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Nalbandian, a 15 años de la final de Wimbledon: “Ese torneo fue como hacer un máster en Harvard”
El cordobés recuerda el impacto de haber llegado a esa definición en 2002 y cómo le cambió su vida y su carrera a los 20 años; perdió ante Lleyton Hewitt en el partido decisivo, el único que jugó en ese torneo en la cancha central
LONDRES.- Cuando David Nalbandian pisó el All England, a mediados de 2002, nunca había jugado sobre césped en el circuito grande. De hecho, apenas estaba recorriendo sus primeros kilómetros en el tour. En septiembre de 2001 había actuado en challengers y perdido la final del ATP de Palermo (polvo de ladrillo), y antes de aquel tercer Grand Slam de 2002, lo más destacado había sido su conquista en Estoril, también sobre superficie lenta. Dos semanas antes de ese Wimbledon , el cordobés, Franco Squillari y Gastón Gaudio se entrenaron en las canchas de césped del Hurlingham Club, en el oeste bonaerense. “Fuimos a entrenar una semanita y nos costaba horrores. No había forma de meter una pelota del otro lado. Era como jugar a otro deporte. Encima, es como que no te cansás, pero terminás muy dolorido por estar todo el tiempo semiagachado; te duelen los glúteos, las piernas. Ponés en funcionamiento otros músculos que sobre polvo casi no los usás. Si en ese momento alguien me decía lo que pasaría unas semanas más tarde, le decía que me estaba haciendo una broma de mal gusto. Era imposible”, le confiesa el unquillense a La Nacion. ¿Qué pasó después? El 7 de julio, Nalbandian logró algo inédito para el tenis masculino nacional: jugar la final de single. Tenía apenas 20 años. En la definición, el australiano Lleyton Hewitt , que era el número 1 del mundo, lo superó por 6-1, 6-3 y 6-2, en una hora y 56 minutos. La bronca le duró muy poco a quien era entrenado por Gabriel Markus. Había hecho algo grande.
Tres temporadas antes de aquella actuación fabulosa, Nalbandian había ganado el título junior de dobles en Wimbledon, junto con Guillermo Coria. Y, por una confusión de horarios, fue descalificado de las semifinales individuales por llegar tarde. En 2002, la historia era distinta. De todos modos, Nalbandian llegó con un pensamiento interior que hoy, quince años más tarde, comenta: “La verdad es que llegué con la expectativa de ganar dos o tres partidos. Eso hubiera sido suficiente, era joven y no tenía experiencia”. El unquillense, por entonces número 32, se instaló una semana antes del comienzo de Wimbledon en el hotel Chelsea Village, a metros del Stamford Bridge, el estadio de fútbol de ese equipo de la Premier League. “Salíamos a comer a dos o tres lugares que había ahí cerca, íbamos caminando. Los días libres íbamos un rato a entrenar al club. A mí no me gustaba pasar muchas horas en los clubes, entonces íbamos a la mañana, entrenábamos, comíamos y nos volvíamos para tener la tarde libre, caminar un poco, relajarnos. Aunque Wimbledon es bastante particular, caen dos gotas, te tapan la cancha, se atrasa todo. Es difícil mantener rutinas quince días ahí adentro”, rememora el tenista que jugó 26 series de Copa Davis. Tras los días de ensayos, esperaron el sorteo y el primer rival fue observado con optimismo: el español David Sánchez (62°). El Rey lo superó 6-4, 6-3, 4-6 y 7-5.
“Mis sensaciones al principio no eran buenas. Haber jugado contra un español en la primera ronda me sirvió para tener ritmo y aprender un poquito más del juego sobre pasto y adaptarme. Me encontré con otra cosa de la que había probado en Hurlingham”, dice Nalbandian. En la segunda rueda también gozó de un guiño del destino: chocó ante otro jugador que no era experto en césped, el francés Paul-Henri Mathieu (75°), y lo derrotó por 7-6 (7-3), 7-6 (9-7) y 6-3. “Sampras, que hubiera sido mi rival en la tercera rueda, perdió en la segunda en cinco sets contra el suizo George Bastl. Pasé de tener uno de los peores cuadros a los mejores. Increíble; el destino”, sonríe el hincha de River, que también se sacó de encima a Bastl, el hombre que había dado el batacazo eliminando a Sampras (por entonces, 13°), con un triple 6-2.
