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Qué importa lo que hiciera afuera, Nalbandian era un carnaval en la cancha
"Un deportista que estaba para mucho más". Es una frase que en las tertulias deportivas, en las charlas de café de tenis, en las carpas de prensa, entre los colegas, en las radios, en los canales, en los diarios, en definitiva, en todo ámbito en el que interesa el tenis, se escucha decir sobre David Nalbandian. Uno está para lo que está y lo que le interesa. Y punto. Es una pésima manía esto de hacer un análisis científico o probabilístico barato, diría en este caso, sobre lo que podría haber ocurrido si:
Mito n°1): "No le hubiese dado tanto a la joda"
Mito n°2): "Hubiese cuidado mejor su físico"
Miro n°3): "Se hubiese concentrado en ser el n°1"
A cada una de estas afirmaciones, se les puede oponer tesis similares:
1) Sin "tanta joda" (¿A qué se le llamará joda?) no hubiese tenido la cabeza despejada para estar por tantos años entre los mejores del mundo y ganándole a bestias como Federer o Nadal.
2) ¿Cuidar el físico? El deporte hiper profesional lo exige. Pero la vida no. "Sólo se vive una vez", dijo Nalbandian.
3) ¿Por qué tenemos que exigirle que sea el n°1? Y si no se concentró para ser n°1 y fue n°3, y le ganó a Federer y a Nadal, el valor de sus logros es supremo entonces. Es más: quizás si concentraba en ser n°1, la presión lo hubiese agobiado y poco habría logrado.
El deporte no es matemática ni ciencia. Por suerte. Hay imponderables. Hay creatividad. Hasta el gran Roger, que por momentos parece un autómata imbatible, no es un reloj suizo ¡Gracias a Dios! Es más, es por su capacidad creativa, artística, poiética, que quizás sea el más grande de todas las épocas. Y como el deporte no es una ciencia predictiva, no sabemos lo que hubiese pasado si David Nalbandian habría hecho caso a esas indicaciones que dieron tantos por doquier, para que sea el n°1 del mundo. Sabemos lo que fue. Un talento extraordinario. En lo personal, no admiro su carácter. No me cabe su soberbia. Sabemos lo que es. Un hombre cabrón, burlón y, a veces, hasta irrespetuoso y mal educado. Quizás por eso es aún mucho más interesante. Los "buenos" no interesan tanto (salvo que sean casi santos, ¿no?). Los "malos" suelen ser más atractivos. Y si Nalbandian era bueno o malo, que lo charle con su confesor de turno. Esto no es un tribunal de moral. Lo que sí coinciden detractores y fanáticos es que se lo va a extrañar. Porque no importa si uno odiaba o amaba al Nalbandian, él tenía la capacidad artística de sorprender dentro de una cancha, y de regalar golpes extraordinarios y emociones intensas, como en la Copa Davis. No sobran artistas en el deporte profesional. Eso se va extrañar. Y mucho.
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