uno contra uno dentro de la cancha, y a disfrutarlo. Lo conozco mucho. El hermano, Bebu, además es de Vélez. No hay misterios".
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