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Luna Cinalli, una tenista junior argentina con proyección mundial: la vida en un pueblo de 4600 habitantes, revés a una mano y el carácter de Sabalenka
De 15 años y oriunda de Ricardone, Santa Fe, es la mejor Sub 18 del país; limitaciones económicas y su sueño, “ganar Roland Garros”
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RICARDONE, Santa Fe.- La ruta nacional A012, traza del sudeste santafesino que comunica los centros exportadores de cereales de la región, casi no tiene descanso. Paso obligado de camiones transportadores de granos, el camino encadena varios pueblos. Uno de ellos es Ricardone, con aproximadamente 4600 habitantes. “Bienvenidos”, reza un cartel sobre la ruta, con el escudo de la comuna: un agricultor en una llanura arando con bueyes. El paisaje rural, a simple vista, no invita a pensar que allí surgió y se desarrolla una de las tenistas de la categoría junior (Sub 18) más destacadas del mundo. Pero ocurre, sí.
Luna María Cinalli, vecina ilustre, de 15 años, es la N° 29 del ranking de la ITF y la segunda mejor de América del Sur (sólo Antonia Vergara, de Chile, está por encima). Luna es un talento precoz, que arrolla con su personalidad. Con 14 años, 3 meses y 18 días fue la segunda argentina más joven en lograr un triunfo profesional ITF (en el W15 de El Dorado, Misiones, en 2022), sólo superada por Gabriela Sabatini, que lo hizo a los 13 años, en 1984. Número 1 nacional en Sub 14, campeona sudamericana por equipos y representante mundialista Sub 14 en Prostejov 2022, son algunos apuntes de su currículum deportivo. Encabeza una valiosa camada de jugadoras nacionales nacidas en 2008 (con Sol Larraya Guidi y Candela Vázquez) y, por segundo año, recibió el apoyo del Programa de jugadores de Grand Slam de la Federación Internacional de Tenis: una subvención de 25.000 dólares para jugadores de países en desarrollo. En enero jugó su primer Grand Slam, en Australia; y ya está clasificada para Roland Garros y Wimbledon, torneos a los que viajará financiada por la ITF.
El rosarino Nicolás Cinalli, nacido en 1979 y todavía activo como arquero profesional en 2007, jugaba en el club De Graafschap, de Países Bajos, cuando su mujer, Ornella, quedó embarazada. Al principio querían que la beba naciera en esa porción de Europa, pero la costumbre de los partos domiciliarios inquietó a la mujer y al séptimo mes de gestación viajó a la Argentina. Luna nació en Rosario en junio de 2008, pero pronto regresó a Europa con su mamá y vivieron hasta 2009 en tierra neerlandesa, cuando la crisis inmobiliaria europea los trajo de nuevo a la Argentina. Nicolás, con una severa lesión de hombro, jugó sus últimos años en el país. Al tiempo se instalaron en Ricardone, a ocho kilómetros de San Lorenzo, donde había nacido Ornella (y Javier Mascherano, claro). Fue en la galería de la casa de los Cinalli donde Luna, con cuatro años, empezó a jugar a “algo similar” al tenis. “Arranqué con una paleta de plástico, la de la playa. Jugaba mucho contra las paredes. A mis papás les llamó la atención y me preguntaron si quería ir a clases de tenis…”, rememora Luna, con LA NACION.
“Me di cuenta de que era muy enérgica. La veía cómo saltaba, cómo corría, cómo pegaba paletazos en el garaje… y la llevé del Pato”, apunta Cinalli padre, que desde hace ocho años trabaja como scout de futbolistas para Manchester United en la Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile. Ese primer vínculo formal con el tenis, en la clásica escuelita, fue en Casa Tenis Ricardone, con Ricardo Pato García como profesor. Y el deporte de las raquetas la enamoró.
Luna aprendió rápido y avanzó. Su familia entendió que debía dar otro paso en su desarrollo y empezó a entrenarse en Rosario, con Gastón Espinosa, en el club Plaza. “Siempre me gustaron los deportes. Hice taekwondo mucho tiempo, también básquet y hasta fútbol, pero en un momento tuve que decidir porque no me daban los horarios y me quedé con el tenis. Me gustó la competitividad que tiene. Siempre fui muy competitiva, nunca jugaba por jugar…”, sonríe Luna, que pegaba el revés a dos manos, hasta que Espinosa, “el artesano”, según Cinalli (p.), le recomendó empezar a impactarlo a una mano antes de ser Sub 12. El entrenador advirtió que Luna tenía condiciones para hacerlo de esa manera.
