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Roland Garros. Guillermo Coria regresó a París después de 14 años: “Tener buena relación y charlar con todo el mundo vale más que todo lo que uno ganó en una carrera”
El capitán del equipo de Copa Davis acompañó a los argentinos en la primera semana del torneo; a los 40 lo impresiona el transcurso del tiempo: “Me da un poco de miedo lo rápido que pasa todo”
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PARÍS.– Eligió seguir todo desde un rincón en la tribuna, acompañado por Martín García, el subcapitán, con bajo perfil. Guillermo Coria pasó por Roland Garros, en su función de capitán del equipo argentino de Copa Davis. Con la misión de observar a todos los jugadores nacionales, conversar con ellos, conocer sus planes. Falta mucho para la primera etapa de las finales por la Ensaladera, que la Argentina disputará en Boloña, por el grupo A, frente a Suecia (el 13 de septiembre), Italia (el 16) y Croacia (el 17). En caso de finalizar entre los dos primeros, accederá a los cuartos de final, que se desarrollarán en Málaga a fines de noviembre. Para los ritmos y calendarios del tenis, es demasiado tiempo por delante. Pero Coria quiere estar cerca de los jugadores, de la numerosa delegación de 14 nombres que, entre singles y dobles, protagonizaron la primera semana del abierto francés.
Al mismo tiempo, Coria sabe que no es un torneo más. Roland Garros lo marcó a fuego: el triunfo rutilante sobre Andre Agassi, la semifinal de 2003, la final perdida contra Gastón Gaudio en 2004, y al fin, la despedida en 2008, con un traspié en la primera rueda frente a Tommy Robredo. Desde entonces, nunca había regresado a París. Hasta esta temporada. Y entonces, vuelven algunas sensaciones, y hay emociones nuevas. “Desde hacía 14 años no venía. Y es el primer torneo al que viajo, fuera del ATP de Buenos Aires y el de Córdoba. Mirá: cuando jugué aquel partido con Robredo, salí de la cancha casi seguro de que iba a ser mi última participación, y pensé «qué lindo sería volver algún día con mis hijos. Sería un sueño». Y ahora, varios años después, en el primer torneo al que viajo fuera de Argentina, estoy aquí con mis hijos [Thiago y Delfina] y con mi mujer [Carla Francovigh]”, cuenta el Mago a LA NACION, durante un ratito libre en medio de los partidos.
Y Coria, que hace poco cumplió 40 años, reflexiona: “Pasa todo muy rápido. Me parece que fue ayer que estaba jugando. Vengo acá, y no parece que fue tanto tiempo atrás. Aparte, en muchos lugares está trabajando la misma gente que en mi época de jugador; me tratan con el mismo cariño, el mismo respeto. Pasé muchos años acá como junior, como profesional; momentos muy lindos. Estoy muy feliz de estar acá... Y me da un poco de miedo lo rápido que pasa todo. Y me doy cuenta de que pasaron 15, 18 años. Y no puede ser, no puedo creerlo. El año que viene van a ser 20 del partido con Agassi, y me parece que fue hace... no sé, cuatro o cinco años. Pero, ¿20 años, ya? Es increíble”.
El ex número 3 del mundo camina por los alrededores del estadio Philippe Chatrier, testigo de varias jornadas memorables en las que fue protagonista. Claro, no es el mismo escenario de aquellos tiempos. “El estadio es impresionante. Te digo la verdad: siento que volví a mi casa. Los recuerdos de junior, de profesional. Si hubiera regresado a los cuatro o cinco años, quizás hasta me daban ganas de jugar. Las canchas están perfectas, todo impecable. Dan ganas de pelotear un ratito”, suelta con un poco de nostalgia. “Acá se respira tenis, me encontré con ex jugadores a los que no veía desde hacía mil años. Se notan las canas, las arrugas, ja. Pero compartimos cosas fuertes y durante mucho tiempo. Tener buena relación y charlar con todo el mundo vale más que todo lo que uno ganó en una carrera”, sostiene, casi en una declaración de principios.
–¿Qué extrañabas más de todo esto?
–Cuando uno es jugador, tiene esas cosquillas... El estrés en el buen sentido, la preocupación por jugar bien, estar concentrado. Son esas sensaciones que, después, cuando ya no está en el tenis, extraña con locura. Ojo, no es que me arrepiento ni me vuelvo loco por volver a sentir esa adrenalina, pero son sensaciones que da el tenis, estos torneos, que no uno no vuelve a sentir con nada más. Yo podía llegar mal, sin confianza, jugando mal, pero entraba acá y me transformaba, me cambiaba el chip, y jugaba bien. Y volvían las buenas sensaciones, la energía, las ganas. Lo mismo me pasaba en Montecarlo. Eso es lo que extraño. Es algo que recuerdo ahora de lo que uno sintió en estos torneos.
–¿Y algo que te guste vivir ahora aquí?
–Lo que hoy disfruto es caminar por el medio de la calle del club, tranquilo. Por ahí alguno que me reconoce me pide algún autógrafo, y nada más. Pero voy tranquilo, eso es lo más lindo. Cuando era jugador no podía andar por acá, tenía que tomar atajos por la parte de atrás, el sector pegado a la calle, para ir rápido al estadio. Entonces disfruto mucho todo esto, ver a toda esta gente fanática del tenis. El que juega quizás está en una burbuja y no ve toda la pasión del público que está caminando acá.
