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La sede paradisíaca que el tenis argentino nunca olvidará: playa, palmeras, volcanes, un Dream Team como rival y la pelea que pudo ser un escándalo
El match por la Copa Davis con Estados Unidos en 1992 encierra varias historias; la increíble experiencia de jugar en las islas Hawaii
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El sueño arrecia. Se ha ganado casi un día en el aire por las 20 horas de diferencia entre Melboune, Australia, y la isla de Hawaii, la más grande de las Hawaiian Islands, en medio del Pacífico. De Honolulu, en la isla de Oahu, tras un vuelo de 11h30m, uno más de 45 minutos hasta el aeropuerto de Kona. Y de ahí, unos 35 kilómetros hasta el entonces Mauna Lani Bay Hotel, hoy Mauna Lani Resort. Arranca la última semana de enero de 1992, hace 30 años, y la Argentina explora deportivamente un destino inédito.
La ruta transita por terrenos de tierra negra y árboles tropicales. Atípico para lo que está acostumbrado a ver un turista. Es arena volcánica. Sí, estamos en zona de erupciones. El acceso al Mauna Lani Bay es como ingresar en el paraíso: verde, canchas de golf, tenis, playa, palmeras, restoranes al aire libre piscinas, juegos, como complementos de un hotel fastuoso. El lugar con el que, en aquellos tiempos (y por qué no en estos), se soñaba para ir de vacaciones. Todavía las perlas del Caribe no eran furor con sus All Inclusive. Hawaii, en este caso, había sido elegida sede para una serie de Copa Davis. El sitio más paradisíaco que le haya tocado visitar a la Argentina. Exóticos fueron Nueva Delhi (1987), Agadir (2004) y Astana (2017). Esto era diferente en todo sentido.
El precio de las habitaciones hace tres décadas oscilaba entre los 400 a 500 dólares diarios la doble. Hoy empezamos a hablar de 1100 dólares por noche y el valor de la suite trepa a los 3000 dólares. Los jugadores argentinos van llegando, algunos provenientes de Australia (de participar en el Abierto) y otra parte del equipo desde Buenos Aires, vía Los Angeles (5 horas hasta Honolulu). Esperan en el lobby para hacer el check-in y miran con detenimiento una pileta interior, a metros de la recepción. Les parece ver algo, pero descreen hasta que se acercan y comprueban que era cierto: la aleta de un tiburón va y viene surcando el agua. Un tiburoncito, digamos, pero escualo al fin. Toda una excentricidad y una atracción ineludible para los recién llegados.
¿Cómo fue que la Argentina terminó en aquella sede inédita para jugar contra un auténtico Dream Team de los Estados Unidos? ¿A quién se le ocurrió elegir Hawaii, en medio del Pacífico, a 45 minutos de vuelo de la emblemática zona de Pearl Harbor? Allí donde cualquier visitante, en medio de los restos de embarcaciones hundidas, levanta su mirada al cielo e imagina el ataque nipón en aquella madrugada del 7 de diciembre de 1941.
Primero, la parte técnica. La Argentina había perdido la condición de cabeza de serie para el sorteo el año anterior, lo cual fue un mazazo para la dirigencia de la Asociación Argentina de Tenis (AAT). Brian Tobin, australiano y presidente de la Federación Internacional de Tenis (FIT), aprovechó la ausencia de dirigentes de nuestro país en el sorteo y “reacomodó” las fichas. Hizo valer la historia de Australia en la Davis (hasta ese año, con 26 títulos) y le dio la plaza de preclasificado, perjudicando a la Argentina. Una jugada que luego, con los resultados, cambió el destino del tenis de nuestro país para la siguiente década y lo condenó a una larga permanencia en el descenso.
Conocido el resultado del sorteo, la United States Tennis Association (USTA) potenció la idea del superequipo. Estados Unidos venía golpeado por la derrota en la final de 1991 con Francia. Se lanzó por una sede diferente, que además quedara “de camino” en la ruta de regreso de los jugadores luego del Open australiano. Un paraíso, realmente para que Pete Sampras, Andre Agassi, John McEnroe y Rick Leach (el mejor doblista del mundo junto con Jim Pugh) se florearan, y disfrutaran del marco, del entorno. Con camisas hawaiianas incluidas. Un equipo de estrellas, de jugadores top, conducidos por Tom Gorman.
