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Los 100 títulos de Federer. Un hito de aquel adolescente irascible que revoleaba raquetas y se teñía el pelo
Cuando Roger Federer era adolescente y todavía estaba lejos de tener una personalidad principesca. Cuando se teñía el pelo de rubio, no cumplía con los horarios y revoleaba raquetas en los courts de Basilea. Cuando no estaba seguro si dedicarse al fútbol o al tenis. Cuando le costaba mantener la concentración. Cuando su cuerpo no se encontraba en armonía y asemejarse a un bailarín del Bolshoi con raqueta era una utopía. Cuando el apabullante sentido de la anticipación no existía en su abanico de recursos. Cuando la milimétrica exactitud para golpear la pelotita no era tal. Cuando su capacidad competitiva y su mente ganadora tenían cortocircuitos. Cuando todo ello era parte del mundo Federer, casi nadie imaginó que el suizo llegaría, tras poco más de dos décadas de carrera profesional, a los 100 títulos de ATP. Superhéroe en zapatillas y vincha, a cinco meses de cumplir 38 años Federer superó por 6-4 y 6-4 al griego Stefanos Tsitsipas (un crack de 20, que desde las próximas horas será Top 10) y llegó al centenar de trofeos, una maravilla sólo lograda por Jimmy Connors (el estadounidense lo alcanzó en 1983 y su récord llegaría hasta 109).
Está claro imaginar una carrera como la que finalmente construyó el helvético era casi imposible, pero varios de los que trabajaban en su formación esperaban que ese muchachito irritable hiciera un click. Uno de ellos, el argelino nacionalizado francés Paul Dorotchenko, osteópata y fisioterapeuta, uno de los primeros preparadores físicos del circuito profesional de tenis en los ’80. "Roger era un chico difícil, hiperactivo desde la mañana hasta el final del día. No paraba de hacerse el tonto, gritaba y cantaba como loco mientras se duchaba. En Suiza eso molesta mucho. Lo castigaba seguido. Un día lo mandé a limpiar las canchas a las 6 de la mañana, con temperaturas bajo cero", confesó Dorotchenko en 2011, durante una visita a la Argentina. Pero añadió: "Roger tenía piernas increíbles. Era muy rápido, bien coordinado, tenía todo desde niño y siempre fue exigente. Y eso ha evitado que tuviera lesiones importantes. Su técnica es académica. Federer podría jugar hasta los 40 años a muy buen nivel". La aseveración la hizo hace poco más de siete años y Federer llegará a las cuatro décadas de vida en agosto de 2021. Parece difícil que se cumpla. Pero…
Un momento de plenitud física y anímica
El título número 100 llega en la vida de Federer en un momento de plenitud: física y anímica. Es verdad que desde hace un tiempo (podría apuntarse la final de Indian Wells 2018 perdida con Juan Martín del Potro como punto de partida), el suizo empezó a ofrecerle a los rivales más hendijas en su juego que en otros momentos de firmeza. Pero el desgaste y los altibajos son parte de un proceso que, luego de dos décadas de máxima acción en el tour, tranquilamente pueden aparecer. Incluso, hace unas semanas el gran Roger anunció que en mayo volverá a participar de la gira sobre polvo de ladrillo (en Madrid y Roland Garros), superficie que no pisa desde Roma 2016. Y aseveró que no lo hará porque sea parte de una suerte de gira de despedida, sino porque su cuerpo está en buenas condiciones y quiere volver a teñirse las medias de naranja.
Es verdad que el campeón de 20 Grand Slam pueda ser un poco más vulnerable que antes, pero ello no significa que haya dejado de ser un peligro para cualquiera. El trofeo 100° de su brillante carrera podría haber aparecido antes: la última celebración del suizo había sido en octubre pasado, en Basilea, y luego cayó en las semifinales de París-Bercy (frente a Novak Djokovic), en la misma instancia en la Copa de Maestros de Londres (vs. Alex Zverev) y en los 8vos de final de Australia (vs. Tsitsipas, en un match en el que el suizo no pudo, extrañamente, concretar ninguna de las 12 chances de quiebre). Entre Stuttgart 2018 (a mediados de junio; el título N° 98) y Basilea (el 99°), Federer no rindió como se esperaba. De hecho, padeció algunas caídas que estaban fuera de libreto: en los 8vos de final del US Open, ante el australiano John Millman (por entonces 55°), fue una de ellas. Luego, Federer confesaría haber tenido un problema en la mano derecha desde la gira sobre césped que lo había afectado.
