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Forest Hills, hoy: de la leyenda a la actualidad, con aquella conquista de Vilas en el recuerdo
El argentino, campeón del US Open en 1977, llegó calmo a la final, en contraste con un nervioso Connors; el estadio está aún en pie
NUEVA YORK.– “Lo que no se sabe es que después del torneo hubo una reunión con Bill Talbert, el director, y éste le preguntó al juez de línea qué había sido de esa pelota. Y el juez le dijo «mala», que había cantado bien. Me lo contó el mismo juez. Talbert le consultó por qué había tardado tanto en cantar, y el señor reconoció que se había emocionado frente a semejante estadio y situación”, dice Guillermo Vilas en una entrevista reproducida en el libro La historia del tenis en Argentina, de Roberto Andersen y Eduardo Puppo. La obra describe aquel momento de dramatismo en el que la pelota de Jimmy Connors fue mala, mientras su entrenador, Ion Tiriac, gesticulaba ampulosamente al lado de la cancha para que dieran por “out” la bola.
Era 1977, el gran año de Vilas. Había ganado en Roland Garros y ahora se consagraba en el Abierto de Estados Unidos, con un triunfo sobre Connors por 2-6, 6-3, 7-6 (7-4) y 6-0. Por esa temporada el marplatense aún reclama que le reconozcan que fue Nº 1 del ranking mundial. Culminó con una apabullante superioridad en el US Open (perdió sólo un set en el certamen, ese primero de la final). Sería la última vez que el torneo se jugaría en el West Side Tennis Club, de Forest Hills. Se mudaría a Flushing Meadows, a unos 15 minutos de viaje en auto desde allí. Además, también era la última vez que se desarrollaba sobre clay, que era como una arcilla de color entre verde y gris, un poco más rápida que el polvo de ladrillo. A partir del cambio, la superficie sería siempre el cemento.
Así está hoy el estadio
Asistieron 12.644 personas al estadio de Forest Hills el 11 de septiembre de 1977. Entre ellas estaba Gustavo Alcayaga, sanjuanino, que hoy es el director del programa de juveniles del club. Tenía ocho años. Nunca había presenciado un gran acontecimiento de tenis, y aquel día fue testigo de la primera vez que un argentino ganaba el último certamen de Grand Slam. “Lo que ves ahora es parcialmente lo que existía”, dice Alcayaga a la nación, mientras camina por donde estaba la cancha. “Era todo de madera [alude a las tribunas], lleno de aficionados. Y el tren que pasaba. Y si no era el tren, eran los aviones. Y esto, llenísimo, y escuchaba los alientos argentinos acá, arriba. Era la Copa Davis, impresionante. Era impresionante para mí”, recuerda Gustavo de aquella final. “Mi papá tenía la bandera de un lado y yo la tenía del otro, y saltábamos. Era fenómeno”, añade.
El estadio de Forest Hills es famoso también por haber sido el escenario de fabulosos conciertos, como uno de The Beatles. Después de que albergara al US Open, el West Side Tennis Club contó con otros torneos y hasta 2008 recibía un certamen de la WTA. Actualmente, allí tienen lugar sólo conciertos de música.
Mucho cambió desde aquella final ganada por Vilas. Por ejemplo, el campeón cobraba 33.000 dólares, mientras que en 2017 el premio será de 3.700.000. Ahora, el estadio Arthur Ashe tiene capacidad para 23.771 espectadores, en contraste con los casi 13.000 que acudieron en 1977.
Vilas y Connors se cambiaban en los vestuarios que estaban a unos 100 metros del estadio, y que se mantienen intactos. Pero los finalistas de 1977 también contaban con otro vestuario, debajo de las gradas, que actualmente es utilizado como zona VIP para los espectadores de los conciertos. Por fuera, la sede del lujoso club reproduce las típicas edificaciones inglesas, como la del Tenis Club Argentino, de Palermo. Ahí, desde hace 45 años trabaja el barman irlandés Sean Egan. No estaba en la cancha aquel día de Vilas vs. Connors, pero recuerda muy bien cómo llegaron ellos y a la sede. “Me acuerdo de que Vilas estaba muy excitado, y Connors, muy enojado”, sostiene.
“Guillermo vino hace unos años”, cuenta por su parte Alcayaga, el hincha argentino, que afirma que todos los años alguna de las leyendas de aquella época visita el viejo estadio de Forest Hills. “Sí, claro”, admite que Vilas era uno de sus ídolos. “Y Jaite, y José Luis Clerc”, aclara Gustavo, que se crió en Estados Unidos pero habla con algo de acento sanjuanino. A sus tres meses de vida, su familia se mudó a Nueva York.
“Cuando se juega el Abierto no se puede venir”, escribía Atilio Cadorín, el periodista de LA NACION que cubrió aquel triunfo de Vilas. Y cierra: “El reencuentro del público en el Abierto de los Estados Unidos será, aproximadamente, dentro de un año. Pero para Forest Hills, éste es el adiós. Quedará tan sólo recuerdo de los grandes tenistas que por allí pasaron. Y de esos recuerdos se nutrirá la historia de Forest Hills”. Así es, cuarenta años después.
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