Y quedó afuera Jim Courier, 2 del mundo y ganador del Abierto de Australia, enojado porque había sido marginado del equipo en la final anterior con Francia. Lo cierto es que ese seleccionado era lo más parecido a aquel otro Dream Team de básquetbol de los Juegos Olímpicos que asomaría algunos meses más tarde en Barcelona, con Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird, Karl Malone, Charles Barkley y Scottie Pippen, entre otros.
¿Cuál era la realidad argentina ante ese escenario? Francisco “Pancho” Mastelli, el capitán y excoach de Alberto “Luli” Mancini en su año de explosiva irrupción en el circuito (1989, ganando Roma y Montecarlo; fue 8° del mundo), eligió lo mejor para esa serie casi imposible: Mancini (21°), Martín Jaite (44°) y el dobles Javier Frana (15°)-Christian Miniussi, que en Barcelona 92 ganaría el bronce olímpico. Un equipo fuerte, sin dudas. Con algunas salvedades: la superficie era cemento semirrápido (como el de Flushing Meadows), las pelotas fueron las Penn (no las Wilson, más chiquitas y más veloces). Pero igual les sobraba. Agassi (11°) y Sampras (4°), veintiañeros, ya lanzados y campeones de Grand Slam, llamados a dominar la década; McEnroe, una leyenda con 32 años, copero de alma, como back up de los singlistas, y Leach, un compañero ideal para tener un dobles superlativo. Cinco puntos prácticamente inexpugnables.
“El tenis no es una ciencia perfecta”, nos dijo Mastelli en los meses previos a la serie, tratando de relativizar las diferencias que había. Ilusiones que nacían, por ejemplo, a partir del antecedente de Mancini venciendo a Agassi en Roma 1989 y de esa “pica” natural de querer ganarle siempre a un personaje naciente, todavía pelilargo, de vestimenta extravagante. Pero sobre cemento era como pararse frente al Himalaya con intenciones de hacer cumbre. Luli, igualmente, apuntaba: “No caben dudas de quienes son los favoritos. Yo, de todas maneras, tengo mi cuota de fe. En la Copa Davis nunca se sabe, siempre hay sorpresas”.
Fue una semana previa distinta. Algunos de los jugadores viajaron solos. Otros, en pareja. Era común en esos días ver a McEnroe en la playa junto con su mujer, la actriz Tatum O’Neal, y los pequeños Kevin y Sean, de 5 y 4 años, respectivamente. O Sampras acaramelado en la arena con su novia Delaina Mulcahy, estudiante universitaria. Agassi prefería la piscina: se desplomaba en la reposera a tomar sol y escuchar música. “La sensación era como que estabas en un lugar de vacaciones, no por jugar una serie de Copa Davis”, recuerda hoy Martín Jaite. “Curiosamente fueron mis últimos partidos en la Davis, esos de ahí en Hawaii”.
Las canchas de golf, en los alrededores del Mauna Lani Bay, donde la semana previa habían jugado Jack Nicklaus, Lee Trevino, Chi Chi Rodríguez y Arnold Palmer, eran una invitación cada mañana o atardecer, pero los jugadores evitaron la tentación. Disfrutaban de cada desayuno, algún paso fugaz por la playa o por la piscina, tomando nota también de una presencia de la que habían sido advertidos: el viento. Nada sorprendente tratándose de una isla.
“No lo recuerdo como un paraíso, pero sí como uno de los lugares más lindos en los que me tocó jugar como tenista. Lo mismo que Indian Wells. Pudimos hacer un poco de playa, relajarnos, pero en la cabeza teníamos siempre los partidos y sus dificultades. El viento era importante. Todo el tiempo soplaba de lo lindo. Me decían que era más de lo usual esa vez. Y encima teníamos que enfrentar a un equipazo”, aporta Jaite.
Las canchas del Mauna Lani Racquet quedaban a un kilómetro del hotel, transitando por un sendero. Algunos apelaban a los carritos de golf para evitar las caminatas. Las prácticas tenían un espectador de lujo: Oscar Furlong, el inolvidable campeón del mundo de básquetbol en 1950 y que también fue capitán de Copa Davis. Un apasionado del tenis. Con él, Eduardo Tato Soriano, destacado extenista de nuestro país.
