Estaba aturdido, Nicolás Kicker. Aterrado. Le temblaban las manos. Era consciente, a medias, de lo que estaba haciendo en aquel court de Barranquilla el 8 de septiembre de 2015. Estaba manchando su esencia y decepcionando a mucha gente. Pero probablemente subestimaba lo que le podía ocurrir si lo descubrían y siguió adelante.
Se sentía vulnerable y enojado con el sistema. Tenía 23 años, había sido papá de un varón a los 19 y maldecía porque siendo Top 200 del ranking mundial pensaba que no podía vivir del tenis. Sin sponsor privado ni apoyo institucional, dependía económicamente de sus padres para sostenerse profesionalmente. Lejos del glamour, los Futures, Challengers e Interclubes en Europa eran su ecosistema. Viajaba con su propia máquina de encordar raquetas para ahorrarse el servicio de los torneos.
Estaba perturbado, Kicker, en aquel partido de la primera ronda del Challenger en el Country Club de Barranquilla frente al ecuatoriano Giovanni Lapentti, un rival nueve años mayor y de menor ranking [el argentino era 171°; el guayaquileño, 229°]. Unas horas antes había decidido aceptar la deshonesta propuesta que le había hecho un oscuro grupo vinculado a los arreglos de partidos y a las apuestas. Debía dejarse perder y el beneficio económico en dólares para él sería importante. Incluso mayor al premio que obtendría si lograba ganar el certamen.
Aquel año había ganado tres Futures [la tercera categoría del tenis profesional] y jugado dos finales de Challengers en Italia, pero carecía de confianza y se auto-boicoteó. En Colombia era el favorito. Sin embargo, se observó un espectáculo bochornoso que quedó registrado en YouTube. Luego de ganar el primer set por 6-2, el jugador nacido de Merlo perdió el segundo y tercer parcial [6-2 y 7-5] cometiendo doble faltas, fallando tiros sencillos, moviéndose con inusual torpeza. Haciendo un acting patético que lo dejó expuesto frente a todos.
El partido que se dejó perder en Barranquilla 2015
No bien terminado el match, Kicker recibió insultos y amenazas en las redes sociales. De inmediato lo acusaron de haberse dejado perder. Un mes después, hablando con LA NACION, mintió: "En el tenis, hasta el último punto no sabés quién va a ganar, les pasa a los mejores. En Barranquilla me pasó que el otro se enchufó y perdí. Cuando terminé el partido encendí el teléfono y tenía un montón de mensajes por Twitter y hasta de un amigo preguntándome qué había pasado. Lo tomé con gracia, me reí. Barbaridades de este tipo siempre nos mandan por Internet".
Al tiempo se conoció que durante el partido se habían producido movimientos fuera de lo común en las casas de apuestas, con un tránsito de 700.000 euros, una cifra extraordinaria para un partido de esa categoría, incidente que alertó a la Unidad de Integridad del Tenis [TIU, su sigla en inglés; un organismo creado en 2008 para tratar de combatir la corrupción en ese deporte]. Antes del encuentro, Kicker pagaba 1,53 por cada dólar apostado [con una probabilidad implícita de alrededor del 65% de ganar el match], pero curiosamente en el segundo set y pese a que había ganado el primero, el argentino bajó su porcentaje de favoritismo y pasó a pagar 3,3 por cada billete estadounidense.
Aquella tarde-noche colombiana, Kicker culminó su desprolija actuación con una débil devolución de drive en la red. Caminó hacia su rival, le estrechó la mano al hermano de Nicolás Lapentti [6° en 2000], guardó sus cosas en el bolso y dejó el court, cabizbajo. Lo hizo con cierto alivio porque había terminado la puesta en escena, pero interiormente se sentía desorientado. Después, se retiró de la competencia de dobles aduciendo una molestia en la espalda baja, aunque se trató de una excusa. No lo había acompañado su coach, Juan Pablo Brzezicki, y sólo unos pocos sabían lo que había hecho. Con el tiempo, Kicker se lo confesó a su familia y a su equipo. Todos se sintieron angustiados y decepcionados.
Hay jugadores que hacen de los amaños de partidos y las apuestas una turbia forma de vida, pero, si bien no era ingenuo, Kicker no era así. Pese a las limitaciones económicas, su entorno había hecho esfuerzos para que Nicolás pudiera crecer y no sospechó que algo semejante podría suceder. No lo juzgaron; se preguntaron por qué había trastabillado y siguieron adelante, como pudieron. Pero dos meses después del partido en Barranquilla, antes del Challenger de Buenos Aires, en noviembre de 2015, la TIU contactó a Kicker y empezó un largo proceso de investigación. De pocas palabras, Nicolás entró en shock.
