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Leo Borg se le atreve al tenis sin temor por la sombra de su padre, el Hombre de Hielo
Por Andrew Keh
New York Times
ESTOCOLMO.– Cuando tenía 10 años, Leo Borg le pidió a su madre que se sentara y le dijo algo que la hizo llorar: quería ser jugador de tenis.
Hasta entonces, Patricia Borg tenía esperanzas de que su hijo canalizara sus dotes de deportista por otro lado. Cuando Leo era un poco más chico, los entrenadores de un club de fútbol le dijeron a Patricia que hacía tiempo que no veían un talento tan brillante como el de su hijo, y cada tanto ella aprovechaba para recordarle esa anécdota.
¿Cómo es que Leo prefería el tenis? Ese era el reino de su marido, Björn Borg, que ganó 11 torneos de Grand Slam en una carrera relativamente breve, pero que le valió un lugar entre los mejores tenistas de la historia. Así que para Patricia Borg, la idea de que a su hijo le gustara tanto ese deporte y que terminara convirtiéndose en una de sus promesas terminó resultándole una cruel ironía del destino: pensaba que la sombra de Björn siempre eclipsaría a su hijo.
"Me puse a llorar", dice Patricia. "Intentamos que hiciera otro deporte para que no lo compararan con su padre. Habría sido mucho más fácil; yo tenía miedo", agrega.
Formar a un aspirante a deportista puede ser arriesgado para cualquier padre. ¿Cómo alentar al joven sin ponerle demasiada presión? ¿Cómo equilibrar la precocidad con el simple hecho de que se trata de un niño? En el caso de los deportistas más famosos del mundo, tal como les sucedió a figuras como Michael Jordan, Joe Montana y Zinedine Zidane, esas preguntas se multiplican y se intensifican.
Björn y Patricia Borg tuvieron que enfrentar esas mismas preocupaciones. Al final, sus dudas se convirtieron en determinación para manejar el asunto.
Actualmente, Leo Borg tiene 15 años y es uno de los mejores jóvenes tenistas de Suecia. Se entrena dos veces por día, antes y después de la escuela, y la próxima primavera boreal, cuando termine el secundario, se dedicará por tiempo completo al tenis. Su ambición es llegar a ser un tenista profesional. Él y sus padres saben que todavía le queda mucho camino por recorrer.
"Siempre van a hablarle de mí, y tal vez sea un peso para él", dice Björn Borg. "Así que no lo presiono, y trato de asegurarme de que la vida que lleva tampoco le genere ninguna presión. Ese es nuestro deber, nuestra manera de ayudarlo. Así que la única persona que puede ponerle presión es él mismo", agrega el notable ex campeón.
El mes pasado, en la cancha del Royal Tennis Club, durante el Abierto de Estocolmo, Leo Borg recibió un premio de 100.000 coronas suecas (alrededor de 11.000 dólares) al mejor tenista Sub 16 del año: había sido finalista de los cuatro torneos junior más importantes de Suecia y se había coronado en dos de ellos.
El Royal Tennis Club, equipado con sus asientos originales de madera, parecía un monumento vivo a la historia del tenis sueco, con ilustraciones y fotografías de Björn Borg por todas partes. Y como su marca de ropa deportiva patrocinaba el torneo, todos los que trabajaban en la organización del evento –alcanzapelotas, acomodadores, controladores de entradas– llevaban ropa con la inscripción "BORG", así, todo en mayúsculas.
"Es comprensible", dijo Leo Borg sobre la omnipresencia de su padre. "No me molesta tanto. Siempre supe quién es mi padre".
Ese día, Leo Borg ayudó como compañero de entrenamiento a profesionales como Tennys Sandgren y Chung Hyeon. Llevaba pantalones cortos, medias altas y una gorra hacia atrás que le cubría su oscilante pelo rubio. La despreocupación serena y adolescente que transmitía hizo que las preocupaciones iniciales de sus padres parecieran casi ridículas.
Los comienzos, en un sótano de la casa de la abuela
Según Leo, su primera experiencia con el tenis tuvo lugar a los 6 años, cuando hacía rebotar una pelota contra una pared en el sótano de su abuela paterna. (De niño, su padre hacía lo mismo contra la puerta del garaje de su madre.) Cuando era chico, le encantaba jugar al tenis con su padre, pero dice que ya casi no tienen oportunidad de hacerlo.
Cuando le preguntan si alguna vez vio un partido de su padre, Leo se encoge de hombros. "Sinceramente, no. Creo que ninguno", dice. Piensa un poco más, como para estar seguro. "No", agrega. "Ni un solo partido."
Sus padres se ríen cuando les comentan la respuesta de su hijo. Durante su infancia, el jugador preferido de Leo era Rafael Nadal. A Patricia le causa gracia que su hijo sea indiferente a los logros de su marido.
"Lo intentaste una vez, cuando era chiquito", le dice a su marido. "Le dijiste: 'Andá más adelante', y Leo dijo algo así como: '¡Pero si vos no sabés naaaada de tenis!'. Entonces Björn dijo: 'Está bien, no voy a decir ni una palabra más de tenis'".
