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Andy Murray, de los traumas al vuelco emocional
El N°3 del mundo dejó atrás un pasado con desilusiones para ganarse un lugar entre los fantásticos del Tour; el cambio que vivió con Ivan Lendl como guía; la mirada del venezolano Daniel Vallverdú, uno de los hombres que más conoce al escocés
NUEVA YORK.- Daniel Vallverdú es venezolano, de Valencia, en el estado de Carabobo. Tiene sólo 27 años y dejó la raqueta profesionalmente en septiembre de 2009, jugando la Copa Davis por la Zona Americana. Visitó la Argentina como junior, por la gira Cosat; incluso, ganó el título sub 16 de dobles del Banana Bowl en pareja con Juan Martín del Potro (éste, dos años menor). Una lesión en un aductor, una traicionera cirugía y la inactividad de un año lo hicieron llegar, casi sin sospecharlo, a su lugar en el mundo, como coach de Andy Murray desde mediados de 2010, y también como compañero de ruta y entrenamientos del escocés desde que se sumó al grupo una leyenda como Ivan Lendl. Se conocieron siendo chicos, en la academia Sánchez-Casal, en Barcelona. Allí también se hicieron amigos de Pico Mónaco. Tiempo después, Daniel se mudó a Miami para estudiar en la universidad, pero la amistad con Andy perduró... hasta hoy. Pocas personas conocen a Murray, el campeón defensor del US Open, como Vallverdú. Por ello es muy rico escucharlo ilustrar a uno de los fantásticos del circuito, que muchas veces ha construido un muro entre él y el público, pero que tras llorar desconsoladamente en el centro de la Catedral, cuando perdió la final de Wimbledon 2012 frente a Roger Federer, le cambió la vida, lo volvió terrenal para el exterior y le generó un vuelco emocional interno tan profundo que luego llegaron la medalla dorada en los Juegos de Londres 2012 y dos Grand Slams (el US Open 2012 y Wimbledon 2013, el gran anhelo).
Tras perder cuatro finales grandes, Murray tocó fondo desde lo anímico. Pero desde aquel día en el que desnudó su personalidad ante la porción más exigente de la sociedad británica, liberó sus demonios internos. "La gente vio una parte de Andy que no conocía, entendieron cuánto le importaba a ganar Wimbledon. Y no por él, sino para la nación. Esa fue una muy buena conexión que tuvo con la gente, porque decían que era frío. Es que tiene una personalidad tan competitiva que a veces la gente no entendía que las frustraciones en la cancha eran por las ganas de ganar siempre. Es una persona perfeccionista", explica Vallverdú a LA NACION en los pasillos del Arthur Ashe. Barry Flatman, periodista experto de tenis de The Sunday Times, confirma: "Murray cambió la percepción desde que rompió en llanto. Anteriormente se lo consideraba con mal humor y no muy atento. Aquello fue un quiebre. Al día siguiente, todas las radios se centraron en lo bien que lo había tratado el público. Ahora es mucho más relajado y seguro". Pero claro, Murray también recurrió a la psicología para soportar la presión del fantasma de Fred Perry y, especialmente, "para saber manejar las cosas un poco mejor", según confesó.
Tiene una personalidad tan competitiva que a veces la gente no entendía que las frustraciones en la cancha eran por las ganas de ganar siempre (Dani Vallverdu)
Es que, antes de ganar sus primeros Grand Slams, Andy perdió cuatro finales. Ello lo mortificó. Pero, según apunta Vallverdú, siguió confiando en su estrategia. Las etapas de maduración no son para todos del mismo modo. "Su fortaleza mental para volver a entrenarse después de derrotas difíciles es lo que lo ha hecho ser lo que es. Hubo tres o cuatro años en los que tuvo derrotas muy duras; encima, es un chico muy ambicioso, con expectativas altas, que se exige mucho. Con lo difícil que fue todo para él desde niño [cuando tenía ocho años sobrevivió a un desequilibrado que entró a su colegio de Dunblane y mató a otros niños], aprendió muchísimo y lo ayudó a salir adelante. La consistencia en su trabajo nunca cambió, ganara o perdiera un partido. Cada día se esforzaba más para poder ganarles a los mejores tres de la historia del tenis, como Federer, Djokovic y Nadal. Las caídas lo ayudaron mucho a madurar en la cancha. En la última final de Wimbledon se notó cómo maduró en los partidos importantes, cuando hay presión alta", aporta el venezolano.
Cargar con la exigencia de la prensa británica, que despectivamente lo catalogaba de "escocés" cuando perdía, y de "británico" cuando triunfaba, fue un obstáculo que a Murray lo perturbó, y luego lo potenció. "Lo afectó un poco, pero también lo ayudó para seguir trabajando -dice Vallverdú-. Andy es una persona muy tímida; si no te conoce, no hablará ni tres palabras. Pero si te tiene confianza, no para de hablar en todo el día. Habla mucho de fútbol, sabe más que un entrenador, le gusta muchísimo. A veces lo escucho hablando con Pico Mónaco y no lo puedo creer, porque se conoce a todos los jugadores de la liga argentina, sabe cuáles son los buenos, los malos, cuáles juegan en Europa, increíble. Andy siempre tuvo como meta ganar un Grand Slam, pero en su subconsciente estaba Wimbledon como mayor objetivo. Como británico, ése era el más importante. Y ahorita está bastante tranquilo. Va a estar más contento con su trabajo, con su forma".
Gran responsable del vuelco emocional de Murray fue tarea de Ivan Lendl, el ex número 1 del mundo, que padeció casi los mismos traumas que el escocés. A fines de 2011, cuando se extinguía una temporada con cinco títulos (dos Masters 1000), Andy y Daniel decidieron que debían sumar otra pieza al grupo. "Si traíamos a alguien al equipo para que nos ayudara, tenía que ser una persona en quien Andy se pudiera reflejar y relacionar, que hubiera pasado por cosas similares. Escuchamos el nombre de Ivan, nos reunimos con él en Florida, y desde aquel día ha hecho un trabajo excepcional en lo mental. A él le había pasado lo mismo. Fue importante para Andy tener a alguien con el que pudiera hablar sobre cómo enfrentar las situaciones que le sucedieron. Mentalmente lo preparó para asimilar todo, lo hizo entender que se puede ganar y perder. La relación que tiene con todo el equipo es impecable", explica Vallverdú, con gran pasión por la función que le toca. Murray, que viene de vencer al uzbeco Denis Istomin, y hoy -no antes de las 14.30 de la Argentina- se medirá por los cuartos de final con el suizo Stanislas Wawrinka, ahora sí disfruta de lo que hace. Saborea su libertad mental, su talento tenístico. Competitivo como es, el número 1 es su próximo sueño.
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