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Realidad compleja: la Argentina, sin juniors varones en Roland Garros por primera vez en diez años
Por distintos motivos (la pandemia, falta de competencia local y limitaciones económicas), esta temporada no se clasificaron jugadores de nuestro país para el cuadro masculino Sub 18 en París, algo que no ocurría desde 2011; Solana Sierra, entre las chicas, la única representante
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Roland Garros es el torneo en el que los argentinos sueñan jugar desde la primera vez que empuñan una raqueta. Y competir en el cuadro de juniors sobre el polvo de ladrillo de París, antes de que lleguen las espinosas exigencias del profesionalismo, es un objetivo al que aspiran todos los menores de 18 años. Desde que la competencia de juniors en el Abierto de Francia se realizó por primera vez (en 1947 para los hombres y en 1953 para las mujeres), nuestro país tuvo seis títulos individuales y nueve finalistas. Sin embargo, este año, por primera vez en una década, no hubo representantes varones de la Argentina en el cuadro (sólo la marplatense Solana Sierra entre las chicas), un hecho que preocupa y, al margen de la capacidad de la nueva camada, expone las dificultades con las que hoy se encuentran los tenistas jóvenes del país que aspiran a dar el salto.
Destacarse en la competencia junior de Roland Garros o de los otros Grand Slam no es garantía de éxito en el profesionalismo. Sin embargo, poder jugarlos posee un enorme valor por distintos motivos. Por el plano emocional y el desafío deportivo de mayor nivel. Por la vidriera que implica estar allí: los nuevos jugadores son observados y apuntados por potenciales sponsors, agentes, organizadores de torneos, espectadores, periodistas. En los majors también pueden tener la chance de conocer y entrar en calor con los mejores del tour (le pasó a Mateo Martínez con Rafael Nadal antes de las semifinales de 2012; una experiencia que aun hoy el bonaerense recuerda). Son los certámenes a los que los juniors sueñan con volver pronto como “adultos”.
Después de que en 2010 la Argentina tuviera cuatro juniors en el cuadro masculino (Agustín Velotti, el campeón, más Renzo Olivo, Facundo Mena y Facundo Argüello; Andrea Collarini, finalista, compitió para EE.UU.), nuestro país no contó con varones en París al año siguiente. Después de 2011, en cada temporada hubo raquetas nacionales entre los chicos durante la segunda semana del certamen, cuando suelen competir los menores de 18 años: Martínez y Juan Ignacio Galarza (2012); Pedro Cachin (2013); Francisco Bahamonde y Matías Zukas (2014); Manuel Peña López, Franco Capalbo y Juan Pablo Ficovich (2015); Francisco Vittar, Tomás Etcheverry y Genaro Olivieri (2016); Thiago Tirante, Sebastián Báez, Axel Geller y Juan Pablo Grassi Mazzuchi (2017); Báez, Tirante, Juan Manuel Cerúndolo y Facundo Díaz Acosta (2018); Tirante, Román Burruchaga, Juan Bautista Torres y Alejo Lingua Lavallén (2019) y Juan Bautista Torres y Alex Barrena en 2020. Pero la cadena se cortó este año.
Ezequiel Monferrer (18 años, 74° del mundo, el junior mejor ubicado del país) fue el argentino que más cerca estuvo de jugar en Roland Garros, pero su ranking no le permitió ingresar (en París sólo se permitieron entradas directas, sin clasificación; sí tiene asegurado un lugar en la qualy de Wimbledon). Nacido en Misiones, se mudó hace un tiempo a la Ciudad de Buenos Aires para entrenarse en una academia. Una marca de origen francés lo provee de raquetas e indumentaria, pero no tiene auspiciantes que financien su carrera.
Su padre, Leo, licenciado en administración, cuenta que entre “gente amiga” que lo ayuda económicamente y el aprovechamiento de la Ley de Sponsorización de Misiones (aportes privados para los deportistas o clubes a cambio de incentivos fiscales), logra que Ezequiel pueda desarrollarse y soñar con ser profesional. Sin embargo, todo es muy costoso. El papá de Monferrer calcula que un mes en Buenos Aires equivale a un desembolso de US$ 1000, tomándose en cuenta “nutricionista, psicólogo, la academia, preparador físico, alquiler del departamento, etcétera”. Y añade: “Teniendo en cuenta los viajes y las giras, el gasto aproximado de una temporada completa es de 80.000 dólares, aunque también puede ser más”.
Las categorías de los torneos juniors, de mayor a menor, se dividen por Grand Slam, que son parte de los eventos Grado A junto a otros tradicionales certámenes como el Orange Bowl, la Copa Bonfiglio o el Banana Bowl (o denominados JA), los Grado 1/B1, Grado 2/B2, Grado 3/B3 y Grado 4 y 5. El ranking de un jugador se formula a partir de la combinación entre los seis mejores resultados en singles y un porcentaje de dobles. Un detalle no menor: existe una diferencia muy amplia entre los puntos que reparten unos y otros torneos.