Febrero 1992,Hawai,copa davis , USA tenia flojo equipo con Agassi , Sampras y un tal Mc Enroe,se jugo en Maui pic.twitter.com/ngv2jeJdM3
— Martin Jaite (@MJaite64) May 6, 2016
Más impactado con Hawaii quedó Javier Frana, que recuerda toda la travesía. “Estaba en el Abierto de Australia y tenía que tomar la decisión de si volvía a la Argentina o me iba derecho a Hawaii. Un poco a trasmano la primera opción, me la iba a pasar arriba de los aviones. Así que me quedé unos días más en Melbourne y llegué antes al Mauna Lani. ¡Qué lugar! Por lo menos nos quedaba ese consuelo, ya que sabíamos perfectamente que nos íbamos a comer un baile de aquellos. No teníamos chances”, cuenta el rafaelino.
Que rescata un detalle: la actitud de los jugadores. “Nadie se escondió, ninguno puso excusas. Sabíamos que nos tocaban Agassi, Sampras, McEnroe y Leach y fuimos a poner el pecho. Nadie se borró. El compromiso fue total”. Ese equipo de Estados Unidos terminaría ganando el certamen, venciendo a Suiza por 3-1 en la final.
El día del sorteo de los partidos, las sensaciones de disparidad se potenciaban. Hace unos años, Jaite posteó en Twitter una foto de aquel jueves: Agassi y Sampras de un lado, Mancini y él del otro, con el mensaje: “Febrero 1992, Hawai, copa davis, USA tenia flojo equipo con Agassi, Sampras y un tal Mc Enroe, se jugo en Maui”. Jaite-Sampras y Mancini-Agassi para el viernes. Un 1-1 era un golazo…
Lo más cerca que se estuvo de un impacto fue el primer set del partido de apertura. Jaite sorprendió a Pistol Pete en el set inicial con un 6-3. Sampras se mostraba nervioso, quizá por aquellas derrotas con Henri Leconte y Guy Forget en la final de 1991 y sentirse observado por la gente, en un escenario con capacidad para 2500 personas. Y a pesar de que Martín no desentonó, Sampras selló un 6-4, 6-2 y 6-4 lógico en los sets siguientes para poner el 1-0 en la serie. Mancini tampoco estuvo mal, pero no pudo comprometer a un Agassi que exacerbaba al equipo argentino con su look: pañuelo de pirata y anteojos de sol. Fue un triple 6-4 para el 2-0 esperado.
El otro set ganado por la Argentina en la serie fue el primero del dobles, con un 7-6 (7/0) para Frana-Miniussi en medio de las ráfagas de un McEnroe fastidioso. Todo se encarriló para los locales a partir del segundo set, ganaron 6-2, 6-1 y 6-2 y aseguraron la victoria por 3-0. Los partidos del domingo, al mejor de tres sets, no cambiaron la tendencia: Sampras a Mancini por 6-4 y 6-1 y Agassi a Jaite por 7-5 y 6-3. El 5-0 no llamaba la atención. Intimamente era lo que todos imaginaban. Desde el vamos, la Argentina sabía que “su partido” era el de septiembre, por la Permanencia en el Grupo Mundial. Que ese Estados Unidos era inabordable. Y que Hawaii sería inolvidable (por todo).
“Me acuerdo de que después del dobles, con todo ya definido, me crucé con McEnroe y con Agassi. Yo los conocía ya a John y a Andre de cuando habían venido a Buenos Aires en la Davis de 1988. Entonces, me invitaron a salir esa noche a tomar algo por Hawaii. Fue una linda experiencia, muy divertida. No es normal que pasen esas cosas en una serie y la verdad es que se portaron muy bien. El domingo pegué la vuelta. Obvio que era un lugar para quedarse unos días, pero tenía que ir a jugar torneos a Estados Unidos”, apunta Jaite.
