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Los cuadernos del tenis: Marco Trungelliti, el argentino que desafió a la mafia que arregla partidos
Seis casos de doping –entre 2001 y 2005– fueron, sin dudas, la mancha que tuvo la talentosa Legión de tenistas argentinos. Aquello fue un cimbronazo en el circuito mundial; la desconfianza y la lupa se dirigieron directamente al tenis nacional. Catorce años más tarde, el mismo tenis argentino, el de los 7 títulos individuales de Grand Slam, 220 trofeos de ATP y una Copa Davis , se ve salpicado por una infección difícil de erradicar, que no es nueva pero sostiene su bacteria: el negocio de los arreglos de partidos y las apuestas, con la complicidad de mafias y protagonistas del court (algunos jugadores, entrenadores, dirigentes).
A fines de junio de 2015, el actual 117° del tour, Marco Trungelliti (Santiago del Estero; 31 de enero de 1990), se entrenaba en el club Deportes Racionales, en Olleros 1515 (Palermo), y semanas más, semanas menos, se situaba entre el puesto 262° y 278° del ranking. A los 25 años, solo sumaba un puñado de partidos ATP y competía, mayormente, en Challengers y Futures. Sin sobrarle nada, desarrollaba su deseo de lograr un salto de calidad, pero sufría altibajos –como muchos tenistas sudamericanos de su nivel– por las limitaciones económicas. Un día, a través de una persona de su confianza, un hombre lo contactó, vía mensaje directo de Facebook , y lo convocó a una reunión con la promesa de conseguirle un patrocinador que solventara su carrera.
"Master, avisame cuando estés por Buenos Aires, me gustaría tener una reunión con mi socio y vos por un tema de sponsoreo que seguro te va a andar. Espero tu respuesta. Abrazo", fue el mensaje que recibió Trungelliti, el 1º de julio de 2015, según los registros oficiales de la Unidad de Integridad del Tenis (TIU, su sigla en inglés; un organismo creado en 2008 y con sede en Londres para tratar de combatir la corrupción en ese deporte), a los que tuvo acceso LA NACION.
"Ok, tenemos que hacerlo ahora porque me estoy yendo a Europa", respondió el santiagueño que, efectivamente, en unos días tenía programado viajar a Suiza para entrenarse junto con Joss Espasandin (un tenista suizo que había vivido en Buenos Aires) y jugar, en el verano europeo, Interclubes para el club Nyon.
El encuentro se produjo el 2 de julio a las 19.30, en un bar ubicado en Manuel Ugarte y Cabildo, Belgrano, a metros de la estación de subte Congreso de Tucumán, de la línea D. Trungelliti llegó solo y se sentó en una mesa en la que había dos hombres. Tras los saludos y algunas preguntas triviales, el hombre que había contactado al tenista ensayó, prácticamente, un monólogo. El mensaje fue claro: que lo importante era la confianza y que lo que hablaran debía quedar allí. La otra persona, su "socio", algo callado hasta el momento, tomó la palabra y fue contundente. "Nosotros tenemos es un sistema de apuestas y hablamos con los jugadores para arreglar partidos", entró por los oídos de Trungelliti, como un golpe de Mike Tyson. "Ok, ok…", alcanzó a balbucear el tenista. Su asombro creció aún más cuando oyó las cifras que podría ganar por dejarse perder: entre 2000 y 3000 dólares por partido de Future, entre 5000 y 10.000 en Challengers, y entre 50.000 y 100.000 por encuentros de ATP .
Al santiagueño le explicaron en detalle cómo era el modus operandi y cómo se efectuaban los pagos. Antes del partido que debía "tirar", lo llamarían a su teléfono celular desde un número oculto. Además, no debían tener contacto por WhatsApp ni por Facebook. En tanto que el jugador involucrado debía entregar el contacto de una persona de suma confianza, a la que le llevarían –consumado el hecho– el maletín o el sobre con el dinero en efectivo (no se manejan con transferencias bancarias ni con envíos por Western Union ni por otras compañías se servicios financieros). Además, como para que se quedara "tranquilo" de que eran efectivos, a Trungelliti le dijeron que ya "trabajaban" con tenistas argentinos y extranjeros. Y le dieron 8 nombres.
