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Novak Djokovic, el viejo maestro, frenó el ímpetu juvenil de Carlos Alcaraz en Roland Garros y quedó a un paso de ser el máximo ganador de Grand Slams
El serbio de 36 años venció en cuatro sets al número uno del mundo, que no pudo contra los calambres que le provocó la tensión de enfrentar a uno de los mejores de la historia
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PARÍS (Enviado especial).- Era el partido deseado por todos. El cruce añorado desde el mismísimo momento en el que se realizó el sorteo de cuadro. En Roland Garros, fanáticos, organizadores, patrocinadores, periodistas… todos querían que se enfrentaran. Y sucedió. Carlos Alcaraz, el niño maravilla y número uno del mundo, contra Novak Djokovic, número tres y único sobreviviente de la vieja guardia, del inigualable Big 3. Sin Rafael Nadal en el Bois de Boulogne por primera vez desde 2004, el murciano y el de Belgrado cargaban con el mayor favoritismo para alzar la Copa de los Mosqueteros. El Philippe-Chatrier, en un día soleado, aunque ventoso, se vistió de gala y todo lo imaginado pasó… pero sólo durante dos sets en los que se llevaron a los límites. Las dificultades físicas (“calambres” por la “tensión” que sintió desde el primer momento del partido) afectaron a Carlitos en el segundo game del tercer set y ya no hubo equivalencias. Nole se impuso por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1, con su rival ya muy mermado después de dañarse el gemelo de la pierna derecha, y el domingo jugará su séptima final de Roland Garros, donde se coronó en 2016 y 2021. Su rival será el noruego Casper Ruud, que en el siguiente turno barrió al alemán Alexander Zverev por 6-3, 6-4 y 6-0.
La presión afectó a Alcaraz (20 años) cuando había igualado el partido a un set ante Djokovic (36) y se disponía a seguir acelerando y luchando. Una mala caída después de impactar saltando un drive le dio una señal angustiante. Se acalambró y se quedó clavado sobre la tierra naranja. La umpire francesa Aurélie Tourte se bajó de la silla y se acercó a hablarle. Hasta Djokovic cruzó del otro lado para solidarizarse con el último ganador del US Open. Carlitos decidió ser tratado por el fisioterapeuta en ese instante, por lo cual, al no haberse producido la asistencia en el cambio de lado, le costó la penalización de un game. “No puedo, tío. No puedo. No puede ser”, se lamentaba Carlitos, observando a su entrenador, Juan Carlos Ferrero, campeón en el Bois de Boulogne hace dos décadas. Más tarde, más desgastado, Alcaraz volvió sobre su equipo: “El problema es que el dolor no es sólo ahí (en el gemelo derecho). Haré el último intento, pero si no se me va … ¡Es increíble! ¡No puede ser!”, sollozó.
Terminó el tercer set, Alcaraz se marchó al vestuario para seguir recibiendo tratamiento médico y a los pocos minutos volvió al court central. Pero ya no había nada que hacer. La historia estaba sentenciada. Sin chispa, con problemas para desplazarse y sin pimienta en los tiros, quedó en manos de Djokovic, a quien sólo había enfrentado una vez (en Madrid, la temporada pasada). Alcaraz revoluciona el circuito (se convirtió en el número uno más joven de todos los tiempos, con 19 años, tras ganar en Flushing Meadows), pero el cuerpo lo está traicionando demasiado. Sufrió cinco lesiones musculares desde la última parte de la temporada pasada y este año no pudo estrenar su N° 1 en Australia.
“Sentí calambres por los nervios y la tensión de jugar con Novak. Los calambres empezaron en la mano, luego siguieron en las piernas y han acabado siendo por todo el cuerpo. Novak te lleva al límite y te va exprimiendo poco a poco. Si alguien juega contra Djokovic y dice que no nota tensión, miente. Tengo que aprender la lección para la próxima vez. La tensión me ha pasado factura tras dos sets muy duros. Lo que me pasó lo achaco a un tema mental y no físico. Entré en el partido más tenso de lo normal”, narró Alcaraz, durante la rueda de prensa, con honestidad, sin ocultar nada ni poner excusas, lo que habla bien de él en un momento de desilusión (llegó a París como el gran favorito).
Antes de que el partido sufriera un quiebre emocional irrecuperable, se observaron dos sets de altísima jerarquía, con el público enfervorizado, con Alcaraz lanzando martillazos desde todos los rincones, pero con Djokovic -viejo zorro del tour- jugando con sabiduría y paciencia. El balcánico tiene un master en desafíos definitorios de este tipo, en los que se necesita mucho más que timing y lucidez técnica para impactar la pelota en el momento justo. Y así lo hizo sobre la terre battue parisina. Fue mucho más efectivo que Carlitos; es más, el español terminó el match con sólo dos de doce chances de quiebre concretadas (apenas el 17%). Djokovic ensayó drop shots, abrió ángulos y tomó la cancha cada vez que pudo ante un Alcaraz al que se le planteó un desafío totalmente distinto al de estas dos semanas (había abrumado a la mayoría de sus rivales, perdiendo sólo un set en cinco partidos). Con el revés, uno de los mejores de todos los tiempos, Djokovic distribuyó cómo y cuánto quiso. Mostró los dientes, se desahogó cuando algunos espectadores lo abuchearon por no quitar el pie del acelerador (¿qué pretendían?) y terminó concretando una victoria que lo ubica en su 34ª final de Grand Slam (en 70 majors jugados).
“Era obvio que tenía que intentar mandar en el partido, tenía que intervenir yo y ser el agresivo. Porque sabemos que, si le das tiempo a Carlos, te va a destruir en la cancha. Así que quise quitarle ese tiempo, saqué extremadamente bien, jugué bien durante un set y medio, luego caí, físicamente. Luego, al comienzo del tercer set, sucedió lo que todos vieron: calambres. Es desafortunado a este nivel experimentar esto para él, pero es un jugador joven y va a volver, estoy seguro”, apuntó Djokovic, que intentará convertirse, el próximo domingo, en el primer tenista hombre de la historia en ganar cada título de Grand Slam, al menos, tres veces. Cuenta con diez trofeos en el Abierto de Australia, dos en Roland Garros, siete en Wimbledon y tres en el US Open. “Estaba deseando llegar a este nivel en la temporada de polvo de ladrillo y dije muchas veces que Roland Garros era donde quería alcanzar mi punto máximo, donde quería jugar mi mejor tenis. afortunadamente lo estoy consiguiendo. Falta un paso más”, añadió Nole.
Segundo finalista más veterano de la historia del Abierto de Francia (desde 1925), Djokovic sigue reescribiendo la historia y en el Bois de Boulogne tendrá la oportunidad de encumbrarse como el tenista con más títulos individuales de Grand Slam (tiene 22, igual que Nadal). El del serbio es un cuento de fantasía. Compitió con Nadal y Roger Federer, empezó muy lejos de los registros de esas dos leyendas y, sin embargo, tiene todo para superarlos. Con Alcaraz, Holger Rune y Jannik Sinner, entre otros jóvenes, el recambio en la súper elite se puso en marcha, pero Djokovic (en enero ganó Australia) todavía advierte que su momento no ha terminado.
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