Juan Martín del Potro - Federico Delbonis, los mejores puntos del partido en el Argentina Open

La espera se terminó: después de 32 meses fuera de las canchas, Juan Martín Del Potro volvió a jugar. Y lo hizo en el court central del Buenos Aires Lawn Tennis Club, un escenario que pisó muy pocas veces. Su único partido oficial por el ATP porteño fue hace 16 años, cuando recién daba sus primeros pasos en el circuito, ante el español Juan Carlos Ferrero. Fue un regreso extraño, muy emocionante.

El reencuentro fue nada menos que ante Federico Delbonis. Un duelo con sabor especial: son los jugadores que ganaron los puntos el inolvidable 27 de noviembre de 2016 para el triunfo argentino en Zagreb, la legendaria conquista de la Copa Davis. Y no hubo equivalencias: se trató de un jugador en actividad contra un gigante lejos de las luces desde hace demasiado tiempo. Un elocuente 6-1 y 6-3, que selló la simbólica eliminación de Del Potro en Buenos Aires.

El tiempo total de la inactividad de Juan Martín del Potro, si se suman las lesiones más severas, impacta: 1984 días. Es decir que, de los 16 años de profesional, en casi cinco y medio estuvo sin poder jugar. Demasiada tortura. Y se notó sobre el court Guillermo Vilas del Buenos Aires Lawn Tennis Club, en donde se reencontró con algunas buenas sensaciones, frente a su amigo Delbonis, por la primera etapa del Argentina Open.

A pura emoción, la voz del estadio presentó a Juan Martín del Potro. Casi que no hizo falta: una ovación saludó el ingreso del tandilense. Vestido de negro, con vincha y muñequeras blancas, el campeón del US Open 2009 entró envuelto en una recepción inolvidable, con el cariño de miles de seguidores. Entre el público estaba su madre, Julieta, que por primera vez se acercó a verlo en acción. La gente lo apoyó en todo momento, ante cada adversidad.

Rápidamente, Del Potro quebró y se adelantó en el marcador, entre los nervios y la tensión general. Sin embargo, le costó varios minutos soltarse, lanzar su derecha poderosa. Es lógico: la inactividad y la falta de roce con jugadores de su misma categoría, quedaron expuestos. Delbonis, más allá de sus desaciertos, buscó exactamente eso: trasladarlo de un lado al otro, para que sintiera el rigor de la competencia.

El estadio, entero, estuvo del lado del tandilense, que solo en situaciones puntuales se sintió cómodo, a gusto, durante el primer parcial. A medida que transcurrieron los minutos, se soltó y mostró algunas de sus virtudes históricas. El servicio, la derecha y, sobre todo, una dosis de potencia desde el fondo. De todos modos, el aspecto físico fue una muralla para sus intenciones.

Superados los contratiempos de la ansiedad de los primeros minutos, Delbo se impuso con mayor autoridad. La idea fue desgastarlo en lo físico y lo psicológico: Delpo sonreía ante la frustración.

El elocuente 6-1 resultó una fotografía perfecta de lo que ocurrió sobre el court. Más tarde, la Torre de Tandil creció en confianza y lucidez. Siempre lejos en lo físico, pero con mejores sensaciones. Cambió la raqueta en el 2-1 del segundo parcial y fue tomando temperatura. Con una carga emotiva enorme, claro. Fue cómplice del público, luego de un puño apretado, tras un error del zurdo de Azul.

Se quedó sin aire, al salvar un 0-40. Superó el límite de tiempo para lanzar el servicio y el juez no le tuvo piedad. “Pegue Delpo, pegue”, gritaron los fanáticos. En el segundo capítulo, el tandilense tuvo destellos de lo que siempre fue. En la segunda mitad, el tandilense jugó cada vez mejor, pero su físico, al mismo tiempo, le costó cada vez más.

El final del partido lo encontró con las energías bajas, con su cabeza viajando a otra velocidad. Delbonis solo precisó poner la bola en juego, no cometer demasiadas distracciones. Abusó, tal vez, de los drops, lo que provocó algunos silbidos del público.

Cuando estuvo a punto de lanzar el servicio, se largó a llorar, cobijado por una toalla. Claramente, ya tenía la cabeza en otro sitio: en el futuro. ¿Habrá pensado que iba a sacar por última vez? La gente, de pie, como en casi todo el encuentro. La última bola, de Delpo, voló por las nubes.

El abrazo final, sellado el 6-3 definitivo, fue el mejor final.

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