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Otro artista: Pierre Paganini, el escultor del cuerpo de Roger Federer
MELBOURNE, Australia.– Pierre Paganini tiene 60 años. Nació en Zúrich. El deporte lo encandiló desde joven. Se recibió de profesor de educación física, con el deseo de calibrar la fortaleza de equipos de fútbol, su gran pasión junto al atletismo. Sin embargo, en forma casual, se le presentó el tenis delante de sus ojos. Mientras rendía sus últimas materias en la universidad, un conocido le preguntó si estaba interesado en entrenar a un grupo de tenistas juveniles en un club de Écublens, cantón de Vaud, en la parte occidental del país. Aceptó, claro. Y se encontró con que el trabajo era, en realidad, en el centro nacional de la federación suiza de tenis.
“Descubrí, entonces, que se trataba de un deporte fascinante. En el tenis no se puede ser muy fuerte o muy rápido. Debés subordinar esas capacidades y ser creativo en la cancha”, contó Paganini, hace unos años, en Swissinfo.ch. Inició su tarea en 1985. Impulsó diversos proyectos para la promoción de juniors, se convirtió en el preparador físico de Marc Rosset [Nº 9 del ranking mundial en 1995] y de la búlgara Magdalena Maleeva [4ª en 1996]. Hasta que un día conoció a un muchacho irascible de 14 años, de buena técnica, pero que todavía intentaba balancear sus cualidades con su difícil carácter. Aquel joven era Roger Federer , que rechazaba continuamente el trabajo físico; lo odiaba. Le parecía que hacer ejercicios en el gimnasio era una gran pérdida de tiempo.
Durante los primeros años en la escuela de tenis, Paganini se sentía desacomodado, que no pertenecía a ese deporte. Hasta que fue perfeccionándose. Se dedicó de modo intensivo al arte de las raquetas y, según confió, creó más de cien ejercicios con relación directa con el desarrollo de los movimientos del tenis y con factores como la resistencia y la velocidad. Cuando Federer, ya más maduro, en 2000, le propuso unirse a su equipo de trabajo, Paganini aceptó sin dudar. Casi dieciocho años más tarde, es el gran responsable de la aceitada maquinaria de la leyenda que le gana al paso del tiempo. Paganini es el arma secreta del hombre que, al vencer al checo Tomas Berdych por 7-6 (7-1), 6-3 y 6-4 en el Abierto de Australia , se convirtió a los 36 años y 173 días en el tenista más veterano en alcanzar las semifinales en un campeonato de Grand Slam desde Jimmy Connors (39 años y 6 días) en el Abierto de Estados Unidos de 1991.
“Amo cada sesión en la que trabajamos juntos. Y creo que sin él no lo habría hecho tan bien, tan en forma y tan rápido en mi carrera. Así que mucho crédito va hacia él”, responde Federer a LA NACION durante una rueda de prensa en Melbourne Park. Federer lleva jugados 1387 partidos en su trayectoria (1137 fueron victorias) y que todavía siga moviéndose en el court como si fuera un bailarín del Bolshoi se debe, en buena parte, a su magistral juego de pies y a su poder de anticipación. Pero también a su entrenamiento atlético.
Paganini monitorea cada movimiento del exnúmero 1. Y ambos trabajan con tres secciones: el entrenamiento, la competencia y el descanso. En las pretemporadas, generalmente, aplican un bloque de preparación física muy dura durante dos o tres semanas; luego utilizan un período igual para la competencia, y lo mismo aplican en el descanso. Trabajos en noviembre y febrero en Dubái, vacaciones en julio después de Wimbledon, y nuevamente entrenamientos pero en Suiza son algunas costumbres, que no son alteradas. “Necesitan esos períodos para analizar cada bloque. Si juegan todo el año sin parar, puede llegar a funcionar o no, pero no tienen tiempo para analizar y para saber. En cambio, así sí”, aporta el periodista Laurent Favre, del periódico Le Temps, que tiene sede en Ginebra.
