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Grieta, omisiones y torpezas en el tenis argentino: la otra cara del festejo por los 100 años en la Copa Davis
El equipo nacional celebró ante Lituania en el BALTC el fin de semana, pero afuera del court hubo situaciones que invitan a la reflexión
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El equipo argentino de Copa Davis volvió a despertar el entusiasmo en nuestro país. Tres singlistas jóvenes y de calidad (Francisco Cerúndolo, Sebastián Báez, Tomás Etcheverry), una pareja de dobles fuerte y de elite (Andrés Molteni y Máximo González), más otros jugadores “en el banco” esperando ser titulares (Horacio Zeballos, Pedro Cachin), contagian optimismo e ilusionan. El último fin de semana, en el Buenos Aires Lawn Tennis Club (BALTC), el grupo capitaneado por Guillermo Coria asumió el amplio favoritismo que ostentaba en el repechaje ante Lituania con seriedad, ganó 4-0 y se aseguró volver a los Qualifiers 2024. Puertas adentro, el desafío se vivió con armonía y entusiasmo, con responsabilidad y agradecimiento al público masivo que acompañó la causa.
Tantas veces autodestructiva, esta vez en la Copa Davis el ejemplo nació desde el vestuario y se expandió hacia afuera. Jugadores que se conocen desde chicos, que compiten por objetivos similares y que -lógicamente- tienen egos e intereses individuales, mostraron una conducta ponderable durante un fin de semana en el que, además, se conmemoraron los cien años de la primera participación argentina en la Davis (en 1923, ante Suiza, en Ginebra). La Asociación Argentina de Tenis organizó acciones para evocar el hecho, algunas muy creativas, como reunir polvo de ladrillo de los clubes en los que se formaron los referentes, como del Náutico de Mar del Plata o Independiente de Tandil, cuna de Guillermo Vilas y Juan Martín del Potro, respectivamente, entre otros.
Parece mentira: pero como casi siempre en el tenis nacional, cuando casi todo parece estar alineado, el autosabotaje florece. Esta vez, las desprolijidades y las torpezas estuvieron afuera del court.
Daniel Orsanic, capitán del único equipo argentino ganador de la Ensaladera, no estuvo presente en el BALTC el sábado y el domingo. Dolido, sacudió el ecosistema del tenis nacional haciendo un posteo en el que lamentó no haber sido invitado a la serie. Habló de “mezquindades” y “egos”. Le apuntó a la actual dirigencia de la AAT, que es la misma que lo despidió en julio de 2018.
No participar a Orsanic, en este caso, es como si la Asociación del Fútbol Argentino organizara un evento de ese tipo y no invitara a Lionel Scaloni, César Menotti o Carlos Bilardo. O que el voleibol celebrara y Julio Velasco no fuera notificado. O que Oveja Hernández o Rubén Magnano no participaran de un simbólico aniversario en el básquetbol.
La AAT, a las pocas horas, publicó un comunicado en el que desmintió a Orsanic: “Jugadores y capitanes de Copa Davis de todas las épocas fueron invitados a las series de Argentina bajo el protocolo habitual, sin excepciones”, decía el texto. Ese protocolo habitual, según le explicaron a LA NACION desde el departamento de prensa de la AAT, es a través de un correo electrónico enviado de la casilla de Presidencia, un método que algunos pueden observar como destemplado, pero desde el que Orsanic, por ejemplo, ya había sido notificado otras veces (la última, en marzo de 2022, antes de la serie frente a la República Checa, también en el Buenos Aires).
Sin embargo, según confirmó LA NACION, no fue Orsanic el único protagonista vinculado a la historia de la Davis que no recibió la invitación de la AAT para la serie con Lituania. Tampoco le llegó a Tito Vázquez, capitán durante dos períodos (en uno de ellos, finalista en Sevilla 2011). Ni a Armando Cervone, titular de la entidad cuando el equipo nacional obtuvo la Ensaladera en Zagreb.
