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Nadal empieza a ser más Federer: la pelea por el N° 1 de la historia y cómo afronta el Big 3 el reto final
El español, que ya había puesto en duda su participación en los Juegos Olímpicos, ahora duda si ir a Wimbledon; a los 35 años, escucha más a su cuerpo, como Federer; Djokovic y su gran oportunidad
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Noche de París. Distinta a la de octubre de 2020 y a otras 12 en los últimos 16 años. La “célula Nadal”, compuesta por el núcleo familiar y de trabajo (de 12 a 15 personas) de uno de los mejores tenistas de la historia, no tiene motivos para festejar. El toque de queda por la pandemia casi que ayuda al contexto. El impacto es fuerte y todos han escuchado a Rafa, sin dudas el más golpeado del grupo. Con el alma shockeada. Y a partir de su relato es dónde se filtra una percepción guiada por la lógica: ¿Rafa empieza a ser más Roger? Sí, definitivamente. Y eso impacta de lleno en el Big 3 y en el comando del tenis. Ese “no sé qué voy a hacer” y el crudo “ya tengo 35” retumban en las cabezas del entorno, conscientes de que no podrán consolar con palabras de ocasión a una de las más grandes cabezas del deporte moderno.
La victoria de Novak Djokovic, tras 4h11m de un tenis espeluznante, empieza a abrir caminos alternativos. Son 58 partidos los que Rafael Nadal y el serbio han sostenido. ¿Son muchos? Sí, claro, pero uno nunca se cansa de verlos. Sabe que siempre van a sorprender: a la hora de juego, a las dos horas... ¡a las tres, cuatro o cinco! ¡Bestias competitivas! Sabe también que siempre van a tener una reserva de nafta en el tanque, que aman profundamente lo que hacen y, sobre todo, ¡AMAN GANARSE! Son respetuosos con el rival, no necesariamente coinciden en cuestiones de fondo, pero Nole aborrece que Rafa lo derrote y Nadal detesta perder con Djokovic. ¡Ni que hablar cuando le toca caer con el serbio en la central de Roland Garros!
Nadal está tocado. Como Max Verstappen en Bakú hace una semana, cuando un pinchazo le sacó la victoria de las manos. Después le dolió un poco menos cuando Lewis Hamilton se equivocó y “los daños” en el campeonato fueron menores, algo que también le puede suceder a Rafa si este domingo Stefanos Tsitsipas le arruina el título 19 de Grand Slam a Djokovic. Pero hoy está tocado, reflexivo, introspectivo. Realista de su realidad.
“Este sábado estaré en casa, en Mallorca, con la familia y amigos. Intentaré descansar tanto física como mentalmente después de dos meses intensos, en una temporada de tierra positiva, aunque sin haber logrado el objetivo final. El cuerpo, después de luchar cada semana durante dos meses por objetivos claros, te da un bajón. Wimbledon es en dos semanas. Es diferente a cuando tenía 25, 26 o 27 años. Ahora tengo 35. Hay que ver cómo me recupero antes de tomar la decisión de si juego o no juego en Wimbledon. Ahora mismo no estoy capacitado para tomar una decisión porque no tengo ni el físico ni la claridad mental para pensar a dos semanas. Necesito darme unos días de vacaciones y de tranquilidad”, dijo Nadal tras su derrota. La que frustró su deseo de ir por el título 14 en París y llegar a los 21 Grand Slams para superar a Federer. Wimbledon comienza el 28 de junio y el pasto implica cambios drásticos. Sigue siendo tenis, pero distinto.
Hace unas semanas, Nadal también puso en duda su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio. Le encanta esa competencia en la que ha cosechado dos medallas doradas (singles en Pekín 2008 y dobles en Río 2016), pero mucho más le gustaba agarrar su bandeja de comida en el restorán de la Villa Olímpica y hablar con los otros atletas, compartir almuerzos o cenas y hablar del deporte y de la vida. Bueno, hoy duda si ir a los que podrían ser sus últimos Juegos. ¿Rafa empieza a ser más Roger? Sí, porque está escuchando a su cuerpo y pretende mover las fichas de manera más estratégica. Y si no lo concreta y después termina participando en todo porque el deseo lo supera, al menos se toma el tiempo para meditarlo.
