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Nadal cruzó las puertas de la eternidad: le ganó una histórica batalla a Medvedev, se quedó con el Australian Open y es el más ganador de la historia
El ruso logró los dos primeros sets, pero el español lo dio vuelta y conquistó su 21° Grand Slam
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Es leyenda. En la enésima resurrección de su carrera, Rafael Nadal logró otra hazaña y venció al ruso Daniil Medvedev en una maratónica batalla de 5h24 minutos por 2-6, 6-7 (5-7), 6-4, 6-4 y 7-5 y conquistó el Australian Open, el 21er Grand Slam de su carrera, por lo que se convierte en el tenista más ganador de la historia superando a Novak Djokovic y Roger Federer, que quedaron con 20 títulos.
Medvedev, que venía de vencer en el US Open 2021 a Djokovic, parece ser el nombre indicado para tomar el control del circuito después de años de dominio del Big 3. Pero el más batallador de la vieja guardia no se entregó. Y dio muestras de ser una de las mentes más poderosas y competitivas de la historia del deporte mundial. Nadal supera por primera vez a Federer tras una larga persecución que empezó en 2005, cuando logró su primer major, en Roland Garros. Además, se encumbra como el cuarto hombre en obtener al menos dos títulos en cada uno de los cuatro grandes (sólo lo habían conseguido Roy Emerson, Rod Laver y Djokovic).
“Rafa deberá asumir riesgos, abrir ángulos e intentar no enredarse en la táctica envolvente de Medvedev”, anticipó Toni Nadal en su habitual columna del diario El País. Consciente de no poder especular ni dejar pelotas a mitad de camino frente a un robot con tiros de rayo láser y generoso alcance de brazos, así lo hizo Rafa, con un juego más osado.
La subida a la red, como en la noche de septiembre de 2019 en la definición de Flushing Meadows (victoria del español en cinco sets, en la que avanzó 66 veces a volear), fue una estrategia que intentó emplear desde el inicio con valentía, pero sin efectividad. Sus latigazos de drive tampoco ostentaron la pimienta habitual. En ese escenario, el moscovita lució cómodo desde la base del court, aprovechó el bajo porcentaje de Nadal con el servicio (además de cometer dos doble faltas) y lo fue acorralando. Oportunista, le quebró el saque al mallorquín dos veces (en el quinto y séptimo game) y se adueñó del primer parcial, en 42 minutos.
Sudando muchísimo en una tarde/noche australiana con 28 grados y un 57% de humedad, Nadal apeló a su sobresaliente espíritu competitivo. Insistió en la búsqueda de los ángulos y comenzó a construir los puntos con el objetivo de desplazar y desgastar a Medvedev: y por momentos lo consiguió. Dio un golpe sobre la mesa al quebrarle el saque al ruso en el cuarto game (3-1), pero el número 2 del ranking recuperó el rompimiento (3-4). Rafa, el hombre que sabe desmoralizar hasta al más optimista, volvió a hacer daño y le quebró el servicio al jugador entrenado por el francés Gilles Cervara (5-3).
El parcial se interrumpió por un momento por la invasión de un espectador que reclamó por los refugiados en Australia. Tras el momento de alteración continuó la acción en el Rod Laver Arena. Nadal llegó a tener punto para set sirviendo 5-3, pero la mente fría de Medvedev le permitió desanudar el problema, quebrar e irse al descanso 4-5. Sacó e igualó 5-5. Siguieron batallando y llegaron al valiosísimo tie-break. Fue un subibaja de emociones. Nadal dio el primer paso, pero Medvedev -lejos de acobardarse- luchó, presionó y terminó ganándolo por 7-5. Llegaron a esa instancia con una amplia diferencia de errores no forzados: 36 del español contra 18 del ruso.
Aunque sus gestos parecían los de un jugador desmoralizado y vencido en el arranque del tercer set, no necesitó mucho Nadal para aferrarse al partido. En cuanto Medvedev bajó la guardia por un instante... se lanzó sobre él.
La incomodidad del trece veces campeón de Roland Garros fue aumentando en la medida que no podía generarle dificultades a Medvedev, ni siquiera con tiros profundos. El ruso, bien plantado sobre la línea de base, casi no tuvo problema para devolver (sus sobrepiques fueron extraordinarios). Pero el amor propio hizo que Nadal se sostuviera en el partido y empezó a sacar cada vez mejor. Claro que en el sexto game estuvo contra las cuerdas, sirvió 0-40, pero levantó las chances de quiebre del ruso (3-3). Ese fue, sin dudas, un momento clave en la final ya que de haberlo aprovechado Medvedev se hubiera adelantado dos sets a cero y 4-2 en el tercero, con el saque en su favor. Pero la fortaleza mental de Nadal lo sostuvo.
