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Roland Garros. La ucraniana Marta Kostyuk no saludó a su rival, la bielorrusa Aryna Sabalenka, y sentenció: “Generaliza sus respuestas; no la respeto”
La jugadora nacida en Kiev, que rechaza abiertamente a sus rivales de Rusia y Belarús por la guerra iniciada por el Kremlin, ignoró a la N° 2 en la cancha y luego la criticó con acidez
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PARÍS (Enviado especial).- Las callecitas internas del predio de Roland Garros, en el primer día grande del certamen, con la apertura del cuadro principal, es lo más parecido a una estación de trenes de Buenos Aires en horario pico. Abruma la cantidad de público que hay en cada rincón; caminar desde un extremo al otro en el Bois de Boulogne puede demorar tediosos momentos. Hay atascamientos, pero los espectadores sonríen, intentan disfrutar de la aventura en uno de los eventos tenísticos más prestigiosos, donde, además, no es sencillo conseguir entradas para los partidos. Es tanta la oferta de atracciones del día número uno que resulta imposible estar con los ojos en todos lados.
La jornada comienza con Nadia Podoroska, semifinalista en 2020 y ausente en esta ciudad el año pasado, ganando con sencillez frente a una invitada local (6-0 y 6-2 a Jessika Ponchet, 123°). Está muy satisfecha la rosarina tras lucirse en el coqueto estadio 14, sobre el final del predio (“Jugué el mejor partido de los últimos cuatro o cinco”), pero sabe que en la próxima ronda subirá la categoría del desafío (la checa Karolina Muchova, 43°, que dio la sorpesa al batir a la griega Maria Sakkari, la octava preclasificada, en sets corridos). Mientras, en el Suzanne-Lenglen, el segundo estadio en jerarquía, el ruso Karen Khachanov frustra al público francés al ganar la primera gran batalla del certamen: tras casi cuatro horas y en cinco sets, ante el local Constant Lestienne.
Más allá, en una de las canchas cercanas al jardín botánico, se despide el 20° preclasificado, el británico Daniel Evans, ante el invitado australiano Thanasi Kokkinakis. El griego Stefanos Tsitsipas, quinto favorito y finalista del Abierto de Francia hace dos años, salvó una tarea pobre venciendo al 455° (el checo Jiri Vesely) en cuatro sets. Sin embargo, las chispas saltan desde el escenario central. Los fuegos artificiales se lanzan desde el corazón del Philippe-Chatrier.
La invasión bélica de Rusia a Ucrania dividió el vestuario, sobre todo el femenino, donde la tensión entre las jugadoras del país atacado por el Kremlin y las rusas (y bielorrusas) no se oculta ni se esconde por debajo de la alfombra. Hay tirantez, angustia, lágrimas. Marta Kostyuk, nacida en Kiev hace 20 años y 39° del ranking, es una de las tenistas ucranianas más activas e involucradas con los efectos que padece su país de origen. Se mudó a Montecarlo para escapar del conflicto y les niega el saludo a sus rivales de Rusia y Belarús. Lo volvió a hace este domingo, en el court principal, tras perder con Aryna Sabalenka (2°; Minsk) por 6-3 y 6-2. Una porción del público francés abucheó la actitud de Kostyuk, que le estrechó la mano únicamente a la jueza de silla, la sueca Louise Engzell, pasando por delante de Sabalenka, ignorándola. Hubo un momento de confusión, ya que la vencedora creyó que los silbidos eran para ella, entonces respondió en forma irónica con una reverencial teatral. Pero se acercó a su equipo y le explicaron que la molestia era por la ucraniana.
“No entendía lo que estaba pasando. Todos sabemos que las chicas ucranianas no nos dan la mano, así que no es ninguna sorpresa. Tal vez fue una sorpresa para la gente aquí. Lo vieron como una falta de respeto (que Kostyuk no la saludara), pero al principio pensé que los silbidos eran para mí. Así que dije: ‘Ok, ¿qué se supone que debo hacer?’. Hablé con mi equipo para asegurarme de que entendía. Pero gracias al público y perdón por lo que hice primero (la reverencia)”, expresó Sabalenka, última campeona del Abierto de Australia.
Sabalenka admitió que antes del debut en París estaba nerviosa preguntándose si los espectadores la hostigarían. “Estaba preocupada. Sobre la guerra, lo he dicho muchas, muchas veces: nadie en este mundo, y eso incluye a los atletas rusos y bielorrusos, apoya esta guerra. ¿Cómo podríamos apoyar esta guerra? Por supuesto que no apoyamos. Y si pudiéramos detenerla, lo haríamos. Desafortunadamente, no está en nuestras manos. Entiendo por qué no quieren darnos la mano. Si nos dan la mano, ¿qué les sucederá del lado ucraniano? Lo entiendo. Y sé que no es personal. Y ella no se merece dejar la cancha así (con silbidos)”, amplió Sabalenka. Pero Kostyuk no aceptó el mensaje de Sabalenka: “Siempre generaliza en sus respuestas y lo que tiene que hacer es decir cuál es su opinión al respecto. Dice que todos los atletas rusos y bielorrusos están en contra de la guerra y yo conozco a algunos que están a favor. De hecho, las estadísticas dicen que un 85 por ciento de los rusos están a favor”.
Sanguínea y sin ocultar sus sentimientos; así se maneja la ucraniana que, en marzo pasado, al ganar su primer título WTA (en Austin), tampoco saludó a su rival, la rusa Varvara Gracheva. Luego, durante el discurso en la ceremonia de premiación, la triunfadora no se dirigió a su rival y tampoco compartieron la tradicional fotografía. “Que (Sabalenka) diga a quién apoya. Yo nunca he dicho que la odie, pero evidentemente no la respeto. Han pasado quince meses desde que empezó todo y ningún ruso o bielorruso se interesó por mi situación”, amplió Kostyuk (una porción de su familia permanece en Kiev).
Indignada con la reprobación del público en Roland Garros, Kostyuk afirmó, sin pisar el freno: “Quiero ver la reacción de esta gente en diez años, cuando haya terminado la guerra. Creo que no estarán satisfechos de sí mismos cuando vuelvan a pensar lo que hicieron. Yo había dicho que no le daría la mano y no sé por qué la gente pensó que iba a cambiar de opinión”.
La conferencia de prensa de Sabalenka incluyó un intercambio de palabras con un periodista de un medio de Ucrania, que le pidió que fuera más específica con sus opiniones sobre la guerra. Varias veces Sabalenka recibió críticas por argumentar constantemente que cree que el deporte debe permanecer fuera de la política. Incluso, es señalada porque en 2021 asistió al discurso de año nuevo de Alexander Lukashenko, el presidente de Belarús que muestra su apoyo incondicional a Vladimir Putin.
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