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Guillermo Rivas, ex tenista, y lo que pensó sobre Raúl Pérez Roldán en Tandil: "Tengo que salir de acá porque este tipo capaz me mata"
"Pendejo de mierda, a vos te voy a bajar la rebeldía. Vas a hacer acá todo lo que tenés que hacer, tenés talento para ser bueno, y si no te voy a cagar a palos". Fue de las primeras frases que Guillermo Rivas, ex tenista en los años 80, escuchó en la escuela de tenis de Raúl Pérez Roldán, en Tandil. Donde estuvo tres días antes de huir de regreso a Buenos Aires. "Es que a los 17 años ya tenía mis principios, no lo iba a soportar. Me fui porque pensé que ese tipo era capaz de cualquier cosa", rememora desde Palm Beach, donde reside. Una historia con vivencias, incredulidad, enojos, indignación y una sentencia: "Fue la época más nefasta de la historia del tenis argentino de menores".
Rivas, hoy con 56 años, padre de dos hijos y abuelo, tuvo una carrera respetable en el circuito. Más como doblista. Le decían "La Vaca" y explica por qué: "Me llamaban así porque me movía caminando en la cancha, ja". A Rivas le gustaba el básquetbol hasta que un día vio la final de Vilas-Connors del US Open 1977 por TV y se enamoró del tenis. Y quiso ser tenista. "Para divertirme", aclara.
Fue N° 1 nacional junior en 1982 y jugó durante 8 temporadas en el ATP Tour. Su mejor ranking fue 116°. Logró su primer título en 1985, en el Challenger de Parioli, y luego sumó el de Crans Montana (1988); e integró como quinto jugador el equipo de Copa Davis en 1983 (contra Italia) y 1984 (con Estados Unidos). En el 95 fundó la escuela de tenis de San Isidro, donde aprendieron más de 15.000 personas. Entre 2006 y 2009 fue vicecapitán del equipo de Copa Davis de Canadá (fue coach del N° 1 de dobles Daniel Nestor) y desde 2010 es coach de Barbados. Vive en Estados Unidos desde hace diez años, tiene una academia en de tenis y conduce con otro ex jugador, el peruano Pablo Arraya, un programa de radio.
Como muchas personas en la última semana, leyó la confesión de "maltrato físico" y "estafa" que Guillermo Pérez Roldán hizo acerca de su padre, Raúl Pérez Roldán, en una entrevista con LA NACION. Y como tantos otros jugadores de aquellos tiempos en el circuito, una corriente de escalofrío le recorrió el cuerpo.
"Guillermo dice que contó sólo el 1% de todo lo que vio y sufrió para no ser dramático. El 1% ya es suficiente para aquellos que lo vivimos", enfatiza Rivas. Y empieza a relatar su propia historia...
"Lo viví en carne propia a los 17 años. En 1981, mi penúltimo año de juvenil, me clasifiqué para las giras Cosat y europea 1982, con Roland Garros y Wimbledon incluidos. La Asociación Argentina de Tenis, presidida por el escribano Juan José Vázquez, contrata a Raúl Pérez Roldán. Yo tenía mi equipo de entrenamiento organizado en el Buenos Aires Lawn Tennis, con Oscar Pandre y el profe Juan Carlos Belfonte. Llega una carta a mi casa, que dice que me tenía que presentar tal día en Tandil para entrenarme durante 3 semanas. Yo no quería ir, no tenía sentido", cuenta Rivas.
–¿Por qué no querías ir a Tandil?
–Porque era un gran verso de marketing. ¿Para qué iba a ir a Tandil a entrenarme con una persona que no conocía si yo tenía en el Buenos Aires a Guillermo Vilas, a Víctor Pecci, a Roberto Argüello para practicar? Lo peor es que si no iba, no me anotarían en los torneos. Era una forma de apretarte. Me aconsejaron sobre qué decisión me convenía tomar y terminé yendo.
–¿Vos solo tenías que moverte hasta Tandil?
–No, en el grupo éramos como 10. Estaban los hijos de él (Guillermo y Mariana), el Panza Eduardo Massó (56° del mundo), Cristian Miniussi (57°), Andrea Tiezzi (123°), entre otros.
–¿La experiencia fue como la imaginabas? ¿Peor?
–Peor, claramente. En vez de hablarme, Pérez Roldán me insultaba, me decía pendejo de mierda, que si no hacía lo que me decía me iba a cagar a palos. Bueno, me tiraba pelotazos...
–¿Cómo? ¿Por qué razón?