No ha habido un solo día en 17 años en el que Federer llegara arrastrando los pies. Hubo alguno en que al principio me comentó que estaba cansado, pero luego se olvidaba y trabajaba más de lo habitual
El preparador físico, que además de trabajar con Federer lo hizo con Stan Wawrinka y en el equipo helvético de Copa Davis, se esfuerza por diseñar ejercicios variados con el objetivo de captar aun más la atención del actual número 2. Durante las pretemporadas hay diversas rutinas que no son modificadas. Por ejemplo, Federer comienza saltando la soga en forma pausada y termina haciéndolo con más velocidad y con brincos dobles para aumentar la agilidad y el rendimiento cardiovascular. Hace lanzamientos con la pelota medicinal, que pesa más de cinco kilos. Practica los desplazamientos con cintas de goma y pesas ajustadas en los tobillos, para luego sentirse más potente sin esos elementos. Hace ejercicios de coordinación y balance del cuerpo con conos y distintos obstáculos. Ensaya la reacción con un juego en el que Paganini utiliza tres pelotas, le lanza una por vez y Roger debe pegarle antes de que pique dos veces. En tanto, en la temporada baja de competencia incorpora un programa de pesas.
“Federer hace que siempre sea creativo. Y no ha habido un solo día en 17 años en el que llegara arrastrando los pies. Hubo alguno en que al principio de la sesión me comentó que estaba cansado, pero al final se olvidaba y trabajaba más que lo habitual. Es excepcional”, confió Paganini al diario Tribune de Genéve. “Pierre es un referente en el circuito. Hizo un gran trabajo con Roger en toda su carrera. Además, lo ayudó a volver al máximo nivel después de seis meses de no jugar en 2016. Le tengo una gran admiración y respeto. Es muy reservado, de perfil bajo. Se va a lugares apartados para trabajar, no le gusta mostrarse”, apunta Martiniano Orazi, que durante siete años potenció el físico de Juan Martín del Potro.
“Tuve mucha suerte de conocer a Pierre”, agrega Federer ante una pregunta de la nacion en la sala principal de conferencias del Abierto de Australia. “Cuando tenía 14 años y me uní al centro nacional de tenis, él estaba ejecutando un programa como preparador físico. Ya estaba muy experimentado, porque había trabajado con las hermanas Maleeva, que tuvieron mucho éxito, y con Rosset. Él sabía exactamente, viniendo del decatlón, qué correspondía hacer en términos de ejercicios en el tenis, porque, además, es muy creativo”, recuerda el suizo. Y continúa hablando de su preparador: “Trabajé allí durante dos años y él estaba con chicos mayores, como Severin [Luthi], mi entrenador. Lo veía de vez en cuando. Hasta que comenzamos cuando yo tenía 19 años. Podés imaginar el impacto que ha tenido en mi carrera como entrenador físico y también un poco como mentor, a decir verdad, porque algo que hacemos mucho es hablar, además de trabajar. Siempre estamos unos 45 minutos extras en los que hablamos de todo. Es importante que me conozca desde chico, como atleta y como persona, como hombre. Siguió toda la evolución y sabe cómo soy, qué necesito”.
La “pasión” es el combustible de Federer, afirma Paganini. “Encontró armonía entre la vida y el tenis. La persona que vive es la misma que juega. Entonces nunca necesita adaptarse. Es natural”, ilustra uno de los hombres que mejor conocen a la leyenda.
Federer se midió con Andre Agassi, Pete Sampras y Patrick Rafter. Luchó contra raquetas de su camada, como Lleyton Hewitt, Marat Safin, David Nalbandian y Andy Roddick. Pelea con más jóvenes, como Rafael Nadal, Novak Djokovic, Marin Cilic y Tomas Berdych, a quien venció en los cuartos de final por 7-6 (7-1), 6-3 y 6-4. Desafía a Grigor Dimitrov y Dominic Thiem. Y no se siente intimidado por Alex Zverev ni Hyeon Chung, el surcoreano que será su adversario en la semifinal del primer certamen de Grand Slam. Federer trasciende las generaciones y su físico es una parte clave de un engranaje inigualable.
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