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Garbiñe Muguruza, de reina de Wimbledon a la cima del Kilimanjaro: la agitada vida de la número 5 del tenis femenino
Nació en Caracas, representa a España y reside en Suiza; se considera una “ciudadana del mundo” y desde hace varios años es protagonista del WTA Tour
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Con 28 años cumplidos, Garbiñe Muguruza lleva más de una década en el circuito profesional femenino. Nacida en octubre de 1993, es la tercera hija de José Antonio, un vasco que tenía una empresa de tuberías en Caracas, y de Scarlet Blanco, una venezolana ededicada a una familia que se completa con Asier e Igor, los hermanos mayores de Garbiñe, que apenas tenía tres años cuando empuñó por primera vez una raqueta, en el club Mampote, en Guarenas. La aventura continuaría cuando los Muguruza se mudaron a Barcelona, y la pequeña tenista encontró en la academia de Sergi Bruguera, recordado campeón de Roland Garros, el lugar para desarrollar su talento.
Largo es el camino recorrido desde entonces por la muchacha que acumula 9 títulos y 7 finales en su carrera, incluyendo coronas en Roland Garros 2016 y Wimbledon 2017, y otras definiciones en el All England en 2015 y en el Abierto de Australia 2020. Fue número 1 del mundo durante cuatro semanas, en 2017, y actualmente es la quinta del ranking WTA. Luego de un par de temporadas irregulares, se recompuso en 2021, con títulos en Dubai y en Chicago y finales en Melbourne y Doha, para avanzar desde el puesto 15º al 5º, y clasificarse por cuarta vez para el Akron WTA Finals, el Masters femenino de fin de año, que por primera vez se realiza en Guadalajara. Una novedad más que significativa para un certamen con ocho europeas como protagonistas.
Acostumbrada a viajar de un lado a otro, Muguruza se considera una “ciudadana del mundo”, en sus propias palabras. Icono de un mundo globalizado, nació en Venezuela, representa a España y desde hace unos seis años vive en Suiza, aunque también suele pasar varias semanas al año en los Estados Unidos. Sin embargo, para encontrarse a sí misma, fue más lejos: la cumbre del Kilimanjaro, el pico más alto del África. También decidió realizar buceo en cuevas submarinas, para lo cual debió entrenarse con el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil Española, y con la Brigada de Montaña.
Es amante de las emociones fuertes, está claro, pero no desdeña las tranquilas sesiones de modelaje ni la calma de la playa desierta que la espera dentro de unos días, cuando comience sus vacaciones. Todo parece convivir en armonía dentro de Garbiñe Muguruza, la chica a la que no le falta influencia argentina: el preparador físico, Santiago de Martino, y la fisioterapeuta Adriana Forti, integran el plantel técnico que cuida el cuerpo de una de las principales protagonistas del tour femenino. De Martino se sumó durante la pretemporada de diciembre de 2019, recomendado por Patricia Tarabini, mientras que Forti se sumó en noviembre del año pasado, con el aval de haber trabajado previamente con Paola Suárez, Virginia Ruano Pascual y Anabel Medina Garrigues, entre otras figuras.
“Siento que he mejorado mucho mi perspectiva en aceptar los malos momentos. Creo que ahora no me castigo tanto, es como que lo supero más rápido. Si hay un mal momento no me quedo ahí anclada en la oscuridad, sino que pienso ‘venga, salimos, salimos’. Eso me ha ayudado a tener otro ánimo, otro estado de energía, y además tengo un gran equipo, hemos hecho un buen trabajo de competición. He ganado una consistencia que otros años quizá me faltaba un poco más, y ahora, haber llegado a cuatro finales, haber ganado dos títulos, y estar en Guadalajara, me demuestra que ha sido un año para estar muy contenta”, cuenta Muguruza, en el comienzo de la charla con LA NACION, predispuesta con una sonrisa fresca y natural.
-Lo que se ve en el circuito femenino es una marcada paridad, no hay un Big 3 que arrase en los grandes torneos. ¿Lo ves como el mejor momento de competitividad en el tour?
