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Guido Pella: el zurdo que dejó de ser negativo y triste para hacer historia en Wimbledon
LONDRES.– No fue hace mucho. Unos cinco meses, aproximadamente. El 10 de febrero. Guido Pella perdió la final del ATP de Córdoba frente a Juan Ignacio Londero, un jugador que había sido invitado por la organización y que hasta ese torneo jamás había ganado partidos en la máxima categoría del tenis. El bahiense cayó en tres sets, volvió al vestuario del predio Mario Kempes, angustiado y con los ojos humedecidos. Con ira, también. Una vez más se le había negado su primer título, como en Umag (2018), Múnich (2017) y Río (2016).
Esa meta se había convertido en un karma. Pella tomó el teléfono y llamó a Charo, su mamá. Con la voz entrecortada, le dijo que nunca más podría ganar nada. Charo tembló, respiró profundo, tomó impulso y le respondió: "Hijo, te vas a acordar de mí cuando seas campeón. Ya va a llegar y será pronto". Guido la escuchó sin escuchar. Pero ni un mes pasó de aquel momento: el 3 de marzo, el zurdo se coronó en San Pablo, encumbró su primer trofeo y se desahogó. "No es fácil aguantar a un tipo tan negativo y triste", confesó después de consagrarse en el Ginasio do Ibirapuera. Ese fin de semana Pella se quitó una espina y prometió que, a partir de allí, disfrutaría lo que le tocara en su carrera, que ya no pediría nada. Claro…, el destino le tenía guardado otro momento intenso: alcanzar la segunda semana de un Grand Slam por primera vez al eliminar, en el Centre Court de Wimbledon , al finalista de 2018 (el sudafricano Kevin Anderson), al derrotarlo por 6-4, 6-3 y 7-6 (7-4), en 2h33m.
"Ahora que venga lo que venga, puedo ganar o perder, pero no será porque me falle la cabeza. Todo lo que quería lo cumplí, una Copa Davis y ahora un título; no le puedo pedir mucho más al tenis", argumentó Pella en San Pablo, con mucha razón. Pero desde aquel torneo su rendimiento se elevó como nunca antes, alcanzó su mejor posición histórica en el ranking (21°, en mayo), ganó más partidos que nadie en la gira sobre polvo de ladrillo y, una tarde estival londinense, se plantó con demasiada seguridad en el estadio de tenis más prestigioso del mundo, ante un público exigente y entendido como el británico, para controlar los escopetazos de Anderson (el 8° del mundo) y convertirlos en tiros propios llenos de pimienta.
Este lunes, Pella se medirá en octavos de final ante el canadiense Milos Raonic, que venció al norteamericano Reilly Opelka en tres sets
"Es la victoria de mi vida", confió Pella en 2018, luego de hacer algo similar a lo de este viernes en el All England: vencer al, por entonces campeón defensor, el croata Marin Cilic, aunque por la segunda ronda. Pero si aquella fue maravillosa, qué decir de esta nueva. En esta oportunidad el rival fue otro temible sacador, Anderson, que llegó a Wimbledon con poca actividad (9 victorias y 3 derrotas), porque un problema en el codo derecho le provocó dolores de cabeza en esta temporada. Pero no deja de ser un jugador de súper elite que, hasta que el argentino le rompió el servicio en el décimo game del primer set (6-4; en la cuarta oportunidad que break point), acumulaba 38 juegos invicto con su saque en el certamen británico.
Calmo (al menos hacia afuera), eléctrico de piernas, atento, lúcido para decidir cuándo acelerar y cuándo no, paciente, sin que lo desborde la ansiedad de otro momento. Con el pulso firme. Tratando de llevarle a Anderson siempre un problema más. Así se mostró Pella, el único tenista presente en las cuatro series de la histórica campaña argentina en la Copa Davis 2016 (no jugó puntos en la final ante Croacia). Entrenado por José "Chucho" Acasuso desde 2018 (el exjugador Kevin Konfederak también es parte del equipo técnico, pero no se encuentra en Londres) y preparado físicamente por Juan "Titán" Galván (socio y amigo de Martiniano Orazi, ex PF de Juan Martín del Potro y hoy de Diego Schwartzman), el 26 del ranking no se movió del libreto estudiado y lo ejecutó con precisión.
Con el impulso de haber ganado el primer set, Pella salió con la misma actitud en el segundo. Y llegó a sacar 3-1 y 40-15, pero Anderson reaccionó, le quebró el servicio al argentino y se colocaron 3-3. Se temió una resistencia mayor del sudafricano, cuarto favorito esta temporada en Wimbledon. Sin embargo, Pella no se frustró y continuó de la misma manera, le quebró el saque en el octavo game a Anderson, se adelantó 5-3 y lo cerró con su saque (6-3), a toda orquesta.
Agresivo, astuto y muy suelto, como si estuviera jugando en el club de tenis de Bahía Blanca de Carlos, su papá. Así siguió Guido, de 29 años, en el tercer parcial, tan cerca y tan lejos del mejor triunfo de su carrera. Anderson, también finalista del Abierto de los Estados Unidos (en 2017), levantó dos break points en el tercer game y se adelantó 2-1. En el 3-3, el sudafricano sacó 15-40, pero levantó los puntos de quiebre y luego lo hizo con uno más. Llegaron al tie-break y el público se deleitó con el mejor punto de la tarde. Fue en el décimo tanto del tie-break, casi que un ping-pong de 17 intercambios en la central de Wimbledon, que terminó ganando Pella con una volea. Los británicos deliraron. Pella, siempre sumiso en los gestos, no aguantó más y celebró, a los gritos, crispando el puño. Su box se puso de pie por completo (además de Acasuso y Galván, su novia Stephanie Demmer y Mariano Ink, de Torneos, la empresa que lo patrocina). Internamente, Anderson sintió que ya había perdido. El punto final llegó a los pocos segundos. El Centre Court de Wimbledon, testigo de la mismísima historia del tenis, se convirtió en el escenario de los sueños de Pella.
"No sé cómo describir este momento. Es increíble como jugué los tres sets. Estuve siempre enfocado. Jugamos puntos increíbles. ¿Qué cambió en mí este año? Mi mente, siempre mi mente", balbucea Pella, todavía sudado y agitado, en la transmisión oficial de TV, a pocos metros de la salida de la cancha central, como tantas veces han pasado por allí Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic. "Tuve mucha suerte ganando aquel torneo de San Pablo. Si él, no se hubiera dado esta situación, estoy seguro. Necesitaba ganar un torneo, no me interesaba cuál, en cualquier superficie, solamente me interesaba ganarlo. San Pablo fue muy positivo para mi mente. Eso no significaba que yo seguiría ganando partidos o torneos, pero mi vida no iba a ser una especie de calvario como venía siendo. Fue un antes y un después", le confesaría, después de su obra terminada, a LA NACION. Setenta por ciento de primeros saques, el 76% de puntos ganados con ese primer servicio, 14 de 24 tantos obtenidos en la red, 29 winners, 13 errores no forzados; números que ilustran una victoria histórica para Pella.
Hace rato que dejó de ser un tipo negativo y triste. Se nota.
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