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Juan Martín del Potro: sus emociones cambiantes y por qué les cuesta decir adiós a los cracks
“El deporte te estructura la identidad, por eso es tan difícil dejar esa adrenalina”, apunta el psicólogo Juan José Grande; la intimidad de la lucha entre la realidad y el deseo
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Faltan un par de horas para la medianoche. El court central del Buenos Aires Lawn Tennis Club se deshilacha de melancolía. A Juan Martín del Potro, con evidentes limitaciones físicas y escasa pimienta en sus tiros, le duele comprobar que dejó de ser lo que era. Acaba de perder con Federico Delbonis (6-1 y 6-3), en la primera ronda del ATP porteño, en el que fue su primer partido en 965 días. Conmovido, toma el micrófono sobre el polvo de ladrillo y, entre varios mensajes, suelta: “Ahora que jugué, ya pasó. Pongo un punto y retomo el camino para mejorar la rodilla. Tengo que recuperar mi pierna porque me cuesta vivir. Como dije, esta era más una despedida que una vuelta al circuito porque la rodilla me lo marca así. El tenis, hoy, pasa a segundo plano”.
Cuarenta minutos más tarde, bañado y con un puñado de muecas alegres, el tandilense de 33 años se sienta ante un nutrido auditorio en la sala de prensa. Más animado y sin escenas de melancolía, asevera: “Hay casos de jugadores en el tenis que cierran la persiana y después milagrosamente vuelven por una cuestión u otra. Esa ventana la voy a dejar abierta siempre. Si esta noche fue la última, fui feliz. Pero, ¿quién no quisiera volver a sentir eso? Ahora el tenis queda a un costado hasta que trate de mejorar mi pierna. Si lo logro, veré”.
Juan Martín no competía desde el 19 de junio de 2019, en el césped de Queen’s. Desde entonces, se sometió a cuatro cirugías de rodilla derecha y a tratamientos menos invasivos para tratar de hallar soluciones. El martes por la noche, en una Catedral del tenis argentino con entradas agotadas, verificó lo que advertía en los ensayos: en las condiciones actuales no puede pensar en una continuidad en el tour. Está lejos de eso. Por ello se quebró (también por la angustia contenida). Por eso aventuró que llegó el tiempo de pensar en su “calidad de vida”, ante la aprobación con la mirada de Patricia, su madre, que luego de dieciséis años de profesionalismo lo vio por primera vez in situ en un torneo. Allí, en la cancha, Del Potro se despidió del público, lloró, se dio cuenta de que no podía hacerle daño al rival. Sin embargo, después reformó su discurso y deslizó palabras más optimistas. Y a muchos los invadió la confusión. El doble medallista olímpico, que desde hace meses está filmando un documental sobre su rehabilitación, seguirá intentándolo, aunque con menos expectativas. ¿Lo logrará? El tiempo dirá. Soltar definitivamente el tenis, por ahora, no lo hará.
La cancha de tenis es el lugar en el que Del Potro es más feliz, en el que se energiza y se transforma. Empuñar la raqueta, impactar la pelotita y competir (ganar), es lo que mejor hace desde chico. Es su combustible, su incentivo. También es un puente con Guadalupe, su hermana mayor fallecida en un accidente automovilístico (Juan Martín tenía dos años y medio). “Mi hermana para mí es muy importante. Le hago un regalo en cada partido, la señal de la cruz [después de cada triunfo]. Tengo recuerdos hermosos. Sé que me cuida y me guía, y que siempre me da fuerzas”, reveló en LA NACION Revista, en 2013. Tantas veces en una posición de víctima por las lesiones sufridas, el tenis es lo que le da un verdadero sentido a su vida. Por ello le cuesta despojarse de él. Por su espíritu naturalmente resiliente y también porque la actividad le permite tener en funcionamiento una valiosa maquinaria comercial.
Del Potro está lejos de tener 21 años, como cuando ingresó por primera vez en un quirófano, en 2010, para reparar los daños ligamentarios de la muñeca derecha. Desgastado en el aspecto físico y mental luego de ocho intervenciones, combate con un elemento vital del cuerpo como la rodilla (además de la cadera y los tobillos). Su cuerpo no le responde como desea y ello profundiza la confusión en sus decisiones. Fue un súper atleta, pero hoy lo invaden otros obstáculos.
Tantas veces se plantea por qué a los deportistas profesionales les cuesta retirarse, inclusive, después de extensas y exitosas carreras. El psicólogo Juan José Grande, que trabajó con Del Potro durante cuatro torneos en 2018 (8vos de final de Delray Beach, títulos en Acapulco e Indian Wells, y semifinales en Miami) apunta: “El deporte, aunque no sea alto rendimiento, te estructura la identidad. Es como un acelerador o una cámara donde todo pasa rápido, donde todo sucede muy fuerte y más comprimido que en la vida. Lo que uno aprende ganando y perdiendo, amando y odiando, forma una identidad, una estructura psíquica. Por eso es tan difícil dejar esa adrenalina, esa rutina”.
¿Qué tan frustrante es para un deportista darse cuenta de que llegó el final? “Es como la vida, que te va limitando y te dice: ‘Esto se acabó’. Hay personas que pueden terminar algo y otras que no pueden entregarse a la realidad. Juan Martín, por ejemplo, hoy se entrega a una realidad: no puede correr como antes, está disminuido, con menos reflejos. El deporte es como una cámara de compresión que replica la vida. Es difícil darse cuenta de que no podés correr como a los 25 años. Duele. Hay quienes pueden superar el dolor más que otros. Uno educa a los hijos y después se van; es la vida. Todo se va. Dejar la actividad es difícil y la del deportista está dentro de ese ejemplo”, amplía Grande, que practica coaching con deportistas de alto rendimiento (del tenis, el rugby y el básquetbol, entre otros).
Una vez, Sugar Ray Leonard, uno de los grandes deportistas de la historia, confesó su incapacidad para separar a la leyenda del boxeo con el hombre común, acción que lo afectó para colgar los guantes y lo llevó a la depresión: “Nada me satisfacía fuera del cuadrilátero. No hay nada en la vida que se compare con ser campeón mundial, con que te levanten el brazo en ese momento de gloria, con miles, millones de personas alentándote”. El mismísimo Guillermo Vilas un día jugó su último partido (el 25 de noviembre de 1992, ante el sudafricano Grant Stafford, en la primera ronda del Challenger de Pembroke Pines, EE.UU.), pero nunca anunció oficialmente su retiro.
Mientras están vigentes, muchas veces los deportistas maldicen la adrenalina, pero la extrañan cuando se retiran. Para (casi) ninguno es fácil dar un paso al costado. Tampoco para Del Potro, por más gloria que tenga en el raquetero.
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