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Los Orsanic: una historia atravesada por la guerra, el tenis y una final con emoción
Daniel es el capitán del equipo que buscará la Davis en Croacia, la tierra que Branko, su padre, dejó escapando de los conflictos
El día no puede ser mejor. Radiante, con apenas una brisa y un feriado por delante. El que apura el paso sólo parece hacerlo para no llegar tarde al almuerzo. En la habitualmente bulliciosa esquina de Beiró y Avenida de los Constituyentes, en Agronomía, el humo de las carnes y las achuras asándose abren el apetito de modo furioso. En buena porción, el aroma proviene de los quinchos de Arquitectura, el antiguo club del barrio. Es jornada de interclubes de tenis y muchos chicos y adultos se apiñan en las canchas; una de ellas, lleva el nombre de Branko Orsanic, el padre de Daniel, el capitán del equipo nacional que a fines del mes próximo jugará la final de la Copa Davis frente a Croacia, en el Arena Zagreb. Branko, maestro de cientos de chicos de diversos clubes porteños y bonaerenses (de Arquitectura, YPF y Banco Nación, por ejemplo), y hasta profesor de juveniles en la Asociación Argentina de Tenis (Batata Clerc fue uno de sus alumnos), camina sin prisa por los pasillos del club. Conoce cada rincón, cada adoquín, cada cancha; allí construyó su vida después de llegar a la Argentina en barco, a los 19 años, tras escapar junto con su familia de Croacia y de la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, la sobremesa fue más corta de lo habitual. Su hijo, el que intentará ganar la Ensaladera en la tierra en la que nació, lo sigue detrás.
"Yo nací en Osijek, pero vivía en la capital, en Zagreb. Estuve hasta los 15 años en Croacia. Pasaron muchos años, ya se perdió todo lo que existió. Si fuera para allá, ¿sería para ver qué? Mi casa no, porque ni siquiera debe estar. Entonces, ¿qué me puede llevar? Vivo acá, tengo amigos acá, hice mi familia acá. Soy croata, pero quiero que pierdan en la final", sonríe Branko, de 87 años. "Habíamos estado viviendo en Austria y en Italia, hasta que nos marchamos para aquí. Del viaje en barco me acuerdo muy bien. Fueron 18 días. Cuando pasamos por Gibraltar las olas pasaban por arriba del barco, que se llamaba Tucumán -añade, con gran precisión, ante la insistencia de La Nacion-. Era un buque petrolero refaccionado para traer gente desde Europa a Argentina. No me olvido nunca más: las olas eran enormes, horribles, que te llevaban de una punta a la otra y a pensar cómo no se rompía el barco. Así fue durante tres días; estuvimos todos descompuestos, hasta los marineros. Cuando vine acá, me recuperé pronto; en esa época era muy, muy lindo el país (1948)".
-Daniel, ¿qué te provoca escuchar la historia de tu papá sobre sus orígenes?
-Es muy fuerte. La pasaron mal. Tener que dejar tu país y de esa forma, debe haber sido un dolor y un aprendizaje grande. Esa experiencia, más la que vivió acá con mi madre [María Carolina Troitiño], nos las trasladó a los hijos. El valor por las cosas simples, el aprovechar lo que uno tiene, el tema del respeto, de trabajar, de esforzarse, de siempre tener que luchar, de tener las necesidades cubiertas sin que nada sobrara. A mí me ayudó mucho como jugador, también como padre y ahora como entrenador.
-Branko no volvió a Croacia. ¿Vos conociste Zagreb como tenista o entrenador? ¿O recién visitarás su ciudad cuando viajes por la final de la Davis?
-No, no conozco. Jugué sólo en Umag. Estuve bastante cerca, porque fui a Liubliana pero es Eslovenia, y como entrenador fui a Bosnia. Así que será mi primera vez.