Así lo explica técnicamente el propio Espinosa: “Lo que pasaba con Luna eran tres cosas. Su cuestión tenística, la parte técnica y biomecánica: tenía apoyos muy cerrados y cuando empecé a tratar de crearle el semiabierto, que es con el que se golpea el revés a dos manos, le costaba el apoyo de la pierna izquierda, el impulso con el pie abierto y la rotación de la cadera y de hombros; va todo enganchado. Entonces, hablando con ella, de que el revés de una mano no tenía esa rotación, que suele impulsarse con la fuerza de otro sector, abriendo el pecho y sin rotar tanto la cadera, ella mismo me dijo de probar. De común acuerdo lo empezamos a trabajar y sin dudas que tiene un látigo en el brazo. Siempre tuvo fuerza y aceleración, fundamental en el revés de una mano”.
“Empecé a hacer unos canastos y la verdad es que lo pegaba bien. Dije: ‘Bueno, quiero cambiar’. Hubo un momento en el que dudé; los primeros meses fueron difíciles porque me tiraban todo al revés y no me salía tan bien, pero decidí cambiar y no volver -comenta Luna-. Ahora, cada vez que me tiran un globo al revés o me cargan muchas bolas al revés, ya estoy acostumbrada. Me encanta. Es el golpe más lindo del tenis. Sentí que mejoré el slice, la volea de revés y desarrollé una fuerza increíble en el brazo derecho”. Cinalli perfeccionó el golpe más estético en el arte de las raquetas haciendo ejercicios en la cancha, claro, pero también mejorando los apoyos vía Zoom durante la pandemia con Claudia Castillo (preparadora física) y viendo -en YouTube- la técnica de Gabriela Sabatini, de la belga Justine Henin y de la española Carla Suárez Navarro. Luna también admira los reveses de Stan Wawrinka, Dominic Thiem y Roger Federer, obviamente. “Me gusta mucho mirar tenis, me divierte. Me gusta aprender. ¿Si conozco a Sabatini en persona? No; ojalá algún día”, se ilusiona.
Luego de seis años en Rosario, Luna buscó otro salto de calidad que la llevó a Roldán (Santa Fe), a entrenarse con Eduardo Schwank (48° en singles en 2010, 14° en dobles en 2011 y finalista de Copa Davis). “Con Edu me llevo muy bien, me siento cómoda. Es muy tranquilo. Cuando salgo enojada de un partido él me aclara las cosas, nos entendemos”, cuenta Luna. Llevan cuatro años trabajando juntos. “La apasiona el tenis. Se aguanta un montón de cosas. Choca la cabeza, sigue y sigue. Es muy responsable por la edad que tiene. No es una Sabatini, que en uno o dos años se va a meter. Pero lo terminará logrando por su esfuerzo. Es fuerte. Tiene buen físico. Le gusta entrenar. En estos años sólo dos días habrá entrenado mal; tiene esa virtud”, le describe Schwank a LA NACION.
Después de trece años como tenista profesional y dos acompañando a Facundo Bagnis como coach, Schwank ya no desea viajar: formó familia y está ocupado en su academia. Allí entrena a Luna. Por ello también es que el año pasado los Cinalli sumaron a Javier Frana para que la acompañara a algunos torneos en el exterior, vínculo que se prolongó hasta diciembre. “Tiene muy buen revés a una mano; técnicamente lo tiene impecable. Hoy no tiene tanta fuerza porque tiene 15 años, pero cuando termine de desarrollarse… Me pregunta, me propone, algo que no es tan normal en chicos de esas edades. Fuera de la cancha es tranquila, pero adentro tiene sus momentos explosivos. Nunca te va a tirar un partido. Puede estar 6-0 y 3-0 abajo que va a luchar”, agrega Schwank. Y se preocupa: “Para un argentino siempre fue difícil viajar por el aspecto económico; más ahora. Los padres de Luna hacen lo que pueden. Pero se hace difícil. Está logrando hacer giras con ITF; eso es bueno”. Luna tiene un preparador físico (Emilio Marchen) y también su kinesiólogo (Rodrigo Martínez).
“Hasta ahora la bancamos 100% nosotros. Estamos con una dificultad económica para viajar si no fuera por la ITF, pero casi todos los acuerdos de patrocinio privado que nos ofrecieron eran leoninos e imposibles de aceptar: quedás como rehén -dice Cinalli (p.)-. Luna tuvo una oferta completa de la agencia IMG para irse a vivir a Estados Unidos y entrenarse allá con un grupo de elite. Averiguamos, hablamos, pensamos y sentimos que Luna está verde para irse a vivir sola. Dijimos que por ahora no. Luna quería ir, nosotros también, pero pusimos a la persona por encima de todo. En un minuto un adulto le puede cambiar la vida a una nena. ¿Cómo hubiéramos cargado con esa cruz?”.