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Kicker aprendió a jugar al tenis en el club de su papá, Ricardo, profesor de toda la vida en el Kicker Klub Haus, en Merlo. De la camada 1992, la misma de Diego Schwartzman y Federico Coria, entre otros, sacó su primer punto ATP a los 17 años, en un Future en Mar del Plata. Diestro, de revés a una mano y batallador, le costó posicionarse en el profesionalismo. "El tenis está para replantearse en muchos aspectos. ¿Cómo puede ser que dependa de mis padres, cuando los golfistas o los futbolistas del mismo nivel no tienen esos problemas? Me da bronca", se preguntaba ante LA NACION, en 2015. Por entonces, ya lo invadían el miedo y la incertidumbre: no tenía certezas sobre su futuro, no sabía si podría afirmarse en el Top 100, debía dinero, pertenecía a un submundo del tenis alejado de las luces y tenía que encargarse de la crianza de su hijo, Bastian.
Pero, vaya paradoja, su crecimiento tenístico llegó en medio del período de investigación, entre audiencias, correos electrónicos, presentaciones, abogados e informes de registros de llamadas. Aquellos que lo conocen bien a Kicker creen que su descontracturada personalidad influyó y, de cierto modo, se liberó. Aunque también sufrió calambres algunos días en los que coincidieron los pedidos de la TIU y la competencia.
En abril de 2016 debutó en el ATP Tour [en Houston].En junio de ese año ganó su primer trofeo Challenger [en Perugia], ingresó entre los mejores cien en febrero de 2017, en mayo obtuvo su primer triunfo en Grand Slam [en Roland Garros], en junio alcanzó su mejor posición histórica [78°] y en octubre conquistó el Challenger de Buenos Aires, llegó a la tercera ronda del Grand Slam australiano en enero de 2018 y en abril debutó en la Copa Davis, ante Chile, en San Juan. El lunes 21 de mayo de esa temporada, Kicker perdió, en un partido con dientes apretados y muchos condimentos periféricos, frente a Coria, un viejo conocido, por 4-6, 6-1 y 7-5 [siendo 335° del ranking, fue el primer triunfo ATP del hermano de Guillermo Coria]. Kicker no lo sospechaba, pero aquel sería su último partido oficial en el tour.
Kicker sostuvo, durante un tiempo y públicamente, que era inocente, una teoría que la TIU no creyó a medida que reunió evidencia y testimonios. Antes de aquel partido en Lyon, el 20 de marzo, el tenista [ya había cambiado de entrenador y lo acompañaba Juan Pablo Gándara] participó de una importante audiencia en Miami y se le permitió continuar jugando. Hasta que el 24 de mayo, el mundo se le derrumbó al argentino cuando la TIU comunicó que Jane Mulcahy QC, una Oficial de Audiencias Anticorrupción Independiente (AHO), lo consideraba culpable de tres cargos relacionados con partidos de 2015: idear el resultado de un match en dos ocasiones [además del de Barranquilla, uno en junio en Padova, perdido por 6-1 y 6-2 ante el coreano Duckhee Lee], no informar un "enfoque corrupto" y no cooperar con una investigación de la TIU sobre las acusaciones hechas en su contra. El 19 de junio, la TIU lo castigó suspendiéndolo por tres años y multándolo con US$ 25.000. Kicker y su equipo evaluaron apelar y recurrir al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), aunque después de un tiempo dedujeron, ante tantas pruebas, que esa opción sería perder el tiempo.
El austríaco Daniel Koellerer [55° en 2009] fue el jugador mejor clasificado en ser condenado por arreglo de partidos: en 2011 fue suspendido de por vida. En 2020, el brasileño Joao Souza [69° en 2005] fue expulsado para siempre por corrupción. Kicker es el tercer jugador castigado por amaños de mejor ranking.
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Según el entorno de Kicker, la jueza que atendía el caso le había permitido jugar hasta, al menos, el 4 de julio de 2018, mientras se resolvía la sentencia final. Nicolás estaba en Europa y en Roland Garros lo acompañaron su hijo y sus padres, Ricardo y Mariana. Sabían que venían tiempos espinosos. Pero, según ellos, lo suspendieron antes de tiempo: mientras ya se estaba entrenando en el torneo parisiense y poco antes de que se sorteara el cuadro principal. Argumentaron, siempre según allegados al tenista, que si avanzaba varias rondas en el Abierto de Francia "el bochorno sería mayor".
El oficial que llamó a Kicker para anunciarle que le quitarían las credenciales del torneo, además, le afirmó que era una persona "impropia de jugar en Roland Garros". La frase lo desconsoló. Mareado por el golpe, Kicker pensó en el hijo y le preguntó al interlocutor si, de todos modos, podía ir a EuroDisney ya que contaba con dos entradas que le habían regalado por jugar el certamen de París. Eso hizo, tratando de aislarse mentalmente.
