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Murray, el rey británico que Wimbledon esperó 77 años
Brilló y derrotó en tres sets al N° 1, Djokovic; en 1936, Fred Perry había sido el último tenista local en coronarse en la Catedral; Ivan Lendl, clave en el despegue del escocés
LONDRES.- A las 17.24 de un domingo de sol a pleno, el hechizo que duraba 77 años se hizo añicos en ese revés paralelo de Novak Djokovic que se estrelló contra la red. Y la Catedral se vino abajo. Y la Henman Hill, ahora devenida en Murray Mount, estalla. El embrujo más largo de la historia del tenis británico ha concluido. Andy Murray es el campeón de Wimbledon. El escocés entró definitivamente en territorio de leyenda con ese triunfo por 6-4, 7-5 y 6-4, en 3 horas y 9 minutos. Un 7 de julio de 2013, la sequía se terminó. Ya no habrá más burlas ni sarcasmos hacia ese hombre espigado e inconmovible que cargó en sus hombros el peso de toda Gran Bretaña y supo ser campeón. Ya no será "británico cuando gana, escocés cuando pierde". Ya no habrá más comparaciones ni preguntas con Fred Perry, aquel que fue campeón en 1936 y se hizo estatua y fantasma a medida que pasaban los años y los títulos británicos no llegaban. Sí, Andy Murray, ese mago que traza singulares impactos con su raqueta, cicatrizó la herida en el corazón de los creadores de este deporte.
Lo celebra Londres, y su Dunblane natal, en Escocia, y toda Gran Bretaña. Durante un largo rato, el campeón no puede creer lo que logró. Se necesita una mentalidad tremenda para sobreponerse a tanta presión. Y un tenis con la jerarquía que requiere tamaño desafío. En el box, Judy, esa madre de rictus duro y amable en el trato que lo introdujo en el mundo de las raquetas, desata el llanto. También es el triunfo de Ivan Lendl, entrenador de Murray desde hace un año y medio, igual de escasos gestos como su pupilo, pero que vivió lo mismo que el escocés hace casi tres décadas, cuando no podía ganar un título grande y con el tiempo se convirtió en una leyenda. Lendl, ex N° 1 del mundo, no pudo conquistar Wimbledon, pero condujo a Murray a la victoria más trascendente. "Este título es para él, sé todo lo que intentó para poder ganar aquí", es la dedicatoria del campeón. Andy consiguió el oro olímpico en los Juegos de Londres 2012, luego obtuvo su primera corona en el US Open 2012, pero lo que se esperaba de él era esto: ganar en el All England. Su Grand Slam. El título que lo marcará a fuego. Derrotó a los fantasmas, a los temores, a un número 1 del mundo como Djokovic.
Tímido, después de ganar y abrazarse con su vencido, pidió permiso para subirse al palco y saludar a sus afectos; se trepó en el palco y se abrazó con Lendl, el hombre que se convirtió en la guía para hacer realidad la hazaña; saludó a su novia, Kim Sears, y a su madre, Judy, esa profesora de tenis que siempre estuvo allí, en las malas y ahora, en su hora más feliz, y también a Ugo Colombini, su manager, que también es el mismo de Juan Martín del Potro.
En la galería, su nombre ya aparece en la nómina de campeones. Murray mira y aún se muestra incrédulo al verse allí, en esa nómina, a continuación de Roger Federer, el campeón de 2012. Recorre los pasillos internos del Club House del All England, y todos lo saludan, lo tocan, lo aplauden, le sacan fotos. Sale al balcón del primer piso; debajo, miles lo ovacionan otra vez. Su historia, que incluye el trauma de haber sobrevivido a la masacre en una escuela de Dunblane cuando era niño, se volverá a ver una y otra vez por la cadena BBC. Desde luego, ya ocupa un lugar entre los héroes deportivos británicos.
Atrás quedó una final intensa, que acaso no haya tenido la estatura tenística que se esperaba; por lo menos, no fue lo mismo que el match de semifinales entre Del Potro-Djokovic, de ritmo trepidante y suspenso en innumerables pasajes. Este encuentro decisivo sí tuvo emoción y drama en los últimos minutos. Claramente, el serbio estuvo por debajo de lo hecho frente a Delpo; cometió muchos errores y tuvo problemas con su servicio. A pesar de los nervios, evidentes, imposibles de evitar, Murray fue trazando el camino hacia su consagración; en la Catedral, el público sufría y se alegraba en la misma medida que el escocés.
Parecía encaminarse a un éxito sencillo al ponerse 2-0 en el último set, pero Djokovic despertó y ganó cuatro games seguidos. Murray cortó de plano la última embestida de Nole, y pasó del 2-4 a 5-4 y saque. Y ese game, con toda la responsabilidad encima, se hizo inmensamente largo. Pasaron tres match-points; el serbio tuvo tres chances para quebrar, y no pudo... y en el cuarto punto para partido, concretó la hazaña.
"No sé lo que pasó en el último punto ni cuánto duró, no lo recuerdo", admitió cuando le preguntaron al flamante vencedor. Ya tendrá tiempo para ver y gozar ese momento cuantas veces quiera. Se lleva un premio de 2.400.000 dólares, su cuarto título del año -el 28º de su carrera, el segundo de Grand Slam-, y se afianza como número 2 del ranking mundial, aunque ahora estará un poco más cerca de Djokovic. Pero lo más trascendente es que, a los 26 años, se dio el gran gusto de su vida, y acaso un enorme alivio por lo que dictaban los libros. Fred Perry quedará en un segundo plano, ahora. Habrá que hablar de un AM y DM (antes y después de Murray).
Una era se terminó. Tenía que ser en Wimbledon, un campeonato que les reserva a sus campeones un puesto dentro de la historia. Y, dentro de ese espacio de epopeyas, Murray tendrá un espacio de privilegio. Bien merecido lo tiene.
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Son los días que pasaron desde el viernes 3 de julio de 1936, cuando Fred Perry venció en la final a Gottfried von Cramm y logró el último título británico en singles antes de Andy Murray.
El triunfo de la perseverancia ante el descreimiento de todos
LONDRES (De un enviado especial).– "Sé cuánto querían todos ver a un campeón británico en Wimbledon. Espero que lo hayan disfrutado", dijo Andy Murray, en medio de una ovación por su consagración en el All England. Y recordó: "Esto es algo diferente respecto del año pasado, cuando viví uno de los momentos más duros de mi carrera", en referencia a la final perdida con Roger Federer, cuando no pudo contener las lágrimas tras la derrota. "Ganar Wimbledon es lo máximo. Todavía no puedo creerlo. En los últimos años se hizo muy difícil soportar la presión, los días previos, los últimos días… no es nada fácil cuando todos parecen estar pendientes de vos. Esto es para Ivan Lendl. Él creyó en mí cuando nadie lo hacía. Di todo lo que tenía para alcanzar esto, y he perseverado. De eso se trata mi historia."
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