-Yo creo que sí, porque al contrario de los chicos, que sí hay tres o había tres que se llevaban todo, entre las chicas para nada sucede eso, es imposible. Pues sí, es un momento muy interesante para seguir al tenis femenino, y ojalá en Latinoamérica se impregne un poco más de tenis, y pueda quizá haber más torneos como el que ha habido en Argentina, y quizá se animen más a hacer algo, incluso un circuito… sería mi sueño que hubiese una temporada del año en la que pudiésemos venir todas a Sudamérica y hacer un tour, ojalá llegue algún día.
-Hay un fenómeno multicultural y multiétnico en el tenis en los últimos años, con casos como Emma Raducanu o Naomi Osaka. En cierto modo has sido una pionera porque naciste en Venezuela, y luego te formaste en España. ¿Cómo ha sido crecer entre diferentes culturas? ¿te ha dado otras perspectivas?
-Bueno, la verdad es que me ha dado mucha perspectiva de ciudadana del mundo. Aparte de que viajo tanto desde que tengo 12 o 13 años, que mi casa es el mundo entero, hago de mi casa cualquier lugar, y eso es por mi vida ahora, que espero que algún día no sea así. Pero a mí me gusta mucho esa cultura, esa mezcla que tengo, que tienen otras jugadoras también, que en mi caso es algo muy latina, muy explosiva, me gusta.
-Pensando en lo competitivo del tour, en lidiar todo el tiempo con la victoria y el fracaso, ¿te has podido acostumbrar a esos altos y bajos que tiene el tenis?
-Sí, perfectamente me he acostumbrado a los momentos malos, que en realidad no son tan malos si los ves desde otra perspectiva. Creo que he aprendido a alejarme un poquito y a no tener la piel tan sensible a esos momentos, a intentar endurecerse. Eso se va aprendiendo con el tiempo. Al principio uno es tan dramático… y con el paso de los años pues vas asentándote más y organizando tus pensamientos y ahora estoy en esa fase, ¿no? Un poquito más experimentada. Y es más saludable, también, lo voy llevando un poco mejor.
-¿Cómo es jugar para un país que tiene como enorme referente deportivo a Nadal, uno de los atletas más competitivos de la historia?
-Ja, bueno. Tiene cosas buenas y no tan buenas… Creo que tener de referente a uno de los mejores jugadores de la historia es increíble, porque todos hemos crecido viendo y teniendo ese sueño, pero también es como ‘guau, qué difícil es superar a alguien así’, entonces es como… Bueno, tienes las dos cosas, pero la verdad, yo me alegro que sea nuestro referente porque es único.
-Hace dos años escalaste el Kilimanjaro, que está a casi 6000 metros. ¿Qué fue lo que te llevó a esa aventura, a intentar ese desafío?
-Bueno, necesitaba un cambio, y una experiencia que me dejase diferente y aposté por hacer un viaje muy fuerte, muy de búsqueda interna. Era un momento especial de mi vida y me ayudó mucho, porque volví muy diferente. Y desde entonces, siempre, si me han preguntado, he aconsejado hacer algo que sea un reto muy fuerte. Sea lo que sea, no tiene por qué ser subir a una montaña, sino de hacer algo que te haga examinarte y ponerte a prueba en algunos aspectos.
-¿Eso tuvo un poco que ver con esa búsqueda de algo extra, la adrenalina que a veces necesitan los tenistas?
-En mi caso sí, yo necesito emociones fuertes. Es algo que tiene que ver con el tenis también porque es como que están las competiciones, el público, la presión… entonces necesitaba algo también fuerte, pero diferente, algo que no fuese de tenis, algo que fuese personal, que no hubiese cámaras de televisión, medios, ni ningún trofeo, nada… ¿sabes? necesitaba algo diferente, alejado de todo el mundo.
-¿La sensación de llegar a la cima del Kilimanjaro es similar a vivir una final de Grand Slam?
-(Piensa varios segundos) Para mí sí, lo fue. Para mí fue casi al mismo nivel de felicidad. Muy diferente, también, pero a mí me dejó sabor a gloria, porque lo más duro que hice en mi vida fue subir esa montaña.
-A esta altura, ¿cuál es la mayor motivación para una jugadora de tu nivel? ¿Ganar el Australian, el US Open, un WTA Finals, regresar al tope del ranking?
