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Mariano Zabaleta, tras la confesión de maltrato de Guillermo Pérez Roldán: "Raúl era un tipo que estaba enfermo de la cabeza"
Mariano Zabaleta fue una de las piezas más destacadas de la escuela tandilense de tenis. Campeón de Roland Garros junior en 1995 y 21° del circuito mayor en 2000, vivió en primera persona los atropellos y la rigidez extrema del sistema de entrenamiento creado por Raúl Pérez Roldán en el club Independiente. El actual vicepresidente de la Asociación Argentina de Tenis no se sorprendió al leer, en LANACION, que Guillermo Pérez Roldán confesara que su padre lo agredía física y verbalmente ni que le había quitado parte del dinero ganado como tenista, porque lo sabía. Pero no por ello dejó de estremecerse con la confesión. Leyó el artículo y, antes de las 9, se contactó con LA NACION.
"Guillermo es un chico que amo, es mi hermano. Puf, es una historia tremenda. Guillermo es sensible, me ayudó, conviví con él y la historia de vida que tiene la viví en carne propia, porque estaba ligado a ellos. Está bueno que los padres estén involucrados en la carrera de sus hijos, pero siempre el problema es cuando se piensan que ellos son los jugadores. Si el chico está ganando dinero y es joven, está perfecto que los padres ayuden, pero hay que darse cuenta: el que se rompe el lomo es el jugador. Lo que le pasó a Guillermo es una excepción, pero hay que estar atentos porque muchas veces cuando los chicos empiezan a ganar dinero, los padres se confunden", expresó Zabaleta a propósito de lo que contó Guillermo Pérez Roldán ("Terminé mi carrera y a los tres meses era pobre. La estafa la descubrí en 1994. Llamé al banco de afuera, pedí una plata para irme de vacaciones y no había más. Y había varios millones de dólares").
"Yo viví con Guillermo en Mar del Plata cuando entrenábamos", prosiguió Zabaleta. "Tenía a mi entrenador personal, que era el italiano Maurizio Salvatti, que era marido de Mariana [Pérez Roldán]. Un tipo de primera. Guillermo ya venía con la relación enfermiza con el padre. Me daba mucha pena, porque yo tenía 15 años, vivía con él, veía lo que sufría, las cosas que estaba padeciendo. Pero yo no dejaba de ser un chico de 15 y no podía aconsejarlo con la madurez que tengo hoy a los 42. Pero me acuerdo de tener charlas y decirle: ‘Guillo, escapate de acá, hacé tu vida’. Hay un montón de herramientas para que un chico juegue bien al tenis, pero no soy partidario de llevarlo a situaciones extremas para que lo haga. Raúl era un tipo que estaba enfermo de la cabeza, porque no podía tratar de la manera que trataba a sus hijos. Mis padres, antes de hacerle daño a algunos de mis hermanos o a mí, creo que prefieren tirarse de un edificio. Esa denuncia la tenía que haber hecho Guillermo de chico, pero obviamente no pudo. Imagínate lo que ha padecido él, Mariana. Fue un calvario. Lo que admiro de Guillermo es que se haya levantado, tenga una vida, hijos. Se reinventó, es un apasionado por el tenis, pero pobre, vivió un disparate".
-¿Cómo fue tu relación con Raúl Pérez Roldán?