▶️ Retour sur les victoires 🇫🇷 de la journée dans le tableau juniors !#RolandGarros pic.twitter.com/3ymCD2c9B7
— FFT (@FFTennis) June 6, 2021
En noviembre de 2019 se jugó el último torneo junior en el país: fue un Grado 5 (o J5; el que menos puntos reparte) en Macabi, ganado por Matías Iturbe. Desde entonces, los juniors argentinos con intenciones de competir y crecer en el ranking debieron viajar al exterior, algo que no todos pudieron, claro. Es más: ante la falta de posibilidades locales hubo varios que dejaron de jugar u optaron por otro camino (liga universitaria en EE.UU.). No todos tuvieron la posibilidad, por ejemplo, de Monferrer, que desde octubre del año pasado, cuando se reanudó el circuito tras el parate por la pandemia, jugó en Turquía, España, EE.UU., Paraguay, Brasil, Colombia, Portugal, Alemania, Austria y Polonia. Así y todo, al misionero no le alcanzó para lograr los puntos necesarios para ingresar en Roland Garros (entraron los mejores 56).
Un ejemplo del valor de la competencia junior local es el del colombiano Johan Rodríguez Rodríguez: terminó 2020 en el puesto 234°, pero tres buenos resultados en la región (dos de ellos en su país, en el JB1 de Armenia y en el J1 de Barranquilla), lo impulsaron al grupo de “privilegio” y compitió en el Abierto de Francia. También hubo otros varones sudamericanos compitiendo en París: Pedro Boscardin Dias (Brasil, 6°), Álvaro Meza (Ecuador, 27°), Adolfo Vallejo (Paraguay, 33°), Gonzalo Bueno (Perú, 49°) y Joao Loureiro (Brasil, 51°).
Desde el inicio de 2019 a la actualidad, la Argentina es el tercer país de la región que menos torneos juniors organizó: cinco (un G2, un G3 y tres G3, todos en aquella temporada). Chile, desde entonces, hizo cuatro y, Uruguay, dos. En el mismo período, en el podio están Brasil, que realizó 14 (8 de esos de las categorías más altas); Colombia, con 12; y Paraguay, con 10. Consultada por LA NACION, la Asociación Argentina de Tenis, en el año de su centenario, comunicó que la carencia de torneos juniors no se debió a una “falta de voluntad” sino, en buena medida, a los efectos de la pandemia y a las limitaciones que encontraron desde la Dirección Nacional de Migraciones para la realización de eventos internacionales (implican un movimiento de extranjeros en el país), acción que impulsó la suspensión, por ejemplo, de la tradicional Copa Vendimia, en Mendoza.
Franco Squillari, director de Desarrollo de la AAT, comentó a LA NACION: “Se sumaron factores para que no hubiera chicos en el cuadro masculino. El año pasado, por la pandemia, los juniors no pudieron viajar y, algunos que este año deberían haber podido entrar y competir por carriles normales, no pudieron. Cuando no compiten no suman puntos ITF y no logran clasificar a los Grado A, como Roland Garros. Tampoco es señal de alarma la ausencia porque en la etapa de inserción los chicos vienen muy bien, con seis o siete representantes para meterse dentro de los cien mejores. En Desarrollo hacemos énfasis en esa área tanto o igual que en el Sub 18. (Jannik) Sinner no jugó juniors, prácticamente, y (Lorenzo) Musetti sí. No hay reglas fijas sobre cómo llevar un juvenil. En Argentina, por la pandemia, el año pasado no se han podido jugar los torneos ITF que tenemos en calendario. Antes de la pandemia veníamos bien. Hay varios proyectos buenos en el país”.
Sierra es el mayor proyecto junior del tenis nacional femenino. De 16 años y 31° del ranking, esta semana jugó su primer Roland Garros, al que se clasificó por los buenos resultados obtenidos (así y todo, tuvo la mitad de torneos jugados que la 1ª favorita en París, Victoria Jiménez Kasintseva, de Andorra: 43 contra 20). Solana tuvo un sorteo espinoso, ante la checa Linda Fruhvirtova (11ª favorita), y cayó en la 1ª ronda en singles (y en dobles). En agosto pasado firmó un convenio con Tennium, la compañía con sede en Barcelona propietaria del ATP de Buenos Aires, para su representación (pero no recibe apoyo económico). Viaja y se desarrolla con recursos familiares: su padre, Omar, le comentó a LA NACION que utilizan ahorros y ajustan sus finanzas, además de recibir una beca de 5000 pesos mensuales por parte de la Secretaria de deportes de la Nación. Claro que el desembolso para cada torneo en el exterior es de aproximadamente 2000 dólares...
En Roland Garros, Sierra tuvo el beneficio de ser apuntalada por la ITF: por estar dentro de las mejores 50 del mundo y provenir de un país en vías de desarrollo, fue integrada a un equipo de la Federación Internacional que le sostiene los gastos. De otra manera hubiera sido difícil que pudiera viajar.
Hay trece jugadores varones argentinos en el Top 500 de ITF y varios de ellos, como Lautaro Midón (17 años; 118°) o Juan Manuel La Serna (17; 217°) podrían jugar el próximo año en Roland Garros. También podría Nicolás Eli (312°), inclusive hasta en 2023, ya que tiene 16 años. Dependerá de la evolución. Entre las chicas argentinas hoy hay cinco entre las mejores 500, con Luciana Moyano (15; 168°) y Lucía Peyre (15; 194°) tratando de seguir los pasos de Sierra.
La Argentina, que tuvo campeones juniors de Roland Garros como Gabriela Sabatini (1984), Patricia Tarabini (1986), Guillermo Pérez Roldán (1986 y ’87), Mariano Zabaleta (1995), Guillermo Coria (1999) y Velotti (2010), además de numerosos finalistas en singles y campeones en dobles, hoy lucha contra una realidad mucho más compleja.
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