–Te retiraste muy joven...
–Sí, pero siempre dije que iba a retirarme joven para tener hijos desde joven, porque no iba a ser fácil tener hijos y al mismo tiempo ser jugador, por cómo era yo, por todo lo preocupado que soy por ellos. Veo a mis hijos felices de la vida, disfrutando acá, viendo tenis, caminando donde yo jugué. Lo disfruto. Están contentos. No les importa el tenis, me acompañan a mí, aprovechan a ver al tío [Federico, el hermano menor de Guillermo], y los veo crecer sin presiones. No es que crecieron con tenis, tenis, tenis todo el tiempo en la cabeza. Tengo que explicarles... Mirá: el nene me preguntó ayer: “¿por qué renunciaste al tenis?”. Así dijo: “Renunciaste”. “Y vos podrías estar acá, jugando con el tío Fede”. Y yo voy contándoles y respondiéndoles. Ellos saben que éste era mi lugar preferido, entonces observan todo cada minuto.
–Imagino que ahora tus hijos están conociendo un poco más tu etapa de jugador.
–Hace dos años, durante la pandemia, hice una vitrina en casa y ahí puse los trofeos. Pero a los chicos no les importa, y está bien. Miran un poco de tenis solamente cuando juega Fede. Ellos creen que yo soy conocido por ser el hermano del tío Fede, ja. Pero estoy contento. Ellos no crecen con la obligación de seguir los pasos de uno. Van al colegio, hacen deporte, y todo con libertad. Que hagan lo que quieran.
–Ahora, como capitán, te toca ver muchas cosas desde otra perspectiva. ¿Entendés en este momento al capitán que te seguía hace veinte años?
–Sí, eso es todo nuevo para mí. Es un torneo importante, y no se trata de estar encima de los que llevan varios años en el circuito, como Peque [Schwartzman], Delbonis, Machi [González], Zebolla [Horacio Zeballos]... Estar con Cachin, con [Rodríguez] Taverna, con Tomi Etcheverry, con Camilo Ugo... Los veo ganar y sé que ese partido les cambia todo, y no pierden la humildad, y siguen. Y yo les digo: “Disfruten esto, porque son más los días difíciles que los buenos, pero sin perder el objetivo. Esto tiene que servirles para darse cuenta de que pueden, de que todas esas frustraciones, el esfuerzo, tienen su premio al fin. Nosotros hacemos hincapié en ellos, en darles herramientas. Me hacen acordarme de mí cuando daba mis primeros pasos y tenía que ponerme a cocinar, y ganaba partidos y no me mareaba, porque había que seguir. Nosotros tenemos ese objetivo, el de estar cerca de todos.
–En su momento, la Legión contó con estabilidad económica en el país para salir. Da la impresión de que a esta generación se le hizo más difícil con el cambio de moneda, la pandemia, pocos torneos. ¿Coincidís? ¿Te piden consejos?
–Es que son tímidos, no se animan. Tengo que decirles que se acerquen, que me pregunten. Para nosotros es importante que sientan que estamos al lado de ellos. Y no es algo de ahora; queremos darles lugar a los que están en el puesto 300, 400. Uno no debe acercarse a los chicos después de que tienen buenos resultados: hay que estar antes. A mí me fue bien, tuve buenos resultados, era buen jugador, pero también veía a mis compañeros, los que iban quedando en el camino, y lo importante que era sentirse convocado, lo que sentían cuando no los llamaban. Por eso nos enfocamos mucho en el segundo, tercer, cuarto pelotones. Queremos que se sientan parte. No siempre tienen que ser o sentirse los mejores, pero si estamos cerca eso puede darles una motivación extra. Y esto que lograron acá, de entrar desde la qualy, de jugarla, es un mensaje para todos los que vienen detrás. Acá jugaron 14, más los de la qualy que no pasaron al cuadro principal. Son muchos, ¿eh? Tenemos una camada, porque se metieron Fran [Cerúndolo], Juanma [Cerúndolo], Tomi [Etcheverry]; está Báez. Son todos pibes que crecieron juntos. Y si uno ve que el otro puede, se anima. Es un poco el efecto contagio que nos pasó a nosotros. Quizás lleva un poco más de tiempo, pero vamos por el buen camino. Lo que hizo Báez es espectacular.
–Los jugadores también solicitaban un poco más de diálogo, ¿no?
–Bueno, pero estuvo la pandemia. A Gastón [Gaudio, el anterior capitán] se le complicó viajar. Reencontrarte con los jugadores directamente en la Davis es un poco chocante, lo sé. Acá yo tengo la ventaja de que conozco a todos; tenemos mucha relación y eso ayuda en el día por día. Y tampoco nos llevamos tantos años. Luego, cuando asumimos, primeramente nos agarró la devaluación fuerte, y después nos tocó la pandemia. Ahora estamos haciendo estos challengers, vamos acompañando. Desde Gaby Sabatini hacia abajo, vamos tirando todos adelante para que esto crezca. Esto es todo esfuerzo, el tenista argentino es así. Venimos todos de clase media-baja, somos luchadores. Ganar un partido acá, llegar a Roland Garros después de estar en la pandemia, no tener un mango para pagar un entrenamiento... ¿Cómo no van a dejar la vida, si todo les cuesta un montón? A mí pone muy feliz lo que están consiguiendo. Ellos pueden, tienen con qué.
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