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Gusti Fernández busca otro salto de calidad para seguir como número 1, inspirado en Manu Ginóbili
Al cordobés Gustavo Fernández, el mejor jugador de tenis adaptado del mundo, le queda solo un desafío en una temporada soñada, en la que ganó tres de los cuatro Grand Slam, recuperó el número 1 del ranking, ganó el oro en los Parapanamericanos de Lima y colaboró con el histórico cuarto puesto del equipo argentino en el Mundial de Israel. El Masters, en el centro nacional de la United States Tennis Association (USTA) en Orlando, del 19 al 26 de noviembre próximo, será el último examen de 2019 para el Lobito. Claro que, exigente y meticuloso como es, ya está pensando en el año próximo, encarándolo con modificaciones en su nutrición y su descanso, inspirado en los hábitos de una leyenda como Manu Ginóbili.
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Gusti Fernández confiesa que no duerme como debería y que, a partir de un artículo de LA NACION en el que el basquetbolista Facundo Campazzo relataba cómo se había potenciado desde que empezó a utilizar "el anillo del sueño", un objeto que le recomendó Ginóbili que permite testear con precisión los valores a la hora de descansar, decidió incorporarlo. "Uno de los temas que nos planteamos con Santi [Sánchez; un profesional que trabaja en la mente y concentración del tenista] y después lo charló con Juan Carlos [Varela, el kinesiólogo del cordobés], fue en mejorar mi descanso y mi nutrición teniendo en cuenta que uno busca jugar 60 partidos al año y no llegar tan desgastado física y mentalmente. El descanso es muy importante para eso. Entonces, estoy buscando la forma de agarrar un hábito correcto, de ver cómo duermo. Ya estoy usando el fitbit (un reloj que monitorea la actividad física). Estábamos discutiendo sobre los aspectos que yo debía mejorar, Santi vio la nota, me la pasó y nos interesó mucho. Queremos utilizar la tecnología e innovar para ver si nos sirve y buscar otro salto de calidad", le explicó Fernández a LA NACION.
"Yo no duermo del todo bien, me despierto mucho a la noche, tengo un sueño muy liviano –comentó el tenista, hijo de Nancy Fiandrino y Gustavo Ismael Fernández, exbasquetbolista de la Liga Nacional y actual entrenador de Estudiantes de Olavarría–. Lo que estoy viendo, con el reloj, es que para dormir y descansar bien ocho horas por día necesito entre diez y once de tiempo real. No descanso de la forma que yo debería y lo necesito. Más en los torneos, en los que uno necesita recuperarse rápido. Otra cosa: la siesta es muy importante. En Río Tercero, mi ciudad, es sagrada, pero acá en Buenos Aires casi nadie la toma, y yo me acostumbré a eso". Y añadió: "También haré cambios en la nutrición. Quiero ser más meticuloso. No me privo de nada, pero no tengo muchos vicios. Como con mayonesa cuando puedo, un chocolate cada tanto o tomo gaseosa. Pero por un tema de disciplina mental y salud, quiero cambiarlo. No quiero esperar a tener 34 años [cumplirá 26 en enero próximo] para hacer estas cosas, quiero entrar ahora y tener el hábito".
Gusti Fernández, que al año y medio de vida sufrió un infarto medular, lesión que padece una persona de cada seis millones en todo el mundo, pertenece a una familia que respira deporte y entiende que los "sacrificios te van puliendo y te permiten desarrollar cualidades que te sirven en tu carrera". En algún momento de su vida deportiva, ya con varios títulos grandes en su raquetero, padeció la falta de apoyo privado para desarrollarse y poder viajar, pero ello es parte del pasado. "El progreso que se logró, el desarrollo vinculado a los conceptos de la discapacidad y el profesionalismo, me enorgullece mucho. Trabajamos mucho para estar acá. Quién diría que la gente me conocería y admiraría lo que hiciera, o estar trabajando en conjunto con empresas grandes que me ayudan", aportó el cordobés, quien hace algunas semanas brindó una clínica en Tandil a la que asistieron 400 personas. Si hay algo que Fernández rechaza es el elogio fácil o que lo traten de ejemplo: "Es fácil confundirse dentro del elogio y el reconocimiento. Lo que me pasa es que tengo un entorno muy sano que me ayuda a poner rápido los pies sobre la tierra ante cualquier cosa que pueda suceder. Mis viejos han sentado una base muy buena. El edificio no tambalea tanto (sonríe). A veces un poquito, pero lo enderezan. Yo no me corro de esos principios. Trato de ser muy fiel a lo que soy y estoy orgulloso de eso".
Australia, Roland Garros y Wimbledon. El Lobito ganó los primeros tres grandes del año, con autoridad. Se quedó con las ganas de obtener el Grand Slam, al caer en las semifinales del US Open. "Yo hubiese querido ganar en Nueva York y me quedo con eso, pero fue un año espectacular. No me pude sacar la amargura en mucho tiempo. Pero es difícil pedir más. Hay que ser justo con uno mismo y fue increíble. Lo busqué. Pero lo más importante fue el crecimiento como profesional, persona, líder de un equipo, jugador, un montón de aspectos. Capitalicé todo lo que venía trabajando y eso me enorgullece. El resultado va y viene. Pero la experiencia y el crecimiento como jugador que sumé fue como ganar el Grand Slam", resumió Gusti. Aquella noche del 7 de septiembre último, tras perder en Flushing Meadows con el francés Stephane Houdet, Fernández lloró como pocas veces, pero encontró en su familia y equipo un enorme sostén. Y hasta se dio el gusto de compartir una charla con Ginóbili, que estaba en Nueva York viendo tenis y esa noche se acercó al restaurante donde cenaban.
Después de varias semanas de pretemporada en el Centro Asturiano de Buenos Aires, en Vicente López, el líder del circuito de tenis en silla de ruedas viajó a Barcelona, ciudad en la que suele realizar distintas etapas de su entrenamiento (su entrenador, Fernando San Martín, está radicado allí). Y, en breve, viajará a EE.UU. para el Masters. Luego llegará el descanso breve por las Fiestas y el comienzo de 2020, viajando a Oceanía. "¿Qué objetivos tengo? Quiero ganar todos los torneos, desde hoy y hasta el día que me retire; no quiero dejar ninguno. Estoy muy enfocado. Voy a cumplir 26. Y pretendo seguir achicando el margen de error".
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