El abuelo paterno de Daniel Orsanic era diplomático y, al finalizar la guerra, dejó Croacia junto con su familia por temor a lo que pudiera suceder. Se cambiaron el apellido por seguridad: Orlovich en lugar de Orsanic. Ya viviendo en la Argentina, Branko no lo modificó durante mucho tiempo. "Fue por un tema político. Mi padre era diplomático y no podíamos estar con libertad con el apellido que teníamos. No podíamos salir del país, porque nos agarraban y listo; era bravo. Entonces tuvimos que cambiarnos y a mí me conoce más la gente por Orlovich. Pero igual, cuando me hice profesor de tenis, tenía carnet de la Asociación Argentina de Tenis y le puse Branko Orsanic Orlovich, para que todo el mundo supiera quién era yo", rememora el padre del ex doblista que llegó a ser el número 24 del mundo en 1998, ganó ocho títulos en la especialidad y disputó dos semifinales de Roland Garros.
"Yo siempre fui Orsanic, claro, pero algunos pensaban que mi apellido era Branko, por el nombre de mi viejo, y hasta en algunos torneos jugué como Orsanic y en otros como Orlovich, porque me anotaban directamente sin preguntarme los organizadores y lo conocían a mi papá. Lo curioso es que a veces se me iban los puntos con un apellido o con el otro, y recuerdo que en un par de torneos, hasta que lo unificaron, quedé afuera de alguna clasificación porque sumaban los puntos para dos personas distintas", explica el director de Desarrollo en la AAT y capitán del equipo de la Copa Davis desde el año pasado.
-Branko, ¿qué fue lo mejor y lo peor que Daniel heredó de su docencia en el tenis?
-Jamás lo he pensado, la verdad. Yo, como padre y como profesor de tenis, hice lo que pude. Pero en realidad siempre es mérito de la persona a la que le estás enseñando. El receptor es el que vale. Vos podés hablar por hablar, pero se ve que él ha escuchado mucho en tiempos pasados, porque repite algunas frases mías y eso te hace pensar.
-¿En sus últimos años como jugador, le veía aptitudes de conductor o entrenador?
-Yo quedé muy sorprendido con todo lo que logró. En su momento yo le dije que lo iba a hacer bien y nada más. Pero después fue todo mérito suyo en crecer, en prepararse.
-Daniel, ¿qué creés que adoptaste de la vocación de Branko?
-Y..., de mis viejos, de él y de mi vieja. Con mis hermanos siempre les recordamos las enseñanzas que nos dieron, de cómo nos acompañaron. Siempre ellos estuvieron desde un lugar contenedor pero dándonos libertad para elegir y después de muchos años lo valoramos un montón. Somos tres hermanos: el más chico es Iván, que es diez años más joven que yo, tiene 38, y Mariana, que es ocho años y medio más chica que yo. Algo con lo que yo, por decirlo de alguna manera, molesto mucho en mi trabajo, es el tema del respeto, de aceptar al que está al lado tal cual es y es algo en lo que mis padres siempre pusieron énfasis. También destaco la vida de club social: él dio clases más de 40 años, le enseñó a jugar a muchísima gente y yo me moví siempre en ese ámbito de club, que es algo muy sano y valioso.
-Branko, ¿es verdad que cuando acompañaba a Daniel a los torneos juveniles y no se daba cuenta, su vocación era más fuerte y les daba indicaciones a sus rivales?
-No, no, yo no... (Sonríe, pícaro) Bueno, tal vez en algún momento pude haber dicho.. 'Pegale así o pegale asá', pero nada más.
-Es que él es docente de alma y por eso, en forma desinteresada, quizás estando en algún torneo que me acompañaba, veía a otro jugador y le daba un par de indicaciones. Yo le decía ?Mirá que si después ganamos los dos, al otro día jugamos en contra. Guardate las indicaciones para mí'. Pero eso que hacía era espontáneo, por su docencia. Creo que siempre en la relación padre-hijo-técnico-jugador se mezclan muchas cosas, uno quiere tener más concesiones que un alumno normal, el padre sabe que su hijo está ahí y lo quiere pinchar más... En él tuve un excelente profesor, pero me iba enojado de la mayoría de las clases. Él sabía dónde meter el dedo en la llaga (Daniel).
