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La historia del tenista argentino Mateo Martínez, que estuvo 20 meses suspendido por doping y regresó: “Cometí un error, pagué y volví a vivir”
El bonaerense, ex 390°, se aplicó OXA B12 en 2019 durante un torneo en Pinamar, dio positivo el control antidopaje y fue castigado; asumió la negligencia, se dedicó a dar clases y reapareció en el circuito con un título de dobles; “Quiero intentarlo una vez más como jugador”, se ilusiona
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A Mateo Nicolás Martínez se le derrumbó el mundo aquel día de abril de 2019. El tenista argentino abrió la cuenta de correo electrónico y se encontró con un mensaje de la Federación Internacional de Tenis que lo notificaba por haber dado positivo en un control antidopaje realizado hacía aproximadamente un mes en Pinamar, durante el segundo de tres torneos M15 (ex Futures) disputados en el Tennis Ranch. Con 25 años y siendo 107° del ranking ITF, sintió una angustiante sensación de vacío. Se le nubló la vista, se mareó.
Antes de colapsar emocionalmente, Martínez alcanzó a leer que había “cometido una Violación de las Normas Antidopaje”. En la muestra de orina, luego enviada a un laboratorio acreditado por la Agencia Mundial Antidopaje en Montreal, Canadá, se había hallado betametasona, un corticoide que figura en la Lista de Sustancias Prohibidas de la WADA.
“Yo no tomaba nada, nada. Sólo Ibuprofeno. Te juro que se me vino el mundo abajo…”, confiesa hoy Martínez, ante LA NACION, dos años después del cimbronazo.
En el primer trimestre de 2019 estaba muy entusiasmado, Mateo. Hacía una temporada que había vuelto a jugar al tenis después de padecer una segunda cirugía [NdR: hacía cuatro años le había aparecido un tumor benigno en la tibia que le generaba dolor y por el que lo operaron dos veces en distintos períodos]. Confiaba en recuperar el tiempo perdido y mejorar el ranking. Tras una buena pretemporada en diciembre de 2018, arrancó el siguiente año compitiendo en torneos de Portugal. Después, en el primer M15 de Pinamar, alcanzó las semifinales en singles, pero acarreaba fuertes molestias en la cintura y, antes de jugar el segundo certamen en esa ciudad balnearia cometió un severo error para un tenista profesional: descuidado, fue a una farmacia y se aplicó una inyección de OXA B12, una combinación de Diclofenac, VitB12 y betametasona que sirve como analgésico y antiinflamatorio, vedado durante la competencia.
Los exámenes antidoping solían ser inusuales en los ex Futures, la tercera categoría del tenis profesional, al menos en los de la Argentina. Sin embargo, la ITF decidió realizar un control en aquel de Pinamar: contrató a la International Doping Tests & Management (IDTM), una empresa con sede en Estocolmo, y se le tomaron muestras de orina a varios jugadores, entre ellos a Martínez. Al tiempo, el tenista nacido en Luis Guillón, en el conurbano bonaerense, fue informado del doping, siguió jugando unas pocas semanas hasta que aceptó una suspensión provisional voluntaria a partir del 18 de junio y, el 19 de julio, quedó firme el castigo: veinte meses de suspensión a partir del 26 de marzo de 2019.
Martínez tuvo una valiosa carrera junior, alcanzando el número 7 del mundo en 2012. Aquel año, durante su paso juvenil por Roland Garros, se entrenó con Rafael Nadal en el Philippe Chatrier. Más tarde, su mejor ranking individual de la ATP fue 390° en 2014 y 219° de dobles en 2015 -es decir, pertenece a una categoría de tenistas a los que no les sobra nada-. Tras el doping, perdió los puntos obtenidos en los cuatro torneos que jugó en 2019 sin desconocer que le aguardaba una sanción (el último, inclusive, lo ganó: en el M15 de Tabarka). Y, además, se fijó que debía devolver el dinero de los premios obtenidos durante ese período posterior a Pinamar. Recibió un golpe tras otro.
La suspensión se cumplió en la medianoche del 25 de noviembre pasado, sin embargo, Mateo volvió a jugar al tenis oficialmente hace un mes, en el M15 de Villa María, Córdoba. En singles, perdió en la segunda ronda de la clasificación. Pero recibió una invitación para el cuadro de dobles y, en pareja con el argentino Gonzalo Villanueva, ganó el trofeo. Volvió a vivir, Mateo, a sonreír, a sentir la mente saludable. Cometió un error inyectándose una medicación que, según aclara Diego Grippo, presidente de la Comisión Nacional Antidopaje (CNAD), no aumenta el rendimiento, pero que está prohibida por su efecto para mitigar el dolor.
