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Raúl Pérez Roldán rompió el silencio tras la acusación de maltrato y estafa de su hijo Guillermo
Firme en el mensaje y en el timbre de voz. Sin exteriorizar pudor. Sin transmitir arrepentimiento. Sin insolencia ni enojo. Con disciplina. Convencido. Con aparente indiferencia por lo que se pueda decir. Raúl Pérez Roldán, el creador de la productiva escuela tandilense de tenis, que desde el domingo pasado quedó en el ojo de la tormenta pública luego de que su hijo, Guillermo Pérez Roldán, número 13 del ranking mundial de singles en 1988, confesara, por primera vez en su vida a un medio, haber sido víctima de su "maltrato físico" y "estafa económica", no dio un paso atrás.
Desde que Guillermo, doble ganador de Roland Garros junior a mediados de los 80, decidió alterar el foco de la entrevista que había mantenido desde Santiago de Chile con LA NACION y expulsar un dolor que lo carcome por dentro desde hace más de 25 años, el impacto movió cimientos. En Tandil, donde se desarrolló la escuela de tenis en el Club Independiente y mucha gente conocía algunos polémicos comportamientos de Raúl; en Olavarría, donde éste fue, durante dos temporadas, entrenador del Club Estudiantes y se marchó con diferencias; en Chile, donde Guillermo reside actualmente y fue coach, entre otros, de Cristian Garín y Nicolás Massú; en Europa, donde obtuvo muy buenos resultados; en los Estados Unidos. En un sinfín de puntos geográficos.
"Hubiese preferido tener un peor entrenador y un mejor padre", fue uno de los testimonios de Guillermo, ex jugador de Copa Davis, muy popular en los 80 y 90. Y mucho más: "Terminé mi carrera y a los tres meses era pobre. La estafa la descubrí en 1994. Así fue: llamé al banco de afuera, pedí una plata para irme de vacaciones y no había más. Y había varios millones de dólares. Si yo te contara realmente las cosas fuertes, como perder un partido, entrar en una habitación y que te peguen una piña en medio de la boca con el puño cerrado. Y yo las corría todas, eh. O que te metan la cabeza en un baño o que te agarren a cintazos arriba de una cama. O un robo de cuatro o cinco millones de dólares".
LA NACION intentó, en varias oportunidades, contactar a Raúl Pérez Roldán antes de la publicación del reportaje (el último domingo) para conocer su versión de los hechos y darle oportunidad de realizar algún tipo de descargo, pero el ex entrenador, nacido en 1945, había optado por el silencio. La misma posición tomó Mariana Pérez Roldán, 51° del ranking en 1988, que también padeció la rigidez de su padre (en Roland Garros 1988 se lesionó, jugó un partido con la rodilla rota, su padre no la cuidó y ahí terminó su carrera).
Sin embargo, ayer por la tarde, Raúl Pérez Roldán contestó, por primera vez, la comunicación telefónica de LA NACION. La conversación fue breve: duró cuatro minutos. Y la misma se transcribe a continuación:
–Raúl, queremos conocer su versión sobre lo que contó su hijo, Guillermo.
–No, no, no. Yo no quiero dar ninguna opinión, ninguna defensa y mucho menos en contra de mi hijo o a favor mío. Este es un asunto familiar que se tiene que arreglar familiarmente, pero como en casi todas las oportunidades, el periodismo daña. Y entonces yo no voy a emitir opinión. Y como te digo de nuevo, yo no te conozco, si te conociera te diría exactamente lo mismo y no voy a emitir opinión.
–Le hago una aclaración: quien decidió cambiar la esencia de la entrevista y desahogarse fue Guillermo.
–Sí, está bien. Yo no compro ese diario y no lo vi, y como digo, son cosas familiares y para arreglarlas familiarmente, internamente.
–¿Llamaría a su hijo para hablar sobre lo que pasó?
–No, no, esas son cosas mías. No voy a hablar con nadie primero para avisarle si voy a hablar o no. Es, como repito, un tema absolutamente familiar. Ni una, ni media, ni un cuarto de palabra en contra de Guillermo ni en defensa de lo que él haya dicho. Nos juntaremos en alguna oportunidad. Chile está complicado con el coronavirus, nosotros también y no es el momento. No se puede viajar. Así que esto, indudablemente, no se puede hablar por teléfono y ya veremos. Es todo.