“Allí me empecé a sentir peligroso. Cuando le gané a Bastl, me di cuenta que tenía chances de ganar un par de partidos más. Ahí me empecé a sentir bien. Antes de eso, no. Y después vino un partido clave: contra Wayne Arthurs (89°), que era un especialista en la superficie. Ese fue bisagra”, confirma Nalbandian. El zurdo australiano había llegado a Wimbledon tras alcanzar los cuartos de final en Queen’s y la final en Nottingham, pero con coraje y talento, Nalbandian lo derrotó 6-4, 7-6 (7-4), 2-6 y 7-6 (9-7). De esa manera, con el acceso a los cuartos de final, igualó la marca que tenía Guillermo Vilas (en 1975 y 1976). En los cuartos de final se dio un duelo sudamericano, ante el ecuatoriano Nicolás Lapentti (27°). Y Nalbandian triunfó por 6-4, 6-4, 4-6, 4-6 y 6-4, en 3h43m. Lo llamativo es que el cordobés seguía sin jugar en el court central y tampoco lo haría en las semifinales frente al belga Xavier Malisse (35°).
El viernes 5 de julio, el primer cruce de la Catedral era Hewitt ante el británico Tim Henman, pero las malas condiciones del tiempo llevaron a una reprogramación, también de Malisse vs. Nalbandian, en principio pautado para el court principal (terminó jugándose en la segunda cancha en importancia). “Llovió mucho. Nos pusieron a jugar en la cancha 1”, relata Nalbandian, que luego de quedarse con los dos primeros sets, por 7-6 (7-2) y 6-4, su rival ganó los dos siguientes con mucha facilidad, por 6-1 y 6-2. Lo llamativo fue que en medio del concierto de tiros ganadores del argentino, Malisse se empezó a golpear el pecho y se retiró al vestuario durante más de diez minutos. Todo en medio de una gran incertidumbre. Después se conoció que había tenido problemas de arritmia. Al regresar al court, elevó su rendimiento. Por la duración del partido y el intervalo inesperado, se acabó la luz natural y la definición pasó al sábado 6. Y el cordobés lo cerró con un fulminante 6-2.
“Después de jugar seis partidos en Wimbledon nunca lo había hecho en la cancha central, me encontraba en la final y no había entrado nunca. Son esas cosas raras que pasan cuando uno no es cabeza de serie y la viene remando de atrás”, dice Nalbandian. Markus logró que les permitieran hacer la entrada en calor allí antes de medirse con Hewitt. “El court central de Wimbledon es el estadio más lindo en el que jugué”. En la final, el argentino fue aturdido por alguien que estaba en un momento sublime. “Sentí los nervios. Hewitt era el número uno indiscutible, yo era muy chico. Jugué la final con tensión. Para mí, Wimbledon era especial porque mi ídolo era Boris Becker y lo veía jugar ahí y tenía mucho condimento. Era como que se me venían imágenes mías con cinco años viéndolo a Boris en la televisión”.
Aquel fue el gran salto de Nalbandian en el tenis de elite. Se ganó un lugar entre los mejores 15 del mundo y no dejó de evolucionar hasta ser 3 del circuito, en 2006. “Fue un torneo vital para mi confianza, para darme cuenta que era peligroso. El cambio fue total: de ranking, de ánimo, pero también por cómo te empiezan a ver los sponsors, los rivales, los entrenadores. Ese Wimbledon fue como hacer un máster en Harvard ”, asegura el tenista que consiguió 11 títulos y fue una de las joyas de la inigualable Legión. Aun hoy conserva el plato del subcampeonato, y la raqueta y la ropa de aquel torneo. Quince años más tarde, el recuerdo está intacto.
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