Tampoco fue notificado Franco Davin, capitán del equipo que logró el ascenso al Grupo Mundial en 2001. Ni Daniel García, que ocupó el cargo durante tres temporadas (1996-1999), comandó los equipos argentinos de la Copa de las Nacionales de Düsseldorf y de los Juegos Olímpicos de 1988 y 1996. Tampoco Gustavo Luza, capitán entre 2002-2004 y director de la Escuela Nacional de Tenis de la AAT (2002-2008). Ni Alejandro Ganzábal (tres series jugadas entre 1982-1983). Ni Marcelo Ingaramo. Ni Gustavo Tiberti.
Sí fueron invitados a través de llamadas telefónicas los otros excapitanes finalistas: Carlos Junquet (en 1981) y Alberto Luli Mancini (en 2006 y 2008).
¿El club anfitrión de la serie, como suele suceder durante el ATP porteño u otros cruces por la Davis, esta vez habrá tenido entradas para sortear entre sus socios? En el BALTC hubo hermetismo al respecto; se conoció que la única representante de la comisión directiva en los partidos fue la vicepresidenta, Lucía Guelfi.
El tenis argentino padece la grieta desde hace más de 50 años. Las divisiones existen desde los tiempos de Enrique Morea y Horacio Billoch Caride, y desde Guillermo Vilas y José Luis Clerc. Pero en mayo de 2018, la AAT cambió de rumbo y la nueva conducción formada -como nunca- por mayoría de exjugadores profesionales anunció que había llegado para unificar. Pero eso, en su totalidad, no ocurrió.
Las elecciones presidenciales en 2018 se caracterizaron por ser las más espinosas de la historia de la AAT y por tener diversos actores de la política nacional (y de los clubes de fútbol) involucrados. Se impuso la lista Experiencia y Cambio, presidida por Agustín Calleri, por 165 a 131 votos sobre la nómina oficialista que encabezaba Batata Clerc. Orsanic apoyó a la lista que terminaría cayendo. Pese a ello, el capitán campeón no dio un paso al costado y los dirigentes vencedores lo mantuvieron en el cargo, aunque lo quitaron de la dirección de Desarrollo, función que cumplía desde 2014. La relación se hizo “insostenible”, según describió Calleri, y finalmente fue despedido en julio de 2018.
La dirigencia de entonces, que sigue siendo la misma de hoy (el año pasado, ante la falta de una lista opositora, se renovó la gestión hasta 2026), se molestó porque Orsanic les reclamó una indemnización por ser echado del cargo de Desarrollo. El exdoblista (fue 24° en 1998), asimismo, no le inició una demanda judicial a la AAT por haber sido despedido de la Copa Davis, pero desde ese momento el vínculo quedó totalmente roto.
La AAT aplicó una serie propicia y de local (ante Lituania) para acentuar su promoción en otras secciones y en nuevas audiencias. Así fueron minuciosamente invitados actores, influencers, cantantes, comunicadores, miembros de reality shows. La estrategia fue saludable, claro, mas no la distancia que se tuvo con protagonistas del propio deporte de las raquetas. En total, en cien años, 89 jugadores y 31 capitanes escribieron la historia argentina en la Copa Davis.
Se anunció, con alegría y orgullo para el equipo, que las entradas para la serie se habían agotado (a precios del año pasado, sin tener en cuenta la inflación). Intentar conseguir tickets pocos días antes de los partidos fue prácticamente imposible. Por eso a muchos les llamó la atención, por ejemplo, que desde las redes sociales de dos de los emprendimientos privados (Summa y Slice Token) del vicepresidente de la AAT, Mariano Zabaleta, se sortearan entradas. Y además porque ninguna de las dos compañías son sponsors de la AAT, un vínculo que sí les podría haber asegurado entradas por contrato. Allí volvió a hacer ruido la figura de Zabaleta y el conflicto de intereses en el que está involucrado.
El cargo del extenista tandilense en la AAT es ad honorem, lo supo antes de involucrarse y, obviamente, nadie le impide tener su propia fuente de ingresos. Pero así como existe una ley de Ética explicada en el portal del Estado argentino, que indica que el conflicto de intereses es cuando se produce una confrontación entre el interés público (en este caso, la AAT) y los intereses privados del funcionario (Zabaleta), su tarea personal -con apariciones en los torneos con gorras de dichas empresas- pueden resultar chocantes para los ojos de los que no aceptan una doble (o triple) función.