Ese sábado no había sido del todo cómodo para Big Mc. Al margen de lo que le costó meterse en el partido y del fastidio por el viento, casi termina mal con Frana durante el partido. En el segundo set, durante un punto, pegó un smash y le dió un tremendo pelotazo al zurdo de Rafaela a la altura del esternón. Lo que usualmente termina con un pedido de disculpas derivó en una situación impensada. Porque McEnroe siempre fue un experto en potenciarse en medio de las situaciones anormales de los partidos, discutiendo con la gente o con los umpires, protestando. En esa oportunidad, no tuvo mejor idea que burlarse de Frana para sacarlo del partido en un momento complicado.
“Me habló en español. Yo estaba doblado del dolor, le clavé una mirada y el tipo, con tonada mexicana, me tira un ‘Chinga tu madre’. ¡Me volví loco! Lo empecé a insultar. Le decía de todo en la red. Estaba sacado. Y cuando termina el game, nos vamos para las sillas. Teníamos que cruzarnos sí o sí, pero entre el poste de la red y la silla del juez no pasaban dos. Así que no le quedó lugar. Me sujeté con una mano al poste y cuando vino le tiré un pechazo. Lo agarré flojo, desarmado, y casi termina en el piso. Se armó una discusión ahí. Yo me reía y ahora el que estaba como loco era él”, rememora Frana.
El partido Agassi vs. Mancini
Pero la historia no terminó ahí. “Después de ese momento, yo seguía caliente. Nos ganaron, perdimos la serie, y no podía bajar mi malhumor. De pronto, un rato más tarde lo veo a McEnroe en los pasillos del estadio hablando con Batata Clerc. Me ven, se ríen y me llaman. En ese momento, pensé: ‘Mejor no me acerco porque le pego’. Pero McEnroe insistió. ‘Vení, vení’. Caminé hasta él, lo miré feo y estaba por empezar a putearlo cuando me pasa un brazo por sobre mi hombro y me decir: ‘The War is over’ (La guerra terminó). Me dio un abrazo y me dijo: ‘Ya está. Relax’. Recién ahí pude aflojarme un poco. Fue el comienzo de mi buena relación con él. A las semanas nos volvemos a cruzar y me dice: ‘¿Te parece que juguemos juntos dobles en Madrid?’. Y jugamos. Cada vez que nos vemos, John me saluda muy afectuosamente. Tenemos la mejor onda. El tipo entiende el código de la pelea en un partido mejor que nadie”, expresó Frana.
Aquella derrota fue el comienzo de la debacle y del descenso para la Argentina. Que en septiembre, en Aarhus, cayó por 3-2 frente a Dinamarca. Debió pasar una década hasta recuperar el lugar en la máxima categoría de la competencia. El recuerdo de Hawaii tiene muchas aristas deportivamente hablando, pero también incluye las vivencias de un lugar irrepetible para una serie de Copa Davis. En un resort que tuvo esa semana a cracks de todos los tiempos y a un muy respetable equipo argentino que dio la cara.
La distribución de las islas
A lo lejos, fluyen los recuerdos de algunas excursiones que se pudieron hacer en una isla que tiene 5 volcanes (Kilauea, Mauna Kea, Mauna Loa, Hualalai y Kohala). Como caminar por un parque volcánico, por ese piso ennegrecido, con el Kilahuea de fondo, y tomar nota del detalle: “¿Viste lo que es caminar por acá? La temperatura del piso es increíble. Y eso que hace rato que no hay erupciones”, era el comentario frecuente ante el calor que atravesaba el calzado. “No sabés lo lindo que es correr por acá, con ese calor en el pie. Una sensación increíble”, comentaban los lugareños.
A la distancia, Frana quizá lamente no haber podido estirar el periplo. “Fue de los lugares más lindos donde me tocó jugar en mi vida. El hotel, las islas, la playa, las palmeras. Ese, Hawaii, y el torneo en las islas Bermudas son sin dudas mis preferidos, los que más recuerdo como lugares. Era para quedarse, claramente. Pero ya venía de toda la gira por Oceanía, los vuelos larguísimos. En ese momento sólo quería volver a casa”.
La Davis que para la Argentina empezó como una aventura paradisíaca y que meses más tarde desembocaría en una pesadilla. Un volcán que entró en erupción y que sólo se calmó una década después.
Postales de un escenario imponente
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