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Los golpes en la vida de Mariano Puerta: cerca de la muerte, inestabilidad, el primer doping, cirugía y psicología
La vida personal y deportiva de Mariano Puerta fue un subibaja de emociones y momentos extremos. Su padre, Rubén, fue un incondicional de Guillermo Vilas, por eso no fue casual que Mariano, zurdo como el gran Willy, jugara al tenis. Tras dejar la provincia de Córdoba, la familia Puerta se radicó en Buenos Aires, más precisamente en Villa Devoto. La ayuda que recibió Puerta por parte de la Asociación Argentina de Tenis fue, prácticamente, nula.
En 1994, todavía siendo juvenil, Puerta obtuvo sus primeros puntos de la ATP, en el Satélite Argentina-3. En 1995, alcanzó la final de Roland Garros junior y perdió ante el tandilense Mariano Zabaleta por 6-2 y 6-3, terminando la temporada como el número 4 de la ITF. En mayo de 1997, ya como profesional, empezó a competir en el circuito Challenger. Y en octubre de 1998, siendo número 58° del ranking mundial, encumbró su figura al ganar el primer título de la ATP, en Palermo, Italia, al derrotar a su compatriota Franco Squillari (era 54°) por 6-3 y 6-2. Esa final fue la primera de ATP, en 16 temporadas, entre dos tenistas nacionales después de la protagonizada entre Vilas y José Luis Clerc en Gstaad 1982, ganada por Batata por 6-1, 6-3 y 6-2. Entrenado por Pablo Martín, en 1998 Puerta se colocó como el número 1 de la Argentina en el ranking: 43°, por delante de Squillari (47°).
Antes de su florecer tenístico en el ATP Tour, Puerta y sus hermanos vivieron un momento que pudo haber sido trágico. Él mismo lo rememoró, ante LA NACION: "Jugué una exhibición en la localidad de Dolores con Eduardo Bengoechea; creo que tenía 15 años. Y volviendo de ese viaje, teníamos como una combi, mi papá y mamá iban adelante, mis hermanos y yo íbamos atrás, y parece que la chapa donde apoyábamos los pies en la parte trasera estaba picada y desde el caño de escape se empezó a meter monóxido de carbono. Mis viejos tenían los vidrios semiabiertos, entonces no sentían nada y todo quedaba atrás. Hasta que nos empezamos a dormir, uno por uno. Estábamos a la altura de La Plata, mi viejo para a cargar nafta y se ve que le llamó mucho la atención que nos hablaban, nosotros no le contestábamos, se asustaron y yo me desperté en el hospital. Lo que dijeron los médicos fue que si no paraba a cargar nafta y seguía hasta nuestra casa íbamos a llegar muertos. Así, tal cual".
En el segundo semestre de 2000, siendo Top 20, Puerta decidió no ir a los Juegos Olímpicos de Sydney y jugar en el circuito, tratando de aprovechan que las mejores raquetas del mundo estarían en Australia, pero la fortuna no lo acompañó. "Decidí no ir a Sydney y jugar dos ATP en Europa, sobre polvo de ladrillo. Fue una especulación, porque en Sydney se jugaba en cancha dura, en Europa había dos torneos y yo podía salir como primer favorito. Y en uno de esos torneos, en Palermo, me rompí la muñeca", se lamentó Puerta. Y añadió: "Fue entrando en calor con Hernán Gumy. En la primera pelota que toco: me saca despacio y cuando armo, pego el drive, golpeo y sentí un dolor tremendo. Ese año terminé jugando infiltrado. La lesión se agravó hasta que decidimos que me tenía que operar y lo terminé haciendo en Estados Unidos. Y ahí empezó la inestabilidad en mi carrera, las luchas mentales".
Puerta, con una perforación en el ligamento triangular de la muñeca izquierda, entró en un quirófano el 8 de enero de 2001. Fue en un hospital de Syracuse, en el estado de Nueva York. El médico que le hizo la cirugía fue Andrew Palmer, que, según el ex tenista, "estaba catalogado como uno de los tres mejores médicos de muñeca" y "operaba a beisbolistas". Y añadió: "Fue un momento difícil, porque el día anterior a la operación fue sincero, tuvimos una reunión y me dijo: ‘Tenés que saber que existe un 30% de probabilidades de que esto tenga éxito. Quiero que estés tranquilo porque si bien es difícil, es algo que hago todos los días’. La cirugía salió bien, pero empezaron los primeros reproches en mi carrera".
"Al regresar a la Argentina fue difícil mantenerme quieto -reconoció Puerta-. Estaba acelerado, quería volver. En ese momento mi entrenador era Guillermo Pérez Roldán. Empezamos a entrenar, al principio fue difícil porque después de una hora la muñeca se me hinchaba. A los días empecé a recuperar el timing, pero la muñeca me dolía. Pasó enero, febrero, casi marzo y no me aguantaba, quería ir a jugar, veía que durante una hora la muñeca me aguantaba bien. Me anoté en el torneo de Miami, tuvimos una reunión en el Vilas [NdR: actualmente, el Racket Club] con Guillermo, mi viejo y mi preparador físico, que era Fernando Aguirre. Ellos me dijeron que no estaba en forma, que lo mejor era arrancar en un tiempo. Pero no les hice caso, volví, fui un desastre realmente".
