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Leonardo Mayer, de antihéroe campeón de la Copa Davis a subcapitán: cómo se adapta a las nuevas generaciones y qué le falta hoy que antes maldecía
Retirado hace dos años por el desgaste y tras sufrir ataques de pánico, atraviesa una nueva experiencia
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Leonardo Mayer se convirtió, sin buscarlo, en un antihéroe, en uno de los protagonistas más queribles de la película completa del tenis argentino. Correntino, sensible, a veces simpáticamente gruñón, con humor irónico y perfil subterráneo, fue N° 21 del ranking (en 2015), logró dos títulos ATP 500 en singles (Hamburgo 2014 y 2017) y fue, sobre todo, una de las banderas del equipo que ganó la Copa Davis, el trofeo que a la Argentina se le negó durante 93 años, hasta que en 2016 se rompió el embrujo.
El Yacaré anunció su retiro en octubre de 2021. Le confesó a LA NACION que había sufrido ataques de pánico por la brutalidad del alto rendimiento. “Viví un montón de cosas espectaculares. Me fui bien con el tenis, pero ya no tenía más ganas y no me quería ir odiándolo”, le contó a este medio, en su casa de City Bell, tras recorrer el circuito durante 18 años. Pero no se alejó del todo. Tras haber hecho base durante años en la academia de Mariano Hood y Mariano Monachesi, empezó a acompañar como coach a uno de los jugadores del grupo: Román Burruchaga, el hijo de Jorge. Y en marzo de 2022 se incorporó al cuerpo técnico de Guillermo Coria en la Davis como subcapitán, donde todavía está.
Mayer siempre tuvo un vínculo especial con la Copa Davis. No sólo fue campeón, sino que ganó el partido que cambió las reglas: ante el brasileño Joao Souza, en 2015, en Tecnópolis, 15-13 en el quinto set, tras inhumanas seis horas y 43 minutos. A partir de ello se dispuso que desde 2016 el último parcial no fuera “largo” y se resolviera con el tie-break.
Hoy, a los 36 años, está viviendo otra etapa. Con su mujer, Milagros, tuvieron tres hijos: Valentino y los mellizos Pedro y Camilo. Este sábado y domingo la Argentina recibirá a Lituania, por el repechaje del Grupo Mundial I, una serie favorable que le permitirá al equipo nacional volver a los Qualifiers 2024. Mayer estuvo en cada detalle durante la semana, pasando muchas horas en la cancha, siguiendo a los cinco convocados por el Mago Coria. Luce muy delgado, incluso más que cuando jugaba.
“Estoy más flaco, sí. Cuando jugaba tenía 82, 83 kilos. Ahora estoy en 78. Bajé muscularmente y cambié la manera de comer. Entreno en el gimnasio cuando viajo un poco. Acá estoy jugando mucho al fútbol; me anoté en un campeonato. ¿De qué juego? De ocho o de cuatro. Soy muy rústico, pero corro bastante. Ya me fisuraron una costilla”, sonríe Mayer ante LA NACION, en las tribunas del Buenos Aires Lawn Tennis Club, escenario de la serie de este fin de semana.
-¿Extrañás algo de la competencia?
-Cuando veo los torneos grandes, lindos… sí. Digo: ‘Ojalá pudiera estar de nuevo’. No puedo mentir. Cuando veo Roland Garros, Wimbledon, los otros Grand Slams, la Copa Davis, los Masters 1000, digo: ‘Que bueno jugar ahí, que bueno sería estar de nuevo’. Pero sé que para llegar a eso el esfuerzo es gigantesco y la verdad es que no sé si podría llegar a hacerlo otra vez. Entonces, digo: ‘Bueno, ya está’. Obviamente la Copa Davis me vuelve loco, tengo pasión por esta competencia. Ahora que estoy con el equipo, que entro un poquito en la cancha, miro para las tribunas y me parece muy bueno volver a sentir ese cosquilleo; es una sensación que no la viví en nada más.
-Es que tuviste experiencias fuertes en la Davis.
