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Juan Ignacio Londero fue campeón de ATP y jugaba contra los mejores, pero padeció depresión y lesiones: tras el calvario, empieza de cero
Ex top 50, el tenista cordobés busca una nueva oportunidad desde el puesto 625 del ranking; “Me gustaría volver a sentirme exitoso en la cancha”, se ilusiona antes de reaparecer en el tour
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Juan Ignacio Londero no había ganado partidos en torneos ATP antes de febrero de 2019, cuando su vida cambió abruptamente. Esa semana, en la primera edición del Córdoba Open y siendo 112° del ranking, recibió una invitación para el cuadro principal y, sorpresivamente, terminó conquistando el trofeo. Disfrutó de su nuevo estatus durante una temporada: fue top 50, jugó los Grand Slam, tuvo el privilegio de enfrentarse con el Big 4 completo (Federer, Nadal, Djokovic y Murray), actuó en los Masters 1000 y hasta volvió a disputar otra final de ATP (la perdió, en Bastad). Pero la pandemia le dio un cachetazo y lo despojó de su sueño. Lo acorraló la depresión, perdió el rumbo, creía que se infectaría con enfermedades y hasta temía morirse.
El cordobés de Jesús María no quería jugar más al tenis. Pero, poco a poco, se fue sanando. Arropado por sus más cercanos, se serenó. Terminó 2021 “bien animado” y encaró 2022, más allá de haber retrocedido en el ranking (139°), con energía. Volvió a las semifinales de un ATP (en Córdoba), sumó partidos e, incluso, llegó a jugar en Roland Garros. Pero, otra vez, recibió un mazazo. Una lesión en su brazo hábil (el derecho), que le costó localizarla, se transformó en una larga pesadilla. Estuvo sin competir entre julio del año pasado (en el ATP de Gstaad) y la primera semana de enero último (en el Challenger de Tigre 1). Perdió impulso, confianza, dinero y ranking (hoy es el 625° del mundo en singles). Casi por casualidad, por un consejo de otro tenista, el mes pasado hizo un cambio en su raqueta que le quitó el dolor. Hace tres semanas que está “jugando sets” sin molestias y volverá a competir la semana próxima, en el Challenger de la Ciudad de México (le dieron una invitación para la etapa de clasificación pese a que allí ganó el título en 2018).
La vida, dice Londero, uno de los 34 argentinos campeones del ATP Tour, le está dando otra oportunidad. Pero no olvida el angustiante camino que atravesó. Recuerda cada detalle.
“El 11 de marzo del año pasado me nació la lesión. Estaba en Santiago de Chile jugando un Challenger. En la segunda ronda, con Pucinelli [Matheus Pucinelli De Almeida], sentí muy mal el brazo. Nunca había sentido que se me debilitara así. Igualmente, no le di mucha importancia. Al otro día me levanté de la cama y se me venció el hombro. Fui al desayuno, fui a levantar un aceite de oliva y no pude hacerlo. Ahí dije: ‘No, acá hay algo raro’. Fue pasando el día, no lograba movilidad, esa jornada tenía que jugar dobles, pero me retiré. Me evaluó un fisioterapeuta del torneo y todas las maniobras que me hacía salían mal, mal, mal... No podía jugar a nada. Volví a Buenos Aires, me hice una resonancia y salió una súper inflamación, bursitis, desgarro en el supraespinoso, todo...”, le relata hoy Londero a LA NACION. Hace una pausa y sigue narrando (desahogándose).
“De ahí estuve tres semanas parado. El desgarro era chico, de 4,5 milímetros. (Suspira y sigue). Dejé todos los ejercicios de fuerza, porque me inflamaban. Sólo hacía media hora de tenis por día. Me fui a jugar a México, al mismo torneo que jugaré ahora. Perdí en la segunda ronda, con bastante dolor. Fui a Sarasota y me tuve que retirar en la primera ronda. Volví al país, estuve un mes parado y en mayo me fui a Roland Garros. En la segunda ronda de la qualy hago un segundo saque y siento un ardor en el tríceps. Terminé jugando; no me preguntés cómo hice para ganar. Pero al otro día no podía más: perdí en la última ronda de la qualy. Me quedé dos días esperando a que terminara la qualy para ver si había chances de entrar como lucky loser y entré. A todo esto, tomando dos diclofenac para entrenar, tratándome con los fisioterapeutas, sin saber qué tenía. Entro en el cuadro principal y en la primera ronda me toca contra [Carlos] Alcaraz. Tomé cuatro pastillas para jugar. A la hora y media se me pasó el efecto y en el último set no podía más [el español ganó 6-4, 6-2 y 6-0]. Al otro día me hago una resonancia y sale un desgarro de un centímetro y medio en el dorsal ancho. Ahí empezó toda esta etapa de recuperación hasta el día de hoy que fue…, pppfff, horripilante”.