El atleta es el principal responsable de todo lo que entra en su cuerpo. Se hizo cargo, Martínez, convivió con la estigmatización de los deportistas que dan positivo en controles antidoping, atravesó una pesadilla y resistió para poder contarlo, a corazón abierto y en profundidad, por primera vez.
-Mateo, ¿qué pasó en Pinamar?
-El año anterior había vuelto de la segunda operación, me había puesto 500 del ranking en poquito tiempo, hice la pretemporada, me fui a una gira por Portugal y después a Pinamar. Venía bien. Tenía mucho para sumar. Tenía expectativas. Pero se me cayó el mundo; no hubo vuelta atrás…
Hace una pausa, Martínez. Respira profundo y sigue el relato, con firmeza.
-Yo estaba solo en Pinamar. Venía con una molestia en la cintura que hoy en día también la tengo. Es un tema crónico, del que tengo que estar pendiente siempre, en el entrenamiento, en la vida diaria. El dolor no es sólo dentro de la cancha, sino también en el día a día, como cuando me subo al auto. Jugaba contra Francisco Cerúndolo en la primera ronda, entonces, como para desinflamar, me fui como cualquiera a una farmacia y me apliqué un OXA B12. Después me enteré de que tenía betametasona. El error fue plenamente mío. Fue negligencia.
-¿Los controles antidopaje en los Futures eran infrecuentes?
-Me hicieron cuatro en toda mi vida. En Pinamar yo estaba alojado en un departamento, ese día me cambié a una casa que estaba lejos del centro y como también tenía que ir al banco, dije: ‘Aprovecho para darme ahora la inyección así no vuelvo a la tarde’. Me la di al mediodía, volví al club, jugué un dobles y justo me tomaron el doping. Es decir que si yo no me mudaba, seguía en el departamento del centro y me daba la inyección después del dobles, no pasaba nada. No es una excusa, eh. Pasó todo eso porque tenía que pasar. Sabés los mensajes que recibí diciendo: ‘Che, no tenía ni idea de que no se podía usar OXA B12’. Tenés que estudiarte todo, es verdad, pero necesitás ser farmacéutico para conocer todas las sustancias que no tenés que tomar; hay millones de cosas.
-¿Nunca habías leído la lista de sustancias prohibidas?
-No, jamás, porque no soy ni de tomar proteínas. Lo máximo que tomaba era Ibuprofeno si me sentía un poco mal. Jamás pensé que me podía llegar a pasar. El error es propio. Lo hice sin ánimo de nada. Fue OXA B12; no es que me metí algo en el cuerpo con lo que salí corriendo como un toro.
-¿Te habías aplicado OXA B12 otra vez?
-Sí, una vez, hacía muchos años, pero obviamente no pasó nada. Cuándo me notificaron el doping de Pinamar yo sabía cien por ciento qué había sido porque, repito, no tomo nada ni me metía cosas en el cuerpo.
-¿Por eso no apelaste?
-No tenía nada para ir a juicio. Además, si ganaba me bajaban de veinte meses a dieciséis; no había diferencia. Para ir al TAS necesitaba mucha plata, abogados y no tenía los recursos. Entonces, dije: ‘Me la como y ya está’. Desde el primer momento reconocí que me la había mandado, no es que dije: ‘No sé cómo apareció esto en mi cuerpo’. Siempre colaboré.
-¿Cómo reaccionaste al abrir el mail?
-No entendía nada. No sabés a quién contárselo ni qué hacer. Es difícil porque no tenía la experiencia sobre cómo reaccionar ante algo así. Otro tema es el período de sanción: es muy largo. Además, si te inyectás OXA B12, por más que sea negligencia, o tomás cocaína, es lo mismo. Y por más que tengas razón, los que han ido a juicio y lo han ganado, igual pierden un año por los pasos legales. Aquel día fui a la farmacia y me dieron un ticket por la inyección, como si hubiera comprado un desodorante y lo tiré. Cuando saltó el doping contacté al farmacéutico, le pregunté si tenía el registro y me dijo: ‘Mirá, yo no me quiero meter en nada, perdoname’. Y así pasó.
-¿Qué te hubiera cambiado el tener ese registro?