Luna tiene contrato de raquetas con una firma japonesa, pero la ropa se la compra en un taller textil de un amigo de Cinalli (p.). Inspirados en la línea de indumentaria del ruso Andrey Rublev, diseñaron un logo y Luna lo luce estampado en las remeras. “A los torneos de Europa y Estados Unidos todas van acompañadas, tienen su propio entrenador o la asociación les pone uno. Acá, por cuestiones económicas, es más difícil. A Australia viajé con dos búlgaras y una serbia, que eran buena onda. Hablo bastante en inglés, aunque no a la perfección, pero me hago entender. Son chicas muy concentradas en lo suyo, muy profesionales”, narra Cinalli.
Y agrega: “Siempre que me preguntan de dónde soy digo: ‘De un pueblo’. A algunas les da curiosidad, pero me gusta vivir acá porque tengo a todos mis amigos. Cuando jugué en Australia me hicieron el aguante: miraron mi partido estando en una fiesta. Cuando éramos más chicos íbamos a la plaza, pero ahora nos juntamos más en las casas o en el club. La panadería, la única del pueblo, es la parada obligada antes de merendar. Trato de no comer tanto, pero alguna factura de vez en cuando… Es el permitido, je”.
Cinalli, coinciden quienes la acompañan, es muy observadora. De cada viaje trae información valiosa: “Me gusta analizar a las mejores para ponerlo en práctica. Creo que estoy a la misma altura que ellas, pero las europeas tienen otro juego, que es más rápido y directo; intentan hacer puntos más cortos. Siento que en Sudamérica es más lento, los puntos son más largos. Trato de quemar a mi rival física y mentalmente, jugar los puntos largos, volver, volver hasta que me quede la pelota para definir. Ahora trato de ir haciendo un mix, ser más agresiva”.
Cuando está en Ricardone, los días de Luna comienzan a las 5.30. Desayuna y a las 6.30 su mamá la lleva en auto a Roldán (20 kilómetros) para entrenarse, hasta las 10. Luego hacen otros 25 kilómetros hasta Rosario, para realizar la parte física en un gimnasio y kinesiología. Y completan la jornada con otros 30 kilómetros para regresar a Ricardone. El año pasado intentó hacer el segundo año del secundario con el programa SEADEA (Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino), pero no le funcionó. Hace dos años inauguraron un colegio secundario en Ricardone y la familia está evaluando la posibilidad de que se reinserte allí. Luna está muy decidida sobre su futuro: quiere ser tenista profesional y lucha por ese anhelo.
“De Argentina siempre admiré mucho a Del Potro. Me encantaba cómo jugaba. Una vez, de vacaciones en Mar del Plata, nos enteramos de que estaba en Tandil, haciendo una pretemporada, y nos fuimos a verlo. Estuvimos dos días ahí y me encantó. El ruido del golpe me impactó. Además, él fue muy buena onda. Siempre que salía de entrenarse nos firmaba, sacábamos fotos... También me encanta (Aryna) Sabalenka; siento que tengo una personalidad bastante parecida, jeje (la bielorrusa tiene un carácter explosivo). Y me gusta la actitud de Carlos Alcaraz; pude verlo en Australia”, relata Luna, que tiene una hermana menor (Luz, de trece años, que juega al básquetbol).
Cinalli, Larraya Guidi (127° de ITF) y Vázquez (191°) forman una buena camada de juniors argentinas. “Nos conocemos desde Sub 12 y siempre, en los Nacionales o en los torneos ITF, nos fuimos empujando y ayudando entre todas. Si una ganaba, a la semana siguiente la otra quería ganar para superarla y así. Crecimos bastante sin darnos cuenta. Hay un lindo contagio entre todas”.
Cinalli cumplirá, apenas, 16 años en dos meses. Sus logros llamaron la atención y ya la colocaron bajo la órbita del equipo de la Federación Internacional de Tenis. Pero ella, más que nadie, es consciente de que el camino recién comienza: “Cuando viajo y estoy con las europeas, que están más ayudadas y acompañadas, y que juegan entre ellas, me agarran ganas de irme para allá, pero siempre hablo con Edu (Schwank) o con mi papá y me tranquilizan. Sé que llegará el momento. El camino es largo, trato de no apurarme. Pero siempre quise ser jugadora profesional de tenis y voy a darlo todo por cumplirlo. Mi sueño es ganar Roland Garros”.
El revés de una mano de Cinalli
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