-¿Y seguía la tensión cuando se encontraban esos mismos días durante las cenas?
-No, no era algo que afectara la relación. Pero a mí me costaba salir de la cancha después de una clase con él. Tuve que madurar bastante para poder conseguirlo (D).
-Empecé a jugar al tenis a los 20 años. También jugaba a la pelota paleta. En el año 62, cuando las cosas en el país andaban medio mal, me costaba encontrar algo y uno me dijo ?¿Por qué no te ponés enseñar tenis?'. ?¿Y yo qué sé de tenis? Que juegue bien no significa que sepa enseñar', dije. Siempre auténtico; no me veía en eso. Pero empecé, me entusiasmé y fue todo bien. En 40 años viví de todo. Básicamente como profesor me interesaba la opinión del alumno. Tuve casos de jugadores que en dos o tres meses no avanzaban y yo les preguntaba qué les pasaba. ?A mí no me gusta como me estás enseñando el revés', me decía uno. ?¡Bien! ¡Eso me gusta que me digas!'. Entonces nos poníamos a discutirlo y ya estaba, al tiempo avanzaba. ¿Qué quiero decir? Que hablar es lo mejor (Branko).
-Es fundamental. En ningún orden de la vida es bueno imponer. Como dice Branko, el jugador tiene que estar convencido de lo que hace. Sirve más jugar una pelota equivocada estando convencido, que una bien jugada sin estar convencido. Escuchar al jugador es fundamental para entender por qué hace tal o cual cosa, o cómo reacciona en determinados momentos (D).
-Daniel, ¿en este grupo de jugadores de la Davis encontraste gente dispuesta al debate?
-Sí, sí. Cada uno tiene una personalidad diferente y yo le doy mucha importancia a eso. Me gusta mucho encontrar una manera en la cual todos se sientan a gusto, pero siempre respetando una idea, un propósito. Y eso está sucediendo. Cada uno de los jugadores que han estado entendieron eso, se sintieron cómodos y eso se ha traducido en buenas actuaciones.
-¿Pero es sencillo ponerlo en funcionamiento teniendo en cuenta que cada jugador tiene su manera individual de proceder y su entrenador, y vos, de cierta manera, sos externo?
-Pero precisamente por eso nosotros mantenemos una relación abierta con cada uno de los entrenadores. Que cada jugador se sienta parte no es fácil de lograr, pero es lo que buscamos. El jugador quiere entrar, hacer un buen partido y si puede ganar mejor, por él, por el grupo, por el país. Cada uno quiere seguir evolucionando y creciendo. Entonces, nuestra función es encontrar la manera que cada uno se sienta cómodo para poner en la cancha todo lo que tiene.
-¿Cómo asumen la curiosidad de jugar la final de la Davis ante un país que de una u otra manera está vinculado a ustedes?
-Sentimos mucho respeto por el pueblo croata y por la comunidad croata que vive en el país. Pero más allá de mis antepasados, me siento argentino de principio a fin. No es que digo ?Uy, se me cruza algún sentimiento'. En este desafío deportivo, por lo menos, que sea Croacia, España o Finlandia para mí es lo mismo. Vamos a representar a la Argentina y vamos a dejar todo (D).
-Yo me siento de acá, de Argentina. Pero es un poco chocante en sí el hecho de que la final sea en Croacia y tengamos la oportunidad de ganar la Copa por primera vez. Es sorprendente. (Branko se emociona, cierra los ojos, se le entrecorta la voz). ¿Viste la frase que dice, ?Vedere Napoli e dopo morire'? Bueno, eso resume todo y yo quisiera eso (B).
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