-Como prueba mía, nada más. La ITF te invita a apelar si querés y tenés que mostrar las pruebas. Encima, pasó algo increíble: el control en Pinamar fue un martes y el jueves, ya de regreso en Buenos Aires, me hice estudios de la espalda y la cadera, y salía que tenía un problema. Como había un torneo más en Pinamar, mandé ese informe a Antidoping porque el médico que me atendió en Buenos Aires me quería dar un corticoide. Me respondieron que era un proceso, que se necesitaba una autorización, pero como ya era sábado y yo no estaba en condiciones, me bajé del torneo. Esa misma autorización fue la que tendría que haber pedido la semana anterior.
-¿Cómo te manejabas con los médicos?
-Sólo tenía el de la obra social, pero no consulté con nadie; ese fue el problema. Los médicos de los Futures, por lo general, son fisioterapeutas y a veces ni ellos tienen idea sobre qué podés tomar o no. Están más que nada para después del partido, para aflojar los músculos. Los Futures, en comparación con los Challengers o los ATP, son mundos diferentes. En Argentina, dentro de todo, se suelen hacer en buenos clubes, en buenas canchas, pero afuera hay lugares muy malos. En un torneo que jugué en Egipto, tres chicos se rompieron los tobillos por las piedras que había en la cancha.
-En aquel torneo de Pinamar otros dos tenistas argentinos dieron positivo: Franco Agamenone y Luciano Tacchi. ¿Los conocías? ¿En su momento hablaste con ellos?
-A Tacchi muy poco, es más chico que yo; nos hemos saludado. Con Franco sí, nos conocemos mucho. Todos tuvimos casos distintos. Pero las emociones son las mismas: se te cae todo abajo.
-Los tenistas que compiten a ese nivel suelen ser los más desprotegidos del profesionalismo. También se ven tentados por los arreglos de partidos y las apuestas.
-El tema de las apuestas es un problema. Antes de que me suspendan en Pinamar yo jugué tres semanas en Portugal y se hacían en clubes municipales con las canchas abiertas a la calle: en la vereda había veinte flacos apostando y no les podían decir nada. Y además te aparecen las amenazas por teléfono. Hasta (Diego) Schwartzman dijo que padeció esos mensajes; imaginate los de más abajo, donde las apuestas son más frecuentes. Es terrible. Después ya va en cada uno. Por más plata que te ofrezcan, ¿vas a agarrar? No. Es mucha plata la que se gasta en una carrera de tenis. Uno cuenta con cierta ayuda de empresas o de gente conocida, que si no las tuviera no podría jugar. Pero hay jugadores que quieren seguir, no ven la manera y entonces caen. Pero después los ves con el nuevo iPhone, con la MacBook y decís: ‘Flaco, sos un tarado’. Entrás en una rueda oscura, te llevan a seguir haciéndolo y recibís más amenazas.
-¿Te ofrecieron arreglar partidos?
-Sí, a todos nos ofrecieron alguna vez. Tenés que denunciarlo con el árbitro o con alguna autoridad; es un procedimiento demasiado incómodo. Si vos estás jugando y querés agarrar plata por debajo de la mesa, lo podés hacer, pero está mal, te agarran y te sacan del tenis de por vida. Y eso sí que me haría mierda.
-¿Cuál fue el momento más delicado que viviste durante la suspensión?
-El tiempo a veces no pasa y tomás noción. Pensás en momentos anteriores que no aprovechaste o que los viviste de distinta manera. Ahora que fui a Córdoba traté de disfrutarlo, de vivir bien el momento. Antes entraba en una rueda, sumaba torneos, perdía, ganaba, perdía, ganaba. Ahora es como que esperé tanto para jugar… Me llegó el momento acá en el país. Dije: ‘Voy, disfruto y juego lo mejor que puedo’. Sí, quiero corregir cosas, pero no como antes que me enojaba si no lo lograba.
-¿Cuál fue tu mayor aprendizaje durante la suspensión?
-Este año y medio que estuve parado me cambió mucho la vida. Mis amigos, mi familia, mi círculo íntimo me ayudaron demasiado. Sin ellos hubiera sido difícil. En 2019 cuando volví de Europa conociendo la suspensión estuve unos meses sin hacer nada y después decís: ‘¿Qué hacés?’. No iba a estar veinte meses sin hacer nada. Se me cruzó dejar de jugar, ponerme a estudiar, mil cosas…, pero siempre me tiró el lado del tenis. Necesitaba ingresos para sustentarme: estuve y estoy dando clases para mantenerme. Mi idea para el año pasado era entrenarme, volver a jugar en noviembre y hacer una gira al final del año, pero con la pandemia pasó de todo. Nunca me imaginé estar suspendido y estar tanto tiempo dentro de la cancha: daba seis horas de clase por día. Me gusta transmitir lo que se y me fue manteniendo: expresarme y que el otro lo capte, fue una sensación buenísima, me dio ganas.