El tenista se despidió de sus interlocutores y dejó el bar. El corazón le explotaba. Llegó a su departamento e intentó calmarse. A los pocos días viajó a Suiza y le contó a Espasandin, su amigo tenista, lo que le había sucedido. La TIU opera como ente independiente y es financiada por los siete poderes principales del tenis: la Federación Internacional de Tenis , la ATP, la WTA, el Australian Open, el Abierto de Francia, Wimbledon y el US Open. Los tenistas saben que existe un protocolo para actuar en caso de recibir propuestas oscuras. Y eso hizo Trungelliti: con la ayuda de Espasandin, que tenía mayor dominio del inglés, el 14 de agosto, a las 15.08, el argentino le envió un correo electrónico a la casilla confidencial de la TIU.
"Les escribo porque un tipo me contactó por ‘algún tipo de patrocinio’. Nos reunimos para hablar de ‘patrocinio’. Después de hablar con este tipo, lo entendí y me lo dijo claramente que está en una especie de negocio de apuestas. Él obviamente me pidió que me callara, pero no puedo porque odio esto (...) ¿Me pueden decir por favor qué puedo hacer? Tengo su nombre, su número de teléfono y algunas cosas que me dijo", fueron las líneas que utilizó en el e-mail. La TIU reaccionó de inmediato; Trungelliti empezó a recibir decenas de preguntas y pedidos de distintos elementos (capturas de pantalla de las conversaciones, por ejemplo). Los dos hombres que le habían hecho la propuesta de "amaño" no volvieron a contactarlo hasta el 25 de agosto.
Ese día, uno de ellos volvió a escena, por mensaje directo de Facebook. "Mi campeón, espero todo bien en tu vida, siempre por cualquier cosa estamos en contacto. Espero que todo vaya súper".
El 5 de septiembre, llegó otro mensaje, por la misma vía. "Vamos recarajo. ¡Qué huevos que le estás poniendo! Yo aquí te pongo un mucho más que me gusta. Te re felicito. Adelante". Las "felicitaciones" se debieron a que en esa semana el argentino elevó su nivel y llegó a la final del Challenger de Bangkok.
Y por último, el 17 de octubre, Trungelliti leyó, siempre por la red social: "Marco querido fijate si la semana que viene nos podemos juntar por el tema ese de la raqueta jaja".
Trungelliti, que no respondió esos envíos, el 18 de octubre le escribió un e-mail a Dee Bain, una investigadora de la TIU que ya había entrado en contacto con él. El tenista le contó que el "arreglador de partidos" le había escrito tres veces, en una de ella con una "especie de código", hablándole sobre una supuesta raqueta. "En tres semanas tengo que jugar el Challenger de Buenos Aires (…) Me escribió en código, me decía algo sobre una raqueta, pero estoy bastante seguro de que eso es por lo que ya sabes. Y probablemente vayan a estar allí, y probablemente intenten hablar conmigo cara a cara. Por mi seguridad, necesito saber qué decirles en ambas situaciones. Argentina no es un lugar seguro para estar, especialmente en este tipo de casos. Saben dónde vivo, dónde camino y, en serio, no quiero sentirme más inseguro que ahora", escribió el tenista. La respuesta del agente de la TIU se produjo el día después: "Necesito que me envíes captura de pantalla o fotos de los mensajes (…) Es mejor si no contestas. Este es el consejo que siempre damos a los jugadores. Si usted da alguna respuesta, lo alentará a contactarlo más. Si lo ves en el club y él te pregunta si viste su mensaje, le dices que estabas ocupado y olvidaste responder, y en cualquier caso que no necesitas raquetas (aunque sospechas que significa algo más). Si luego explica que se refiere a una oferta para arreglar los partidos por dinero, entonces debe decir que no está interesado".
"La bomba explota porque el arreglador de partidos, en uno de esos mensajes, me escribió desde su teléfono personal, en el que figuraba su número. Cuando yo le hice la captura y se la envié a la TIU, ellos accedieron a ese dato clave. ¿Qué pasó? La TIU cruza números en su base de datos y vio que Federico Coria, Nicolás Kicker, Patricio Heras y unos cuantos más que ya estaban siendo investigados por ellos, habían tenido contacto y mensajes con el número de esta persona. Y ahí empieza a saltar todo", le cuenta, con crudeza, Trungelliti a LA NACION.
