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Qué hay detrás del doping
En los últimos quince años, el deporte argentino tuvo 78 casos positivos en diferentes disciplinas; los especialistas coinciden en el diagnóstico: escaso interés y previsión, problemas de entornos y falta de programas en las federaciones
La denuncia del diario L´Equipe actuó como un disparador sobre el tenis argentino. Verdad o no, el caso de Mariano Puerta, acusado por la publicación francesa de haber dado positivo con etilefrina en el control antidoping efectuado luego de disputar la final de Roland Garros ante Rafael Nadal, fue un manto de sombra que cubrió a todo el tenis de nuestro país, que en el caso de ser cierto sumaría tres casos en menos de siete meses, pues el finalista del abierto francés se sumaría a los ya confirmados de Guillermo Cañas -en período de apelación- y Mariano Hood, positivo con finasteride, también en Roland Garros.
El sacudón es inevitable y la posible situación invita a un estudio mayor sobre el asunto. Si se hace una mirada más amplia sobre el mundo del doping en la Argentina, puede comprobarse que, como una catarata a partir de la década del noventa, atletas de diversas disciplinas que se codearon en el primer mundo del deporte, tuvieron positivos: fútbol, tenis, atletismo, básquetbol, rugby, hockey sobre césped, ciclismo. Tomando en cuenta el primer antecedente, en 1969, fueron 98 los casos de doping: de ellos, 78 se produjeron desde 1990 hasta nuestros días.
Y si se profundiza en la mirada, como otra señal de alerta, se puede hacer una comparación: de los 25 casos de doping que hubo en los Juegos Olímpicos de Atenas, 21 correspondieron a atletas pertenecientes a países de Tercer Mundo.
Hurgar en este tema en lo mismo que caminar en un túnel, a oscuras, con voces de entornos de los protagonistas que aparecen y hablan, pero no se animan a dar la cara. Y en esos comentarios se descubre un submundo capaz de señalar los diferentes recorridos de un deportista, en un pendular camino que va desde la única ingesta de agua a la pócima salvadora de un yuyo de "uña de gato". Del líquido recuperador a la búsqueda de la elaboración de pastillas que contengan cafeína con enzima Q10 en dosis tan desproporcionadas que asusten hasta la propia farmacéutica que recibe el pedido sin receta.
Sentado frente a un amplio escritorio del Cenard que, según cuentan en los pasillos de la casa del alto rendimiento de nuestro país, alguna vez fue el dormitorio de Juan Domingo Perón cuando allí funcionaba la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), el doctor Carlos D´Angelo, coordinador del área de prevención y control antidoping de la Secretaría de Deporte de la Nación, entrega una de las definiciones más realistas de lo que ocurre en la actualidad en el mundo del deporte.
"El alto rendimiento en un juego por plata. A nadie le interesa que les saquen a los mejores jugadores, que son los que atraen los mejores dineros. Entonces, creo que lo mejor para comprender todo este mundo es empezar a ponernos de acuerdo sobre lo que estamos hablando y definir qué es deporte. Si lo miramos desde una concepción aristotélica, todo termina dentro del campo de juego; una segunda opción es el deporte como medio o vehículo de salud; la tercera, el alto rendimiento, que perdió la esencia natural del deporte. Es por ello que yo rescato a Marcelo Bielsa, Sergio Vigil o Emanuel Ginóbili, porque ellos le entregan al deporte un sentido de mayor libertad. ¿A qué me refiero? En el deporte de alto rendimiento, el deportista ha perdido su libertad y, por consiguiente, deja de ser creativo y se tiene que someter a un sistema. El tema es que, al igual que en otros órdenes de la vida, el creativo molesta, no se acomoda al grupo porque quiere su libertad", señala D´Angelo, de 71 años, médico de los equipos campeones de Chacarita (1969) y de Quilmes (1978) y responsable del laboratorio desde 1997, bajo la gestión de Hugo Porta, un centro muy bien equipado en el que se analizan alrededor de 6000 muestras por año.