-En su momento, ¿te contactaste con la Asociación Argentina de Tenis? ¿Te asesoraron?
-Me comuniqué con la Asociación, sí. Hablé con Zabaleta [Mariano, vicepresidente] y con Vassallo [Martín; ex director ejecutivo; trabajando en un club de Italia desde enero pasado]. Ellos me derivaron con un abogado y después seguí por mi cuenta. Después, con el tiempo, ya no tuve comunicación con ellos.
-¿Tuviste más comunicación con la ITF y/o con la WADA?
-Ellos se contactan con los mails, pero no mucho más. No hay ayuda o apoyo de otro tipo. Tengo que devolver el dinero desde Pinamar hasta junio de ese año. Al principio tenía que hacerlo antes del 25 o 26 de noviembre pasado, les dije que era imposible porque en ese momento el mundo estaba detenido y no tenía un peso. Me dieron un plan de pago durante este año y, obviamente, si no cumplo con las cuotas al otro día quedaré suspendido. En el nivel Future es difícil generar plata, inclusive ganando el torneo. Por ejemplo, durante mi semana en Córdoba tuve gastos del pasaje en micro, departamento, mi PCR y el de mi entrenador [Federico Moreno]…, ganando el torneo salí hecho. Encima, el premio acá lo cobramos en pesos a dólar oficial. Y es un torneo en el país: si voy a Túnez el hospedaje son 60 euros por día. La cuenta es roja. Es como que nos acostumbramos a que sea así porque no hay otra. Duele. Nuestro presupuesto es muy escaso. Hoy estoy con un nutricionista que me dice qué hacer [Federico Cillo], me da una mano, pero si lo tuviera que pagar no sé si podría…
-¿Qué harás ahora si te vuelven los dolores en la cintura?
-No tomo absolutamente nada. Me la voy a bancar así. Si el dolor no se va con algún tratamiento kinesiológico o con mi preparador físico [Juan Pablo Rico], me vuelvo a casa. O pruebo en el partido y dejo. Antes, tal vez, he jugado con dolor, me rompía, iba y venía, hasta que en un momento el físico no me daba más. Ya no. No vuelvo a tomar nada más. Sería bueno que la ITF, que la AAT, quien sea, nos diera herramientas o instrucciones en todo lo que sea prevención y cuidado. Yo no leí la lista de sustancias y no las lee nadie; muchos me lo dijeron. Es nuestra responsabilidad, lo sé. Hay que hacer talleres y charlas para jugadores, entrenadores, padres…, porque la gente no sabe.
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Martínez estaba en condiciones de volver a jugar antes de lo que lo hizo, pero tuvo la cabeza enfocada en un delicado tema familiar. “Mi mamá dio positivo de Covid-19, le tapó los dos pulmones a un 80%, estuvo al borde de morir, estuvo en coma casi todo febrero, se despertó los primeros días de marzo, estuvo una semana sedada. Ahora, por suerte, está mejorando mucho en un centro de rehabilitación. Nos apoyamos mucho con mi hermano, mi abuela y mis tías”, narra Mateo.
A fines de marzo pasado, Martínez emprendió el viaje a Villa María. Fue con escasas expectativas ya que tenía poco ritmo. El cuerpo le dolía. “En singles me tocó un partido accesible en primera rueda, me sentí cómodo. Después, en la segunda, contra (Franco) Egea fue un difícil. El primer set lo gané, pero después me empecé a quedar sin fuerzas. Perdí, salí de la cancha y no estaba enojado ni triste. Encima, salí y me llamó mi mamá. Las enfermeras me contaron que se había podido sentar después de todo esto por primera vez. Fue una alegría. El partido quedó en el olvido”, describe.
-¿Cómo te sentiste en tu primer torneo tras la suspensión? ¿Te sentiste observado, juzgado?