El momento cumbre de Londero: campeón de ATP
¿Qué llegó a partir de ese momento? Primero, inactividad deportiva por dos semanas. Luego empezó a practicar tenis en cuenta gotas y muy suavemente: le tiraban la pelotita con la mano. Después aumentó la intensidad y empezó a pelotear de fondo. Mientras tanto, la ansiedad lo carcomía por dentro. Pese a que su equipo le recomendó no hacerlo, a mediados de julio viajó a Europa con la intención de jugar los ATP de Gstaad y Umag. “Fue un error; fue un desastre lo que hice. Pero estaba desesperado por jugar y fui”, rememora Londero. Bebe un sorbo de agua con gas y sigue: “El día anterior a jugar en Gstaad no podía levantar el hombro. Entré en la cancha súper medicado, con ibuprofeno, paracetamol, todo… Estando 4-2 abajo en el tercer set, saqué y sentí un pinchazo de vuelta [Pavel Kotov triunfó 4-6, 6-3 y 6-2). Obviamente me borré de Umag. Me volví a Argentina y empezamos una recuperación desde el 10 de agosto hasta el 2 de enero pasado, que empecé jugando en Tigre”.
En el medio, Londero (29 años) contrató a Carlos Berlocq como entrenador ya que, más allá de los golpes, confiaba en poder rehabilitarse. Sin llegar a la cirugía, probó todo tipo de terapia. “Hice MEP, acupuntura, terapia manual, fortalecimiento, todo, todo… Hasta fuimos con Charly [Berlocq] a un médico de Tandil que trabaja la fascia. Mi preparador físico hablaba con colegas en Estados Unidos. Pero el problema era cuando empezaba a sacar, cuando levantaba el hombro. Cuando peloteaba de abajo, iba bien. Hacía un trabajo físico muy fuerte, estaba por volver y, pum, aparecía el dolor de nuevo”.
-Habrá sido muy frustrante.
-Sí, sí, frustrante y muy angustiante. Este año me empezó a doler la muñeca derecha, lo cual era lógico porque estaba todo conectado. Seguía el hombro súper debilitado, no podía sacar, no podía armar para pegarle la derecha, nada. Me hago una nueva resonancia y sale un desgarro en el músculo subescapular. Empieza de nuevo otra etapa, la última hasta el día de hoy: me infiltré el hombro, pero no me hizo efecto. De vuelta a empezar de cero: me tiraban la pelotita con la mano durante media hora. Llegó la segunda semana de febrero, en la que se jugó el ATP de Buenos Aires, nos juntamos a comer un asado en la casa de Charly con Albert Ramos [Viñolas, el tenista español]. Le cuento y dice: ‘¿Por qué no cambiás la raqueta? ¿Por qué no le bajás el balance, el peso, cambiás el patrón de cuerdas?’. Sacó un cuadernito con una lapicera y empezó a anotar. Él se balancea sus propias raquetas; sabe muchísimo. Hasta ese momento yo usaba una raqueta pesada, de 355 gramos, con patrón de cuerdas 18x20 [genera más control, pero requiere mayor esfuerzo]. Al otro día fui a entrenar con Albert, me prestó su raqueta, que era más liviana y…, terminé jugando una hora y media al cien por ciento y sacando sin problemas. Creer o reventar. Después de eso empecé con otra raqueta, le bajé 20g, cambié el patrón a 16x19 [despide más; demanda esfuerzo]. Empecé a sentir cambios y hace más de dos semanas que vengo jugando sets y estoy bien”.
-¿Cómo se explica semejante cambio?
-Mi kinesiólogo siempre me dijo que tenía claro cómo era la rehabilitación, pero llegaba un momento en el que me empezaba a doler de nuevo. Desde que le bajé el peso a la raqueta se me fue el dolor. Vamos a probar estas semanas. Quiero ir de a poco. No quiero cometer el mismo error del año pasado.
-¿Y los médicos que te dicen?
-La razón de la lesión es el desgaste. Eso muestran los estudios. Si agarrás a 100 jugadores, 80 van a tener lo mismo que yo, pero quizás no se les manifiesta igual. Cuando Albert me dio ese consejo me resultó difícil de creer al principio, porque yo había jugado toda mi vida con la misma raqueta y peso, y nunca había tenido problemas. Pero evidentemente ya no fue compatible con mi lesión. Entre la inactividad por la pandemia y esta lesión, viví una tortura. Lo único positivo, ahora, es que aproveché el tiempo para estar mucho con mi familia, con mi novia, con amigos. Pude conocer más el interior del país, fui muchas veces para mi casa, que a veces la vorágine del circuito no lo permite.
-Después de la pandemia contaste que tenías miedo a morirte, que tuviste pánico y luchaste contra la depresión. ¿Aquello pudo tener vínculo con esta lesión?
