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Murió Nick Bollettieri, el exigente revolucionario del tenis que fabricó estrellas, entrenó a diez número 1 y al que muchos quisieron imitar
El estadounidense falleció a los 91 años: en su academia de Bradenton, en la Florida, moldeó a figuras de la jerarquía de Agassi, Seles, Sharapova, Becker y Courier
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El estadounidense Nick Bollettieri, uno de los entrenadores de tenis más destacados y exigentes de todos los tiempos, cuyo método en su famosa academia de Bradenton (en la Florida) tuvo influencia directa en figuras de la jerarquía de Andre Agassi, Serena Williams, Maria Sharapova, Jim Courier, Boris Becker, Mónica Seles y Anna Kournikova, entre otras, falleció a los 91 años.
Su estado de salud había empeorado en las últimas semanas. Incluso, hace 15 días la noticia de su fallecimiento había circulado erróneamente en los medios y las redes sociales sólo unas horas después de que una de sus hijas informara, en Facebook: “Papá está cerca de hacer la transición al siguiente lugar. Por favor, manténlo en tus pensamientos para que tenga una partida pacífica y un viaje maravilloso”.
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Bollettieri ingresó en el Salón de la Fama del Tenis Internacional, en Newport (EE.UU.), sin haber jugado un solo partido profesional en el circuito. Nacido en Pelham, Nueva York, en una familia de inmigrantes napolitanos, experimentó distintos escenarios antes de convertirse en un revolucionario de las raquetas. Fue mariscal de campo de fútbol americano en la escuela secundaria, ex paracaidista en el ejército y estudiante de derecho en la Universidad de Miami, pero nunca un jugador de tenis de elite. Jugó solamente un año de tenis universitario en Spring Hill College en Mobile, Alabama.
Desde adolescente le llamaron la atención los deportes, sobre todo el béisbol y el fútbol americano. En Alabama se graduó en la carrera de Filosofía, en 1953, y en ese ámbito universitario empezó a vincularse con el tenis. Pero también se hizo paracaidista y sirvió en el ejército: ascendió a teniente del 187° Regimiento de Infantería. Activo, emprendedor y pedagógico, para poder tener un ingreso económico comenzó a dar clases de tenis en North Miami Beach por US$ 1.50 la lección de media hora. A medida que aumentó la cantidad de alumnos, empezó a cobrar US$ 6 la hora. Vaya paradoja: uno de sus primeros alumnos fue Brian Gottfried, que en 1977 ascendería la número 3 del mundo.
Luego de estar moviéndose por distintos lugares geográficos, incluso por Puerto Rico, se instaló en la Florida estadounidense y tuvo la lucidez para crear una suerte de imperio de la formación tenística. En 1980, pidió prestado un millón de dólares a un amigo para construir una amplia academia de tenis en terrenos -hasta entonces- utilizados para cultivar tomates en Bradenton. Al tiempo logró abrir la Academia de Tenis Nick Bollettieri, con jóvenes deportistas viviendo y estudiando allí mismo. Aquel fue un salto gigantesco, ya que pasó de dar clases por unos pocos billetes a cobrar mucho dinero por lecciones privadas. Con disciplina y métodos exigentes, el tiempo -y el trabajo- hicieron que se convirtiera en uno de los entrenadores más codiciado del mundo, desarrollando a numerosos jugadores de súper elite, muchos de ellos número 1, como Andre Agassi, Boris Becker, Jim Courier, Maria Sharapova, Martina Hingis, Serena y Venus Williams, Jelena Jankovic, Marcelo Ríos y Mónica Seles.
El método Nick Bollettieri
Bollettieri también asesoró y preparó a muchos otros tenistas que no alcanzaron la cima del ranking, pero que estuvieron muy cerca de lograrlo, como el alemán Tommy Haas (2° en 2002), que fue uno de los primeros en despedirlo por redes sociales. “Gracias por su tiempo, conocimiento, compromiso, experiencia, la voluntad de compartir tus habilidades, tu interés personal en ser mi mentor y brindarme la mejor oportunidad de seguir mis sueños. Fuiste un soñador y un hacedor, y un pionero en nuestro deporte, verdaderamente único en su clase (...) Te extrañaré en la academia, nuestras charlas de tenis, tu bronceado, dientes blancos, extrañaré verte hacer Tai Chi, jugar al golf contigo viendo cómo intentas hacer trampa, correr por los arbustos y escuchar acerca de sus planes, incluso a los 91 años”.