-Sí, tuve muchos momentos fuertes. Hice un clic en Buenos Aires para jugar mejor. Yo jugaba muy mal, padecía demasiado por los nervios, era como que esperaba que no llegara nunca el torneo de acá, hasta la serie que jugué contra Brasil, primero contra (Thomaz) Bellucci y después con Souza. Ahí fue como una master class. Jugué como nueve horas, gané los dos partidos y casi me muero [NdR: por el desgaste hecho ante Souza], ¿cómo voy a tener miedo? A partir de ahí hice cuartos de final en el ATP, varias segundas rondas, pero jugando bien en todos los partidos, ya sin sufrir. Por la Davis nunca me tocó jugar en el Buenos Aires Lawn Tennis: lo hice en el Parque Roca, Parque Sarmiento y Tecnópolis. Me hubiese encantado jugar acá, pero no tocó.
-¿Hoy vivís más tranquilo? ¿Volviste a tener episodios de pánico?
-Tengo momentos en los que estoy mejor y otros en los que no. A veces te sentís como que te faltan cosas. Al principio, cuando dejás el tenis, decís: ‘Ya está bien’. Pero te falta algo. No sé qué es. No lo puedo explicar tan fácil en palabras. Doy un ejemplo: es como que siempre tenía el raquetero en el hombro, ese era mi trabajo. Y hoy hay algo que me falta: levantarme, entrenar, comer, descansar, llegar a la noche cansadísimo. Hoy, hay días en los que llego cansado, pero no físicamente, sino por la vida normal. Antes llegaba cansado por entrenar. Hay cosas que a veces decís: ‘Pucha, estaban buenas igual’. Pero se dice que te dan el peine cuando te quedás pelado (sonríe). Vivo más tranquilo, porque el tenis es un deporte de mucha competencia, exigente, en el que vivís todo el tiempo a prueba. Semana tras semanas tenemos que defender puntos, ver en qué torneos entrás, en cuál no. Estás todo el tiempo bajo prueba. Entrenás contra un jugador y te probás. Vas a un torneo y lo mismo. Si te va mal una semana, no pasa nada, pero si se repite durante un mes tu cabeza empieza a pensar que si no te va bien al otro mes no entrás en tal torneo... No podés vivir el presente: es para adelante y para atrás, para adelante y para atrás. Lo que pasó adelante no lo vivís, pero lo sentís. Y eso asfixia. Empiezan las lesiones más por lo mental que por lo físico. Es un deporte híper difícil. Se vive para el tenis.
-¿Empezar a entrenar rápidamente a un jugador (Burruchaga) hizo que la transición no fuera tan salvaje?
-Un día me llamaron Mona (Monachesi) y el Niño (Hood) para saber si podía acompañar un poquito a Román y les dije que sí, porque eran pocas semanas y creo que le podía aportar mucho en ese momento. Ya me había quedado en casa y había visto cómo era la vida sin el tenis. Tenía ganas de volver.
-¿Te gusta ser coach?
-Sí, me gusta. Me encanta poder transmitir lo que viví. Sufrís, pero desde otro lado. Necesitás que el jugador tenga todo bien y en orden. El sufrimiento que tenés como jugador, ese que te va comiendo desde la mañana si tenés que jugar a la noche, como entrenador no lo sentís. Es otra responsabilidad.
-¿Qué diagnóstico hacés de las nuevas generaciones de jugadores en comparación con la tuya?
-Es distinta porque la vida es muy distinta. El celular… la atención que te dan cuando decís algo es diferente. Las cosas que les gustan son diferentes. Es un buen desafío porque hay que aprender y adaptarse. Yo no soy tan grande, entonces hay cosas que me resultan más fáciles. Hay que aprender a llegarles; es el desafío. El jugador de tenis enseguida está estudiando al otro, el día a día lo está estudiando al entrenador, pero quizás ahora se presta menos atención por cómo se vive. Tenés que llegarles en ese tiempo disponible de atención, que lo puedan entender y trasladarlo a la cancha.
-¿Qué preocupaciones ves en los jóvenes tenistas de hoy?
-Para mí ahora se mira menos tiempo el tenis. Siempre en espacios cortitos, con las redes sociales, puntos aislados... Es difícil que se queden mirando cinco sets de un partido. Seguramente el que preste más atención y pueda mirar más, tendrá más información. Ahora las redes sociales te exponen mucho, en las buenas y en las malas. El equipo tiene que tratar de que haya un equilibrio.
-Para esta serie tienen a los tres mejores singlistas del país, que además son jóvenes, como Fran Cerúndolo (25 años), Seba Báez (22) y Tomás Etcheverry (24). ¿Qué análisis hacés de ellos?