Puerta reapareció, efectivamente, en marzo, en Miami y perdió en primera ronda. Volvió a caer en las siguientes cinco primeras ruedas. "No podía dar marcha atrás y pedir ranking protegido. Me equivoqué. Después fui a la gira de Europa y no gané un partido hasta Roland Garros, a Arnaud Clement, que estaba bien en el ranking [NdR: 12°]. Ahí es como que empecé a ver señales. De nivel estaba bien, pero no me daba para jugar partidos largos. No escuché a nadie. Es uno de los grandes reproches que me hago. Estoy seguro de que si hubiese escuchado, hubiera tenido otra carrera. El 2001 fue un año perdido. El año anterior terminé Top 20 y en el 2001 terminé muy mal [254°]".
A partir de esos obstáculos, Puerta decidió hacer terapia por primera vez, por insistencia de Sol Estevanez, por entonces su mujer. "En el 2002 no repuntaba. Me sentí cien por ciento responsable del fracaso que fue mi regreso tras la operación. Era tan consciente de eso que estuve durante muchos torneos haciéndome daño a propósito. A veces tirando pelotas afuera a propósito, no siendo humilde, no corriendo algunas pelotas. Hace falta mucha humildad para poder tener éxito en todo. A veces tener tanto éxito siendo tan joven te hace ser soberbio. Una de las cosas que me reprocho fue no haber sido tan profesional con mi nutrición. Mis mejores años fueron cuando estaba liviano. Si no estaba flaco, no rendía bien. Me era muy fácil subir de peso, pero muy difícil bajar. Fue una lucha constante que tuve en mi carrera. Pero no me puedo mentir: no fui lo profesional que podría haber sido y me arrepiento", recordó Puerta, que finalizó su carrera con un récord de 128 triunfos y 118 derrotas.
El trabajo con el psicólogo Daniel Durán, según Puerta, le "cambió la vida". Tras aceptar los errores que había cometido, empezó a mejorar a todo nivel. "Hubo un momento en el que dije: ‘O me perdono o esto se termina’. No podía seguir así. Empecé a salir. Me vuelvo a meter dentro de los cien mejores, pero en 2003, en Viña del Mar, ya habiéndome recuperado como jugador, tengo otro obstáculo. Voy a ese torneo en Chile, ganó en primera ronda, pierdo en segunda con [Agustín] Calleri, tengo control antidoping, todo normal, me voy, hasta que unos meses después me informan del control antidopaje positivo. Digo: ‘¿Qué es esto? ¡Ah, el remedio!’. Me quería morir".
En el organismo de Puerta se le encontró clenbuterol, incluido en un medicamento que tomaba por el asma, pero prohibido por ser considerado anabólico. Estuvo suspendido entre octubre de 2003 y julio de 2004. Hoy, a la distancia, asumió el error: "Había pasado por una situación complicada: mi hermano había tenido a su primera hija, con problemas en el corazón y fue una situación de tensión. Tuve un ataque de asma. Me dan un remedio, nunca se me cruzó por la cabeza avisar en el torneo lo que había tomado. Se me pasó. No tuve intención".
-¿De chico habías tenido ataques de asma?
-Sí, sí. De chico y actualmente, no me duermo sin tener el inhalador en mi mesita de luz. Soy alérgico. Quizás entro en un departamento donde hay un gato y en 15 minutos estoy tapado de asma. O si entro en un lugar donde hay polvillo en el piso o en un sillón, igual. O en situaciones críticas. Pero después del doping ese remedio me lo aprobaron, lo pude usar hasta el último día de mi carrera. En aquel momento recurrí a un médico de la obra social. Después tuve el juicio, él se presentó, habló muy bien. Yo en Buenos Aires me manejaba con mi obra social si era una boludez así.
-¿Pero no era tomarlo un poco a la ligera teniendo en cuenta que eras un deportista profesional? ¿Sos autocrítico?
-Si, sí, sí y te digo otra cosa: también hay que tener en cuenta que en ese momento el control antidopaje en el tenis no estaba tan presente. Ahí en el año 2003 empieza a ser más severo, con testeos sorpresa en tus casas. Hasta ese momento yo ya tenía seis años de circuito, me habían hecho menos de cinco controles y la situación te llevaba a ser un poco más liviano si te enfermabas. No estaba tan consciente. Después vino el caso de Chela, el mío, todos empezaron a ponerse en alerta. Mi responsabilidad era saber el tema al detalle.
En diciembre de 2003, unos meses antes de cumplir la sanción, Puerta vivió otro momento accidentado al golpearse luego de que el ascensor en el que se encontraba, en Belgrano, sufriera un desperfecto: "No fue tan grave: tuve un golpe, me pusieron el cuello ortopédico unos días. El ascensor se descontroló, apreté el sexto para ir a mi departamento, fue para arriba, pegó un golpe, pero no fue nada importante. Creo que en ese momento vino un canal de televisión y se armó todo un show. Pero a los días estaba entrenando".
Claro que las pesadillas de Puerta no terminarían allí. En 2005, tras la final de Roland Garros, dio positivo de etilefrina y el cordobés se convirtió en el primer tenista reincidente. La historia posterior, con los ocho años de suspensión reducidos a dos por el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), ya es historia conocida.
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