En febrero de 2019 se conoció, mediante una entrevista con LA NACION, el caso del argentino Marco Trungelliti, que rechazó un intento de soborno por parte de la misma red que tentó a Kicker. El santiagueño, actual 245°, denunció el hecho ante la TIU y, del cotejo de datos con números de celulares, el organismo completó investigaciones sobre otros tenistas: Kicker, Patricio Heras [suspensión de tres años y multa de US$ 25.000 por haber cometido "delitos", entre ellos arreglar un partido también en el Challenger de Barranquilla, en 2015] y Coria [suspendido por dos meses y multado con 5000 dólares por no reportar un ofrecimiento de arreglo en el Future de Sassuolo, en 2015].
En aquel reportaje, Trungelliti confesó las cifras que le aseguraron que podría ganar por dejarse perder: entre 2000 y 3000 dólares por partido de Future, de US$ 5000 a 10.000 en Challengers, y entre 50.000 y 100.000 dólares por encuentros de la ATP.
Tras ser expulsado del circuito, Kicker intentó mantenerse con la cabeza lo más firme posible. Sufrió altibajos, lógicamente. Se aferró a sus afectos, ayudó a su papá con tareas en el club, siguió entrenándose [con Schwartzman, Guido Pella y el uruguayo Pablo Cuevas, entre otros], tachando los días. Hasta corrió una Media Maratón.
El parate obligatorio hizo que le gustara más el tenis y valorara lo que tenía. Acorralado, durante la investigación llegó un momento en el que decidió reconocerse culpable, "colaborar" con la TIU y tratar de lograr una reducción de la pena. Participó de un video educativo que la TIU les muestra a los jugadores juniors. "Me arruiné la carrera", fue una de las sentencias del tenista en un video [con algunos textos guionados] filmado en febrero de 2019 en Buenos Aires, pero posteado en enero de 2020. Kicker, sostenido por su equipo y su familia, se ilusionó con volver a jugar en diciembre de 2019, pero no ocurrió.
El video educativo en el que Kicker se declaró culpable
"Estamos vivos" fue el mensaje de WhatsApp que recibió LA NACION de una persona muy cercana a Kicker el 18 de marzo de 2020. Finalmente, la TIU había decidido reducirle cuatro meses la pena original por su "colaboración y advertencia a otros actores de las consecuencias". Kicker podrá volver a competir desde mañana. Una parte de la pesadilla ya pasó.
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Kicker está feliz, preparado para volver a competir. Padeció Covid-19 hace unos meses, pero sin consecuencias importantes. Hay cosas que calla y que lo siguen incomodando. Piensa que hubo un colega que consideraba amigo que lo ensució, pero, a diferencia de algunos de sus allegados de mayor confianza que siguen enojados, él prefiere "soltar". No quiere revolver y prefiere tratar de avanzar; se apoya mucho en las charlas con su psicóloga, Mariela García.
La vida le da otra oportunidad y, si bien ya tiene libertad para jugar, deberá empezar de cero, sin ranking. Tiene algunas invitaciones prometidas: para la pre-qualy y el pre-tournament del ATP de Buenos Aires [2-6 de febrero y 10-13/2, respectivamente], para la qualy del Challenger chileno de Concepción [14/2] y para la clasificación del Córdoba Open [21/2]. Adrian Bassett, jefe de comunicaciones de la Agencia Internacional de Integridad del Tenis (ITIA), organismo que desde el 1 de enero pasado reemplazó a la TIU, le confirmó a LA NACION que no hay "ninguna medida especial para las personas sancionadas que regresan al tenis", que están "sujetos a las mismas reglas que cualquier otro jugador" y que los torneos no deben consultarlos si desean darle un wild card.
La reveladora declaración de Trungelliti generó la retracción de algunos tenistas al momento de referirse al mundo de los arreglos y las apuestas. Ante el pedido de entrevista de LA NACION, Kicker sólo aceptó responder por escrito a través de un agente de prensa. No quiso divulgar cuánto dinero obtuvo por el partido amañado en Barranquilla. A continuación, un puñado de definiciones:
-En el video educacional de la TIU dijiste: "Me agarraron en un punto vulnerable y acepté". ¿En qué momento estabas?
-En 2015 era un jugador un poco inmaduro, con un hijo chico. Profesionalmente estaba en pleno ascenso, pero seguía dependiendo de mis padres y me costaba mucho desarrollarme en el circuito.
-Puntualmente, ¿cómo fue el ofrecimiento para que arreglaras partidos?
-Primero se hicieron pasar por sponsors, prometiendo mentiras pero al seguir la charla se revelaron, y me dijeron que eran apostadores.