Se le reprocha a Zabaleta que en vez de haber fundado una plataforma privada para que la gente compre activos digitales luego utilizados por los tenistas para solventar sus gastos, no lo haya lanzado y canalizado a través de la Asociación, lo que -quizás- le daría una mayor garantía y atracción a la gente para que se anime a invertir en etapas tempranas del desarrollo de los tenistas (por ende, más chances para esos deportistas necesitados) a través de un canal oficial. En definitiva: si ese método es una solución o incentivo para los jugadores en su desarrollo, ¿no pudo haber potenciado esa idea desde la AAT, con el respaldo del apellido de la institución cuya misión, “tal como fue concebida, es la de promover, fomentar y desarrollar este deporte en todo el país?”.
Se le desaprueba a Zabaleta, también, que sea “director comercial y de marketing” de una agencia, Summa, que representa a tenistas (profesionales, juveniles, retirados). Y que Lucas Shedden, amigo personal, encargado del área de comercial y marketing de la misma agencia, tenga una función exacta en la Asociación. Por más buena voluntad que haya, tarde o temprano los intereses se pueden cruzar. Tres de los cinco jugadores que actuaron ante Lituania son representados por esa agencia. Claro que esos tenistas (Etcheverry, Molteni y González) hicieron méritos deportivos para estar en la Davis. Las negociaciones por los premios en la Copa Davis son distintas a las de otros tiempos, ya que la Federación Internacional aclara de antemano cuánto les corresponde a las asociaciones y cuánto a los jugadores. ¿No es desprolijo que ante la AAT un jugador negocie los beneficios por jugar la Davis con las mismas personas que lo representan en el circuito? ¿No es más cristalino que ese dirigente no tuviera un vínculo privado con el jugador citado?
El fin de semana, bajo un marco de público muy bueno, llamó la atención que la cancha central tuviera pintada la “marca” de su estadio, la “etiqueta” que históricamente en las cabeceras dice “Buenos Aires Lawn Tennis Club, Court Central Guillermo Vilas”. Dicho letrero se tapó con pintura verde. Muchos, con curiosidad, se percataron del detalle, más teniendo en cuenta que la serie tuvo un museo armado, en parte, por objetos de la persona que actúa como albaceas de Vilas.
El posteo individual de Orsanic expuso una situación engorrosa a mayor escala. En febrero de 2017, la misma dirigencia que había conducido la AAT durante la conquista de la Ensaladera, falló al no aprovechar la serie ante Italia, en Parque Sarmiento, para organizar un festejo masivo, reuniendo a los protagonistas de la Davis de todos los tiempos; dieron un paso en falso. La actual dirigencia, crítica de aquel acto, tuvo la gran chance de lucirse en esta serie centenaria, hacer justicia y organizar una foto para el recuerdo con los jugadores y capitanes de todos los tiempos. Pero no lo hicieron. Cien años se cumplen una sola vez.
Varios jugadores y capitanes pasados le achacan el desacierto a la secretaria administrativa de la AAT, encabezada por César Francis, abogado y activamente vinculado con la política de San Lorenzo. Francis, además, actúa como una suerte de gestor operativo cuando el presidente (Calleri) está en Córdoba, donde vive y tiene su tarea política en Río Cuarto. La desprolijidad de su área irritó, ya que la actuación fue desigual: algunos jugadores /capitanes recibieron la carta (a la que tuvo acceso LA NACION), a otros no les llegó nada, otros fueron contactados en forma personal por WhatsApp o con llamadas. Según Clerc (22 series jugadas; finalista en 1981), por ejemplo, nadie de la AAT se comunicó con él.
La AAT debe actuar para los clubes y las federaciones afiliadas, eso está claro; y la actual gestión acentúa estar poniendo su energía allí. Al margen de ello, la conducción se formó de una manera diferente a otras, nutriéndose de (ex) jugadores profesionales; esos mismos jugadores que el fin de semana se olvidaron de otros (ex) jugadores y capitanes. “Somos un espacio diverso, que quiere lograr cambios”, fue una promesa de campaña de Calleri antes de asumir, en 2018. Sin embargo, las grietas históricas del tenis, las mismas que generan irritabilidad cuando se exponen, aparecieron una vez más.
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