-No lo sé, realmente. Aquello fue horrible. Estaba mal, mal. Todos los días pensaba que me iba a agarrar una enfermedad y no lo podía controlar. Nunca me imaginé tener depresión. No entendía lo que era hasta que la tuve, la asumí. Estuve un año tomando medicación, no quería jugar más al tenis, no quería viajar, les temía a los aviones… Me costó muchísimo salir con la ayuda de mi familia, de mi novia, del psicólogo, del psiquiatra, de la medicación…, y tuve que poner yo también, obvio. La pandemia me hizo bajar. Siento que fue muy de golpe todo lo que pasó en mi carrera. Fueron muchas cosas buenas en el alto rendimiento, como ganar un ATP, hacer final de otro, llegar a la cuarta ronda de Roland Garros, jugar Masters 1000, jugar contra el Big 4, ganarles a jugadores como Berrettini, Gasquet, Querrey. Siempre pensé que el éxito iba a ser más progresivo. Pero cuando gané el ATP de Córdoba fue como recibir una cachetada, aunque lo noté cuando vino la pandemia. En el transcurso estuve con piloto automático, como si hubiera estado toda la vida ahí. Cuando se me cortó el circuito empecé a pensar más: ‘Ahora cómo hago esto, cómo me voy a mantener, qué haré en el tiempo libre’.
-¿Qué hecho en la vida cotidiana te hizo notar el crecimiento de tu popularidad?
-Y…, sobre todo cuando tenía el pelo teñido de amarillo, cuando gané el torneo. Vivía en un departamento, en Capital. Bajé a la calle y el portero de al lado, a quien nunca lo había visto, me grita: ‘¡Eh, cordobés!’. Y le dice al otro portero: ‘Mirá quién está acá’. Voy al kiosco y me dicen: ‘¿Vos sos el que ganó Córdoba?’. Un vecino con el hijito me vino a saludar, me dijo que me iba a ir a ver al torneo de Buenos Aires. Yo lo describo así: es como que de la nada la gente te prende la luz y pasás a ser reconocido hasta cuando quiere. Estaba en la oscuridad, de repente prendieron la luz y me vieron. Medio raro. No me gustó. Hay gente a la que le gusta firmar autógrafos, que la reconozcan en el restaurante. Pero te juzgan de la nada. Después, cuando me empezaron a invitar a los programas de tele, al principio me gustó porque quería vivir la experiencia, pero después dejé de hacerlo. En el US Open 2019, después de jugar con Djokovic, esa noche fuimos a comer una hamburguesa al centro de Nueva York y el mozo me dice: ‘Estuviste jugando con Djokovic, te vimos acá’. Me quedé helado.
-¿Hoy sentís que te apagaron esa luz?
-Es la crueldad del circuito. Cuando estás mal nadie te da bola. Lo sentí, sí, pero como siempre preferí el perfil bajo, no me afectó. Me afectó un poco ahora que pedí un wild card para el cuadro principal en un torneo que gané y sólo me lo dieron para la qualy. Tampoco pude pedir el ranking protegido porque no me dieron los tiempos reglamentarios. Quedé parado en la peor posición. Ahora, a empezar de cero. De cero.
-El aspecto económico es otro tema importante, ¿verdad? Tenés gastos fijos y, sin embargo, hace tiempo que no podés jugar con continuidad.
-Sí, son muchos gastos fijos los que tengo. Es otro aspecto que juega en esta inactividad. Intento verlo como que es parte de una inversión para recuperarme. En el tenis, cuando no estás jugando, no ganás plata, pero tenés gastos para mantener a los integrantes de tu equipo, alquileres, viajes. Un jugador que es aproximadamente 200 del mundo gasta unos cien mil dólares al año de la nada.
-¿Te afecta ver tu ranking actual?
-Ni lo veo... No me afecta verme tan atrás porque creo que tengo el nivel para poder volver..., no te digo rápido al top 100 o al top 150, porque quiero ir de a poco, pero sí volver a sentirme jugador. Estando en mi ranking actual, haciendo poco subís mucho: capaz que haciendo una semifinal de un Challenger subís cien puestos. Ya cuando te aproximás al 250-300 cuesta un poco más y así. Alguna vez, en momentos de tristeza, me puse a ver videos de mis triunfos, pero ahora hace tiempo que no lo hago porque no sé si me ayuda o me da ansiedad.
-¿Con qué logro te sentirías satisfecho de nuevo?
-Me gustaría volver a sentirme exitoso en la cancha. Me sentía muy bien conmigo en ese momento; estaba tranquilo, disfrutando. Me muero de ganas de volver a jugar los Grand Slams, pero quiero volver a sentir el placer de la tranquilidad personal. Si logro volver después de todo lo que pasé…, será mejor que antes. Estoy con ganas, sino no lo hubiera contratado a Charly Berlocq, porque es muy intenso, muy apasionado y hay que seguirlo. Quiero jugar hasta los 40 años. Y si no puedo hacerlo hasta esa edad, que sea hasta lo que pueda, pero necesito volver a sentirme bien.
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