-Arranqué en la escuela de Tandil. Vieron que tenía potencial, siempre me ayudaron económicamente y me solucionaron un montón de temas. Yo tenía firmado un contrato con ellos y cuando empiezo a jugar, que a los 17 años llego al número 1 del mundo y estaba con Salvatti como entrenador, firmo un par de contratos muy buenos, con la ropa, las raquetas. Y ahí Raúl, que estaba un poco mal porque Guillermo había dejado de jugar al tenis, se empezó a meter, generó una pelea con Salvatti, que se fue a vivir a Italia y yo quedé agarrado contractualmente. Ahí fueron cuatro o cinco meses de mi carrera que viajé con él. Personalmente no sufrí maltrato porque creo que no se animó nunca conmigo, pero era un tipo agresivo, que presionaba al máximo. Mi relación duró seis meses, hasta que en un momento llegué a mi casa y les dije a mis papás que no quería jugar más al tenis por lo que me estaba pasando. Y mis papás me dijeron: ‘¿Pero vos estás loco? ¿Qué es lo que está pasando?’. Y obviamente ahí se metieron, fui, lo encaré a Raúl, le dije que no quería seguir más. Llegamos a un acuerdo económico para romper el contrato, pagué cien mil dólares para desvincularme. Y no me voy a olvidar más de unas palabras que me dijo un abogado amigo: ‘No importa si pagás 100, 200. Te estás sacando de encima a un demente absoluto’. Entonces, a los 18 años me costó dinero, pero después fui feliz, porque me pude desligar rápido. Fue en el ‘97. Raúl me decía que nunca iba a jugar bien al tenis.
-¿Qué más te pasó con él?
-Me metía presión. Veía lo que le hacía a Guillermo. A Raúl le tenía miedo, porque yo era muy chiquito. Pero nunca se animó a pegarme porque no era el hijo, quizás. Al estar mucho tiempo con Salvatti, que era un tipo normal, fue distinto. Cuando yo empecé a viajar y estaba Raúl, me di cuenta que no quería eso para mi vida, porque tenía un contexto familiar distinto. No era mi idea vivir así en el futuro. En el ‘97, en Roland Garros, me toca el estadounidense [Jonathan] Stark, que no era bueno en polvo, pero yo estaba mal psicológicamente, no podía estar con esa persona. Iba a la cancha triste y perdía. Así pasó en ese torneo, perdí en primera ronda.
-Raúl es el creador de la prestigiosa escuela de tenis de Tandil. ¿Cómo repercute en la ciudad la confesión de Guillermo?
-Se sabía, pero no se decía. Él tenía una manera de trabajar en la escuela de tenis, casi como un servicio militar. La escuela de Tandil siempre siguió arrastrando la puntualidad y la disciplina, y si ves a los jugadores que salieron de ahí lo hicieron con una forma de trabajar y de luchar, pero después entró gente mucho más humana como Oscar Rabago, el Negro Gómez, Mario Bravo, que son personas excepcionales, más allá de que siguen llevando adelante una forma de trabajar. Esta forma de entrenar llevó al éxito a los jugadores que salieron de Tandil e hicieron la diferencia con el resto, sin entregarse en los partidos. Pero, después, yo no puedo avalar que es una buena escuela con lo que hizo Raúl, cuando cagaba a trompadas a los hijos. Es un disparate. Tendría que haber sido denunciado. No lo puedo ocultar porque fue así.
-¿Por qué creés que Guillermo tardó casi 30 años en poder liberarse de este dolor que lo carcomía por dentro?
-Imaginate cualquier ser humano que el papá lo caga en su trabajo o en cualquier situación de la vida. Te va a decepcionar, más si tenés vínculo. Es traumático. Y si el que te caga es un padre no puedo imaginar el vacío que podés sentir. ¿Cómo hacés para confiar en alguien si tu propio papá te hace eso? Yo prefiero tirarme debajo de un tren antes que de cagar un hijo. Me da mucha pena por él porque lo conozco mucho. Siempre le transmito mi admiración y que me gustaría que trabajara con la Asociación, sé la sensibilidad que tiene y vivió una experiencia catastrófica que sería una gran enseñanza para los chicos. La nota tocó muchas fibras emocionales en mi vida porque viví en la casa con Guillermo, vi la tristeza que le generó. Como contó, se lesionó la mano después de venir a verme al torneo Avvenire, en Milán [N. de la R.: Guillermo se peleó con dos personas que estaban agrediendo al padre, en una estación de servicio, y ese daño en la mano lo terminaría retirando]. En todo ese proceso con la operación de la mano y el yeso, yo vivía con él. Le tocó vivir un caso horrible. Ojalá que este sea un puntapié para ayudar a chicos que pasan por lo mismo.
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