Tras los Challengers de Santiago, Lima y Guayaquil llegó, efectivamente, el de Buenos Aires, del 9 al 15 de noviembre. El domingo 8, un día antes del arranque del certamen que se jugó en el club El Abierto, en Saavedra, Trungelliti fue citado al Ramada Hotel (San Martín 450, Vicente López), para participar de una entrevista grabada con la investigadora de la TIU. Era la primera vez que lo interrogaban cara a cara; hasta el momento había sido por videollamada por Skype. Del encuentro participaron, además del jugador, Bain (detective de la TIU) y la traductora Malala Fox. Durante una hora (de 10.08 a 11.09 de la mañana), Trungelliti volvió a oír las mismas preguntas que ya le habían hecho y más también. Dos días después, el jugador que en ese momento era 189°, perdió con Carlos Berlocq por 7-6 (7-5) y 6-0, en la 1ª rueda. Personal de la TIU se infiltró entre el público en el club de Saavedra, pero el "arreglador de partidos" no apareció.
Trungelliti no tuvo más noticias sobre la TIU y los apostadores durante 2016. Tampoco en la mayor parte de 2017. Hasta que en diciembre de ese año, mientras hacía la pretemporada en Barcelona, lo contactaron los abogados independientes que trabajan para la TIU. Desde Inglaterra, le hicieron otra entrevista –de una hora y media– por Skype, y le comunicaron que la investigación había avanzado. Claro: no sabía concretamente a qué investigación se referían. La TIU quiso que el jugador prestara testimonio en los juicios a Federico Coria, Kicker y Heras, investigados por distintas situaciones irregulares.
"Me quedé helado. No sabía que ese juicio existía", asevera Trungelliti.
Los abogados le entregaron las fechas de los tres juicios (entre marzo y abril). Él participó, por Spype, desde Barcelona. Para ello, la TIU le exigió buena calidad cámara y de Internet. Y así fue como Trungelliti se sentó frente a la computadora, vio la cara a los jugadores argentinos implicados en cada juicio (se encontraban en Miami), a los abogados, a la querellante, a la fiscal y al abogado de la TIU. Un momento, sin dudas, desagradable y perturbador.
El 14 de junio, Coria fue suspendido por dos meses y multado con 5000 dólares por no haber reportado que le ofrecieron arreglar partidos en el Future de Sassuolo, en 2015. Si bien el informe indicó que no aceptó el soborno, según la TIU, "infringió el reglamento anticorrupción" al no denunciarlo. El 19 de junio, la TIU suspendió a Kicker por tres años y lo multó con US$ 25.000 al ser declarado culpable por arreglar un partido en el Challenger en Padua, Italia, en junio de 2015, y otro en el de Barranquilla, en septiembre de ese mismo año. Mientras que el 3 de septiembre, Heras fue castigado con una suspensión de tres años y una multa de 25.000 dólares por haber cometido "delitos", entre ellos arreglar un partido en el Challenger de Barranquilla, en 2015.
A partir de ese momento, Trungelliti empezó a vivir, según dice, un calvario aun mayor. Fue acusado por muchos colegas de ser una suerte de "topo" o "buchón". El santiagueño, que adoptó los servicios del psicólogo Juan José Grande (licenciado que, por ejemplo, trabaja desde hace muchos años con Leonardo Mayer y que ayudó emocionalmente a Juan Martín del Potro durante 2018), se defiende, declara que nunca aceptó sobornos, que él no "vendió" a nadie y que si otros colegas cayeron fue porque la TIU los vinculó con el teléfono del apostador que lo había contactado a él. Hostigamientos, ninguneos, amenazas; todo eso está viviendo el tenista de 29 años. Desde diciembre pasado vive en Andorra, con su esposa. No quieren volver al país. En estos días debió hacerlo, junto con su entrenador David Pons, para jugar las clasificaciones del ATP de Córdoba y el de Buenos Aires . Pensó que con los meses el señalamiento con el dedo se aplacaría, pero se encontró con todo lo opuesto. Explotó y ahora contó su verdad.
Trungelliti colocó sobre la mesa un tema que no es ajeno al tenis. Pero sobre el que la mayoría prefiere callar.
Son los cuadernos del tenis.
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