Conciso. Inquebrantable. Sin temblores en la voz. Después del "es todo", Raúl Pérez Roldán se despidió con un "adiós" y cortó la comunicación.
Qué es de la vida de Raúl Pérez Roldán
Hasta aproximadamente quince días antes del inicio de la cuarentena, Raúl estuvo yendo al Club Independiente para supervisar el entrenamiento de dos jugadoras que llegaron desde la India. Quienes lo vieron en el club centenario de la avenida Avellaneda, en la ciudad serrana, contaron que, incluso con ciertas dificultades físicas, entraba en la cancha y seguía los movimientos de las jugadoras.
En la reciente charla con LA NACION, Guillermo contó algo en común que tiene con su padre y que descubrió hace unos años: la epilepsia. Y narró la situación que atravesó hace seis o siete años que pudo ser mortal. "Mis padres salieron ilesos de un accidente de auto. Pero como a la semana a mi viejo le dio una situación de epilepsia por primera vez en su vida, cuando yo toda mi vida tuve epilepsia. Hace seis o siete años tuve un paro respiratorio, estaba entrenándome. Fue la única vez que tuve un personal trainer, lo había contratado una semana antes, y el tipo me salvó la vida". Y añadió: "Cuando mi viejo estuvo mal, mi vieja [Liliana Sagarzazu] me relató bien los episodios, cómo habían sido. Y hablando descubrí que lo estaban tratando por la presión arterial, por cualquier cosa. Y yo le aclaré: ‘Mirá que lo que tiene es epilepsia’. Entonces le cambiaron la medicación y se recuperó".
Guillermo Pérez Roldán creyó que el nacimiento de su tercer hijo sería un motivo que podría romper con la distancia. Inclusive, le envió fotos de las ecografías del embarazo por WhatsApp, pero no obtuvo ninguna respuesta. Ello volvió a sacudirlo emocionalmente.
Pese a todo el daño que le provocó, según la propia confesión de Guillermo (en octubre cumplirá 51 años), éste desearía que alguna vez su padre le "diera un abrazo". Por convencimiento de su segunda mujer, Daniela, con quien tuvo un hijo el 15 de este mes (Damián), Guillermo invitó a sus padres al casamiento que celebraron en Chile, hace poco más de tres años. Sin embargo, todo volvió para atrás. Otra vez, la angustia. "Volvió a defraudarme. Volví a confiar y de nuevo tuve otro puñalazo por la espalda. Entonces es difícil. Alguna vez me gustaría [darle un abrazo], antes de morir alguno de nosotros, entre los cuales me incluyo", le contó, apesadumbrado, Guillermo, ganador de nueve títulos ATP, a LA NACION. Y amplió: "Quisiera entender alguna vez, al menos tener una charla y saber: '¿Por qué siempre cagándome?'. Esa es la pregunta que me hago. '¿Qué satisfacción te da haberme cagado todo en la cara todos estos años?’".
Sensible, el propio ex tenista creyó que el nacimiento de su tercer hijo sería un motivo que podría romper con la distancia y acercarlo a su padre, pero volvió a equivocarse. Guillermo, inclusive, le envió fotos de las ecografías del embarazo por WhatsApp, pero no obtuvo ninguna respuesta. Ello volvió a sacudirlo emocionalmente. Lo derrumbó, una vez más. "Mirá que le di oportunidades, eh. Y nada", susurró Pérez Roldán, el mismo que a los 18 años, con la fortaleza de un toro, llevó al límite a un N° 1 como Ivan Lendl, en la final de Roma 1988 (el checo nacionalizado estadounidense terminó venciendo en cinco sets).
Desde la publicación de la entrevista, Guillermo Pérez Roldán no dejó de recibir mensajes de apoyo. Muchos de ellos lo hicieron quebrarse de la emoción. Le escribió gente del mundo del tenis, además, que hacía tiempo no lo contactaba. Advertido de que LA NACION se había comunicado con su padre, solamente agregó: "No voy a hablar más cosas en contra de mis padres. Lo dicho, dicho está. Es parte de mi vida. Es lo que sufrí. Y tampoco le prohibiría [a Raúl] que viera a sus nietas [Agustina, de 25 años, y Chiara, de 14, que viven en Italia]. Todo este dolor y todo lo que se generó por mi confesión, quiero canalizarlo en algo positivo. Quiero transformarlo en algún proyecto para que ningún chico vuelva a sufrir maltrato. Después, que mi viejo haga lo que quiera".
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