Cualquiera puede plantearse: después de jugar como en la semifinal, ¿cómo imaginar que Nadal tenga que dosificarse? ¿Cómo concebirlo si sigue siendo un top y casi imbatible en polvo de ladrillo? “No mires sólo el chasis, también mirá cómo está el motor”, solía responder Juan Carlos Harriott (h.), leyenda del polo de Coronel Suárez, cuando después del retiro le decían en Palermo que “lo veían tan bien que podría seguir jugando”.
Diez años atrás, muchos imaginamos que la carrera de Nadal sería más corta de lo que está siendo, producto de lesiones, de su tenis desgastante y del razonamiento de que todo físico tiene sus límites. Una década después, el español se mantiene entre los mejores, asombra cada vez que pisa la cancha central de Roland Garros, pero no por ello deja de pensar. Como el ajedrecista que imagina hasta su décima jugada posterior antes de mover una pieza. De hecho, lo hizo ya en 2020: desechó el US Open para prepararse bien para Roland Garros (que terminó ganando) en un calendario alterado por el Covid. La pandemia lo ayudó a tomar la decisión, es cierto, pero ni lo dudó: jugó su pleno y acertó.
Durante muchos años, Federer rechazó jugar en Roland Garros para ponerse a punto para Wimbledon, donde sus chances crecen (8 títulos). Se dio el gusto de ganar al menos una vez en París (cuando Robin Soderling le sacó a Nadal del camino en 2009 en octavos) y volvió ahora, casi a los 40, porque quizás haya sido el último de su carrera. Pero no dudó en bajarse tras terminar extenuado ante Dominik Koepfer y olfatear que Matteo Berretini podría desestabilizarlo físicamente después de estar una temporada inactivo. Y si pasaba, lo esperaba Djokovic...
Federer (39 años) sabe que ya hizo casi todo lo que podía hacer. A punto estuvo de ganar en 2019 su noveno Wimbledon, el único Grand Slam en el que tiene posibilidades concretas. Volverá a intentarlo dentro de dos semanas, aunque sabe que será más complejo aún porque hay jóvenes que empujan fuerte. Nadie le sacará su gloria eterna. Será siempre Roger, amado en cada lugar del circuito, rubro en el que Nadal y Djokovic no llegan a equipararlo. El sentimiento no se explica.
Nadal (35) sabe que todavía puede hacer mucho. Que su chance del Grand Slam 21 era Roland Garros. Que todo lo que todavía le alcanza de su tenis para vencer a la mayoría no le resulta suficiente ya en cualquier superficie. Y que su enemigo en la historia, desde hace un par de temporadas, ha pasado a ser Djokovic. En los laberintos de su mente, está procesando que para poder hacerle frente en la carrera de fondo, tiene que ser más Roger con su cuerpo.
Djokovic (34) sabe que, de no mediar imponderables físicos, puede terminar el camino ganando más títulos grandes que los dos todavía más grandes. Si corona ante Tsitsipas, será como validar un quiebre de saque al game siguiente: llegaría a Wimbledon con chances de trepar a los 20 Grand Slam. Algo que hace unos años no parecía tan seguro. El serbio puede ser dominante en Australia (9 triunfos), pero es fiable también en Wimbledon (5) y en el US Open (3).
Cuando alguno de ellos dice (o dijo) que no miran las estadísticas, tómelo con pinzas esterilizadas: ¡los obsesiona! Nadal ha llegado a corregir datos de los periodistas en ruedas de prensa. Si algo tienen los deportistas, globalmente hablando, es una memoria selectiva. Ni que hablar aquellos que pelean por la gloria. Y en esa puja, por lo que se vio en algunos pasajes de una batalla inolvidable como la que brindaron hace unas horas, Djokovic parece tener más nafta en el tanque. Como esos tubos de nitrógeno que se accionan en los autos la saga de “Rápidos y Furiosos” para volar cuando ya se está al límite del esfuerzo. Además, claro, le ganó a su máximo competidor en el patio de su casa. Y en ese récord obsceno de 105-3 del español en París, dos de esas tres caídas son cucardas que Nole lleva grabadas a fuego para certificar quién es.
Lo mejor de una batalla inolvidable
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