La consagración en el ATP 500 de Dubai, la octava del suizo en el emirato (la primera fue en 2003), forma parte de un álbum lleno de fotografías de una trayectoria novelesca. Instantáneas que desde el mismísimo 2001, cuando Federer obtuvo su primer título ATP (en Milán, como N° 27, ante el francés Julien Boutter), no dejaron de impactar. Salvo en 2016, cuando se sometió a una artroscopia de rodilla izquierda y estuvo inactivo buena parte de la temporada, Roger ganó trofeos en cada año, con distintos efectos simbólicos. En mayo de 2002, por ejemplo, Federer logró su primer Masters Series: fue sobre el polvo de ladrillo de Hamburgo, batiendo al ruso Marat Safin (era 5°) en la final.
El año de la explosión Roger
Fue 2003 el año de la explosión de Federer. Ganó siete trofeos en nueve finales. ¿Lo más destacado? Su primer éxito en Grand Slam (Wimbledon, ante el australiano Mark Philippoussis) y su primer título en EE.UU. (el Masters, que por entonces se jugaba en Houston; venciendo a Andre Agassi en la final). Federer construyó una temporada mágica en 2004, con 11 títulos, tres de ellos de Grand Slam. Además de Wimbledon, obtuvo por primera vez el Abierto de Australia (vs. Safin) y el US Open (vs. el australiano Lleyton Hewitt).
En 2005, el suizo se enfrentó por segunda oportunidad con el que sería el mayor rival de su carrera, Rafael Nadal. En 2004 habían chocado por primera vez, en la 3ª rueda del Masters Series de Miami, y había ganado el mallorquín por 6-3 y 6-3. Pero un año más tarde se cruzaron en una final: fue en el mismo certamen, en la Florida, y Federer se impuso por 2-6, 6-7 (4-7), 7-6 (7-5), 6-3 y 6-1. Sería la primera de muchas definiciones que los encontraría cara a cara.
Ganar Wimbledon por cuarta vez consecutiva (y ante Nadal en la final) tuvo un gran significado en 2006 para Federer. En 2007, el título en Hamburgo tuvo un valor extra para el helvético: fue la primera vez que derrotó a Nadal en una final sobre polvo de ladrillo; además, con el plus de que el zurdo de Manacor atesoraba 81 partidos invicto sobre la superficie que dominaba –y domina– como nadie. En 2008, una temporada con cuatro títulos en ocho finales, lo más destacado fue la quinta corona en forma consecutiva en Flushing Meadows (torneo que, hasta el momento, nunca más volvería a ganar).
En 2009 el vínculo entre Federer y el polvo de ladrillo alcanzó su punto máximo. En mayo, en el Masters 1000 de Madrid, se consagró al batir en la definición a Nadal, que por entonces era el número 1 y sumaba 33 victorias seguidas sobre canchas lentas. Pero, sin dudas, el momento de mayor importancia se produjo en Roland Garros: Federer, por fin, logró ganar la Copa de los Mosqueteros, al derrotar por 6-1, 7-6 (7-1) y 6-4 en la final al sueco Robin Soderling, que había eliminado a Nadal en los 8vos de final.
En 2010, un año con cinco títulos, arbitrariamente se podría destacar el Masters de Londres (ante Nadal en la definición). París-Bercy era uno de los Masters 1000 que Federer no había ganado…, hasta 2011, cuando lo conquistó al vencer en la final a un referente local como Jo-Wilfried Tsonga (por entonces, 8°). En 2012, el suizo ganó Wimbledon por séptima vez, igualando la marca que ostentaba Pete Sampras. "Fue un año perdido", dijo el propio Roger sobre 2013, luego de haber padecido muchos problemas de espalda; así y todo, logró un título, en Halle. En 2014, Federer ganó Shanghai por primera vez: en la final, siendo 3°, derrotó al francés Gilles Simon (29°), pero en las semifinales despachó a Djokovic, que era el número 1 del mundo. El tenista nacido en Basilea alcanzó sus 1000 triunfos en el ATP Tour en 2015, al vencer a Milos Raonic en la final de Brisbane. Federer amplió su propio récord de Grand Slam obtenidos en 2017, conquistando Australia y Wimbledon, en una temporada de furiosa –e inesperadamente exitosa–. Alcanzó su título grande número 20 en 2018, en Australia; en esa misma temporada, el ATP 500 de Rotterdam tuvo adquirió valor porque el suizo lo ganó y se transformó en el 1° más veterano de la historia, con 36 años.
A los 37, Federer llegó a los 100 trofeos de ATP. Aquel Roger adolescente e irascible, probablemente, se hubiera burlado si en ese momento de desarrollo le decían lo que conseguiría tiempo después. ¿Va por más? Seguramente.
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