-Desde la década del noventa, los argentinos han retomado los buenos resultados en la mayoría de los deportes de alto rendimiento. Pero también han sufrido casos de doping en todos. ¿A qué se debe?
-El doping es el emergente natural de la problemática que plantea el alto rendimiento. Veamos su estructura. Es superprofesionalizado; es mercantilista, todo se vende como en una exposición, desde una remera hasta el propio deportista. Su manejo político es brutal, con la utilización plena del deportista y de sus éxitos. ¿O acaso nos olvidamos de que Maradona fue embajador deportivo? El alto rendimiento es fraude para anular hasta la decisión de un arbitraje.
Y si somos más profundos, hoy es la cara del lavado de dinero. Basta ver qué sucede con los clubes de Inglaterra o Brasil para darnos cuenta de cómo es la historia. En ese contexto, ¿qué tiene de asombroso que un deportista tome algo para mantenerse? El deportista es el responsable, pero no nos podemos olvidar del contexto. Hay demasiadas razones.
-¿Cuáles?
-Vayamos al tenis. Un jugador va a Pekín, después a Viena y termina en los Estados Unidos. A un ciclista lo obligan a pasar en tres kilómetros del llano a la altura. La solución a este problema es humanizar al deporte otra vez. No puede haber una exigencia monstruosa que viola la fisiología humana, que la violenta. Es un tema que ya lo estamos tratando los médicos en los congresos de deontología médica para entender y saber cuál es nuestra responsabilidad.
-¿Por qué ocurrieron todos estos casos en el tenis argentino?
-El tenista es un nómada, que está solo en condiciones personales que oscilan, como cualquier ser humano, entre la ansiedad y la angustia. Y el medicamento, en muchos casos, entrega seguridad. Vivimos en sociedades químicas en las que todo el mundo toma algo. Y los deportistas son consumidores de esas sustancias. Igualmente, no se pueden ignorar determinadas cosas. Hay que ser cuidadosos, porque también se trata de una responsabilidad individual. Pero también creo que todos tenemos nuestras responsabilidades y no las podemos descargar: es fácil matar al tipo y sacarnos las culpas.
Por otro lado, el doctor Hernán J. Ferrari, secretario del Comité Olímpico Argentino y de la Comisión Nacional Antidoping, autor de la ley sancionada en 1997 y miembro de la Corte Arbitral del Deporte (CAS), en tribunal de Lausana en el que Guillermo Cañas está apelando los dos años de sanción aplicados por la ATP, es tajante cuando se le nombra la palabra doping.
"Normalmente, no se dice que el doping es una mala conducta y fraudulenta. Se dice pobre tipo, sin señalar que si incurrió en doping, hizo fraude. Es un principio no aceptado que eso es trampa y nadie lo dice abiertamente. Pero también creo que en la Argentina no se incurre en doping por el miedo a la sanción y no por la concepción de la idea de doping.
-D´Angelo, ¿cómo se trabaja en el tema de la prevención en la Argentina?
-Es el problema de todas las federaciones nacionales: no generan programas. Y el único camino para combatir el doping es generar esos debates en cada uno de los deportes. Se debe discutir: ¿cuál es el mundo con el que los deportistas se van a encontrar? y ¿cuál es el camino que emprendieron? La información debe ser internalizada entre los atletas. Hoy, la realidad argentina es la siguiente. La Secretaría de Deporte organiza dos cursos, uno en cada semestre. El primero está orientado a deportistas, dirigentes, entrenadores, profesores de educación física y periodistas. Se envían los anuncios a las federaciones y la representatividad es nula. Entonces, el Estado cumple con su rol de educar, de "formador de formadores", y no viene nadie.
En el segundo semestre, se hace lo mismo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en la cátedra de farmacología, para médicos, kinesiólogos, bioquímicos y nutricionistas. También se invita a todos, pero son pocos los que responden. ¿Quiere otro ejemplo? Antes de los Juegos Olímpicos de Atenas se invitó a todos los participantes (275) a formar parte de un curso de prevención. ¿Sabe cuántos vinieron? Apenas veinte...