–Se enojaba. En medio de las puteadas, un día me doy vuelta y de casualidad pude esquivar un pelotazo que me tiró a la cara. Me zumbó el oído derecho. Me miró desafiante y me gritó: "Te voy a matar hijo de puta". Lo encaré. Me tuvieron que separar. Había muchos periodistas ahí, porque era una etapa con mucho marketing.
"¿Sabés lo que era la habitación? Un cuartito fuera del hotel. Con dos catres. ¡Sin ventanas ni baño! Vino también un delegado de la AAT, así que yo tuve que dormir en una colchoneta en el piso. ¡Era febrero, hacía 35 grados!" (Guillermo Rivas)
–¿Te pidió disculpas?
–No. Pero eso no fue lo peor. A la noche, volvemos al hotel y el conserje nos dice que nos habían cambiado de habitación. Yo dormía con Miniussi. Era raro, justo después pelotazo, de la discusión. ¿Sabés lo que era la habitación? Un cuartito fuera del hotel. Con dos catres. ¡Sin ventanas ni baño! Vino también un delegado de la AAT, así que yo tuve que dormir en una colchoneta en el piso. ¡Era febrero, hacía 35 grados! En el medio de la noche me dan ganas de ir al baño... y compruebo que la puerta estaba cerrada. ¡Nos encerraron en ese cuartito! Empecé a pegarle con la raqueta a un ventiluz que tenía la puerta y del ruido vinieron a ver los empleados qué pasaba. Los huéspedes se quejaban del sonido de los golpes. Ahí conseguí que dejaran abierta la puerta. Un bochorno.
–¿Y ahí decidiste irte?
-Al día siguiente, Raúl Pérez Roldán estaba como si nada en el club. Y decidí irme, esa misma noche, en ómnibus. Cuando estoy preparando el bolso, viene Andrea Tiezzi y me dice: "Me voy con vos". Nos fue a buscar el padre a la terminal de Buenos Aires. Ella también se escapó. Fuimos los únicos de ese grupo. Nunca me atreví a preguntarle por qué se iba.
–Tenías 17 años, eras un adolescente. ¿Qué sentiste en este momento ante lo que te estaba pasando?
–Pensé: tengo que salir de acá porque este tipo capaz me mata. Eso sentí, a ese nivel.
–¿Después te suspendieron? ¿Fue por irte de Tandil?
–No exactamente, pero sí. Mi rebeldía me la quisieron hacer pagar con un invento. Hubo un torneo en Chile, donde fuimos sin Raúl Pérez Roldán. La delegación la encabezó el papá de Horacio de la Peña. Y al regreso, me sancionaron por un año por "supuestas declaraciones en Chile en contra de la Argentina". Pensá que era la época militar. No me dejaban ni entrenar en mi club. Mi viejo (Jorge Rivas), indignado, contrató a Fernando de la Rúa como abogado. De la TV chilena mandaron los tapes. No había nada de lo que me acusaron. A las tres semanas me levantaron la sanción. Y a Raúl Pérez Roldán lo echaron como una solución al paso. Duró cuatro meses. Pero tenía banca, sabíamos que iba a estar cerca. Chapeaban con sus contactos militares, nombraban siempre al hijo de un presidente de facto (Roberto Viola) al que ni siquiera sé si conocían, o por ahí lo conocían de las carreras, pero te metían miedo con eso.
–Y volvió nomás...
–Sí, volvió con la famosa escuela de tenis de Tandil en el 84. Fue toda una época nefasta de nuestro tenis. Porque Raúl era el director de la escuela de tenis de la AAT. La Asociación es cómplice de todo lo que pasó. Juan José Vázquez fue un ser tenebroso. Avaló los métodos de esta persona. Lo peor que pudo haber pasado es que trajeran a alguien que no es el del palo del tenis. Que encima perjudicaba a los juniors que le hacían sombra a sus hijos. Con Guillermo eso fue muy evidente.
–¿Lo decís por Luli Mancini?
–Por muchos. Pero lo de Alberto Mancini fue lo más absurdo de todo. No tuvo carrera de juniors. Jugaba 4 o 5 torneos a los que no iban ni Guillermo Pérez Roldán ni Franco Davin. ¿Cuán burro tenés que ser para no detectar la capacidad de uno de los tres jugadores más talentosos de la historia del tenis argentino? A los tres años Mancini ganó Montecarlo y Roma. ¿Cuántos Mancini pasaron de largo por manejos de Pérez Roldán, que era el que digitaba quiénes viajaban a los torneos y quiénes no? ¿Y la Asociación no hacía nada? Por eso digo que fueron cómplices.