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Medvedev empezó a cometer errores -hasta ese momento- inéditos y cedió su servicio en el noveno game. Con el reloj marcando las tres horas y cinco minutos de juego, Nadal rugió. Nunca se puede dar por vencido a un gladiador como él. Sacó y ya no dudó: 6-4 para que un nuevo escenario se abriera en la final. Nadal, que había apuntado el 54% de primeros servicios en el primer parcial y el 53% en el segundo, concluyó el tercer set con un 82% (y el 70% de puntos ganados con el primer servicio).
Con la batería casi agotada
Nadal tuvo que nadar en contra de la corriente desde los primeros momentos del cuarto set. Sacando 0-1, defendió dos break points (1-1). Pero en un abrir y cerrar de ojos, se encontró con doble oportunidad de quiebre en el siguiente game: Medvedev salvó la primera con un ace, pero luego cometió una doble falta (su tercera del match) y concedió el saque. Aplaudió irónicamente al público, recibió algunos silbidos y al sentarse en su banco recibió masajes del fisioterapeuta en su pierna izquierda. Nadal volvió a quebrar en el quinto game (recién en el séptimo break point) y estiró la diferencia con su servicio (4-2).
Con el reloj marcando las cuatro horas de partido, los 35 años de Nadal parecieron empezar a pesar en el desarrollo del juego. Sacó 4-3 y 15-40. Medvedev advirtió estar ante una muy buena oportunidad. Pero el primer punto de quiebre lo salvó Rafa con un drive cruzado y, el segundo, con un intento de drop de Medvedev que quedó en la red. Con suspenso, Nadal sostuvo su servicio (5-3). Los fanáticos del Matador se encendieron. Rafa tuvo un set point con el moscovita al servicio, pero éste se terminaría defendiendo. Nadal, que parecía agotado, con los últimos restos de su batería en funcionamiento, sin embargo prevaleció. Sacó para ganar el set y lo hizo con autoridad (6-4). El Rod Laver Arena deliró. La final del Australian Open se estiró al cinematográfico quinto set.
Nadal, por ser campeón de Australia, recibirá un premio de 2.875.000 dólares australianos, mientras que Medvedev, como subcampeón, embolsará 1.575.000.
Agotados en el aspecto físico y emocional, construyeron un último set de ensueño. Nadal tuvo rápidamente una chance de quiebre, pero el ruso se escapó de las artimañas de su rival. Sin embargo, insistente, Nadal le quebró el saque en el quinto juego (3-2). Medvedev tuvo tres oportunidades de rompimiento en el sexto game, con el manacorí sirviendo 3-2, pero Nadal, después de 13 minutos y 39 segundos de esfuerzo, sostuvo su saque (4-2). Nadal sacó para campeonato (5-4), pero el moscovita crispó el puño, Rafa dudó y cedió su servicio (5-5). Pero como si fuera una película de drama, Nadal tuvo una nueva oportunidad de quiebre y la aprovechó (6-5). Volvió a sacar para campeonato y ya no la dejó pasar (7-5).
All of us after that match 😅
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Con 35 años y 241 días, Nadal se encumbra como el cuarto jugador de mayor edad en ganar un título de Grand Slam. En este ranking de longevidad, Rosewall tiene la cifra más alta, al ganar en Australia 1972 con 37 años y 62 días. Y Federer se sitúa en segunda posición, ya que ganó su último título en Melbourne en 2018, con 36 años y 173 días. En un margen de siete meses, Nadal pasó de debatir su continuidad en el deporte de la raquetas por una lesión que lo apartó, entre otros torneos, de Wimbledon, los Juegos Olímpicos de Tokio y el US Open, a jugar su 29ª final de Grand Slam.
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En septiembre pasado, el exnúmero 1 del mundo (y actual número 5) estuvo caminando con muletas al realizarse un tratamiento por el síndrome de Muller-Weiss que padece (una enfermedad degenerativa que provoca una deformación de uno de los huesos situados en la parte central del pie, detectado por primera vez en 2005 y que fue corregida, de cierta manera, con la utilización de unas plantillas especiales). “Este es uno de los momentos más emocionantes de mi carrera y quedará dentro de mi corazón por mucho tiempo”, celebró Nadal, con los ojos humedecidos. Es uno de los mayores ejemplos de resiliencia de la historia y, en Melbourne, cruzó definitivamente las puertas de la eternidad.
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