-Bueno, creo que todo lo que has dicho. Tampoco hay demasiados secretos. Todos tenemos los mismos objetivos. En mi caso, claro que completar todos los Grand Slams sería algo especial, ganar una medalla olímpica sería algo muy bonito… El ranking, la verdad, me obsesiona menos porque es algo que va cambiando mucho durante el año, y yo creo que es mejor el trofeo que te lo llevas a tu casa, y lo puedes tener y tocar. Siempre he considerado que ganar trofeos es algo más especial, más allá de estar en la elite del tenis. Después, entre los números 3, 7, 5… realmente tampoco hay tanta diferencia, pero si eres la 1 sí. Entonces está claro que ese siempre es un objetivo.
- ¿Qué recuerdos tienes de Venezuela? ¿qué significa para ti, y si tienes familiares allí, qué noticias te llegan?
-Malas. Noticias malas. Tampoco quiero entrar mucho en los problemas de Venezuela, porque no se sabe ni por dónde empezar. Pero llegan noticias tristes, sí, por todo lo que está pasando y porque tengo muchísima familia allí, que lleva una realidad muy diferente, ¿no? Y eso me ha ayudado a tener una perspectiva de ver lo afortunada que soy y de lo irreal que puede ser mi vida, de poder viajar, y jugar al tenis, y competir… que no todo es bonito, que también es muy sacrificado, y duro, pero comparado con otras realidades que yo sigo muy de cerca, es importante mantener los pies sobre la tierra y no olvidar ese tipo de cosas.
En la misión de volver a los primeros puestos del ranking después de un par de años de retroceso, Garbiñe Muguruza encontró un punto de apoyo en Conchita Martínez, otra leyenda del tenis español, convertida en su entrenadora desde hace casi dos temporadas. Martínez sabe de qué se trata estar en lo más alto: obtuvo tres medallas olímpicas (1992, 1996 y 2004) y conquistó Wimbledon en 1994, finalista en Roland Garros y Australia, y aún hoy es la jugadora española con más títulos WTA: 33.
“Ella ha sido muy importante en mi estabilidad, en el día a día. Es una persona muy paciente, muy empática. Como ex jugadora es increíble, entiende perfectamente todo lo que puedo sentir y eso es algo que quizá en otros equipos falta, ¿no? De tener una ex jugadora que haya experimentado lo mismo que el jugador. A mí me ha ayudado mucho a llevar el día a día. Y no es solo ella, pues al final no soy nada sin el resto de mi equipo, que todos ponen su granito de arena”, destaca Muguruza.
-Como jugadora latinoamericana, ya jugaste torneos más chicos en México, en Monterrey y Acapulco. ¿Es especial jugar un Finals en Guadalajara, lejos de Europa?
-Sí, para mí es super especial. Cuando me enteré que iba a ser en Latinoamérica casi me dio un infarto de la alegría, porque es como que una vez en la vida se puede hacer, y aparte por todo lo que ha pasado por el Covid… me alegro mucho que México haya apostado por el tenis femenino, y que tuviese el valor de realizar esto en apenas dos meses, y me hace mucha ilusión, la verdad, porque no es lo mismo para mi jugar ante el público latino que jugar en China.
-Como jugadora Top 5, acostumbrada a ser protagonista en los Grand Slams, ¿qué te pareció lo hecho por Emma Raducanu en el US Open, ganando todo desde la qualy, sin ceder sets?
-Eso fue muy sorprendente la verdad, porque no es algo que suele pasar, y de hecho no sé si volvería a pasar algo semejante, porque alguien de la qualy, tan inexperto… ganar un US Open es como ‘guau’. Realmente también es un poco la inconsciencia, de jugar así, sin presión, sin miedo, y bueno, que tengas en esa semana el tenis en tu mano, y que ganes. Es que no sé cómo explicarlo, la verdad es que yo también estaba en shock de que ellas dos, con Leylah (Fernandez) también jugasen la final. Pero bueno, así es el circuito también, si no estás bien, te vas a tu casa.
- A propósito de viajar de un lado a otro, ya te habrán comentado de los paisajes y atracciones en Argentina…
- ¡Es que sí, en algún momento tengo que ir a la Argentina! Además, tengo dos integrantes de mi equipo que son de allí, que me han dicho que tengo que ir a Mendoza, a viajar al sur, que tengo que conocer bien Buenos Aires, comerme los asados… tengo todo el plan montado para cuando vaya. Tendrá que ser pronto, pero no este año, que ha sido una temporada dura y extensa, y pienso en estar más relajada e ir a alguna playa bonita.
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