RIP Nick Bolletieri ; Aside from being the greatest coach ever, you were so kind to me, my parents, and my siblings… that meant more to me than anything, you had a big heart and a zest for living…❤️❤️❤️
— Chris Evert (@ChrissieEvert) December 5, 2022
En Open, la exquisita biografía de Agassi escrita por el Pulitzer J. R. Moehringer, el estadounidense describió de esta manera el método Bollettieri: “A la gente le gusta decir que la Academia Bollettieri es como un campamento militar, pero en realidad es como un campo de prisioneros glorificado (...) La presión constante, la competitividad salvaje, la falta total de supervisión por parte de los adultos nos va convirtiendo lentamente en animales. Allí domina una especie de ley de la selva. Es como Karate Kid pero con raquetas”. Inflexible, sanguíneo y con un ego importante, a Bellettieri le gustaba describirse a sí mismo como “el Miguel Ángel del tenis”; al igual que el genio del Renacimiento, Nick se sentía un escultor y un arquitecto, pero de grandes campeones de los courts.
En 1987, cuando la academia necesitó una suerte de inyección de conocimiento empresarial, Bollettieri tuvo la visión de vendérsela a IMG, la multimillonaria compañía de representación de deportistas. En la actualidad, la academia fundada por Bollettieri se la conoce como la IMG Academy, un enorme complejo que se ramificó a muchos otros deportes. Bollettieri recibió decenas de premios nacionales e internacionales. En 1999, The Sporting Life lo incluyó entre las 25 personas que más influyeron en el tenis en el siglo pasado. En 2000, Tennis Magazine también lo destacó como una de las 50 personas más influyentes en el tenis. Casado ocho veces y con siete hijos, no olvidaba sus orígenes italianos: elegía Capri para sus lunas de miel. Cindi, su última esposa, definió el vínculo de Nick con el tenis: “Cuando me casé con él sabía muy bien que yo sería la amante: su unión era con su academia”.
Durante muchas décadas, Bolletieri estuvo detrás de grandes jugadores que dominaron el tour y sus métodos intentaron ser replicados en distintas academias del mundo. Sin grandes conocimientos técnicos, su mayor virtud fue ser perspicaz y visualizar a las futuras estrellas. Nick no toleraba la falta de compromiso y, en su academia, formó un ambiente sumamente exigente y profesional. También recibió críticas porque algunos entendieron que su estilo era demasiado asfixiante con jugadores tan jóvenes. Sin embargo, nada lo detuvo. Transformó rigidez en buenos resultados.
Entre tantas fotografías que existen sobre Bollettieri hay una icónica, en blanco y negro, en la que se lo ve con cuatro alumnos adolescentes... Son Martin Blackman (158° en 1994), Agassi (1° en 1995), Courier (1° en 1992) y David Wheaton (12° en 1991). La foto fue tomada en agosto de 1987 por el hijo de Bollettieri, James, un amigable surfista y ávido fotógrafo al que todos llamaban “Jimmy Boy”, según reconstruyó tennis.com. “Lo que más me enorgullece es cómo estos muchachos se convirtieron en hombres, no solo en grandes tenistas, sino incluso en mejores personas. Mira todas las cosas que han hecho”, se enorgullecía Bollettieri cuando le preguntaban sobre esa imagen.
Motivador. Seductor. Siempre bronceado. Hábil para los negocios y el show. También polémico. “Cuando era joven, era de los que arrancaban flores del jardín del vecino y luego golpeaban en su puerta para revenderlas”, sonrió, malicioso, alguna vez, en una frase hoy recordada por el diario italiano La Stampa. “El entrenamiento que tuve en el ejército me hizo tener mucha disciplina. Es fundamental respetar a un líder y seguir sin discusión el camino que te marca”, era otro de sus mensajes habituales. Tuvo predilección por Agassi, pero más acá se encandiló por el juego de Roger Federer (”Es un regalo de Dios”) y derramó elogios para Novak Djokovic (“En mis 60 años de coach no vi a nadie como Nole”). Hiperactivo, generalmente se levantaba a las 4.30 de la mañana: no se permitía pasar demasiado tiempo descansando y sin estar pensando cómo podía seguir construyendo grandes campeones de tenis.
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