Björn Borg está muy contento de haber mantenido esa conducta. Rickard Billing, el entrenador de 46 años que hace cinco entrena a Leo, dice que la familia Borg mantiene deliberadamente cierta distancia y es más tranquila que el común de los padres del mundo del tenis. Cuando era chico, Billing idolatraba a Björn Borg y admite que todavía tiene un póster de él en su casa. Pero considera que la relación de "entrenador a padre" que construyó con su héroe de la infancia es cordial y sin fricciones.
"Soy tenista y soy padre", le dijo Borg la primera vez que se reunieron. "El entrenamiento es algo que te corresponde a vos".
Haciendo del padre...en una película de Björn Borg
Sin embargo, una vez Leo Borg intentó ponerse en la piel de su padre. Cuando tenía 12 años, él y su madre respondieron a una publicidad por internet en la que buscaban jóvenes actores de Estocolmo capaces de jugar al tenis. Recién un tiempo más tarde se enteraron del papel: hacer de Björn Borg durante su niñez para la película "Borg vs. McEnroe".
Al principio, Björn Borg le dijo a su esposa que la idea no le gustaba: ya que tanto le preocupaba que le hiciera sombra a su hijo, ¿era sensato dejar que Leo simulara ser él en una película de alcance internacional? "Yo quería protegerlo", dice Borg.
El danés Janus Metz, director de la película, también tenía dudas: dado que su hijo participaría de la película, ¿intentaría la leyenda del tenis ejercer cierto control sobre el relato de la película? Pero las reservas de Metz se esfumaron cuando se encontró con Leo. El parecido físico era asombroso. Pero por sobre todo, Metz percibió en los ojos del niño una cualidad imprecisa pero reconocible: "Esa vulnerabilidad tímida y esa especie de obstinada determinación tan propia de Björn".
Entre las escenas que protagonizó Leo Borg había una en la que recreaba los entrenamientos de su padre en el garaje y otra en la que tuvo que hacer un berrinche en medio de una cancha de tenis. "Era tan real", dice Metz. "Podía sumergirme en su cara y en sus ojos detrás de cámara, toma tras toma, porque le salía con total naturalidad".
Björn Borg también pasó por el rodaje. Metz dice que Borg lloró durante la filmación cuando le mostró un corte crudo de una de las escenas finales de la película, que retrataba los momentos de calma tras su consagración en Wimbledon en 1980, con la melancólica canción "Stars", popularizada por Nina Simone, sonando de fondo.
Entonces, Patricia Borg recobró la esperanza –aunque no duró mucho tiempo–, de que su hijo tuviera una vocación por fuera del tenis. "Pensé que había nacido para ser actor", dice, radiante. "Era tan bueno. Pensaba que tal vez preferiría dedicarse a la actuación".
Pero eso no ocurrió. Patricia se ríe cuando recuerda un viaje que hizo con su hijo a Chipre durante el último verano europeo para participar de un torneo. En el vuelo chárter de ida les dijeron que pasarían la película "Borg vs. McEnroe" durante el vuelo de regreso. Por pedido de su hijo, viajaron un día más tarde de lo previsto, en otro avión.
Como sabe que su presencia puede causar tumultos en muchos clubes de tenis de todo el mundo, Björn Borg prefiere que su esposa acompañe a su hijo en la mayor parte de sus viajes. Pero sin embargo, no han podido evitar algunos alborotos.
El año pasado, en Les Petits As, un prestigioso torneo junior en Tarbes, Francia, Leo Borg tuvo que dar una conferencia de prensa que no estaba programada y fue seguido por un grupo de fotógrafos que se habían dado cuenta de que era el hijo de la estrella del tenis.
Patricia Borg cuenta que en un momento tuvieron que salir corriendo para escapar de la multitud de personas que los seguían. Billing cuenta que había adultos que pedían sacarse selfies con el adolescente. En el segundo partido, Billing dice que Leo Borg se dejó perder. Estaba abrumado por la conmoción y quería volver a su casa.
"No estaba preparado para eso", dice Björn Borg sobre el episodio, que él no presenció. "Me sentí muy mal porque él se sintió terrible". De todos modos, Borg piensa que lo sucedido puede ser una experiencia importante para su hijo. Si Leo sigue en su camino de ascenso, es inevitable que crezca la atención a su alrededor.
Nina Wennerstrom, que hace un año trabaja con los Borg como representante de Leo, dice que navega en el delicado camino entre reconocer la celebridad del nombre de la familia y permitir que el adolescente forje su propia identidad. Este año, Leo firmó sus primeros contratos con patrocinadores: con Fila, que también había sido sponsor de su padre, y con el fabricante de raquetas Babolat.
"Creo que él y las personas de su entorno lo están manejando muy bien, lo reconocen pero no se enfrascan en eso", dice en relación al peso de la historia del padre, "porque no va a ayudarlo a hacer realidad su sueño. En el deporte no hay atajos. El apellido no sirve de nada".
Al final, el éxito de Leo se definirá en la cancha, y solo depende de él. Dice que su objetivo actual es hacerse más fuerte, agregarle músculos a su delgada contextura de fideo. Cuando termine la secundaria el año que viene, seguirá residiendo en Estocolmo, pero buscará oportunidades para jugar y entrenarse en el exterior. Sus padres se comprometieron a apoyarlo, y tal vez tengan la esperanza, medio en serio, medio en broma, de que cambie de vocación. "Todavía sigo buscando una alternativa", dice Patricia Borg, sonriendo. "¿Béisbol?"
(Traducción de Jaime Arrambide)
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