No hablan más porque hay pánico. Actúan sobre el miedo de la gente, un miedo que te paraliza. Se ve ahora, a más de 30 años: la gente se sigue callando. Y también cada uno cuida su nombre
–Habló Mariano Zabaleta, hablaron jugadores que dejaron el tenis por los métodos de la escuela de Pérez Roldán, pero debe haber muchos otros que no hablan. ¿Por qué se da?
–Porque hay pánico. Actúan sobre el miedo de la gente, un miedo que te paraliza. Se ve ahora, a más de 30 años: la gente se sigue callando. Y también cada uno cuida su nombre. Me gustaría saber porqué Davin y Tarabini huyeron del famoso equipo que integraban con los hermanos Pérez Roldán. Hay jugadores más famosos que Guillermo que sufrieron maltrato...
–¿Quiénes?
–No se puede hablar si no hablan ellos. Guillermo se calló 30 años, pero ahora abrió el juego, por el motivo que fuera. Porque él no sólo sufrió maltrato, sino también hay cuestiones económicas. Pero sale el padre a hablar de que "es un tema familiar, interno". ¡No es un tema familiar! Acá hay un tema de violencia de menores, de mujeres. Si vos denunciás a tu vecino por violencia, viene la policía y se lo lleva preso.
–¿Raúl Pérez Roldán debería estar preso?
–El tipo no hacía esto porque se le ocurría. Este tipo actuaba así porque se sentía impune. El tipo que les pega a las mujeres y a los chicos es un cobarde. Y vos sabés lo peligrosos que son los cobardes cuando tienen poder. Este tipo estaba apañado por alguien. Fueron gente mala, dañaron a chicos, que sufrieron cosas muy parecidas a las que vivió Guillermo y en delegaciones oficiales de la AAT, cosas muy pesadas para adolescentes, en el mismo período. Acá había un modus operandi militar. Sé que hay gente que piensa que soy idealista, pero creo que hay un límite y estos tipos lo pasaron. Hoy no queda otra que la condena social, porque el hecho está prescripto.
–A pesar de las acusaciones que fueron surgiendo, es usual escuchar y leer hoy expresiones como "me saco el sombrero con Raúl como entrenador". ¿Coincidís?
–Para nada. Y sabiendo todo lo que sucedía, me causaban un gran fastidio los elogios. "Que la gran escuela de Tandil", "Que la escuela de Pérez Roldán". Mucha gente pagó para que entrenaran a sus hijos y le entregaron los chicos a estos inescrupulosos con buena publicidad. Se instaló la cultura del marketing de la gran escuela. Y resulta que terminaron todos rotos a los 20-25 años, incluidos los hijos. Mariana terminó con la rodilla hecha pedazos. Guillermo se lesionó la mano por defenderlo en una pelea en una estación de servicio. Y los que no se rompieron, se escaparon. Cuando analizás bien a fondo, este barco hace agua por todos lados.
–¿Lo volviste a ver a Raúl Pérez Roldán?
-En los torneos, me lo cruzaba, pero de lejos. Jugué contra el hijo algunas veces, pero no hablábamos. Hasta que en 2007, en un torneo de golf en Tandil del Tour de las Américas, se me apareció. Al golf empecé a jugar a los 31 años y soy scratch. Esa vez, había hecho el mejor score (71) en la segunda vuelta del torneo. Estaba sentado en el bar del club y me pide permiso para sentarse. Primero me felicitó por los 71 golpes, me dice que me vio tres o cuatro hoyos, y enseguida me empezó a pedir disculpas por todo lo que me había hecho, que se había portado mal conmigo.
–¿Y qué le contestaste?
-Que era correcto el pedido de disculpas, pero le aclaré enseguida que le había hecho mucho mal al tenis y a muchos chicos. Que tenía que pedirle disculpas a cada uno de los que había maltratado. Ahí me abrió los ojos: "No era yo solo. Yo sólo era el mascarón de proa", me respondió.
–¿En qué creés que va a quedar todo este caso?
–Como te digo, prescribió porque fue hace 30 años. Vale más la condena social. Pero lo que quiero es que esto no pase más. Que no se repita esa época nefasta. Defiendo al deporte como vida, como educación. No quiero que ganen la batalla tipos como estos. Estos reyes del miedo, de la extorsión, que son unos cobardes, tienen un solo fin: el dinero. Quien sufre es lo de menos para ellos. Estos señores no pueden tener lugar en una sociedad en serio. Son siluetas de barro.
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