-Viví muchas emociones. Volver a competir, armar el bolso, atarme los cordones de las zapatillas de juego, los nervios de la competencia... Son sensaciones hermosas. Me podía ir bien, mal, pero iba más allá después de lo que pasé; es algo que no se lo deseo a nadie. Desde que se terminó la sanción me siento otra persona: se me fue un gran peso de encima. El 26 de noviembre me veías y era la misma persona, pero por dentro no. La cagada ya está paga. Ahora en el club vi caras nuevas: en la fila para el hisopado conocía a dos, eso quiere decir que hay recambio. Recibí buenas palabras; ningún desubicado. Nunca tuve que dar explicaciones. Sí me preguntaron qué pasó, pero no tenía nada que ocultar, fue un error y lo asumí.
-La pandemia, entre otras cosas, complica la realización de torneos en la región. ¿Cómo vas a continuar desde ahora?
-Sí, en Sudamérica está complicado. Tengo pensado jugar Interclubes en Europa, pero recién en junio. Jugué cuatro años en Italia, uno en Alemania y este año volveré al club alemán donde estaba cuando me suspendieron, el Sindelfingen, cerca de Stuttgart. Por desgracia a ellos los bajaron de categoría en 2019 porque otro club se quejó de que yo estaba con ellos cuando saltó el doping y los castigaron. Pero el año pasado subieron de categoría de nuevo y jugaremos, precisamente, contra ese club que hizo la denuncia.
-Das clases de tenis en un country de Canning y te agradó la nueva función. ¿En el futuro te gustaría ser coach?
-Sí, me encantaría. Ya tengo mis alumnos en Buenos Aires, pero quiero instruirme bien, aprender, formarme. De todos modos, tengo 27 años y quiero intentarlo una vez más como jugador. En mi carrera tuve que frenar varias veces, algunas por lesiones, y ahora me siento bien. Pasé por una pesadilla y volví a vivir. Quiero aprovecharlo.
Recuerdos, apuntes y curiosidades de Martínez
- “Empecé a jugar al tenis en el club Banfield, a los 5-6 años, porque mi papá era el profesor de la escuelita. Después él se mudó al Club Atlético Monte Grande y ahí me formé. Hice el colegio secundario en SEADEA (Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino). Me gusta mucho el fútbol, soy hincha de Banfield”
- “Tuve una buena etapa junior. En Sudamérica siempre estuve detrás del brasileño Thiago Monteiro [actual 78° del mundo]; él era el uno y yo el dos. Estuve en el equipo nacional que en 2009 jugó el Mundial Sub 16 en San Luis Potosí, en México, con Tito Vázquez como capitán. En juniors hice una gira COSAT en la que no bajé de semifinales y terminé siendo el número 7 del mundo. La experiencia junior es necesaria”
- “Mi papá, Claudio, vive en Aruba. Durante años me repartí entre Aruba y Buenos Aires, también entrené con Fabián Blengino y en la academia de Mariano Monachesi y Mariano Hood. En las giras pasadas, por lo general, arrancaba en Venezuela y Colombia, entonces me iba a fin de año a hacer la pretemporada con mi papá, luego cruzaba a Venezuela y jugaba. Aprovechaba a estar con mi viejo, que siempre estábamos lejos”
- “Soy un año y medio más chico que el Peque Schwartzman, pero lo enfrenté varias veces en Futures. Nunca le pude ganar un set. De la camada 1992 era contra el que más me costaba”
- “Después de perder once primeras ruedas, mi primer punto ATP lo saqué en un Future en Chaco [NdR: en junio de 2011, al vencer al argentino Santiago Celia por 6-2 y 6-0]. Al otro día te das cuenta de que es un partido más, pero tener un punto y ranking es una satisfacción, es simbólico”
Educación, charlas y encuestas
Después de los tres casos de doping de tenistas nacionales, se realizaron algunas acciones educativas sobre prevención de dopaje, autorización de uso terapéutico, controles y sustancias prohibidas. En septiembre de 2019, bajo el Programa de Integridad de Atletas de la AAT, en El Abierto Club, de Saavedra, la Comisión Nacional Antidopaje brindó una capacitación para jugadores, entrenadores, personal de apoyo y directivos. Ese año, también, se hizo una encuesta en forma conjunta por la CNAD y la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (SEDRONAR) para obtener datos sobre el conocimiento de los deportistas.
En 2020, la CNAD y la AAT realizaron una videoconferencia orientada a los deportistas que forman parte de los equipos selectivos y asistieron 39 jugadores y 21 entrenadores. Para este año proyectan más capacitaciones en línea con el nuevo Código Mundial Antidopaje y el Estándar Internacional de Educación. El Departamento de Ciencias del Deporte de la AAT, dirigido por Diego Rivas, tiene un área dedicada al antidopaje, a cargo del doctor Walter Mira.
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