-¿Qué sentiste durante el partido con Lapentti?
-Lo poco que me acuerdo es que antes del partido estaba extremadamente nervioso y con un montón de dudas. Fue un impulso que no pude controlar.
-Cuando terminó el partido hubo sospechas de inmediato y se manifestó en las redes sociales. ¿Pensaste que te descubrirían o lo tomaste a la ligera?
-Si había sido un papelón el partido. Tenía mucho miedo y estaba muy perseguido.
-Hay partidos sospechados que no tienen imágenes, pero ese sí. ¿Qué sensación te dio al verlo?
-Tuve mucha vergüenza, no me animé a ver el partido entero.
-¿Por qué pasaste de decir que eras inocente a reconocer tu culpa y colaborar con la TIU?
-Esto fue un proceso que duró mucho tiempo y en determinado momento me di cuenta de que a través de mi error y contando la verdad iba a poder concientizar a muchos chicos que podían estar en una situación similar.
-¿Qué se debería hacer para que los jugadores no caigan en más tentaciones de este tipo?
-Se podría repartir mejor el dinero o aumentar los premios en los Futures y Challengers.
-¿Qué diferencias hay entre los que tiran partidos por desesperación o necesidad y los que hacen de los arreglos un medio de vida?
-En ambos casos es un delito y está mal. Es importante reconocer cuando uno se equivoca, aprender de ello y así no volver a reincidir.
-¿Cómo esperás que te reciban los rivales y el público en el circuito?
-Todo este tiempo que me tocó estar afuera del circuito me mantuve entrenando con colegas y el respeto es el mismo. En cuanto al público va a haber gente que me va a apoyar y otra que no.
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El abogado Diego García Saenz, del estudio Llerena & Asociados, es un experto en derecho deportivo. El tenis no le es ajeno, claro: en el resonante caso de doping de Guillermo Cañas, en 2005, trabajó en una estrategia que terminó con la reducción de la pena de dos años a 15 meses. En el mundo Kicker entró con el proceso ya iniciado.
"Llegué por recomendación de Brzezicki. Nico era joven y no pensaba en la gravedad del asunto. Encontré un panorama difícil. Por otro lado, él estaba en actividad, en un buen momento y tenés que tener un delicado equilibrio entre la realidad y lo que se le puede decir al jugador para que no le influya en su rendimiento", le contó García Saenz a LA NACION.
"Nico es una buena persona. Reconoció su error y a partir de ahí pagó, lo hizo de una manera importante porque para un jugador de tenis estar afuera de las canchas más de dos años es complicado. En el proceso de doping te suspenden automáticamente, pero en el de arreglos de partidos hacen una investigación y el jugador sigue en actividad hasta que se tome una resolución. El jugador queda en una incertidumbre tremenda, sigue jugando sin saber qué pasará con su futuro", aportó el abogado. Y sentenció que uno de los problemas es la falta de educación: "Hay falencias. Las entidades deberían mostrarles a los jugadores la gravedad de este tipo de asuntos, sobre todo a los jóvenes y a los que no tienen dinero para financiarse, que no están bien educados. Después, hay un problema económico: los jugadores que tienen un ranking del 150 al 300, que son muy buenos, no pueden pagar sus carreras. Entonces, viene un mafioso, le ofrece tanto, los atosigan, por ahí decís una vez que no, dos o tres..., pero un día te ofrecen más que todo el premio del Challenger y caen en la tentación. Tiene que haber una solución de fondo en cuanto al reparto de los premios".
García Saenz acentuó que Kicker se arrepintió de lo que hizo y que, si bien esperaban una mayor reducción de la pena, la consideraron "un triunfo". E insistió: "Hay que educar. Es como el país: si invertís en educación algún día levantás los frutos. Y después está el problema de la distribución de la plata en el circuito. No puede ser que un jugador que es 150 del ranking necesite un sponsor que le financie la carrera, porque queda hipotecado de por vida. Analicé contratos de patrocinadores que son leoninos".
¿Considera que los [distintos] casos de Trungelliti, Kicker, Heras y Coria marcaron un antes y un después? "Sí, es un antes y un después,por lo menos para los argentinos. Me parece importante que Nico sirva de ejemplo para otros. Creo que se va a volver a meter, porque tiene muchas ganas, está impecable físicamente. Estoy en total desacuerdo con los arreglos, fui deportista y no se debe permitir. Evidentemente han educado tan poco que los jugadores tienen una mezcla de desconocimiento y subestimación".
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"Mi nombre en el circuito quedó manchado", reconoce Kicker. Una parte del tenis no perdonará lo que hizo; otra sí será contemplativa. Por lo pronto, tras la etapa de oscuridad, asumió su error y la vida le da una nueva oportunidad.
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