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Roland Garros. "Fuerza, Belén": la historia detrás de la emotiva dedicatoria de Renzo Olivo en su día de gloria
Pasó de los 12 a los 16 años en una academia francesa solo; con coraje le ganóa Tsonga y se lo dedicó a una chica cuya historia lo marcó a fuego
PARIS.- Durmió poco y nada. Se sobresaltó varias veces en la madrugada, excitado por la adrenalina propia de lo que habían sido esas 3h24m de tenis con Jo-Wilfried Tsonga, pero también preocupado por la respiración irregular de su papá, Antonio, que dormía en la cama de al lado, afectado por una gripe severa y molesta. Se levantó preguntándose lo mismo que cuando se acostó: "¿Habré dejado pasar la ocasión más importante de mi carrera?". Jugó 10 puntos en 7 minutos con saque del rival y ganó el game del éxtasis y del partido en el cuarto match-point. Les pidió perdón a los franceses en su idioma. Pero cuando debía estar pensando en muchas otras cosas, Renzo Olivo mostró cuán profunda es su sensibilidad y al tomar la fibra que le alcanzaron escribió sobre el lente de la cámara "Fuerza Belén, estoy con vos".
Belén es una chica de 25 años que Olivo no conoce. Sí sabe que está atravesando problemas de salud. Que se hizo fanática de él. Y que a través del médico le formuló un pedido especial antes de Roland Garros: una remera firmada por Renzo. El tenista rosarino le mandó un mensaje diciéndole que la quiere conocer y que la va a visitar en el hospital apenas regrese a la Argentina. Cuando Antonio lo vio en plena dedicatoria, se quebró. La familia de un jugador profesional sabe el significado que tienen victorias como éstas, lo esperadas que son porque pueden modificar radicalmente una carrera, pero lo que seguramente conmovió a su papá fue comprobar (¡como si no lo supiera!) que su chico es de buena madera. Capaz de gestos nobles, solidarios y llenos de afecto.
Cuando salió el sorteo, todos me ponían caras y me decían 'Uffff, Tsonga'. Pero siempre me tuve confianza y por eso gané
Luego de perder 8 primeras ruedas y no sortear dos clasificaciones en el año, con un cuarto de final en Ecuador como producción más importante, además de sentir que la interrupción del día anterior acaso le había arrebatado la chance de su vida hasta aquí -ganarle a una figura de Francia en la central de Roland Garros-, Olivo, con 25 años, conmovió a todos con su extraordinario partido de 3h31m y victoria por 7-5, 6-4, 6-7 (6) y 6-4. Un tenis impactante por su valentía, actitud, poniendo en aprietos a Tsonga en ambas jornadas y mostrando incluso más agallas que el consagrado francés, más preocupado el martes por interrumpir el partido que por seguir. "No se veía nada en el 5-2 del cuarto set, pero yo quería terminarlo. No nos dejaron", dijo Renzo.
Integrante de la camada '92, que tiene a Diego Schwartzman, Facundo Agüello, Agustín Velotti, Andrea Collarini y Nicolás Kicker, Olivo no duda: "El mejorcito de nosotros era Collarini". Se trata de una camada voluminosa, que tomó a chicos de 12 años en pleno auge de la Legión, siguiendo los pasos de Nalbandian, Coria y Gaudio, entre otros. Sorprendió a todos al hablar en francés en medio del estadio, entrevistado por el ex jugador Cedric Pioline. Es que Olivo aprendió el idioma por haber estado cuatro años radicado en Francia en la academia de Patrick Mouratouglou, el ex novio y entrenador de Serena Williams. No fue fácil esa época: de los 12 a los 16 años. "No me gusta mucho hablar de eso porque no la pasé bien los primeros seis meses. Los sufrí: no sabía el idioma, ni francés ni inglés, y estaba solo. Era chico y extrañaba horrores. Encima yo siempre fui muy familiero. Después me acomodé un poco y creo que aunque no me sirvió tenísticamente como hubiese querido, me favoreció para hacerme más fuerte", rememora, sin poder evitar que los ojos le brillen.
Hincha de Newell's, aunque cuentan que no fanático: es probable que si a la misma hora juega Barcelona, se incline por ver a Messi, Suárez y Neymar, en virtud de que le gusta el fútbol bien jugado. Eso sí, se intercambia mensajes con los jugadores del equipo leproso y alguna vez participó de eventos del club. Pero en Rosario nadie se olvida de aquel día, hace siete años, en el que tenía que jugar una final de un Futures en el Club Gimnasia y Esgrima, de esa ciudad. Olivo solía ponerse muy nervioso por la presencia de su padre en las tribunas y le pidió que no fuera a verlo para estar más sereno. Antonio no se lo quería perder, pero tampoco perjudicar a su hijo. Fue… disfrazado. "Me puse barba, bigotes, una ropa y sombrero vaqueros. Me instalé en una tribuna. Nunca me reconoció. Nadie en realidad supo que era yo. Me gusta ver sus partidos en silencio. Después, cuando se lo comentó una periodista de la televisión en plena nota y me marcó, no lo podía creer…".
La noche fue difícil. Me dio fuerza mi equipo, mi entorno. Lo transformé en algo positivo
Como a tantos otros jugadores, Olivo tuvo que atravesar distintas etapas para desarrollarse sin que le sobrase demasiado. La familia fue su soporte económico en ese despegue profesional. Su padre tiene un complejo deportivo, con canchas de distintos deportes, y no puede desatender la fuente de ingresos principal. Pero Renzo es una debilidad. Y cuando él lo llamó por teléfono, pidiéndole "por favor vení a Roland Garros para estar conmigo", a las pocas horas ya estaba ultimando detalles del viaje a París. De aquellos tiempos en que lo ponía nervioso a estos en los que le pide que esté. Maduración y diferentes miradas.
Con tres hermanos (Rocío, Gianni y Álvaro), Renzo no suele pedirle a la madre, Miriam, su comida favorita cuando regresa de una gira: nada comparado con los asados que prepara Antonio y que lo pueden. Desde chico llamó la atención una característica: su tendencia a jugar con cualquier pelotita, sea de tenis, de ping pong o lo que fuere. Mismo con monedas sobre la mesa a ver quién la arrimaba más cerca durante los almuerzos. Cuando no tiene cancha libre en el complejo del padre, pelotea un rato en la de squash. En cuanto a su personalidad, siempre se destacó por su simplicidad, rectitud y honestidad. Aunque sí se reconoce en su entorno que necesita al lado a alguien que le marque pautas de conducta, que lo ordene. Hace un mes empezó a trabajar con Javier Nalbandian, el hermano de David, y los progresos en ese sentido fueron notorios. Se siente muy cómodo. Lo que no le falta es fuerza de voluntad: cuando pierde en un torneo, enseguida se focaliza en lo que viene. No decae. Se le reconoce una fortaleza mental que, en rigor, mostró con creces en el partido frente a Tsonga. Admira esa cualidad de Andy Murray, la cabeza del escocés.
Este jueves volverá a la cancha para enfrentar al joven británico Kyle Edmund, el colorado de 22 años, 49° del mundo y al que Guido Pella superó en la inolvidable primera jornada en Glasgow. De tan sincero que es, no pudo evitar reconocer con picardía: "Sí, les pedí perdón a los franceses porque sé lo valioso que es para ellos Tsonga, pero no sé si lo siento tanto de verdad…" Claro que por su cabeza seguían pasando las sensaciones de la impactante victoria. Y realizó su analogía: "¿Con qué puedo comparar este triunfo? Y, es tan grande como cuando Messi venga para jugar en Newell's".
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