-¿Y para usted, Ferrari?
-Creo que en la Argentina se sufren tres inconvenientes: uno, falta de previsión, llámelo campañas; dos, desprolijidad, porque el deportista que puede hacerlo y no se ocupa del asunto es un desprolijo, y, tres, falta de información, pero allí creo que el error es del entorno, porque un deportista profesional, que gana mucho dinero haciendo esa actividad, tiene que estar cuidado. Y cuanto más profesional es, debe contar con un ser más profesional a su lado. Pero yo soy partidario de "botiquín cero": ningún atleta debe viajar con remedios de ningún tipo y tiene que ser provisto por la gente que está capacitada para hacerlo.
El tema de los entornos también fue abordado por D´Angelo. "El deportista encierra un fenómeno curioso porque alrededor de él están los padres, muchos de ellos también managers, que buscan por medio del deporte el ascenso social, el dinero y la posterior fama. Y creo que el mensaje está equivocado. Porque a los chicos no se los prepara, a la edad adecuada, para el entretenimiento compartido. Y lo que se hace es quitarle la creatividad. Por eso, afirmo que pretender cambiar todo desde la cúpula es imposible. Es como discutir la presencia de Dios en el Vaticano. Ya grande, el deportista tiene responsabilidades dentro de un contexto complejo, en el que se convierte en un modelo de identificación social, tal como lo eran los actores de cine en los años 40. El problema es que nos dan por sentado que lo único importante es ganar. No puede ser el único objetivo. La felicidad pasa por otros lugares, no sólo por el éxito. Y el problema es que alrededor del deportista todos viven del éxito: el médico, el entrenador, el estado, las empresas... No se puede endiosar y demonizar: no es así la historia."
Y en este aspecto, también hay un punto de coincidencia por parte de Ferrari. "La presión de ganar la ejercen los dirigentes, el entrenador y el entorno. La experiencia indica que en el mundo hay métodos sofisticados para hacer "primeros", pero también que hay otros para mantenerse porque no le dan las marcas mínimas para recibir las becas. Yo opino que el atleta no hace doping solo, tiene que haber alguien en su entorno que lo facilite. Y me parece, también, el ideal sería formar valores en la gente para que eso no se haga. Hay que apartarse de los suplementos. Esa es la mejor prevención.
-D´Angelo, ¿la diferencia es entre un doping de Primer Mundo y otro doping de Tercer Mundo, como lo señala la teoría del periodista Ezequiel Fernández Moores?
-Puede ser, pero el Primer Mundo también tuvo el caso de los laboratorios Balco, que hizo su posterior explosión. Es posible creer que hay productos de síntesis que no pueden ser desarrollados en países pobres y que la identificación posterior de la sustancias lleva cierto tiempo en ser descubiertas.
Así se trabaja en la Argentina
El laboratorio que maneja el doctor D´Angelo funciona en el Cenard, en Crisólogo Larralde 1050. Fue inaugurado en 1997 con las máquinas compradas para los Panamericanos de Mar del Plata, abandonadas tras la competencia. Al enterarse Hugo Porta, secretario de Deporte en ese momento, convocó a D´Angelo, quien, paulatinamente, aumentó el equipamiento: hoy poseen siete cromatógrafos de masa, un equipo masa-masa, con trampa iónica, dos de HPLC (cromatografía en fase líquida de alta performance) y en los próximos meses llegará un HPLC masa, valuado en US$ 380.000.
Si bien el laboratorio no está aprobado por la WADA, allí se analizan unas 6000 muestras al año, entre las que se encuentran competencias locales y de la Confederación Sudamericana de Fútbol, del fútbol ecuatoriano y de los Juegos Bolivarianos, de Venezuela.
Asimismo, el laboratorio se utiliza para controles preventivos. "Se habla del tenis, pero yo quiero contar que cuando el doctor (Javier) Maquirriain estaba en el equipo de la Copa Davis, siempre hizo análisis antes de cada serie. Es un aspecto digno de mencionar", dijo D´Angelo.
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