-Primero: son muy buena gente, que eso es importantísimo para un equipo. Son muy humildes en el día a día: gente que saluda, que se entrena todo el día, que está ahí disponible siempre. Y juegan muy bien al tenis. Tienen todas las cosas. Estoy encantado de que estén acá en el equipo. Argentina siempre tiene jugadores: si se baja uno va a entrar otro que va a jugar bien, nunca está partido.
-Jugaste los dos formatos de la Davis: el tradicional, que lo ganaron, y el nuevo tras el cambio con Piqué y la ITF. ¿Cuál te gusta más?
-En el anterior, con local y visitante, era espectacular, pero tenía una contra: era desgastante. Me ha tocado jugar varias series durante un mismo año, teniendo una buena temporada en el circuito y terminaba muy cansado. Mucho más siendo sudamericano, que no tenemos la cercanía con nuestras casas. Este formato tiene una serie de local-visitante en la primera fecha, que si te toca en casa es espectacular, pero que si es de visitante es más frío, y después la zona. Para mí este sistema es menos desgastante. Muchos se quejan, pero están jugando. Es fina la diferencia. Me gustan los dos, pero este es menos cansador.
Mayer debutó en la Davis en 2009, en la caída 3-2 frente a la República Checa en Ostrava, por los cuartos de final del Grupo Mundial, con Tito Vázquez como capitán. Entre 2013 y 2016 logró diez victorias consecutivas en singles, tres de ellas en la campaña del título de 2016.
-Del cuarteto de Croacia, cuando fueron campeones, se retiraron Del Potro y vos. ¿Cómo los ves a Guido Pella (33 años) y Federico Delbonis (32), que siguen jugando?
-Los dos están ahí con el remo, eh (sonríe). Tienen el remo y le están dando. Hablando en serio y más allá del cuarteto, siempre digo que nunca miren al otro, que no se comparen, porque todos son muy diferentes. Fijate el cuarteto: cada uno tiene una historia diferente. Que Guido haya podido volver después de un año afuera del circuito, haciéndolo bien, muy entrenado, ganando muchos partidos, fue buenísimo. De no tener ranking a llegar al 190 en diez-doce torneos, es buenísimo. Y lo de Fede, que está un poquito lesionado, ahora empezó a estar mejor y lo está intentando. De nivel, obviamente les sobra para estar ahí. Pasa que hay muchos chicos que siempre vienen con una energía…, que te quieren comer los talones. Hay que estar, eh. No es fácil.
-¿Cómo te afectó que Del Potro, finalmente, no haya podido estar en condiciones físicas para jugar un partido más en el último US Open?
-Lo de Juan Martín me dio pena siempre, siempre. La última vez que se lesionó [en 2018], que estaba para ir otra vez arriba muchos años… ¿Viste cuando decís: ‘Es inexplicable’? Bueno, sí, es inexplicable. Un tipo que era demasiado bueno, que con un golpe menos les ganaba a todos. La gente quizás no sabe, pero no tener revés, como cuando él volvió después de las operaciones de muñeca, es dar una gran desventaja en el tenis. Y él, sin revés, les ganaba a todos: eso lo hacía un poco más que crack. Es una pena. Pero cada uno tiene su historia, cada uno vive diferente y su propia vida. Lo importante es tratar de vivir lo mejor posible cada momento para que después te quede en tu recuerdo.
-Una pregunta más informal. ¿Hoy qué lustrás más: la caña de pescar, una de tus pasiones, o la réplica de la Copa Davis que descansa en tu casa?
-La caña no la estoy usando mucho en este momento... Ahora lustro más los botines de fútbol y afilo los tapones (cierra con una carcajada).
Cerúndolo abre la serie en el BALTC
Realizado el sorteo del orden de juego de la serie entre la Argentina y Lituania, quedó determinado que el porteño Fran Cerúndolo (21° del ranking) abrirá la jornada este sábado, desde las 12, ante el single 2 visitante, Vilius Gaubas (476°; 18 años). Veinte minutos después de finalizado ese match, se jugará el segundo punto: el bonaerense Seba Báez (28°) vs. Ricardas Berankis (231°; 33 años).
El domingo, desde las 11, se jugará el punto de dobles: Máximo González y Andrés Molteni será la pareja argentina. Luego están programados los dos singles: Cerúndolo vs. Berankis y Báez vs. Gaubas, aunque los protagonistas pueden modificarse (podría debutar Etcheverry, por ejemplo).
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